¿Dónde esta situado el Vaticano?
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Situada en la orilla derecha del río Tíber, al oeste del centro de Roma, la basílica de San Pedro es una iglesia enorme que se alza sobre una humilde tumba. San Pedro se encuentra en la Ciudad del Vaticano, un minúsculo estado independiente de Italia desde 1929 y a cuya cabeza se encuentra el papa de la Iglesia Católica. El estado acuña su propia moneda, tiene un periódico, una estación de ferrocarril y una representación diplomática en el extranjero.
La Guardia Suiza es la policía estatal y el latín es el idioma oficial. No debe extrañarnos, entonces, que a la hora de retirar dinero de un cajero automático en el Vaticano nos aparezca el menú en latín de no haber seleccionado otro idioma. Es una llamativa fusión entre la tradición y las modernas tecnologías.
La Iglesia de San Pedro ocupa un terreno de unos 22.500 metros cuadrados y hasta 1990, fecha en la que se construyó una réplica mayor en África, fue la iglesia cristiana más grande del mundo. Sus dimensiones son realmente espectaculares, aunque mucho más sorprendentes si tenemos en cuenta las innumerables dificultades con las que tuvieron que enfrentarse los arquitectos.
Un análisis
El gigantesco templo que vemos hoy en día tiene su origen en la tumba del apóstol Pedro, presumiblemente crucificado en Roma en el año 64 de nuestra era por orden de Nerón, pese a que en la Biblia no se dice absolutamente nada de la presencia de Pedro en Roma. El caso es que la tumba se convirtió en lugar de peregrinaje y el emperador Constantino construyó a su alrededor una basílica que se mantuvo en pie durante mil años.
Curiosidades de la Basílica
Cuando aquella antigua basílica comenzó a desmoronarse, el papa Nicolás V ideó un sustituto grandioso aunque falleció poco antes de que dieran comienzo las obras en 1455. Durante los 150 años siguientes, la construcción del nuevo San Pedro quedaba interrumpida cada vez que un papa o un arquitecto sucedía a otro, y también cuando se cambiaban los planos. Bramante fue quien empezó a construir una iglesia con una gigantesca cúpula en 1506.
A su muerte, en 1514, Rafael se hizo cargo del proyecto. Pero Rafael murió en 1520 y entonces se diseñaron nuevos planos. Se decidió abandonar la cúpula e introducir en su lugar diversos elementos góticos. Fue Miguel Ángel quien se hizo responsable del proyecto a los 71 años de edad aunque también murió antes de que la basílica fuese terminada. Los siguientes proyectos de la nave, la fachada y el pórtico resultaron desastrosos y estropearon la visión de la cúpula para quien se aproximaba a la iglesia.
El templo fue finalmente consagrado el 18 de noviembre de 1626 por el papa Urbano VIII y la plaza que se extiende alrededor del mismo fue construida entre 1656 y 1667 por Bernini. Ésta presenta 284 columnas toscanas alineadas de cuatro en fondo y coronadas por estatuas de santos.
El Vaticano por dentro
Dentro de la basílica, Bernini construyó también el polémico baldaquino de 29 metros de altura y que se encuentra apoyado mediante cuatro columnas salomónicas sobre el altar mayor. También en el interior de la basílica se halla la estatua de La Piedad de Miguel Ángel, una obra realizada en mármol sin vetas procedente de la Toscana y que para su traslado fue necesaria la construcción de una carretera. Esta obra sufrió grandes daños en 1972 aunque pudo ser felizmente restaurada.
Fotografía realizada por Eugene Pivovarov
Construida a escala gigantesca y con una profusa decoración en el interior, San Pedro del Vaticano les resulta a algunos visitantes excesivamente ornamentada e incluso opresiva. La primera impresión que a uno le produce al entrar al edificio, desde más de 200 metros de distancia, es una especie de perplejidad al observar tantas cosas que la vista es incapaz de abarcar. Con sus críticas y sus rechazos, San Pedro del Vaticano es una de esas maravillas que provoca justo el efecto que se persiguió al ser construida: Empequeñecer al hombre ante la grandeza del poder de Dios. O, más bien, del poder de los hombres que dicen representar a Dios.
