Daniel Barenboim desde Buenos Aires
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Pianista, director de orquesta, comunicador, educador, conferenciante, divulgador, políticamente comprometido… La versátil personalidad de Daniel Barenboim le sitúa como una, o tal vez la máxima, figura mundial de la interpretación musical de la actualidad y como uno de los más destacados embajadores culturales de nuestro tiempo.
Admirado por casi todos, no obstante Daniel Barenboim ha sabido dar de lado a aquellos escrupulosos e insolentes críticos que no admiten el claro compromiso del músico israelí-palestino-argentino-español con los proyectos musicales encaminados a buscar un entendimiento entre todas las gentes enfrentadas en el mundo.
Barenboim fue el primero en atreverse a programar música de Wagner en Israel y también es uno de los directores más apreciados en los santuarios de Bayreuth y Berlín. Para él, la música es un poderoso instrumento de transmisión y comunicación que fundamentalmente ha de servir para unir pero nunca para dividir.
La creación de la Orquesta Diwan Este-Oeste, formada por jóvenes músicos israelíes, palestinos y españoles, es una buena muestra de su elogioso compromiso. Pero además de todo eso, Barenboim se ha destacado siempre por un exquisito gusto musical con el que impregna todas las obras a ejecutar, ya sea desde el podio o sentado frente al piano.
¿Cuando nació?
Daniel Barenboim nació el 15 de noviembre de 1942 en Buenos Aires, Argentina. Su padre, Enrique Barenboim, era un prestigioso educador musical que incluso llegó a ser profesor en la Academia de Viena. De él recibió el pequeño Daniel sus primeras nociones musicales y los progresos llegaron a ser tan espectaculares que con apenas siete años llegó a debutar en público con un programa compuesto por sonatas de Beethoven. En 1952, toda la familia se trasladó a Israel — los padres eran judíos de ascendencia rusa — aunque, durante el trayecto, hicieron una parada en Salzburgo y Viena, ciudad en donde el joven Daniel tocó para Furtwängler causando la elogiosa admiración del mítico director germano.
Ese mismo año Daniel Barenboim actuó en Roma y un año más tarde ganó el primer premio del Concurso de la Fundación Cultural Americano-Israelí, lo que le facultó mediante una beca para estudiar en París armonía y composición con Nadia Boulanger. Allí también tuvo la oportunidad de asistir a algunas clases magistrales impartidas por Alfred Cortot. En 1955, y habiendo ya grabado su primer disco — con doce años de edad — se presentó en París con la Orquesta del Conservatorio dirigida por André Cluytens.
Ese mismo año se matricula en la Academia de Santa Cecilia de Roma, siendo el alumno más joven en ser aceptado hasta ese momento, y un año después, en 1956, logra el primer galardón en el Concurso Alfredo Casella de Nápoles. La carrera del joven pianista resulta imparable y ese mismo año de 1956 consigue debutar en Londres bajo la dirección de Josef Krips y un año más tarde en Nueva York acompañado de Leopold Stokowski.
En 1958 Barenboim realizó una gira de dos meses por Australia y al año siguiente se presentó en varias ciudades españolas con unos programas de extraordinaria dificultad técnica e interpretativa. En 1960 — recordemos que Barenboim en esa fecha tenía sólo 18 años de edad — interpreta el ciclo completo de las 32 sonatas de Beethoven en Israel y un año después aborda el mismo género de Mozart. Su repertorio parece no tener límites y ya en 1962 Barenboim apareció interpretando obras de Bartok y de Alban Berg.
Si Daniel Barenboim fue un auténtico prodigio como pianista novel, sus comienzos como director de orquesta fueron también del todo precoces y así debutó como director y solista en la English Chamber Orchestra en 1963, tocando y dirigiendo varios conciertos de Mozart. Fue también en Londres, durante la Nochebuena de 1965, cuando conoció a la violoncelista Jacqueline du Pré.
Ambos tocaron algunas piezas de Beethoven y Brahms y el entendimiento mutuo fue tal que causó el asombro de los testigos presentes. Tres meses después debutaron en público en Londres, con Barenboim como pianista y posteriormente como director. El 15 de junio de 1966, tres días después de finalizar la Guerra de los Seis Días, la pareja contrajo matrimonio en Israel y para celebrar dicho acontecimiento tocaron una serie de conciertos en Tel-Aviv.
Días más tarde, la nueva pareja partió hacia Marbella para celebrar su luna de miel en la residencia que allí tenía Artur Rubinstein.
Tras este episodio, la carrera de Daniel Barenboim como pianista y director de orquesta resultaba fulgurante: Como pianista debutó en 1966 en el Festival de Salzburgo bajo la batuta de Zubin Mehta y más tarde con Karl Böhm. Como director, en 1967 debutó al frente de la New Philharmonia Orchestra, en 1968 con la Sinfónica de Londres, en 1969 con la Filarmónica de Berlín y en 1970 con la Filarmónica de Nueva York y con la Sinfónica de Chicago…
La actividad de Barenboim resultó tan frenética en aquellos años que en Inglaterra se le apodó con el nombre de Mr. Music. Todas estas actividades musicales discurrían en paralelo con una incesante actividad discográfica realizada para el sello EMI.
En 1972 Daniel Barenboim sufrió posiblemente el más duro golpe de su vida: Su mujer Jacqueline, con sólo 26 años, contrajo una enfermedad incurable en forma de esclerosis múltiple que la obligó a abandonar cualquier actividad concertística. La maravillosa experiencia de hacer música juntos se volvió imposible y la exultante felicidad de su matrimonio se tornó en dolor. Muchos proyectos musicales se quedaron en el tintero y Barenboim se volcó en todo momento con Jacqueline, a quien no dejaba de visitar en Londres cuando su agenda así se lo permitía. La terrible enfermedad de Jacqueline fue agudizándose hasta dejarla en una silla de ruedas y llevarla finalmente a la muerte el 19 de octubre de 1987. Un año después Barenboim se casó con la pianista rusa Elena Bashkirova.
En 1972 Daniel Barenboim debutó como director de ópera en Edimburgo con Cossì fan tutte de Mozart. Aunque en un principio se mostró poco dispuesto a dirigir música de Wagner, en 1978 dirigió en Berlín El holandés errante y aquella experiencia significó el principio de una gran trayectoria como director wagneriano. Desde entonces fue un director permanentemente invitado en Bayreuth tras su debut allí en 1981 y dirigió con regularidad en el santuario wagneriano hasta 1999. Para muchos especialistas, las actuaciones de Barenboim en Bayreuth han significado su cima como director de orquesta.
