Existen personas que poseen una insólita capacidad para salir airosas de las situaciones más comprometidas que uno sea capaz de imaginar. A principios de 1943, las fuerzas alemanas de ocupación en Letonia asolaron el ghetto judío de Riga, la capital, con una brutal represión que hubo de cobrarse centenares de víctimas inocentes. Iraida Jansons, cantante judía y esposa del director de orquesta Arvid Jansons, contempló con horror como su padre y su hermano eran asesinados por los nazis al tiempo que ella misma estaba a punto de alumbrar a un bebé. Atemorizada por semejante atmósfera de violencia y persecución, Iraida se vio obligada a dar a luz a su retoño escondida en los bajos de un edificio de Riga. Tras dos años de calamidades y ya finalizada la guerra, el pequeño recibió sus primeras clases de violín por parte de su padre. En 1984, Arvid Jansons falleció como consecuencia de un colapso cardíaco mientras dirigía un concierto con la Orquesta Hallé de Manchester. Su hijo Mariss heredó no sólo el cargo de director asistente de Mravinski en la Orquesta Filarmónica de Leningrado, sino también la afección coronaria que acabó con la vida de su padre. Doce años después, Mariss Jansons se desplomaba en Oslo durante una representación operística como consecuencia de un infarto. La rápida intervención de los servicios médicos evitó la tragedia y Jansons se vio obligado a guardar reposo durante un largo período de tiempo en Suiza. Ya recuperado, Jansons tuvo que renunciar a su carrera como director en América debido a que padecía con especial virulencia el síndrome del jet lag, trastorno producido por los cambios de horarios en los vuelos oceánicos y que podía resultar muy peligroso dados sus antecedentes cardíacos. Con todo, Jansons es actualmente el director titular de dos de las mejores orquestas del mundo (Concertgebouw y Bayerischen Rundfunks). Y, para evitar sustos, Jansons siempre dirige con un desfibrilador eléctrico bajo su pecho. Es la lucha del hombre contra sus circunstancias.
Mariss Ivars Georgs Jansons nació el 14 de enero de 1943 en Riga, Letonia, en medio de unas circunstancias dramáticas y en el seno de una familia judía en donde el padre era director de orquesta y la madre cantante de ópera. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el joven Mariss comenzó a recibir lecciones de violín a cargo de su padre hasta que en 1957 accedió al Conservatorio de Leningrado, ciudad en donde se trasladó unos años atrás la familia al ser nombrado su padre, Arvid, director asistente de Mravinski en la Orquesta Filarmónica de Leningrado. Jansons amplió su formación en piano y violín, recibiendo además clases de dirección orquestal por parte del profesor Rabinovich. Habiéndose graduado con las máximas calificaciones, Jansons viajó hasta Viena en 1969 para seguir los cursos impartidos por Hans Swarowski en la Academia de Música durante tres años. Fue entonces cuando Herbert von Karajan reclutó a Jansons para ser su asistente durante las ediciones del Festival de Salzburgo de 1969 y 1970, obteniendo un año después el primer premio en el Concurso Internacional de Dirección de la Fundación Karajan. El inmortal director austríaco propuso entonces a Jansons ser su asistente en la Filarmónica de Berlín, pero las autoridades rusas no concedieron el permiso y Jansons tuvo que regresar a la Unión Soviética. Ese mismo año, Jansons fue designado, al igual que su padre en fechas anteriores, director asistente de Mravinski en Leningrado. La influencia del mítico director ruso en Jansons fue decisiva en su desarrollo como director de orquesta y mediante este cargo pudo dirigir y acompañar a las principales figuras de la interpretación musical soviética de aquel período (Richter, Oistrakh, Gilels…) aparte de conocer personalmente a compositores de la talla de Shostakovich. En 1979, las autoridades soviéticas sí que dieron luz verde a la designación de Jansons como director titular de la Orquesta Filarmónica de Oslo en sustitución de Okko Kamu. Allí se mantuvo hasta 2002 y durante esos años consiguió que una formación en principio provincial y modesta fuera paulatinamente invitada a los principales eventos musicales del mundo. Mediante un sensacional método solidario de trabajo y en abierta complicidad con los profesores de la orquesta, Jansons elevó los niveles artísticos de dicha formación hasta convertirla en una de las mejores orquestas de Europa.
