Desde luego, don Jesús, que la vida a veces tiene condicionantes de muy difícil explicación y por más vueltas que uno le da, no se entienden bien las paradojas del destino. Su trayectoria política fue intachable, si exceptuamos aquella mácula franquista tan históricamente disculpable en los mismos hombres y mujeres que nos regalaron posteriormente la Democracia. Como buen doctor en ciencias físicas, supo ocupar altos cargos en aquel experimento político que fue la UCD, de donde llegó a ser el ministro que prometió más de un millón de pisos de protección oficial… No sé en qué quedó todo aquello, don Jesús, pero, al menos, la intención fue buena. De ahí, al ministerio de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social, convirtiendo su nombre — Jesús Sancho-Rof — en uno de los más influyentes de toda la escena política de la época. Incluso algunos hablaron de un posible delfinato… Pero llegó aquella desgracia de la colza. En unas declaraciones, sin duda para intentar tranquilizar a una población que se estaba intoxicando de no se sabía bien qué, afirmó que el bichito ese de la colza era tan pequeño e inofensivo que si se caía al suelo se moría. ¡Madre del Amor Hermoso la que se lió con aquellas polémicas frases!. Se le acusó de ser insensible ante un problema que afectaba globalmente a la ciudadanía, de ser un mentiroso… En fin, don Jesús, que la política tiene esos oscuros recovecos que manchan sin remedio toda una brillante trayectoria. ¡Qué le vamos a hacer!