Por otra parte, en 1975 Barenboim fue nombrado director titular de la Orquesta de París, una formación que, pese a haber sido dirigida previamente por Munch, Karajan y Solti, no acababa de dar el salto de calidad necesario. Cuando en junio de 1989 Barenboim dio por finalizada su labor, la Orquesta de París se había convertido en una de las mejores de Europa. También en ese año Barenboim parecía destinado a dirigir la flamante y recién estrenada Ópera de la Bastilla de París, inaugurada para conmemorar el segundo centenario de la Revolución Francesa.
Cuando todo parecía ya cerrado, una discrepancia sobre los honorarios dio al traste con un acuerdo final y Barenboim renunció al puesto. Quizás tuvo algo que ver en este episodio el nuevo compromiso que Barenboim firmó también en 1989 como director titular de una de las más prestigiosas orquestas del mundo, la Sinfónica de Chicago, función que comenzaría en 1991 al suceder a Georg Solti.
Se mantuvo al frente de dicha formación hasta el año 2006 y los resultados artísticos de tan larga colaboración fueron realmente excepcionales.
Desde 1992 Barenboim también es el director de la Ópera Estatal de Berlín y actúa casi de facto como director invitado de la Orquesta Filarmónica de Berlín. De hecho, su nombre llegó a sonar insistentemente en 2002 como posible candidato para sustituir a Claudio Abbado, aunque al final dicho honor recayó en Sir Simon Rattle.
En 1999 Barenboim se encargó de constituir la Orquesta Diwan Este-Oeste, formación integrada por jóvenes palestinos, israelíes y españoles que suele reunirse durante los veranos, y en 2002 le fue concedida la nacionalidad española y el Premio Príncipe de Asturias por la Concordia.
En 2008 Barenboim debutó por fin en el Metropolitan de Nueva York dirigiendo una ópera de Wagner y unos días después ofreció allí mismo un recital para piano, circunstancia que no se daba en dicho escenario desde 1986 con un recital ejecutado por Vladimir Horowitz. En 2009 Barenboim dirigió el tradicional Concierto de Año Nuevo con la Filarmónica de Viena, formación con la que ha venido colaborando estrechamente sólo a partir de los últimos años.
En la actualidad, Daniel Barenboim prosigue con su incesante actividad musical, si bien más centrada en la dirección orquestal que en los conciertos y recitales pianísticos. En octubre de 2011, Barenboim fue anunciado como nuevo director musical de La Scala, un puesto que estaba vacante desde 2005 tras la renuncia de Riccardo Muti.
Antes de cumplir los veinte años Daniel Barenboim ya era considerado como uno de los grandes intérpretes del piano. Un aspecto fundamental para constatar esta aseveración viene dado por la exquisita elegancia que desde siempre ha tenido el músico israelí para embellecer sus interpretaciones.
Al igual que Rubinstein, Barenboim sabe extraer bellísimas sonoridades del piano al tiempo que se apoya en una técnica realmente sobresaliente, aunque quizás ese no sea el punto más fuerte de su concepción global como pianista. Intérprete romántico por excelencia, las lecturas de Beethoven, Brahms y Mozart suponen el punto más alto de su repertorio, sin desdeñar por ello a autores como Albéniz, Bartok o Liszt.
En ocasiones se le ha reprochado, empero, un cierto edulcoramiento romanticista a sus lecturas mozartianas, algo que si bien no deja de ser cierto, también delata un estilo interpretativo conforme a la moda de la época en que llevó a cabo sus registros integrales de conciertos y sonatas.
Con todo, sus versiones de los conciertos mozartianos junto a la English Chamber Orchestra revelan a un intérprete que combina la frescura y la transparencia con una gran elocuencia dramática. La bellísima elegancia en el fraseo con que acomete Barenboim estas obras le sitúan como uno de los máximos referentes de la interpretación mozartiana.
La enorme facilidad que Daniel Barenboim demuestra para tocar el piano, aún casi sin tiempo para practicar, ha desconcertado a muchos de sus colegas obligados a hacerlo asidua e insistentemente. Según palabras del propio Barenboim, esta soltura es consecuencia de haber recibido una enseñanza especialmente notable, sensata, racional y consciente. Barenboim puede tocar o dirigir durante doce horas diarias entre ensayos, grabaciones y conciertos, y eso mismo es lo que requiere para mantenerse en forma.
Evita realizar ejercicios de teclado y jamás se ha obsesionado por la perfección mecánica.
Para Daniel Barenboim, aquellos pianistas que priorizan la mecánica por encima de todo suelen tocar nerviosos y crispados, y eso repercute negativamente en la lectura general de la obra. De un tiempo a esta parte, la actividad pianística de Barenboim se ha visto reducida en virtud a sus numerosos compromisos como director de orquesta.
Con el paso de los años, algunos de sus conciertos y recitales adolecen de un punto ineludible de decadencia técnica que provoca que algunos pasajes se escuchen emborronados de notas sostenidas en pedal y con una absoluta falta de claridad estructural. Por otra parte, en la ejecución de algunas escalas complicadas se le suele resbalar algún dedo que afea el discurso.
Quizás por todo ello Barenboim ha decidido reducir al máximo sus compromisos pianísticos en la actualidad.
Pero en honor a la verdad, Barenboim sigue conservando una innata musicalidad que logra en ocasiones crear efectos absolutamente inigualables en sus lecturas pianísticas.
Barenboim debutó empuñando la batuta a los veinte años y hoy en día es casi más conocido por su faceta de director de orquesta que por la de pianista. Su estilo de dirección trata de conjugar la expresividad de las sensaciones con un concepto totalmente subjetivo y personalista a la hora de leer las partituras.
Siempre se le ha criticado que no ha sido capaz de extraer de las orquestas el bellísimo sonido que logra con el piano, aunque estos reproches se han ido pulcramente limando con el tiempo.
En efecto, Daniel Barenboim es un director de orquesta que ha desarrollado su carrera con mucha menos facilidad que en su versión como pianista. Ha sabido aprender de sus errores iniciales — ejecuciones al principio muy inmaduras de autores como Bruckner o Mahler — y paulatinamente ha ido cincelando un estilo depurado y brillante que quizás contrasta con una gesticulación poco impetuosa y en absoluto estética de cara al público. En ocasiones, Barenboim se queda parado frente a la orquesta como si fuera un espectador más y sólo agita la batuta para subrayar algún pasaje de interés. Esta aparente indolencia delata, sin embargo, un concienzudo trabajo en los ensayos y una gran confianza en el instrumento colectivo que tiene a su frente.
Excelente comunicador, Barenboim es un director muy apreciado por los colectivos orquestales y en consecuencia es constantemente requerido por las mejores orquestas del panorama musical internacional. Sin ser el mejor director de orquesta de la actualidad, su figura sigue encarnando a un eterno adolescente romántico que habría que inventar de no haber existido.