En 1985, Jansons accedió al cargo de principal director asistente de la Orquesta Filarmónica de Leningrado y desde ese momento su nombre se barajó como principal candidato para suceder a Mravinski. Sin embargo, tras el fallecimiento del director ruso, el elegido para tal honor fue Yuri Temirkanov, un director con el que el fallecido Mravinski se había llevado desde siempre muy mal. Jansons aceptó caballerosamente la decisión adoptada y sirvió con fidelidad al nuevo titular en calidad de asistente hasta 1999. En paralelo a su trabajo en Oslo y Leningrado, Jansons comenzó a ser un director muy requerido en Inglaterra hasta el punto de que en 1992 fue designado principal director invitado de la Orquesta Filarmónica de Londres por un período de cinco años. A partir de entonces, su carrera subió como la espuma y Jansons fue constantemente invitado a dirigir a las más prestigiosas orquestas del mundo hasta que en 1997, una vez terminada su relación con el conjunto londinense, fue nombrado sucesor de Lorin Maazel al frente de la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh pese a que el año anterior sufrió un infarto en Oslo que a poco le cuesta la vida. En apenas unos años, Jansons elevó el nivel artístico de dicha formación norteamericana hasta extremos desconocidos merced a una extraordinaria programación y a una serie de giras internacionales que apuntalaron su figura como una de las más solventes de la dirección orquestal de su tiempo. Tan solo el exceso de trabajo y su aversión por el jet-lag condicionaron que Jansons renunciara a la titularidad de la formación americana en 2004. Por contra, las principales orquestas de Europa trataron de hacerse con sus servicios como director titular y en sólo dos años Jansons acaparó la jefatura de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera — sucediendo de nuevo a Maazel — y de la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, cargos que aún conserva y que le señalan como una de las más prestigiosas e importantes figuras de la dirección de orquesta en la actualidad. De hecho, bajo su mandato, la prestigiosa revista musical británica BBC MAGAZINE declaró a la Orquesta del Concertgebouw como la mejor formación sinfónica del mundo. Jansons también ha dirigido las ediciones de 2006 y 2012 del tradicional Concierto de Año Nuevo en Viena.
Figura indiscutible del actual panorama de la dirección orquestal, Mariss Jansons combina como muy pocos la disciplina y la inspiración para lograr un extraordinario sonido orquestal que provoca la inmediata admiración de todos los auditorios. Pese a que durante los ensayos se muestra como un director muy exigente con los profesores de las orquestas, su enfoque, en absoluto autoritario o dictatorial, logra crear un excelente ambiente que da lugar a unas lecturas repletas de sutiles matices musicales. Director muy variable en cada concierto, Jansons no es en modo alguno predecible y siempre deja la rienda suelta a la inspiración momentánea durante sus actuaciones, con lo que evita caer en la monotonía propia que conllevan las series continuas de conciertos de abono. Hombre muy querido por los profesores de las orquestas por su gran comunicabilidad y empatía, Jansons tiene la virtud de sacar el máximo rendimiento de cualquier orquesta con independencia del nivel más o menos técnico de la misma. Su repertorio es variado, con especial predilección por el sinfonismo postromántico y las creaciones más importantes de la primera mitad del siglo XX. Como no podría ser de otra manera, la música rusa ocupa un lugar destacado en su programación.
