En la actualidad, la internalización del mundo de la música provoca que las producciones de los grandes teatros de ópera parezcan además intercambiables. La tendencia al perfeccionismo, muy influenciada por los medios de comunicación, requiere el reparto de papeles operísticos importantes entre los especialistas preparados para ellos. De esta forma, es muy posible contemplar una producción de Mozart, Verdi o Wagner en Milán, Viena, París, Londres o Nueva York casi con el mismo reparto. Con esto se perfila una uniformidad que resulta tan aburrida como nociva para una cultura musical amplia. Sin embargo, existen centros operísticos que se aferran a sus tradiciones y no se dejan arrastrar sin más por el cálculo planificado. La Ópera del Estado de Baviera se ha destacado por preservar sus peculiaridades poniendo acentos que no se pueden encontrar en cualquier otro sitio. Durante los más de veinte años en los que Wolfgang Sawallisch dirigió la Ópera de Munich, esta institución gozó de un inmenso prestigio basado en la responsabilidad de un director que supo reducir al mínimo sus múltiples compromisos por todo el mundo, tolerando que surgiese un cierto silencio a su alrededor en el plano internacional.
Wolfgang Sawallisch nació el 26 de agosto de 1923 en Munich en el seno de una familia en donde el padre vendía seguros contra incendios y comenzó a estudiar piano a los cinco años de edad. Más tarde, y coincidiendo con su período escolar, Sawallisch estudió composición y teoría, llegando a ser pupilo de Haas, Ruoff y Sache en Munich hasta que en 1943 se alistó en el Ejército Alemán para poco tiempo después caer prisionero de los ingleses en Italia. Finalizada la guerra, un liberado Sawallisch prosiguió su formación musical en la Hochschule de Munich para dos años más tarde ser contratado como repetidor en la Ópera de Augsburg. Allí conoció a personalidades musicales tan inconformistas como Hans Rosbaud e Igor Markevitch que marcaron su futuro como director de orquesta. Al mismo tiempo, Sawallisch se perfeccionó al piano y en 1949 ganó el primer premio para dúo de cámara — junto con el violinista Gerhard Seitz — del Concurso Internacional de Ginebra. Habiendo debutado en Augsburg con una producción de Humperdinck en 1950, durante ese mismo año fue nombrado primer director de dicha institución y desde ese momento su ascensión resultó tan rápida como imparable. Tras haber dirigido en Augsburg y en Salzburgo, Sawallisch fue nombrado en 1953 director de la Ópera de Aachen, siendo a sus treinta años de edad el director de música más joven el frente de un teatro alemán. Ese mismo año debutó al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín, formación con la que realizaría incluso una gira por los Festivales de Edimburgo en 1955, y ya en 1957 pudo debutar también en Bayreuth, templo musical wagneriano en donde Sawallisch se convirtió en uno de sus directores más representativos. Casi todos los teatros importantes de Alemania trataron de asegurarse la presencia de un joven director que convencía tanto en la ópera como en los conciertos.
En 1957, Sawallisch mantuvo largas negociaciones con el Senado de Berlín sobre el cargo de director general de música de la ópera de la ciudad. Finalmente no se llegó a acuerdo alguno al requerir Sawallisch poderes absolutos que hacían del todo superflua la labor del entonces intendente Carl Ebert. Tras la negativa, en 1958 Sawallisch se hizo cargo de la dirección de la Ópera de Wiesbaden para dos años más tarde cambiar al mismo puesto en la Ópera de Colonia, ciudad en donde también impartió clases de dirección orquestal en el conservatorio. Por ese mismo año Sawallisch inició una fructífera colaboración con la londinense Philharmonia Orchestra que se tradujo en una serie de contratos discográficos para el sello EMI de alto valor artístico. De forma paralela a su vinculación con la Ópera de Colonia, en 1960 Sawallisch fue nombrado director titular de la Orquesta Sinfónica de Viena y un año más tarde de la Filarmónica del Estado de Hamburgo, entidades en las que se mantuvo hasta 1970 y con las que llevó a cabo numerosas giras por Europa y los EEUU. Una vez finalizada esta etapa, en 1972 Sawallisch sucedió a Paul Kletzki al frente de la Orquesta de la Suisse Romande y ese mismo año accedió a la dirección musical de la Ópera del Estado de Baviera en Munich. Tras una serie de conflictos con el intendente August Everding (que sin duda recordaron el fracaso de las negociaciones de años atrás en Berlín), las cosas se normalizaron en 1979 al cambiar de cargo a Everding y así poder gobernar Sawallisch en solitario con un sueldo anual de 120.000 euros (unos 240.000 marcos de entonces) que el ministro de cultura bávaro, Hans Maier, no tuvo más remedio que hacer público ante las presiones recibidas.