Mi primer contacto de los tres que he tenido hasta el presente con Daniel Barenboim se produjo en la primavera de 1985. Luego de ofrecer un inolvidable recital en el Teatro Real de Madrid y gracias a los oficios de su representante en España, pude durante más de media hora compartir tertulia con Barenboim y otras personas en el salón de un conocido hotel madrileño. Comprobé como Barenboim era un hombre tranquilo, de hablar pausado y absolutamente generoso a la hora de ser interpelado sobre sus colegas.
Pero lo que más me llamó la atención de Barenboim fue su extraordinaria capacidad cultural para tratar y exponer cualquier tema que saliera a colación. Este hombre, aparte de sus cualidades como músico, atesora una inteligencia y un nivel cultural difícil de igualar. Escucharle es toda una experiencia porque uno siempre acaba aprendiendo algo. Por otra parte, y esto me lo confirmó su representante, Barenboim me pareció una persona del todo bondadosa y honesta. Un tipo realmente admirable en cualquier sentido.
Producción discográfica
De entre la producción discográfica debida a Daniel Barenboim como PIANISTA podemos destacar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra señalada):
- El clave bien temperado de Bach (WARNER CLASSICS 61553)
- Concierto para piano nº1 de Bartok, junto a la New Philharmonia Orchestra dirigida por Pierre Boulez (EMI 62623)
- 5 Conciertos para piano y orquesta de Beethoven, junto a la New Philharmonia Orchestra dirigida por Otto Klemperer (EMI 63360)
- Triple concierto de Beethoven, junto a Itzhak Perlman, Yo-Yo Ma y la Filarmónica de Berlín dirigida por el propio Barenboim (EMI 55516);
- 32 Sonatas para piano de Beethoven (EMI 72912)
- Tríos para piano, violín y violoncelo de Beethoven, junto a Pinchas Zukerman y Jacqueline du Pré (EMI 74447)
- Concierto de cámara para piano, violín y trece instrumentos de viento de Berg, junto a Pinchas Zukerman y el Ensemble InterContemporain dirigido por Pierre Boulez (DG 447405)
- 2 Conciertos para piano de Brahms, junto a la New Philharmonia Orchestra dirigida por Sir John Barbirolli (EMI 76939)
- 2 Sonatas para violoncelo y piano de Brahms, junto a Jacqueline du Pré (EMI 62758)
- 3 Sonatas para violín y piano de Brahms, junto a Itzhak Perlman (SONY 45819)
- Concierto para piano nº1 de Chaikovski, junto a la Filarmónica de Munich dirigida por Sergiu Celibidache (EMI 57417);
- Nocturnos para piano de Chopin (DG 453022); selección de piezas para piano de Liszt (WARNER CLASSICS 407228 y DG 435591)
- Canciones sin palabras de Mendelssohn (DG 415118)
- 27 Conciertos para piano de Mozart, junto a la English Chamber Orchestra dirigida por el propio Barenboim (EMI 72930)
- 18 Sonatas para piano de Mozart (EMI 73915)
- Momentos musicales de Schubert (DG 453674)
- Impromptus de Schubert (DG 415849).
Sus grabaciones
Gracias a Daniel Barenboim como Director de Orquesta, podemos seleccionar, con igual criterio que en la recopilación anterior, las siguientes grabaciones:
- 9 Sinfonías de Beethoven, dirigiendo la Staatskapelle de Dresde (TELDEC 738826 a 738834)
- Sinfonía Fantástica de Berlioz, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (SONY 39859)
- Suites nº1 y nº2 de Carmen de Bizet, dirigiendo la Orquesta de París (EMI 517649)
- Concierto para violoncelo en Si bemol mayor de Boccherini, junto a Jacqueline du Pré y dirigiendo la English Chamber (EMI 66948)
- Doble Concierto de Brahms, junto a Yo-Yo Ma e Itzhak Perlman, y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (TELDEC 15870)
- Concierto para violín de Brahms, junto a Itzhak Perlman y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (EMI 62598)
- integral de Sinfonías de Bruckner, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (WARNER CLASSICS 61891)
- Sinfonía nº4 de Chaikovski, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (TELDEC 13698)
- El mar de Debussy, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (TELDEC 81702)
- Concierto para violoncelo de Dvorak, junto a Jacqueline du Pré y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (EMI 62805)
- Variaciones Enigma de Elgar, dirigiendo la Filarmónica de Londres (SONY 48265)
- Concierto para violoncelo de Elgar, junto a Jacqueline du Pré y dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (RCA 76529)
- El sombrero de tres picos de Falla, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (TELDEC 17145)
- Pavana de Fauré, dirigiendo la Orquesta de París (EMI 64634)
- Sinfonía Española de Lalo, junto a Itzhak Perlman y dirigiendo la Orquesta de París (DG 445549);
- Sinfonía Dante de Liszt, dirigiendo la Filarmónica de Berlín (TELDEC 22948)
- Sinfonía nº5 de Mahler, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (TELDEC 23328)
- Manon de Massenet, junto a Netrebko y Villazón, y dirigiendo la Orquesta de la Staatskapelle de Berlín (DG 1208959)
- Concierto para violín de Mendelssohn, junto a Itzhak Perlman y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (ERATO 91732)
- Sinfonías de Mozart, dirigiendo la English Chamber Orchestra (EMI 50922)
- Cossì fan tutte de Mozart, junto a Bartoli, Cuberli, Furlanetto y Rodgers, y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (ERATO 45475)
- Don Giovanni de Mozart, junto a Rodgers, Furlanetto, Tomlinson y Heilmann, y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (ERATO 45588)
- Las bodas de Fígaro de Mozart, junto a Evans, Harper, Blegen y Fischer-Dieskau, y dirigiendo la English Chamber Orchestra (EMI 72230)
- Una noche en el monte pelado de Mussorgski, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DG 419407)
- Bolero de Ravel, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (ERATO 45766)
- Sinfonía nº3 de Saint-Saëns, junto a Gilbert Litaize y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DG 415847)
- Concierto para violoncelo nº1 de Saint-Saëns, junto a Jacqueline du Pré y dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (TELDEC 85340)
- 4 Sinfonías de Schumann, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DG 437641)
- Concierto para violoncelo de Schumann, junto a Jacqueline du Pré y dirigiendo la New Philharmonia Orchestra (EMI 62805)
- Concierto para violín de Sibelius, junto a Maxim Vengerov y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (TELDEC 13161)
- valses y polkas de Johann Strauss, dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 1256902)
- Till Eulenspiegel de Richard Strauss, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (ERATO 45621)
- Don Juan de Richard Strauss, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (WARNER CLASSICS 492668 — aunque en estos dos últimos enlaces hemos puesto dos breves vídeos con sendas actuaciones al frente de la Filarmónica de Berlín. Obsérvese cómo suena esa prodigiosa orquesta. De auténtico lujo)
- El anillo del nibelungo de Wagner, junto a Secunde, Tomlinson, Evans y Elming, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Bayreuth (WARNER CLASSICS 62091 – 14 CD´s)
- Los maestros cantores de Nuremberg de Wagner, junto a Holl, Youn, Magee y Kerl, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Bayreuth (TELDEC 29333)
- El holandés errante de Wagner, junto a Villazón, Sieffert, Eaglen y Palmer, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (TELDEC 88063)
- Parsifal de Richard Wagner, junto a Leidland, Pampuch, Meier y Jerusalem, y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (TELDEC 74448)
- Tannhäuser de Richard Wagner, junto a Meier, Seiffert, Pape y Eaglen, y dirigiendo la Orqusta de la Ópera de Berlín (TELDEC 88064)
- Tristán e Isolda de Richard Wagner, junto a Jerusalem, Struckmann, Meier y Lipovsek, y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (TELDEC 94568). Nuestro humilde homenaje a este sensacional músico.