En Jansons se funde de manera ciertamente solvente el tradicional sentido del rigor propio de la escuela rusa de Mravinski con la subjetividad de la interpretación romántica centroeuropea. Estos dos conceptos, aparentemente divergentes, se equilibran mediante una cohesión que evita cualquier exceso en alguna de sus vertientes. Por eso mismo, no puede considerarse a Jansons ni como un director clásico ni como un representante del subjetivismo, sino más bien como uno de los pocos maestros de la actualidad capaces de aunar lo más preclaro de ambas corrientes interpretativas. Siempre se ha dicho que la vibrante forma de dirigir de Jansons, con amplios y elegantes gestos que se asientan en una portentosa técnica de batuta, recuerda y mucho a Herbert von Karajan. Su catálogo expresivo incluye amplias aperturas de brazos para desplegar los arcos, golpes secos de muñeca de abajo a arriba para impulsar los ataques y posiciones muy avanzadas sobre el podio para subrayar las secuencias melódicas. Considerado como uno de los mejores directores por sus propios compañeros de profesión, no deja de ser llamativo que Sir Simon Rattle haya declarado en más de una ocasión que «Jansons es el indiscutible número uno de todos nosotros», claro guiño a una posible sucesión suya al frente de la Filarmónica de Berlín a medio plazo.
Mayo de 1986: Estaba anunciado Mravinski — Séptima de Bruckner — pero finalmente acudió la Filarmónica de Leningrado con un joven Mariss Jansons al frente para ofrecer dos conciertos en el Teatro Real de Madrid. En el primero de ellos otra Séptima, la de Shostakovich. Tras una memorable interpretación por parte de director y orquesta acudimos, como siempre, a camerinos para solicitar entrevista y autógrafo del maestro Jansons. Amabilísimo y sonriente, Jansons nos recibe ataviado con unos pantalones tejanos que debieron ser adquiridos en un mercadillo de la Perspectiva Nevski… El diálogo resulta imposible pese a que en todo momento Jansons se esfuerza en hablar en inglés. Una persona del nuestro grupo, vinculada a una empresa especializada en traer a músicos del Este a España, le dice algo a Jansons bajo oído. El director aprueba con un gesto afirmativo la propuesta y a los cinco minutos nos estábamos tomando unas cervezas — con ración de sardinas asadas incluida — con el director letón en una taberna castiza ya desaparecida situada en frente mismo del Teatro Real. Jansons se muestra encantado con nuestras carpetovetónicas costumbres gastronómicas y, mediante cómplices gestos, se integra en nuestro grupo como uno más. No para de sonreír y da su visto bueno a otra cervecita… Al cuarto de hora, nuestro amigo decide «devolver» a Jansons a su comitiva ante las severas miradas de los guías-espías acompañantes de la Filarmónica de Leningrado. Jansons se sube al autobús y desde las ventanillas nos tira besos de aire. Los músicos de la orquesta le imitan y nos saludan cariñosamente con sus manos desde el interior del vehículo. Todos estallamos en aplausos al arrancar el autobús y muchos paseantes se unieron a la ovación. Veinte años después, desde el salón de mi vivienda, contemplo a Jansons por televisión dispuesto a dirigir el tradicional Concierto de Año Nuevo en Viena. Le digo a mi pareja: –«¿Sabes que yo me tomé un par de cervezas con el tipo ese hace ya muchos años?» — Celia me mira y me contesta: –«¡Anda ya! ¡No me tomes el pelo!»– Por lo que pude observar, Jansons seguía siendo aquel hombre tan simpático y entrañable al que yo conocí veinte años atrás. Un tipo realmente estupendo.
