Son distantes, si en el reverso de las flores,
escondiendo tu inquietud,
los lamentos se amortiguan con el viento gélido de madrugada,
y aspirando a posar como princesa
te desprendes de amaneramientos
y buceas por el pozo de paredes polvorientas,
encharcando tu alma
con vicios de sueños arrogantes.
Sí, son distantes tus ansias de calor
en las fronteras de lo prohibido;
y cuando más presumes de virtud
te enseño el producto de tu insistencia.
Tus manos ocultan tu confusa boca,
sorprendida con los cánones de la perversión,
donde muere tu sueño;
y despiertas a la realidad temblorosa de la pasión
cuando accedes, presta y derrotada,
a la melodía insinuante de gozos con estrépito,
donde cabalgas al ritmo de la emoción,
donde cabalgas al ritmo del misterio.
Ya no piensas en palacios cristalinos
cuando tu espalda va rozando el frío mármol.
Los gritos compulsivos no ensordecen mi discurso
cuando te obsequio con tópicos recurrentes
que ciegan tus ojos,
que desnudan los recovecos de tu celda,
engañando a los sentidos de tu cuerpo.
Me acaricias con la palma de tus manos
buscando vetas de amor sobre losas de lujuria
que sepultan para siempre las travesuras de tu inocencia;
y, satisfecha, me miras emocionada
con los estertores de tu último deseo.