Desarrollar una completa carrera como director de orquesta presupone, en cierto modo, abarcar las dos grandes corrientes sobre las que se manifiesta principalmente el cometido de un maestro de la batuta: La dirección de conciertos sinfónicos, por un lado, y la dirección operística, por otro. La mayoría de los directores saben combinar estas dos actividades y algunos incluso destacan por su maestría en estos dos campos de actuación, como fueron los casos de Herbert von Karajan o Sir Georg Solti. Otros directores parecen presentar cierta alergia al medio operístico y resultan contadas sus apariciones sobre los fosos, como pudo ser el caso de Sergiu Celibidache. A modo contrario, existen maestros cuyo centro de actuación es casi exclusivamente operístico y apenas pisan las salas de conciertos. Richard Bonynge fue un claro ejemplo de ello. En ocasiones, algunos directores consiguen sus primeros éxitos desde el foso y con el tiempo van cambiando su orientación hacia la sala sinfónica, como fue el caso de Carlo Maria Giulini. Y de manera inversa, aunque menos frecuente, algunos directores van dejando de lado su actividad como maestros de concierto para ir enfocando paulatinamente su trayectoria hacia el medio operístico. El británico Sir John Pritchard fue uno de los ejemplos más claros de esta última variable.

John Michael Pritchard nació el 5 de febrero de 1921 en Londres y en el seno de una familia musical en donde el padre ejercía como violinista en la Orquesta Sinfónica de Londres. De él recibió el pequeño John sus primeras clases de violín para más tarde ampliar su formación como pianista en la Escuela de Walthamstow, entidad en donde Pritchard llegó a colaborar como violinista y violista en la joven orquesta de estudiantes. Durante estos primeros años de aprendizaje, Pritchard también actuó con muchas orquestas de aficionados y pronto adquirió sus primeros compromisos como pianista acompañante. Tras una breve visita a Italia con el objeto de estudiar ópera, Pritchard comenzó a dirigir en 1943 la Orquesta de Cuerdas de Derby una vez que fue declarado no apto para ingresar en las fuerzas armadas (de todas formas, Pritchard se declaró objetor de conciencia). Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Pritchard fue nombrado repetidor en Glyndebourne para más tarde debutar como director en el Festival de Edimburgo. En 1949 fue promocionado como director de coro y asistente de Fritz Busch, maestro que tendría una enorme influencia en el desarrollo de la carrera artística de Pritchard. Con el comienzo de la década de los años cincuenta, Pritchard trabajó estrechamente con la Jacques Orchestra hasta que la repentina muerte de Busch en 1951 le dio la oportunidad de remplazarle en el Festival de Glyndebourne con gran éxito de crítica y público. A partir de ese momento, Pritchard comenzó a dirigir ópera y conciertos por toda Europa, debutando en 1952 en la Ópera Estatal de Viena y en el Covent Garden. Durante esos años, Pritchard se convirtió en el director elegido por algunos compositores — Britten y Tippett — para dar a conocer sus obras.

En 1957 Pritchard fue nombrado director de la Royal Philharmonic of Liverpool y en dicha ciudad creó además la serie de conciertos conocida como Musica Viva y destinada a la difusión de obras contemporáneas. Todo esto ayudó a crear un clima de enorme importancia musical en Liverpool y a caracterizar para siempre el futuro de su formación orquestal. Ya en 1962, Pritchard se hizo cargo de la titularidad de la Orquesta Filarmónica de Londres, posición que alternó al año siguiente con la asesoría musical del Festival de Glyndebourne. Con la formación londinense Pritchard realizó una serie de triunfales giras por Lejano Oriente y EEUU, debutando precisamente en el Metropolitan de Nueva York en 1971. Pritchard logró elevar los niveles de dicha orquesta hasta el punto de remplazar a la Royal Philharmonic of London como orquesta residente del Festival de Glyndebourne, escenario en donde Pritchard pasó de ser asesor musical a convertirse en director musical a partir de 1969. De una forma un tanto irónica, la Orquesta Filarmónica de Londres pagó sus servicios a Pritchard — quien a todas luces fue el garante de la supervivencia de la misma — contratando a Bernard Haitink como nuevo titular en 1966. Desde entonces, Pritchard decidió enfocar su carrera principalmente como director de ópera y por ello fue requerido por numerosos coliseos americanos en calidad de director invitado. En 1978, y por espacio de diez años, Pritchard fue nombrado director de la Ópera de Colonia, cargo que simultaneó con la dirección de la Ópera de Bruselas (1981-1986) y de la Ópera de San Francisco (1986-1989). Director muy asiduo del Metropolitan desde su debut en 1971, Pritchard también sacó tiempo para hacerse cargo de la dirección de la Orquesta Sinfónica de la BBC desde 1982 hasta 1989. Tremendamente activo, Pritchard se encontraba preparando una producción de El Anillo de Wagner en San Francisco cuando la muerte le sorprendió allí el 5 de diciembre de 1989. Nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico en 1983, Sir John Pritchard legó casi todos sus bienes a su compañero Terry Macinnes.

Hombre dotado de un inmenso encanto y simpatía, Sir John Pritchard fue un director que tuvo la virtud de satisfacer todas las exigencias del repertorio que le eran impuestas tanto en las salas de conciertos como en los teatros de ópera. Ninguna obra parecía resistírsele y era capaz de ejecutar con la misma facilidad una ópera del repertorio mozartiano que algún inédito estreno de música contemporánea. De igual manera que su mentor Fritz Busch, su estilo de dirección resultó impecable y basado en una gran elegancia musical. Director muy comprometido con la música de su tiempo, Pritchard fue además un asiduo de los estudios de grabación que nos dejó un extenso legado de registros discográficos, muchos de ellos de elevado nivel artístico. Los canales de distribución de sus discos fueron muy extensos, consiguiendo un elevado número de ventas, y ello ayudó a cimentar su popularidad entre los aficionados. Con todo, Sir John Pritchard fue un director mucho más reconocido en el extranjero que en su propio país y siempre estuvo bajo la sombra de otros directores británicos más estimados por sus paisanos, como Sir Thomas Beecham, Sir Adrian Boult o Sir Malcolm Sargent.

De entre la producción discográfica debida a Sir John Pritchard podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Lucia de Lammermoor de Donizetti, junto a Sutherland, McDonald, Sastre y Siepi, y dirigiendo la Orquesta de Santa Cecilia (DECCA 411622); El elixir del amor de Donizetti, junto a Cotrubas, Domingo, Evans y Wixell, y dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (SONY 96458); Hänsel und Gretel de Humperdinck, junto a Welting, Te Kanawa, Ludwig y Nimsgern, y dirigiendo la Orquesta Gürzenich de Colonia (CBS 79217); Las bodas de Figaro de Mozart, junto a Te Kanawa, Von Stade, Cotrubas y Skram, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (ARTHAUS MUSIK 101089); Così fan tutte de Mozart, junto a Döse, Austin, Lindenstrand y Perriers, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (ARTHAUS MUSIK 101081); Idomeneo de Mozart, junto a Jurinac, Simoneau, Lewis y Udovich, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Glyndebourne (EMI 73848); La traviata de Verdi, junto a Sutherland, Bergonzi, Pedani y Merrill, y dirigiendo la Orquesta del Mayo Musical Florentino (DECCa 717302); Macbeth de Verdi, junto a Paskalis, Morris y Barstow, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (ARTHAUS MUSIK 101095); y, finalmente, Falstaff de Verdi, junto a Condo, Gramm, Griffel y Luxon, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (ARTHAUS MUSIK 101083). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.