De entre la producción discográfica debida a Mariss Jansons podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Suite de El mandarín maravilloso de Bartok dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara (SONY 712363); Sinfonía nº9 de Beethoven dirigiendo la Orquesta de la Radio Bávara (BR KLASSIK 900108); Suite nº2 de La Arlesiana de Bizet dirigiendo la Filarmónica de Oslo (EMI 56576); la integral sinfónica de Brahms dirigiendo la Filarmónica de Oslo (SIMAX 1206 y BR KLASSIK 900111); Concierto para violín de Brahms, junto a Julian Rachlin y dirigiendo la Orquesta de la Radio de Baviera (WARNER 61561); Sinfonía nº7 de Bruckner dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara (BR KLASSIK 900100); Preludio de La Revoltosa de Chapí — ¡De verdad! — dirigiendo la Filarmónica de Berlín (EUROARTS 2051968); la integral sinfónica de Chaikovski dirigiendo la Filarmónica de Oslo (CHANDOS 10392 — integral sinfónica en 6 CD´s); Concierto para piano nº1 de Chaikovski, junto a Yefim Bronfman y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara (SONY 777182); selección de obras orquestales de Chaikovski dirigiendo la Filarmónica de Oslo (CHANDOS 8460); Sinfonía nº9 de Dvorak dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (RCO LIVE 4002); Concierto para violoncelo de Dvorak, junto a Truls Otterbech Mork y dirigiendo la Filarmónica de Oslo (VIRGIN 61838); Concierto para piano de Grieg, junto a Leif Ove Andsnes y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (EMI 94399); selección de Sinfonías de Haydn dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara (SONY 741233); Sinfonía nº1 de Mahler dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (RCO LIVE 7001); Sinfonía nº3 de Mendelssohn dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara (BR KLASSIK referencia desconocida); Obertura de Las bodas de Figaro de Mozart dirigiendo la Filarmónica de Viena (DG 4775566); Cuadros de una exposición de Mussorgski-Ravel dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (RCO LIVE 9004); Romeo y Julieta de Prokofiev dirigiendo la Filarmónica de Oslo (EMI 75227); la integral sinfónica de Rachmaninov dirigiendo la Filarmónica de San Petersburgo (EMI 00885 — integral sinfónica en 3 CD´s); Suite nº2 de Dafnis y Cloé de Ravel dirigiendo la Filarmónica de Oslo (EMI 49964); Concierto para piano de Schumann, junto a Leif Ove Andsnes y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (EMI 57562); la integral sinfónica de Shostakovich dirigiendo la Filarmónica de Londres y la Sinfónica de la Radio Bávara (EMI 65300 — integral sinfónica en 10 CD´s); selección de piezas orquestales de Sibelius dirigiendo la Filarmónica de Oslo (EMI 54273); selección de polkas y valses de Johann Strauss dirigiendo la Filarmónica de Viena (DG 4775566); selección de poemas sinfónicos de Richard Strauss dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara (BR KLASSIK 900707); selección de piezas orquestales de Stravinski dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (RCO LIVE 8002); y, finalmente, selección de fragmentos orquestales de Wagner dirigiendo la Filarmónica de Oslo (EMI 73299). Nuestro humilde homenaje a este sensacional director de orquesta.
El amplio abanico de directores de orquesta de nuestro tiempo, tuvieron contacto en algún momento de su carrera con los grandes de lo que podríamos llamar «la Era Dorada de la Dirección»; de golpe me viene a la mente Abbado y su vínculo con el legendario Toscanini. La lista es larga. Y ahora se nos presenta uno más, el afable Jansons quien lleva en su hoja de vida el haber sido reconocido alumno del Señor del Olimpo, el todopoderoso Emperador de la batuta, como lo fue Seiji Osawa también.
De ahí que me surja la duda: ¿Porque los directores del presente no alcanzan el mítico nivel de sus predecesores? Está claro que cada persona es única en el mundo y en su momento determinado, pero sucede que ya no se hacen hombres como Celibidache, Knapperstsbusch, Klemperer o Furtwängler. Había en ellos un eco de absoluta leyenda, una mística que aún hoy nos embruja. Por contra, los nuevos directores no hacen eso. Son simples mortales.
Mi comentario no apunta a descalificar de manera cáustica a Mariss Jansons. No estoy poniendo en duda su calidad como músico, ni más faltaba. Sólo intento señalar que aquellos que llamamos «los de siempre», parece que se han extinguido, pues eran altas luminarias de otro tiempo. Directores como Mariss Jansons merecen los aplausos del público pero están lejos de constituirse en leyendas de la dirección orquestal, aunque por el sólo hecho de tomar una batuta y dirigir, ya hacen parte de la Historia musical.
