Análisis sonata 14 de Beethoven

Indice de contenido

Wilhelm Kempff, Daniel Barenboim y Murray Perahia, tres de los más grandes intérpretes de la literatura pianística de todos los tiempos. La dinámica de una realización extraordinaria  nos permiten observar como tres pianistas, muy distintos entre sí, abordan un fragmento de extrema dificultad tanto técnica como expresiva (Por desgracia, el extraordinario vídeo donde lo mostraba fue suprimido)

La Sonata Nº14 de Beethoven, popularmente conocida como CLARO DE LUNA, es una de las piezas más famosas del autor de Bonn. Sin duda, su primer movimiento, Adagio sostenuto, forma parte por derecho propio de la extensa lista de hits musicales que el mundo de la Música Clásica ha otorgado a numerosas recopilaciones, algunas de muy dudoso gusto, susceptibles de ser escuchadas por un público más bien profano pero con deseos de penetrar en esta dimensión pluscuamperfecta del arte de combinar sonidos.

En realidad, pocos saben que ese fragmento es una introducción para una de las creaciones más excepcionales que se hayan escrito jamás para el género pianístico:

La Sonata Nº14 de Beethoven, compuesta en 1801 y dedicada a Guiletta Guicciardi, una de las cumbres creativas del genial músico alemán. Su tercer movimiento, Presto agitato, es de extrema dificultad para el ejecutante  — y para los nerviosos aspirantes a obtener el grado superior de piano en muchos conservatorios musicales de todo el mundo — y supone un claro contraste entre sus dos movimientos precedentes, por lo demás, fáciles y sin ninguna relevante dificultad técnica a la hora de ser abordados.

El fragmento es endiablado, con numerosas escalas ascendentes quebradas por severos acordes y ciertos arpegios de transición que ponen los pelos de punta y obligan a una máxima concentración por parte del ejecutante. Todo el movimiento es una especie de dramático diálogo entre las distintas secciones de octavas del piano, con deliberados cruces e interludios que parecen pelear por adquirir el protagonismo melódico a lo largo del desarrollo de la partitura.

Este magnífico vídeo nos ofrece la interpretación de este último movimiento alternando, con una maestría digna de elogio, distintas fases de la pieza sin ningún tipo de interrupción en el discurso. Los pianistas elegidos por el autor para elaborar este inolvidable vídeo representan, a su vez, tres distintas escuelas interpretativas y suponen auténticos paradigmas de las mismas. Se trata de Wilhelm Kempff, Daniel Barenboim y Murray Perahia. A mi juicio, son tres de los mejores pianistas de todos los tiempos y en esta cinta, literalmente, se «salen».

 

Wilhelm Kempff

Wilhelm Kempff

Interpretación íntegra podéis ver en este enlace, pertenece a una generación de pianistas representada por Erdmann y Gieseking que es a su vez heredera de la primera generación alemana de pianistas del siglo XX y cuyos máximos exponentes fueron Schnabel, Backhaus y Fischer. Kempff fue alumno de Heinrich Barth, depositario de la gran tradición lisztiana, y de Robert Kahn, discípulo de Brahms, en composición. Esta escuela germánica se caracteriza por la sobriedad en la interpretación, huyendo de cualquier efecto gratuito que pueda desnaturalizar la partitura.

En ocasiones, esta concepción aséptica provoca que a muchos aficionados les resulte un tanto aburrida la interpretación beethoveniana a manos de Kempff. En todo caso, son cuestiones de gusto personal y ello no priva al ilustre pianista de Jüterbog su condición de referente absoluto en lo relativo a la literatura pianística del genial sordo de Bonn. La austeridad, sobriedad y economía de medios de que hace gala Kempff son una prueba indiscutible en el capítulo de la correcta ejecución beethoveniana.