Yo ví a Barenboim en un concierto de piano en el Teatro de la Maestranza en Sevilla, hace algo más de una década. Transmitía energía e ilusión, y parecía como si lo que estuviera tocando le costase el mismo esfuerzo que tararear o silbar distraidamente. Al final, taconeaba siguiendo el ritmo de lo que estaba tocando, como si se estuviera divirtiendo… Era fantástico.
Sin embargo, como director, siempre me ha parecido que infunde su sello personal hasta un punto en el que roza la distorsión. Al menos, dirigiendo a Wagner, creo que llega a desvirtuar totalmente las obras. Supongo que es parte del viejo debate Koussevitzky/ Weingartner, sobre la libertad del director a la hora de ceñirse a las indicaciones en la partitura.
En concreto, he tenido la oportunidad de oir Tannhäuser y la novena de Beethoven, dirigidas por Barenboim. En ninguno de los dos casos tuve paciencia para llegar al final de la grabación. Me parece que, ambas obras, las destroza, así que me quedo con sus compactos como pianista, que me siguen encantando, como siempre.
¿Qué opinan los entendidos de este foro? Como aficionado, doy mi opinión con humilde cautela, aunque a fin de cuentas, en cocina y en música todos opinamos porque, a la postre, la obra nos gusta o no. Pero, ¿qué les parece Barenboim como director?
Saludos.
Para casi todo el mundo, Barenboim es mucho mejor pianista que director. Su faceta con la batuta siempre ha encontrado un número alto de detractores por su excesivo afán subjetivo. En ocasiones, se le ha querido comparar con Celibidache y eso, sencillamente, es del todo imposible. Sobre sus lecturas wagnerianas poco puedo opinar, ya que no soy en absoluto un gran entendido acerca de la música escénica de Wagner. A nivel sinfónico, Barenboim me parece un director irregular capaz de ofrecer momentos realmente estupendos con otros ciertamente olvidables. Su escasa estética sobre el podio — suele dirigir de un tiempo a esta parte con una simple americana desabrochada y mostrando un cierto exceso de peso — tampoco parece ayudar mucho. De todas maneras, algo debe tener como director Barenboim por el simple hecho de que la Filarmónica de Berlín a punto estuvo de nombrarle titular (fue superado por Rattle tan solo por un puñado de votos, según cuenta la leyenda) y por ser un director requerido por las principales formaciones del mundo. Eso es un dato incontestable. A mí no es que me convenza mucho como director pero su trayectoria ha tenido una progresión tal que pocos directores han sido capaces de igualarla (fue también titular de la Orquesta Sinfónica de Chicago y elevó a la Orquesta de París a cotas realmente altas). En fin, que hay gustos para todos.
Saludos, Eduardo
LEITER
De Barenboim se pueden decir muchas cosas en el sentido de crítica, pero siempre insisto en alabar su valentía para enfrentar el Primer Concierto para Piano de Brahms -como solista, me refiero. Lo hace con tal seguridad y dominio de la partitura que resulta imposible no quedar maravillado.
Por otra parte no hay duda que es un gran embajador musical, que ama profundamente su labor y la concibe como un mensaje de hermanamiento universal.
Y aunque ciertamente es un Músico notable, con todos los pergaminos más admirables, preciso es decir que también tiene sus fallas como Director de Orquesta y como pianista.
A nivel pianístico queiro resaltar la más reciente colección en DVD, con la integral de las Sonatas para Piano de Beethoven. Aunque muchos destaquen sus habilidades frente al instrumento, no alcanzo a comprender qué fue lo que hizo aquí. La Sonata «Apasionatta» luce totalmente alocada y precipitada. y respecto a la «Waldstein», confieso que jamás había escuchado una interpretación tan torpe de dicha pieza. Reduce tanto el Tempo que la coherencia melódica desaparece por completo. Y por supuesto Beethoven.
Me agrada sí, la integral de los Conciertos para Piano en donde Barenboim es Solista y Director. Sin ser la mejor versión de los Cinco, sí fue una buena interpretación.
Respecto a Wagner…como Director lo hace muy bien, aunque en ocasiones se pierda algo del germanismo necesario. Pero cuando aborda la obra con la debida preparación, resulta muy bueno. Empero, la versión cuyo enlace acompaña la entrada me parece ESPANTOSA. Eso no es Tristán e Isolda. Ahí también hace desaparecer a Wagner. Es mucho mejor la versión que hizo en 1983, con Johana Meier y René Kollo.
Ahora bien: si orquestalmente, las lecturas que Barenboim hace de Wagner son buenas, no puedo callar que en no pocas ocasiones también él ha caído en lo que yo llamo «los crímenes contra la obra de Wagner». A nivel escénico desvirtúa completamente el sentido que Wagner concibió para sus obras. Es insoportable ver en sus producciones, un Siegfried ataviado como un operario de alguna planta industrial, que forja la espada Nothung como si se encontrara en una fundición de metales. Intolerable ver a Wotan caracterizado como un banquero neoyorquino y el interior del Walhall como si fuese la recepción de un lujoso hotel para los Bilderberg.
Tampoco es apropiado ver a Tristán con aspecto de pintor de arte moderno, que acude a su encuentro con Isolda cual si fuera una adolescente ávida de una hamburguesa de Mac Donald’s. Y no quiero ni imaginar a Parsifal: seguro lo disfraza de play boy multimillonario, llegando a los dominios del Santo Grial conduciendo un Ferrari!
Cuando Barenboim hace eso con Wagner, contagiado de las abominaciones de Pierre Boulez y Patrice Chereau, me pregunto qué será lo que se proponen con tales monstruosidades.
Pero repito: en otras ocasiones lo ha hecho bien.
Estoy de acuerdo Leiter: nada de comparar a Barenboim con Celibidache. Eso sencillamente NO PUEDE SER.
Bueno, debo respirar mis amigos.
Saludos y abrazos a todos. Y si alguna Dama se aparece, besos en su mano.