Independiente del credo que se profese, y aún para aquellos que son ateos por la Gracia de Dios, el Vaticano es un lugar de visita obligada en algún momento de la vida.
El emplazamiento es abrumador. Es una auténtica obra de arte arquitectónico que no deja indiferente a nadie, contentivo además de otras muchísimas obras de arte en la propia plaza de San Pedro (Bernini), en los Museos Vaticanos o al interior de la descollante Basílica donde por doquier brillan con luz propia los exponentes del universo artístico más sublime. La Pietà es uno de los más llamativos y ejerce una fascinación extraña, hipnotizadora, como si de ella emanara una onda gravitatoria que absorbe la atención, petrificando al que la observa y cobrando ella misma vida. Fue la sensación que me invadió cuando estuve frente a ella: los espacios disminuyeron y los sonidos se hicieron casi inaudibles cuando por instante, el tiempo y el espacio perdieron su movimiento pendular, haciendo que dos mil años fueron como un sólo segundo.
Indescriptible fue también mi encuentro con el túmulo del Papa Pio XII. Parecía como si yo le hubiese conocido; la estatua de Pedro, a unos pocos pasos y hacia el mismo costado del enorme templo, cobró tanta vida ante mí, que me vi forzado a tocar su desgastado pie, como millones han hecho ininterrumpidamente durante siglos.
El conjunto general de la Basílica es de otro mundo y sus estatuas son moles de tal tamaño, que realmente creí que me encontraba ante los Gigantes del Génesis.
Recorrí todo el lugar en reverente silencio, hasta que me posé sobre un punto muy especial para mí, donde absorbí toda la energía del Hombre (Dios) que allí estuvo:
http://youtu.be/f9ZNdw1jXg4
No hay palabras.
Ya fuera, en plena plaza, tuve el honor de posar mi espalda en la columnata de Bernini…Privilegio.
Una de las vistas más interesantes de la cúpula de San Pedro, se aprecia desde el Castel Sant ‘ Angelo, lugar que no dejé de visitar en su interior por dos razones: tenía que trepar hasta su más alto torreón para sentir el poder de la dominante estatua de San Miguel y porque dicho castillo es el escenario del tercer acto de «Tosca»…E Lucevan le Stelle…
Por otro lado, es aterrador pensar la Historia que se encierra en los muros de Vaticano. Tan compleja como obscura y hasta macabra en ocasiones. Este no deja de ser un lugar de poder político a gran escala. En sus pasillos, las conspiraciones más increíbles han tenido lugar. Rumores de todos los órdenes se escuchan sobre lo que allí tiene lugar, como la presencia de los Illuminati haciendo de las suyas en el oído del Sumo Pontífice.
No olvidemos los escándalos de mediados de los años 70, donde el muy conocido Paul Marcinkus «el Banquero de Dios», protagonizó uno de los bochornos financieros más sonados de toda Europa, además de la constante infiltración masónica que allí impera.
De todo ello hasta un Papa resultó muerto en extrañas circunstancias.
Ved cómo aún si no sóis religiosos, el Vaticano atrae!
Ad maiorem gloria Dei.
Afectuosos saludos Leiter
Visita obligada como dice Iván y un poco opresivo para mi como se suguiere, pero asombroso, increíble, inimaginable…
Me encanta la plaza, con esa columnata de Bernini, tiene las proporciones justas, armónicas, se abre y se cierra a la vez, es maravillosa y eso que no es fácil admirarla con tanta gente y tanto tenderete, pero aún así, sólo por esa plaza repetiría Roma una y otra vez.
Besos, muchos besos
San Pedro tuvo un claro motivo en su construcción y entiendo que pueda agobiar por momentos. Lo mejor es madrugar y visitar el conjunto, aunque sólo sea en su ubicación exterior, lo más temprano posible para evitar lo que comenta Amalia. Por descontado, el conjunto merece más de una visita. Lamento informar que una de las zonas más inaccesibles es la Biblioteca Vaticana (realmente, el fondo de archivos de dicha biblioteca). Los documentos que allí se guardan deben ser increíbles y sólo el propio Papa tiene acceso directo a los mismos. Es la propia historia — tal vez nunca revelada, no lo sabemos realmente… — de la Humanidad.