En este video, lo primero que nos llama la atención es la valentía del maestro — calculo que debía de tener cerca de los noventa años en la fecha en que se realizó la filmación — para abordar un pasaje tan complicado. Cierto que en ocasiones se le resbalan los dedos al efectuar una escala o atacar un acorde, pero no podemos otorgar mayor importancia a esos «fallos», del todo excusables. Además, en un ejercicio de dominio y seguridad, el artista apenas dirige su mirada al teclado y adopta una pose trascendental, a la manera de una comunión mágica entre compositor e intérprete. Uno de los aspectos más destacados de esta versión es la prodigiosa mano izquierda de Kempff, insuperable a la hora de marcar el ritmo de la ejecución.

No perdáis de vista la perfección con la Kempff resuelve el paso a la primera repetición (Minuto 1: 36 del vídeo con la interpretación completa) Es maravillosa su claridad y atemperación del ritmo, verdaderamente insuperables. También debemos resaltar la magistral forma de atacar los acordes y arpegios de transición previos a la coda ( Minuto 6: 05 del vídeo que contiene la interpretación completa) ¡Qué sonido extrae el maestro Kempff del piano Steinway! Una verdadera locura que consigue emocionar hasta casi el llanto. El final es toda una lección de cómo ha de abordarse un pasaje de endiablada dificultad técnica cuando las manos ya no quieren  — ó pueden –responder. Ya os anticipo que esta es mi versión predilecta de las tres que vamos a comentar hoy aquí. De verdad, creo que no se puede concebir el legado pianístico de Beethoven sin hacer expresa mención de Wilhelm Kempff.

barenboim

Daniel Barenboim

 

Interpretación íntegra podéis ver en este enlace, pertenece a la escuela de Edwin Fischer que, a su vez, se emparenta con el tronco de Rosenthal, testigo directo de Franz Liszt. El mejor maestro de Daniel fue su propio padre, Enrique Barenboim, quién llegó a ser profesor de piano en la Academia de Viena y que supo transmitir a su hijo la clave fundamental de su estilo interpretativo: Que la música fluya como algo completamente natural, sin obsesionarse nunca con la perfección mecánica.

De hecho, Barenboim no suele hacer ejercicios en el teclado y simplemente controla su técnica a base de numerosos conciertos y recitales. Por ello, siempre se le ha achacado una carencia técnica a la hora de abordar las composiciones más difíciles aunque, dentro de esta arriesgada afirmación, este presumible defecto se compensa, y de qué manera, por la musicalidad que se desprende de cualquiera de sus interpretaciones.

Si observamos el vídeo con la interpretación íntegra, podemos apreciar como Barenboim arranca el movimiento con mayor velocidad que Kempff, pero con menos claridad a la hora de atacar las temidas primeras escalas ascendentes. El Beethoven de Barenboim se caracteriza, lejos de los tiempos de su primera integral en disco, por su libertad de concepto, el rico colorido de la expresión y la belleza del fraseo, con construcciones basadas en una elegancia no reñida con el sentido dramático que sabe imprimir a aquellas partituras que así lo requieren.

Observemos el vídeo con la interpretación íntegra: En el tiempo 1: 12 podemos apreciar esa libertad a la que antes aludíamos con un ligero retardo en los acordes que consigue añadir un punto de dramatismo y sensibilidad a la ejecución.

Si seguimos el desarrollo, vemos la gran diferencia de concepto con respecto a Kempff a la hora de manejar las notas que preceden inmediatamente a la primera repetición: Barenboim acelera y sube la intensidad de sonido para culminar con un acorde al que dota de vida propia y que sirve de enlace para la repetición. Fijaos bien en el fraseo del momento 2: 06 del vídeo… ¡Qué belleza y que derroche de expresividad! También hay que destacar la elegancia en el difícil contrarritmo (Minuto 3: 29 del vídeo) de manos, pasaje que encierra mucha más complejidad técnica de lo que a primera vista parece. Barenboim resuelve estos diálogos cambiados con una maestría encomiable, con una tremenda concentración sobre lo que está ejecutando.