Aprovecho para agarrar al vuelo eso que dice Paixao del «germanismo necesario» y plantar aquí una observación personal; casi más una teoría personal, debería decir. Tuve ocasión una vez de escuchar algunas obras de Albéniz, ejecutadas por un pianista extranjero de renombre (no recuerdo ya si era Brendel, no sé, y no quiero decir un disparate) y me quedé perplejo… aquello estaba, simplemente, muerto, opaco. Nada que ver con las interpretaciones de Alicia De Larrocha. Eso me dio que pensar. Ese pianista sería un virtuoso, no lo dudo, pero no era español. Y Alicia, sí. Alicia, probablemente, se haya dormido de niña en su cuna con nanas similares (e incluso las mismas) que Albéniz. Ha aprendido canciones infantiles similares, si no iguales al compositor, visto procesiones de Semana Santa, escuchado a su abuela tararear alguna que otra copla mientras tendía las sábanas. Comido los mismos platos, paseado por los mismos paisajes, ido a los toros, etcétera. El sustrato cultural que luego se rezuma por todos los poros. Y, claro, al interpretar a Albéniz, le infunde «eso», ese espíritu «español», ese ritmillo, ese color…
A partir de ahí, empecé a darme cuenta de que el fenómeno no se limitaba a Delarrocha. Porque tuve ocasión de escuchar una interpretación de ese estudio de Chopin tan vertiginoso -el que llaman «revolucionario», creo- y, por primera vez, me sonaba melodioso. No solamente era una proeza de velocidad y precisión en los dedos, como todas las versiones que había escuchado hasta el momento; por primera vez descubrí que los estudios de Chopin también son música, y muy bonita. Para oir con los pies en alto al final del día. ¿Quien era el pianista? Era Ashkenazy. ¿Es casualidad que a Chopin, un judío polaco, quien le logre interpretar con espíritu y musicalidad sea Ashkenazy, otro judío polaco? Yo creo que no es casualidad.
Y así podría pasarme la noche escribiendo. Estaba oyendo una versión exquisita de la segunda sinfonía de Mahler, sin saber quién era el director. Llega cierto punto culminante en el que suena algo similar a campanas y, curiosamente, se va todo al traste, porque esas campanadas suenan absurdamente débiles, casi ahogadas por el resto de la orquesta. Se supone que es una especie de canto a la resurrección, y esa larga sinfonía te lleva lentamente a ese momento culminante, donde lo que pega es oir esas campañas tañir a los cuatro vientos… ¿Por qué había hecho eso el director? Miro la portada del compacto, y era Bernstein. He ahí la explicación al misterio. Para un cristiano, las campanas tubulares son un instrumento que hay que tañir fuertemente si se quiere que imiten al sonido de campanas. Para alguien sin ese substrato cultural, son un metal que hay que integrar con cautela en la ejecución, o de otro modo le sonará estridente…
Me da la impresión, en definitiva, de que un músico puede elegir ser preciso y medido en una ejecución, y lograr un sonido «correcto». Pero que, cuando quiere infundirle un soplo personal, alcanza rápidamente una frontera, a partir de la cual no hay recursos técnicos ni formación académica, sino que se encuentra abandonado a su instinto. Y ahí es muy importante que el substrato cultural sea común al del compositor. Por eso Furtwängler puede permitirse hacer aspavientos como una marioneta poseída por el diablo y lanzar la orquesta a un acelerón sobrenatural en los últimos compases de la Coral, y le queda bien. Por eso Klemperer y Karajan pueden poner su sello y Beethoven sigue sonando bien, aunque entre ellos tengan sus diferencias. Porque han paseado por los mismos bosques en los que Beethoven se inspiró para la sexta sinfonía; han oído los mismos pájaros, canturreado canciones populares similares, escuchado leyendas similares contadas por sus abuelos en las mismas tardes del mismo invierno, etcétera, que Beethoven. Ahí es donde está la diferencia, y quizá por eso, cuando Barenboim traspasa esa frontera y acelera la batuta en unos compases y no en otros, a veces acierta y otras no tanto…
Saludos, Leiter y Paixao.
(A modo de Postdata)
He mencionado los toros como parte de lo «español», porque en la época de Albéniz eran parte del día a día popular, que luego fue susbstituído por el fútbol. Se charlaba y se discutía acaloradamente en favor de uno u otro torero, etc, según se desprende de las novelas de Unamuno, coetáneo de Albéniz. Hoy en día, claro está, el tema es diferente.
Excelentes comentarios los vuestros, Iván y Eduardo, con los que coincido plenamente.
A tono con lo indicado, efectivamente el hecho de nacer y criarse en una determinada zona geográfica condiciona en buena medida la receptividad de la música de dicho entorno. Sin embargo, es difícil establecer una regla al respecto ya que los directores de orquesta pueden ser BUENOS y NO TAN BUENOS en un repertorio que les resulta familiar. Karajan realizó algunas versiones de óperas de Verdi que son difíciles de superar incluso por los grandes maestros italianos especialistas en el género. Por otra parte, Giulini siempre se mostró como un especialista en Beethoven, Brahms y Bruckner, a pesar del carácter mediterráneo que imprime a composiciones netamente alemanas. No es que sean peores, creo yo, sino distintas.
Pero no deja de ser un acierto que, a la hora de decantarse por alguna versión, se trate de elegir a directores o intérpretes consagrados dentro de esa línea geográfica de interpretación. Así, Larrocha resulta difícilmente superable en sus tres registros de IBERIA de Albéniz; Furtwängler no tiene rival en Beethoven; Mravinski se muestra como referencia absoluta de Chaikovski… Y así podríamos seguir hasta rellenar todo un blog. Pero yo creo que, en ocasiones, conviene bucear en otras versiones para comparar. Y hay que tener siempre en cuenta un dato que no resulta en absoluto baladí: Generalmente, a muchos aficionados les encanta la primera versión que han escuchado de una pieza y sobre dicha versión establecen un criterio comparativo, ya que a través de esa primera versión han podido comprender e incluso memorizar sonoramente dicha obra. Hay que tener mucho cuidado con este aspecto ya que nos puede limitar el acceso a otras versiones que tal vez puedan ser mejores pero que no casan con nuestro particular criterio preestablecido.
Un abrazo, amigos
LEITER
Estimado Sr. Leiter,
Es verdad lo que usted afirma sobre que «Furtwängler no tiene rival en Beethoven»,
Yo agregaría: Exceptuando a la sinfonía «Pastoral», por ser esta de orientación clásica.
Hay versiones de referencia, como las de Bruno Walter (Filarmónica de Viena y Sinfónica Columbia), Karl Böhm (Filarmónica de Viena) o André Cluytens (atención: la versión estéreo de 1960 con la Filarmónica de Berlín).