Sawallisch permaneció al frente de la Ópera de Munich por un total de 21 años, hasta 1992, desarrollando durante este período una extraordinaria labor y realizando numerosas giras y grabaciones discográficas de algunas de las óperas menos conocidas de Wagner y Richard Strauss. También dirigió títulos de compositores alemanes un tanto relegados a la sombra, como Pfitzner, Lortzing, Nikolai y Cornelius, y se mostró como un gran especialista en la música de Verdi. En 1992, Sawallisch anunció solemnemente que no sólo dejaba su puesto en la Ópera de Munich, sino que también abandonaba la dirección operística en general para dedicarse a los conciertos sinfónicos. Al año siguiente fue nombrado director titular de la Orquesta de Filadelfia en sustitución de Riccardo Muti, posición que alternó con una febril actividad como director invitado en las mejores orquestas del mundo (especialmente popular fue en Japón, donde fue nombrado director honorario de la Orquesta Sinfónica de la NHK de Tokio). Su vinculación con la Orquesta de Filadelfia duró hasta 2003, fecha en el que decidió retirarse momentáneamente a causa del fallecimiento de su esposa unos años atrás. Con todo, Sawallisch volvió a dirigir hasta que en 2006 anunció su retirada definitiva por motivos de salud. Actualmente tiene fijada su residencia en Munich y ha llegado a publicar un libro autobiográfico Mein Leben mit der Musik.
Wolfang Sawallisch es un director serio y veraz, heredero de la vieja escuela de dirección alemana. De estilo tan económico de gestos como claro, sus interpretaciones se basan principalmente en un hondo refinamiento musical y en un profundo conocimiento de la escuela austro-alemana de compositores. Su lenguaje interpretativo adquiere una enorme relevancia intelectual y una pureza de sonido asentada en la fidelidad a la partitura. En Sawallisch parece ser más llamativo un cierto clasicismo, una forma de hacer música objetiva y pronta, siempre preocupada por la plasticidad y la exactitud y no exenta de inspiración. Como director — también fue un destacado pianista acompañante — Sawallisch siempre resulta del todo disciplinado aunque ello pueda acarrear que se muestre en ocasiones distante, tendiendo hacia una orientación un tanto rectilínea en la ejecución musical. Con él no hay espacio para las sorpresas y siempre se apuesta por lo seguro, hecho que ha determinado que algunos críticos le hayan considerado como un maestro un tanto aburrido y asentado en un alto nivel técnico. Gran conocedor de la música de Mozart, Beethoven, Mendelssohm y Schumann, es además un especialista en Wagner y uno de los mejores traductores de Richard Strauss. Apenas se ha interesado por la música de su tiempo y, durante su mandato en la Ópera Estatal de Baviera, solía dejar las producciones de autores como Alban Berg o Schönberg a directores invitados. Para ciertos especialistas, Sawallisch es el heredero natural y más directo del doctor Böhm.