Iván, gracias por ese apunte que daba un aspecto ufológico a la Columnata de Bernini. Ya lo he corregido.
Besos y abrazos, Iván y Amalia
LEITER
En algún lugar leí que Madame H.P.Blavatsky tuvo acceso en la biblioteca Vaticana, a un documento antiquísimo en el cual se relataba puntualmente la naturaleza y el desarrollo de la civilización de la Atlántida. Cosas así podrían almacenarse allí, así como los textos antiguos que conforman la Biblia, pero en su forma original; el Génesis quizás se le encuentre tal y como fue originalmente escrito. Puede ser que también se encuentren textos egipcios que revelen la real identidad de Moisés o documentos sumerios de sumo valor histórico…
En fín, son tantas cosas que podría haber en dicho lugar, que no me extraña el secretismo que aún hoy se mantiene. La biblioteca Vaticana puede ser (guardando proporciones) la moderna biblioteca de Alejandría.
Muchas cosas podrían cambiar en el mundo en virtud de ella. Para bien o para mal, no lo se, pero sí cambiarían.
No te preocupes Leiter: vista desde el aire, la plaza de San Pedro realmente parece un OVNI.
Abrazos a todos.
A primera hora con San Pedro y la plaza casi vacías, algunos religiosos de aquí para allá, solo recuerdo con agrado la vista desde la cúpula, los preciosos suelos de mármol y la Pietá, el resto me irritó bastante por su falta de generosidad, de humanidad, por su narcisista amor y por su escala deshumanizada. Es la casa de Dios para un católico. No, es la casa del hombre y esa suplantación se pagará tarde o temprano.
En medio de todo este despliegue,la Pietá resplandece con su delicada intimidad.
Hay un fenómenos notable, relacionados con el arte/ciencia de la proyección cónica, muy propios de los tiempos renacentistas. Si ingresas en esa plaza desde el extremo opuesto a la basílica, te parece enorme. Una vez llegas a la propia basílica, si te das la vuelta, de repente aquello no parece tan grande… Lo que ocurre es un efecto visual, que el arquitecto de la columnata calculó y diseñó a conciencia. Esas columnas son tan grandes y no tienen un orden menor con el que comparar cerca, por lo que el paseante no tiene una noción clara de su tamaño y distancia, y el cerebro asume que son iguales y que forman dos paredes paralelas al eje de la plaza. Sin embargo, no solamente se van haciendo ligeramente más altas y masivas al acercarse a la basílica, sino que su disposición en planta (fíjense, por ejemplo en google maps) no forma dos líneas paralelas, sino que divergen a medida que se acercan a la iglesia. Eso falsea la perspectiva y le da mayor profundidad a la plaza (si se mira desde el extremo opuesto a la basílica y hacia dentro).
Un paseo por Roma con el ojo atento a este fenómeno, allí donde haya huellas del Renacimiento, lo revelará en un sinfín de variedades. Un Ángel sostiene una columna enorme, casi en equilibrio, en un puente (cuyo nombre y autor no recuerdo, disculpen…). Al salir del puente, si te molestas en darte la vuelta, verás a lo lejos que la columna es chata, corta, y no sobresale apenas un par de palmos sobre la cara del ángel… Es muy curioso.
Mi propia visita al Vaticano, y a San Pedro de Roma, no me dejó sensaciones opresivas, sino muy al contrario, me sorprendí con el efecto que describe Eduardo. La enorme basílica es un monumento en todo el alcance de la palabra, pero una vez ingresando a ella perdí noción clara de lo «inmenso» y en cambio me perdí en la observación de los interminables detalles, cada uno de ellos fruto de ancestrales arquitectos, ingenieros, orfebres, en fin, que fueron dejando allí la obra de su talento. Sí sentí un cierto «desborde» ante tantas cosas que llamaban mi atención —prefiero mucho más el sobrio esplendor gótico con su firme teocentrismo estructural—… pero cuando pensé en los siglos de Historia que allí estaban reunidos, comprendí la naturalidad de esa proliferación. Esa sensación de «poder ostentoso» tiene mucho que ver con la mentalidad renacentista inmiscuida en la espiritualidad europea. Aun así, haberme hecho sentir parte de una tradición dos veces milenaria es algo que le agradezco a San Pedro de Roma, más allá de las inevitables (tan humanas) contradicciones que uno pueda descubrir allí.