También existe una grabación en vivo de Carlos Kleiber, que es atípica por sus tempi, pero monumental en su concepción:
http://www.amazon.co.uk/Beethoven-Symphony-No-6-Pastoral/dp/B0000YO7ZA/ref=sr_1_1?s=music&ie=UTF8&qid=1309741084&sr=1-1
Conozco una versión de Erich Kleiber, creo que con el Concertgebouw, que me parece estupenda. Por cierto, resulta curioso que en SPOTIFY sólo aparecen los tres primeros movimientos de la Pastoral en esa versión, buenísima, de Cluytens con la Filarmónica de Berlín. Al parecer, se han olvidado de los otros dos movimientos…
Saludos
LEITER
Amigos, me falta tiempo para escribir todo lo que me gustaría comentar.Estoy trabajando muy duro en estos días de calor…
Me gustaría poder comentar el dosier Karl Böhm, el cual me ha hecho saltar pero que ha tenido la ventaja de tenerme mentalmente ocupado durante este tremendo fin de semana de levante que tuvimos aqui…tarde o temprano publicaré algo y diré todo lo que pienso respecto al «Profesor» Zerbineta…oh pardón, es Zurletti, verdad? Y también en lo que se refiere a su acólito Enrique Perez Adrian…ay que pena me dan estos dos !
Barenboim, ah, Barenboim…que puedo decir de Barenboim? Me alegro de lo que aprendo al leer la magnífica entrada de Leiter sobre la persona de Barenboim. En cuanto al pianista, solo conozco al joven barenboim, el que tocó con Klemperer, y siempre lo he tenido como un gran pianista. No conozco lo de los útlimos años…pero no me sorprende porque parece un cohete que ha perdido el rumbo y en ver de subir de forma vertical se pone de dibujar círculos…
Para mi, con todas mis limitaciones y con mi visión ultra tradicional, baremboim no es un director de orquesta. Es un buen músico, o un músico muy bueno, que ha cogido la batuta. Claro: estamos en una época en que los directores parece que no son ni músicos, y por lo tanto barenboim se sitúa muy por encima. Pero Barenboim no tiene la visión interna de la estructura que permite anticipar con la orquesta con un rumbo claro en los ojos que permite la revelación de una visión global, arquitectónica. Baremboim es muy músico, y hace música. Pero un director tradicional es como un maestro constructor. Deja que los músicos hagan música, y sirve la Gran Obra.
Tengo un recuerdo…otra vez en Paris…debido a un problema de salud el doctor Böhm no pudo estar en el ensayo del concierto para violin de Beethoven. Entonces H.Czering hizo el ensayo, insistiendo enormemente en la «célula» rítmica inicial…y de repente explicó a la orquesta porque no se sentía director y porque nunca dirigiría..fue un discurso modélico, un homenaje muy sentido a la tradición de los grandes directores, a la especificidad del lugar que ocupan y que un músico, aunque siendo muy bueno, no puede pretender ocupar así por las buenas..
Con todo esto repito que por lo menos Baremboim es un gran músico y por esto ocupa en el mundo de hoy un lugar merecido frente a tanta y tanta mediocridad.
Un abrazo a todos
Ahí ha dado en el clavo, maestro Mounielou. Barenboim será lo que sea pero ante todo es MÚSICO, algo tan simple pero a veces tan complicado de entender. Y concuerdo del todo con usted: Hoy en día existen muchos directores de orquesta que han obtenido su título merced a duros y trabajosos estudios. Nadie les quita el mérito por ello. Pero de ahí a ser músicos… Algunos ni lo parecen.
Gran reflexión, amigo Jean François.
LEITER
Como este y esto:
http://www.youtube.com/watch?v=gZTcbWxNsKI&feature=related
Vergueza, Vergogna, honte, blasfema, pallasada, abominación, indigno…y no digo más
¡Joder! ¡Igualito que Martinon y Munch…eh !
No me extraña su enfado, Jean François. ¡Que cosa más sosa e insípida, por el amor de Dios!
Un abrazo
LEITER
Hasta Michel Plasson, que he sido mi «enemigo» durante muchos años, lo hace mejor…
Pues acabo de ver en UNITEL una extraordinaria versión de la Sinfonía nº4 de Bruckner dirigida por Daniel Barenboim al frente de la Staatskapelle Berlin. Dígase lo que se quiera, Barenboim ha madurado mucho como director de un tiempo a esta parte y en este concierto nos ofreció momentos realmente bellos e inspirados. Una versión de altura y de gran musicalidad, muy por encima de algunas versiones de jóvenes directores (Thielemann, por ejemplo) que he escuchado en tiempos recientes y que, la verdad, no me han dicho mucho.
Abrazos
LEITER
Generalmusikdirector Iván, estoy pasando por un tipo de crisis en la cual necesito escuchar a Parsifal, necesito, esto es, dejarme embrujar por el wagner de Parsifal…. Me gustaría saber lo que vd piensa del preludio del primer acto que tenemos en Youtube dirigido por Barenboim, prefiero reservar mi opinión por el momento, a ver si podemos hablar de este tema.
Barenboim pasa por fases de inspiración cuya intensidad no se puede negar. No estoy hablando de parsifal, o si, no se. Pero entiendo lo que dice, Leiter! Por ahota Thielemann no ha llegado a convencerme incluso me ha decepcionado debido a todo lo que había leido sobre el..
He escuchado ese Preludio que se encuentra Youtube y me parece una interpretación razonable; no digo buena pues si bien las cuerdas transmiten gran inspiración y dotan al conjunto del misticismo que gravita sobre todo el Parsifal, los intrumentos de viento -sin estar mal- suenan un poco duros en sus intervenciones; para ejemplificarlo diría que se les escucha muy AQUÍ, en el propio teatro, en lugar de evocar sonidos que vienen de ese ALLÁ que Wagner idealizó en este su Canto del Cisne. Son tonalidades que deben llevar al oyente a esos silenciosos y luminosos bosques donde reina la gracia del Grial y donde se erige orgulloso el Montsalvat, en su perpetua alabanza al Creador. La función del Preludio al Acto I es precisamente transportar a todo el que le escuche, a la escena misma, al lugar donde los acontecimientos tienen lugar en una suerte de transfiguración metafísica. Ello se pierde mucho aquí con el manejo que Daniel le da a sus instrumentos de viento.
Esto reitera que Barenboim tiene momentos de inspiración que se diluyen muy fácilmente: estoy seguro que habrá observado Usted, cuando se alza el telón (momento en el que se corta el vídeo) la escena que fugazmente se ve es una bribonada anti-wagneriana. Podría jurar que surge allí una especie de reflector, de esos que se utilizan para llamar a cierto personaje de las historietas norteamericanas…¿Acaso eso es Parsifal? ¿Acaso es Wagner? NO y NO y una vez más NO.
Le dejo este enlace Maestro Monielou:
http://youtu.be/jrTx9BZBWKE
A ojo cerrado, Wagner en su más pura esencia. Bayreuth, año 1962.
Saludos.