Jansons lo hace bien en algunas ocasiones, pero aún no le escucho una interpretación antológica de ninguna obra, al paso que cuando no está en su día, sus interpretaciones resultan del todo planas. La Novena de Beethoven (creo que la dejaste en el enlace; imposible saberlo pues ha sido suprimido, pero supongamos que se trata de la misma que estoy pensando) resultó tan sumamente simple que imagino a Beethoven bufando de ira como su mal genio le dicta, en donde quiera que se encuentre. No se trata -repito- que ello obedezca a que Jansons sea mal músico. Tiene talento y a raudales, pero pareciera que no madura artísticamente. Ahora bien: si Karajan lo tuvo en cuenta en algún momento de su vida, eso es prueba innegable de la valía de Jansons, pero ignoro porque no eclosiona en forma definitiva ese valor.
Creo intuir que el problema de nuestros directores actuales pasa por un deseo de «modernizar» el estilo interpretativo del repertorio. Suena muy distinta una interpretación de la Sinfonía del Nuevo Mundo de finales de los años 30, que una hecha hoy. Y la de hoy, no llega ni a los tobillos de su predecesora. Con Richard Wagner sucede otro tanto: los modernos interpretes wagnerianos despojan la música del Mago de Bayreuth de su innato germanismo y la fuerza simbólica de cada palabra del texto y la partitura, para convertirlo todo en una canción para que las masas entonen en el Allianz Arena, en el Bernabéu o en el Camp Nou. Pero nada que ver con Wagner mismo ni con el templo de Bayreuth. A Thielemann le escuché una grabación de la escena en que Hagen llama a viva voz a los ejércitos de los Guibichungos, la cual bajo su batuta me pareció francamente ridícula. Debo decir que eso NO ERA el Anillo, eso NO ERA Wagner. Y estoy seguro que al igual que Beethoven, él también echó pestes contra esa nueva forma de dirigir. Es una pandemia que ataca a muchos directores de hoy e impide que escuchemos la interpretaciones antológicas de otras épocas, esas que quedan en nuestra mente y sobre las que volvemos una y otra vez, siempre maravillados. ¿No está Jean-François absolutamente absorbido por la Novena de Beethoven, grabada por el Dr. Böhm en Frankfurt en 1954? ¿Dónde está Thielemann, Jansons, Plasson, Rattle, Dudamel, con sus modernas interpretaciones, para que nos embrujen de esa manera? ¡Simplemente no están!
Por eso es que cada día añoro más esa maravillosa época cuyos ojos parece que se cierran paulatinamente. Los grandes representantes se han ido. Y de ahí es que día a día me aferro más a Karajan, a Böhm, Knappertsbusch, Furtwängler…
En fin, mi abrazo para ti amigo y hermano Leiter. Perdona mi tardanza por entrar a Blues.
PD. Hablando de Wagner, no me cansaré de repetir que al Bayreuth de los Sonidos Mágicos lo convirtieron en una pasarela de modelos y ricachones exhibiendo vestidos, joyas, lujosos automóviles y rimbombantes relojes, todo a fin de aparecer en las portadas de las estúpidas revistas de modas. Pero de música no tienen ni la más ínfima idea, de Wagner MENOS y de lo que significa Bayreuth TAMPOCO. Insisto en que a todos ellos, empezando por Katharina Wagner, deberían encerrarlos en una casa para orates y trancar puertas y ventanas para que nunca más volvieran a salir de allí.