El particular uso que hace del pedal el maestro argentino (Minuto 5: 55 del vídeo) logra que en los arpegios finales se fundan las armonías bajo una atmósfera de inestabilidad que parece conquistar la partitura en los momentos previos a la coda. Es un buen ejemplo de cómo Barenboim arriesga con las masas sonoras para obtener ese punto dramático que inspira la composición. Las escalas finales las ejecuta con firmeza y convicción, otorgando una estupenda grandeza a la sonata beethoveniana. Estupenda e inolvidable versión, de lujo. Por último, no quiero dejar de comentar una jugosa anécdota que le aconteció a Barenboim en Barcelona: En un café de la ciudad, sus amigos le animaron para que tocara algo en el piano del local, toda vez que el pianista oficial del café se encontraba ausente. Barenboim se arrancó con unos tangos. En estas, el dueño del café se le acerca y le espeta:  –«Señor, siento decirle que en este local no se permite que el piano sea tocado por pianistas aficionados. Retírese, por favor… «

 perahia-murrayMurray Perahia

Interpretación íntegra podéis ver en este enlace, pertenece a la escuela de Horszowski que, a su vez, se emparenta con la rama de Theodor Leschetitzky, paradójicamente, la menos virtuosística y más sensible de los discípulos de Liszt. Decimos esto porque Murray Perahia es, con diferencia, uno de los pianistas más técnicos que hayan surgido en la segunda mitad del siglo XX. Lo de Perahia es un caso de precocidad y, sobre todo, de auténtica mala fortuna personal.

Ya muy joven grabó la integral de los conciertos de Mozart, dirigiendo también a la English Chamber, y posteriormente la serie de Beethoven junto con el Concertgebouw y Haitink. Para muchos, entre los que humildemente me incluyo, Perahia tiene esa doble y difícil virtud de equilibrar una impresionante técnica con un gran sentido del discurso musical debido, esto último, a la estrecha relación que mantuvo con pianistas de la talla de Serkin y, sobre todo, de Vladimir Horowitz. El pianista neoyorquino atesora una facultad imprescindible para ser una figura de la interpretación:

Su conocida velocidad al teclado desemboca en un fraseo puro, cristalino y limpio, lejos de exhibiciones circenses muy en boga hoy en día (Lang Lang) pero un tanto insustanciales a la hora de construir Música, que es de lo que se trata, ni más ni menos. De no ser por un fatal accidente que lastimó su mano, con secuelas que se reproducen a lo largo de los años como si de una maldición se tratase, posiblemente Perahia hubiera sido el mejor pianista, con diferencia, del mundo. (Bueno, para quien esto escribe, es uno de ellos)

Ya en el segundo : 13 del vídeo con su interpretación completa nos damos cuenta de que Perahia arriesga hasta lo indecible con asombrosos resultados. Es imposible resolver este pasaje tan rápido y con esa pasmosa claridad; esto va a ser la constante a lo largo de toda la interpretación.

En el minuto 1: 12 del vídeo podemos contemplar su magnífica dinámica para atacar los acordes en fortissimo, toda una demostración de poderío y técnica por parte del artista. (Obsérvese cómo inclina el cuerpo hacia atrás al lanzar el ataque sobre el teclado). Digno de elogio también es su trabajo con la mano derecha (Minutaje 3: 27 del vídeo completo), desconectando en intensidad sonora las dos manos, algo verdaderamente complicado y a la altura de unos pocos escogidos para este arte.

En 4: 42, Perahia se desmelena y nos brinda una clase magistral de digitación (Es realmente impresionante la cualidad técnica del artista). Los arpegios finales que preceden a la coda los ejecuta como si tal cosa, con una seguridad rayana en lo decididamente insultante. (Para muchos estudiantes de piano debe resultar desesperante contemplar como Perahia resuelve los pasajes más comprometidos).

El artista ha tomado la autovía a todo gas y no hay tiempo para pausas: La coda es vertiginosa, maravillosamente bien resuelta. ¡Enorme Perahia!

Sería mi deseo que quién decida comentar esta entrada nos haga saber cuál de las tres versiones le ha gustado más.

También resultaría muy interesante que los lectores nos comentasen otras grabaciones sobre esta obra que les hayan impactado.

Queda abierto el debate.