Excelente artículo y perfecto colofón de la serie, leiter.
Un abrazo!
<> (…)
Coincido con ello, y aún más. Las catredrales góticas suponen la culminación de algo diferente; un hito en la historia que, ni tuvo precedentes, ni se repitió después (salvo quizá hasta llegar a las estructuras de acero del siglo XIX). Todo lo anterior fue impresionante por masivo y macizo. Todo lo posterior tuvo valor, resumiendo mucho, por las soluciones ornamentales, las referencias a otros estilos o la propia composición artística de los elementos… Pero las catedrales góticas basan su belleza en su pureza estructural que, lejos de esconder gruesos pilares, atiborrar los sentidos con recargados ornamentos o engañar la vista con juegos de perspectiva, muestran al desnudo su estructura de nervios de piedra cruzados en ojivas. Estirando el espacio hacia el cielo, creando una atmósfera mágica al dejar esas vidrieras de colores filtrar la luz del exterior…
Uno puede colocarse mentalmente en la cabeza de un hombre del siglo XIX, o más atrás, hasta el renacimiento. Pero hay una frontera en el gótico. Esas escenas tan extrañas que cuentan historias, grabadas en la piedra gris de eses edificios que parecen hechos por gente de otro mundo… Para mí es enigmático. No logro entender cómo vivían, en qué pensaban…
Las catedrales góticas no parecen de este mundo. Seguramente se habría podido pasar del románico al renacimiento, y todo sería igual…
Es un lujo poder contar con vuestras contrastadas impresiones, amigos. Poco puedo añadir yo sino felicitaros por vuestro derroche de conocimientos y vuestra elegancia dialéctica a la hora de redactar las opiniones. Un verdadero lujo, repito, para este modesto bar virtual de copas. El tema introducido por Eduardo me parece apasionante y es una buena muestra de la maestría de los arquitectos renacentistas basada, en buena lid, por los tratados teóricos de Alberti.
Lo más importante es que a cada uno de vosotros este monumento le produce sensaciones encontradas, algunas de cierto rechazo, otras de admiración. Sea como fuere, San Pedro del Vaticano no deja indiferente a nadie.
La Biblioteca… ¡Bonito enclave para reunirnos un día — y de paso conocernos personalmente — amigo Iván! Ah, si yo tuviera 25 años menos ya lo estaría organizando…
Mi abrazo, Iván, Zarza, Eduardo y Joaquín (quien sigue empeñado en sorprendernos cada día con un nuevo look… Ja, ja)
LEITER
«Para nosotros, Arte Gótico no es más que una deformación ortográfica de la palabra argótico, cuya homofonía es perfecta, de acuerdo con la ley fonética que rige, en todas las lenguas y sin tener en cuenta la ortografía, la cábala tradiconal. La catedral es una obra de art goth o de argot. Es una cábala hablada».
Vuelvo una vez más, como por un impulso necesario, al texto del adepto Fulcanelli.
Es el gótico pues, el lenguaje de las piedras, aquellas cuya forma susurran a ese otro yo presente en cada uno de nosotros. Dicho período no fue uno más dentro de una sucesión de estilos; fue el idioma absoluto de un arcano irreductible que brota como un destello de un tiempo en que las pétreas moles comunicaban a los hombres la Voz de Dios.
¿Qué duda puede quedar entonces del poder que ejerce la catedral gótica en todos aquellos que frente a ella se encuentran? Es imposible permanecer insensible.
Ante ella, hasta la artística Basillica de San Pedro pierde esplendor.
No pierdas esperanzas Leiter: insisto en que tú eres todo un atleta.
Abrazos a todos.