Es que el tema que planteas es muy complicado de resolver e incluso de definir. Todos tenemos en mente unas versiones referenciales de ciertas obras y el debate podría acabar en un que toquen todos como Furtwängler, lo cual, aparte de imposible resultaría monótono y aburrido. Dicen que en la variación está el gusto y los gustos cambian con las épocas, para algunos a peor para otros a mejor. Ya Felix Weingartner pareció un irreverente en su tiempo por centrarse en la partitura y dejarse de añadidos ultrarrománticos en la interpretación, por despojar a las partituras de todos los vicios adquiridos en épocas pasadas. Y ahora nos parece un clásico en toda regla. Ya digo que esta cuestión es muy complicada y depende mucho de repertorios y de las propias circunstancias sociales del mundo en que vivimos. Tal vez ahora no se mira tanto el arte por el arte y sí el arte como producto de interés mercantil (y en eso tuvo mucha culpita uno que a ti te gusta mucho). Y de ahí surge esto que tenemos ahora, un puñado de buenos directores pero que no parecen que dejen huella histórica (de momento). Ahora tenemos mucha más diversidad que antes, con diversas tendencias interpretativas que podrán gustar más o menos pero que están ahí. Y no podemos tampoco desprestigiar trabajos musicológicos de altísimo nivel simplemente porque no nos gustan (ni mucho menos insultar a quien los lleva cabo, actitud muy dada en nuestros tiempos en donde se confunde la crítica a la opinión emitida con la crítica personal). Por eso mismo, yo intento tener mi propio concepto de interpretación que generalmente tiende a lo clásico pero no por ello me cierro a otras opciones. Siempre lo he dicho. Nadie, absolutamente nadie sabe como sonaba realmente la música de Bach, Mozart, Beethoven, … y todas las opiniones al respecto son meras conjeturas. Uno puede ser muy idealista en estos temas, asunto del todo respetable, pero de ahí al fundamentalismo va un sólo paso. Las modas no me afectan para nada y si yo tengo claro un concepto lo que opinen los demás me trae, dicho con todos los respetos, sin cuidado. Aquí no se trata de que haya guardianes de lo sagrado ni cosas de esas, porque otros te dirán entonces que lo sagrado es una gilipollez sin fundamento y que lo realmente importante es lo suyo. Aquí se trata de que uno aprecie la música como le venga en gana, esto es, como más le guste. Porque la libertad también incluye la elección.
¿Quién fue mejor, Di Stefano, Pelé o Maradona? Y de repente surgió Messi… Pues cada uno en su época y en lo suyo.
Abrazos
LEITER
Pues sí, el tema parece muy complejo. Yo, a título estrictamente personal, lo traduciría de la siguiente manera: Cuando hablamos de los directores del siglo XX como formando parte de una generación distinta con aspectos de Edad de Oro, estamos hablando de unos hombres que pertenecían a determinados círculos, Se puede tratar simplemente del entorno musical o cultural en el cual estos hombres crecieron y se formaron artistícamente hablando. O bien de hombres que tenían una visión determinada del mundo y del Arte, asimilable a distintas tradiciones o escuelas, y que fueron testigos de todo esto. Pero este tiempo se acabó y estos círculos, si bien es cierto que siguen existiendo como minorías, dejaron paso al fenómeno de masas, intrínsecamente ligado a los medios de comunicación. Los músicos actuales del tipo Thielemann o Jansons son meros reflejos del gusto y de las expectativas de las masas. Ahora bien; Cabe preguntarse: ¿ Es esto algo malo? Yo diría que no, incluso diría que se trata de algo perfecto, ya que todo es perfección en el movimiento de la creación. Todo se mueve, todo evoluciona, todo forma parte del mismo misterio, pues entonces adelante con la expresión de lo que los hombres, hoy en día, sienten y esperan. Además, no se sabe lo que, en un futuro, puede pasar. No soporto a Dudamel cuando lo veo entrar en el auditorio Walt Disney en LA con centenares de chicas chillando. Ni soporto los horrores que hace muchas veces, pero lo siento, Dudamel anda al mismo tiempo sobrado de recursos y puede pasar que dentro de 40 años nos deje boca abierta. A mi todo esto me da cada vez más igual, dejo el mundo avanzar y doy gracias a Dios por poder disponer de tantas grabaciones en directo que me permiten disfrutar de los con los cuales me identifico en mi gusto musical, filosófico o espiritual. Estos forman parte de mi mundo, los otros quizás no, pero repito: todo es perfecto en el orden de la creación…
«A mí todo esto me da cada vez más igual, dejo el mundo avanzar y doy gracias a Dios por poder disponer de tantas grabaciones en directo que me permiten disfrutar de los con los cuales me identifico en mi gusto musical, filosófico o espiritual».
¡AHÍ ESTÁ EL QUID DE LA CUESTIÓN! ¡ESO ES!
Y siempre nos quedará un hueco para comentar y compartir esas grabaciones legendarias en vivo. Este bar virtual de copas siempre estará abierto a ello.
Un abrazo, Jean
LEITER