A mí me da la impresión de que en el arte, y en general en todas las manifestaciones de la complejidad humana, a veces hay lugares en los que se alcanza un estado de completitud final a partir del cual sobra toda mejoría o reinterpretación. Puede resultar un hecho molesto, pero es posible que ya no se pueda dirigir a Wagner, a Richard Strauss o a Beethoven mejor de lo que se ha hecho y grabado. Tratar de arar nuevos surcos en estos terrenos sin imitar a los grandes directores del siglo XX, que ya nos han dejado sus grabaciones, resulta al final tan desastroso como ponerle gafas de sol y sombrero al Moisés de Miguel Ángel…
Sí, el ingenio creador es inagotable y la música siempre nos reservará sorpresas, pero Wagner tenía una versión clara en su cabeza de cómo quería que sonara Parsifal… Me da la impresión de que la creatividad y el talento no caben ya al dirigir terrenos tan trillados, sino que deben orientarse a nuevos horizontes. Componer nuevas obras, yo qué sé… Pero tratar de dirigir Die Meistersinger von Nürnberg con personalidad propia y sin que resulte una imitación «a lo Furtwängler» o «a lo Sawallisch» o «a lo Karajan» (no quería mencionar a este último para no ser demasiado parcial en mi fanatismo por el Rey Midas de la música, pero al final he caído, qué le vamos a hacer) podría resultar hoy en día una taréa tan absurda como añadir un postulado nuevo a la geometría euclídea sin salirse de ella…
Huy, se me olvidaba. Algo curioso que quería comentar aquí. No sé si han leído más arriba lo que comentaba sobre la posible aversión de Bernstein al sonido de las campanas tubulares en la segunda de Mahler. Bueno, pues este fin de semana escuché por primera vez algunas versiones diferentes de la obertura 1812 de Chaikovski. «Diferente», digo, porque sólo conocía la de Bernstein desde hace muchos años. Para mi sorpresa, hacia el final empiezan a sonar campanas… En la versión que yo conocía desde hace años, Bernstein había eliminado totalmente las campanas (no atenuado, sino eliminado del todo). No sabía que un director pudiera tomarse esa licencia…
Pero hay un problema mayor en todo esto. Cuando escuchamos una sinfonía beethoveniana por Furtwängler no escuchamos sólo a Beethoven, sino también al particular concepto de Beethoven que Furtwängler nos ha transmitido. Y no digamos nada de las sonatas. Desde que fueron compuestas, numerosos pianistas las recargaron de un romanticismo engolado que a veces poco tenía que ver con lo que Beethoven realmente había compuesto. Hasta que Artur Schnabel se encargó, digamoslo así, de limpiar todos esos aditamentos y tocar a Beethoven tal y como reflejaba la partitura. Los directores se toman licencias — y me remito a la entrada dedicada a Leopold Stokowski — mucho más grandes de lo que se puede uno imaginar. Un calderón por aquí, un legato por allá, un rallentando por más allá… Y luego acudes a la partitura y no hay nada de eso. Eso sí, determinados pasajes secundarios de maderas a veces no suenan porque están tapados por el grueso de la cuerda. Y, sin embargo, sí que están escritos.
En lo referente a la Obertura 1812… No sabía nada de ese tema, Eduardo. Es una partitura que no soporto… Cambio el dial si la ofrecen por la radio. No hay asunto que más me desagrade en música que la progresión armónica a base de unísonos en fortissimo. No puedo con esa obra. Me duelen los oídos al escucharla. Es sólo mi opinión, que conste.
Un abrazo, Eduardo
LEITER
El problema es atreverse a hablar y si te toman por loco pues….a ver, a veces resulta dificil hablar, y en este caso me quedo satisfecho por como nuestro generalmusikdirector habla de una interpretación «razonable», lo cual , en boca de Iván, deja claro lo que piensa. No he querido hacer trampa, pero no me atreví a decir lo que pensaba. A mi este video me retuerce las entrañas: esta » dirección» del preludio de Parsifal es PURO HUMO, expresión de algo que se llama simplemente LA NADA !!!
Pero como explicar esto? No se trata más bien de algo meramente subjetivo? No tiene derecho Barenboim a tener «su» visión? Pues lo siento, todo es posible pero la incultura es la incultura y este hombre, cuando hace lo que aqui hace, se comporta como un inculto. Un músico, si, pero inculto.
Claro, se que me faltan argumentos, que no consigo verbalizar y esto me pone nervioso. A ver: El director de orquesta clásico, en su concepto tradicional, no es una gaviota gigante que sobrevuela una partitura para generar efectos musicales, poniendo cara de inspirado. Es el «agente» transmisor que transmite su inspiración a los profesores, en base a unos códigos concretos. El sentimiento, sea puramente humano o plenamente místico, no «recae» desde el podio del director como una ola de no se que aire sino que surge del pincelamiento arquitectónico de la frase musical. Esto es un ejemplo de hasta donde hemos llegado, algo profundamente anti tradicional, que va en contra de los códigos sagrados y desemboca en sentimentalismo humano, vaciando el contenido.
En cuanto a este preludio, se puede hacer perfectamente en distinctos tempis, KNA por ejemplo lo hacía a veces más ligero que otras como se puede escuchar en sus interrpetaciones de Bayreuth, en Viena en 1939 lo hizo extremadamente lento pero siempre genial y siempre con frases claras, construidas, coherentes…resulta extremadamente dificil dirigir una «frase musical» como el primer tema de Parsifal o los temas del preludio de Tristan, no porque haya ninguna dificultad rítmica, más bien todo lo contrario, sino porque hay que dibujar en el aire lo que permite a la arquitectura revelarse de forma natural, y esto es lo inmensamente dificil. Barenboim, exelente músico, aqui, desde mi humilde punto de vista, no consigue nada más que el derecho a tomar un te con James Levine.
Barenboim, exelente músico, aqui, desde mi humilde punto de vista, no consigue nada más que el derecho a tomar un te con James Levine…
Genial, maestro Mounielou. Me quito el sombrero una vez más. Por cierto, ¿alguien sabe si Levine ha cedido ya su puesto en el Met a Fabio Luisi?
Mi admirado abrazo, Jean François.
LEITER
No me extraña que no le guste la obertura 1812. Es casi estridente y simplona. De hecho, creo que es algo así como la descripción literal, casi pictórica, de unas batallas entre franceses y rusos. A los neófitos suele gustarnos (a mí me encanta), quizá por lo explícita y simple que es: se oye un trocito de La Marsellesa, una marcha zarista, cañonazos y campanas… Es curioso que el mismo hombre que la compuso sea quien nos ofrece la exquisitez de la sinfonía Patética o el ballet del Lago de los Cisnes…
Y ahora aprovecho para lanzarles una pregunta. Han hablado de si el director es «el agente transmisor» y de añadir o quitar calderones, enmascarar sonidos… Yo no he seguido nunca una partitura (lo de la flauta en octavo de E.G.B. no cuenta). Por eso aprovecho esta oportunidad única de lanzarle a Leiter, y a quien quiera que también me pueda contestar desde una perspectiva de músico profesional, una pregunta sobre mi director favorito (el Rey Midas Karajan). ¿Cómo es de respetuoso Karajan con la partitura original, respecto a otros directores?
La impresión que yo me he hecho es que, especialmente en los últimos tiempos, se volvió escrupulosamente medido. La última de las tres serie de sinfonías de Beethoven en estéreo, me parece a mí un ejercicio de perfección platónica llevada hasta la exageración: por ejemplo, allí donde suena un redoble de timbal, lo que se oye es un murmullo grave pero no se distinguen golpes individuales… Pero, como no tengo delante las partituras (que no iba a entender) no puedo saberlo. Así que, ¿Qué tipo de director era Karajan en cuando al tempo? ¿Respetuoso con la partitura original? Me da miedo la respuesta, espero que no me defraude…
Un saludo y gracias de nuevo por toda esta información.
Con permiso de Iván Paixao, mi opinión es que Karajan siempre fue bastante respetuoso con las partituras, especialmente en la música germánica del Romanticismo. Otro asunto es que Karajan disponía de una orquestación muy a su antojo, doblando generalmente metales y madera para dar una sensación de mayor rotundidad. Ocure que con Karajan no podemos hacer una valoración global. ya que existen dos directores: Uno primero que alcanza su cénit a mediados de la década de los sesenta y que es uno de los más grandiosos directores de la historia; y otro, el último Karajan el de los yates y demás parafernalia — Mounielou dixit — que a mí siempre me dejó indiferente. Karajan fue un magistral director de música alemana pero la pifiaba cuando se metía con otro repertorio que no era el suyo propiamente dicho, por ejemplo, el Barroco. Uno de los peores discos de la historia es el famoso adagio de Giazzoto-Albinoni dirigido por Karajan. En cuanto a la elección de tempi, Karajan siempre se mostró como un gran maestro en este apartado. Sus tempi suelen ser por regla general equilibrados.
¿Y qué penso yo de Karajan? A mí tanto perfeccionismo, sobre todo en su etapa final, nunca me llegó a convencer. Creo que la música es algo mucho más espontáneo. Es un criterio respetable el de Karajan pero yo nunca lo he compartido. Eso sí, el Karajan de la integral de Beethoven con la Philharmonia, esto es, el primer Karajan, fue insuperable. Un director repleto de talento.
Supongo que Paixao tendrá otra opinión distinta… Pero ésta es la mía.
Saludos, Eduardo
LEITER
Ah, gracias. Más o menos confirma lo que intuía. Y también explica por qué las Cuatro Estaciones por Karajan/Mutter me suena tan soso; está fuera de su repertorio…
Con toda humildad matizaría lo que dice sobre «barroco» añadiéndole un apellido; «barroco italiano», y no alemán. Las cuatro estaciones de Vivaldi no les suenan nada bien a él y a la Mutter (por muy virtuosa y muy mona que sea ella, ahí me suena a mí atolondrada) y el Adagio de Albinoni queda rebajado, efectivamente, a música de ascensor. Pero, maestro Leiter, ¿no crée que los conciertos de Brandenburgo suenan estupendamente con Karajan?
Y, gracias de nuevo. Esa duda la tenía desde hace muchos años, pero no había tenido oportunidad de planteársela a músicos profesionales.
Bueno, los Conciertos de Brandemburgo tienen versiones de mucha altura como las de Harnoncourt, Marriner, Leonhardt, Pinnock, Koopman… No creo que el registro de Karajan esté entre los mejores. Todo lo que grababa Karajan sonaba estupendamente bien, por supuesto, pero eso es un aspecto que no tiene porque casar necesariamente con el rigor musical. Karl Richter y Münchinger grabaron un Bach grandilocuente y en la moda de la época (Klemperer tiene una mítica versión de La Pasión según San Mateo) que se ha visto aligerado en las últimas décadas por otras versiones tal vez más fieles al sentido original de la partitura (esto es muy discutible según los distintos puntos de vista, que conste). El asunto es que las grabaciones de Richter y Münchinger sobreviven y son el ejemplo más claro de otra época, no digo que superada, pero sí distinta a los actuales criterios objetivistas. Ellos fueron especialistas en Bach. Karajan lo abordó como un ejercicio más de su extenso repertorio. Por eso mismo, las versiones de Richter y Münchinger están muy por encima de las de Karajan. Toda la crítica coincide unánimente en ello (desde el punto de vista en que las referencias de esta obra omiten casi siempre las versiones de Karajan). Pero que no se me juzgue mal. A casi todos los directores les ocurre eso cuando abordan repertorios que no van mucho en su línea interpretativa. A mí Marriner me parece un excelente director que siempre se ha mostrado íntegro y consecuente con su labor (representó siempre el punto intermedio entre la pesada tradición y el ultraortodoxo objetivismo). Pero una vez escuché un Brahms dirigido por él y me pareció ciertamente pobre. Cada director tiene sus puntos fuertes: Brahms, Beethoven, Wagner, Bruckner …. y Mozart (aunque sobre este último compositor existen muchas discrepancias) fueron los referentes de Karajan. Y Verdi, Puccini y muchos operistas, por supuesto. Pero yo soy más de música sinfónica que de ópera, con lo que mis juicios en ese campo no creo que resulten mínimamente consistentes. (Bueno, y la verdad sea dicha, como todas mis modestas opiniones. Ser un profesional de la música es puro oficio. Ser MÚSICO… ¡Ah, eso es mucho más complicado!)
Un abrazo, Eduardo
Me ha gustado nucho — me he reído cantidad — con esa expresión de música de ascensor… Genial
LEITER
Ay, otra cosa que me viene a la mente. Seguro que han visto esas páginas originales, manuscritas, de la Novena Sinfonía de Beethoven, y se han acercado a la parte final, tratando de leer las palabras de Schiller en la letra manuscrita de Beethoven.
¿Entienden la letra? No se trata simplemente de que esté en alemán. Lo que ocurre (no sé si lo sabrán) es que Beethoven usaba la escritura manuscrita Sütterlin. Algo más de la mitad de los alemanes la han estado usando hasta que, durante la segunda mitad del siglo XX, fue desapareciendo. Aunque no sea una regla estricta, los católicos tendían a usar la escritura «normal» como la de hoy en día, y los protestantes la Sütterlin. Es muy fácil aprender a leerla y escribirla, pero si no la conoces, es absolutamente opaca. Hoy en día sólo se conserva por gusto entre aficionados que se mandan cartas…
Saludos.
«Karajan fue un magistral director de música alemana»
Vaya, no había leído bien eso. Todo se explica, entonces.
Saludos