En octubre de 1988, Wofgang Sawallisch se presentó en el Auditorio Nacional de Madrid al frente de la Orquesta del Estado de Baviera y con un programa dedicado en exclusiva a la Missa Solemnis de Beethoven. Tras la finalización del mismo, tuve el privilegio de asistir a una breve entrevista concedida para los redactores de una conocida revista musical española. Bajo una apariencia un tanto sobria y severa, pude apreciar a un ser de una exquisita amabilidad y dotado de un contagioso sentido del humor. En un momento de la entrevista, Sawallisch se puso a imitar con su voz el tono de Knappertsbuch y ninguno de los allí presentes pudimos contener la risa. Pero, tal vez, lo que más recuerdo de aquel concierto fue lo acontecido en el marco del Auditorio Nacional, una de las situaciones más grotescas jamás vividas por quien esto escribe. Al empezar el Kyrie de la Misa, un gato decidió sumarse al cuarteto de solistas y ya durante el Credo los maullidos del animal eran del todo audibles en la sala. Al parecer, el bichito se había quedado encerrado en una tubería. No quiero ni imaginarme lo que pudo ocurrir pero, tras la intervención de un empleado entre parte y parte de la Misa, el gato cesó sus lastimeros maullidos.
Entre la producción discográfica debida a Wolfgang Sawallisch podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Sinfonías nº6 y 7 de Beethoven dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (BRILLIANT CLASSICS 92766 — integral sinfónica); Missa Solemnis de Beethoven, junto a Bjoner, Ludwig, Domingo y Moll, y dirigiendo la Orquesta de la RAI de Roma (Vídeo de referencia desconocida); Sinfonía nº3 de Brahms dirigiendo la Filarmónica de Londres (BRILLIANT CLASSICS 92878 — integral sinfónica); Concierto para violín de Brahms, junto a Franz Peter Zimmermann y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (EMI 55426); Concierto para piano nº1 de Chaikovski, junto a Conrad Hansen y dirigiendo la Orquesta RIAS de Berlín (referencia desconocida); El lago de los cisnes de Chaikovski dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (EMI 85541); Stabat Mater de Dvorak, junto a Wenkel, Dvorsky, Hendrik y Benackova, y dirigiendo la Filarmónica Checa (SUPRAPHON 103561); La Creación de Haydn, junto a Moll, Ros y Lippert, y dirigiendo la Orquesta del Mayo Musical Florentino (referencia desconocida); Concierto para violín de Mendelssohn, junto a Christian Ferras y dirigiendo la Orquesta de Montecarlo (DOREMI 7880); Concierto para piano nº20 de Mozart, junto a Yuri Egorov y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 63892); Concierto para violín nº5 de Mozart, junto a Christian Ferras y dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Montecarlo (DOREMI 7880); La flauta mágica de Mozart, junto a Araiza, Gruberova, Popp y Moll, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera del Estado de Baviera (DG 551409); Don Giovanni de Mozart, junto a Popp, Dean, Varady y Winkler, y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera (MELODRAM 50026); Così fan tutte de Mozart, junto a Price, Fassbaender, Grist y Schreier, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera del Estado de Baviera (MELODRAM 50037); Carmina Burana de Orff, junto a Giebel, Cordes y Kuen, y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio del Oeste de Colonia (EMI 64237); la integral sinfónica de Schubert dirigiendo la Staatskapelle Dresden (PHILIPS 446536 y 446539); selección de música sacra de Schubert, junto a Popp, Fischer-Dieskau, Donath y Fassbaender, y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara (EMI 86011 — caja con 7 CD´s); la integral sinfónica de Schumann dirigiendo la Staatskapelle Dresden (EMI 67771); Sinfonía doméstica de Richard Strauss dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (EMI 55185); Till Eulenspiegel de Richard Strauss dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (EMI 55185); los 2 Conciertos para trompa de Richard Strauss, junto a Dennis Brain y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 67783); La mujer sin sombra de Richard Strauss, junto a Bjoner, King, Varnay y Kohn, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera del Estado de Baviera (MELODRAM 30033); Capriccio de Richard Strauss, junto a Gedda, Darling, Fischer-Dieskau y Schwarzkopf, y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 67391); 4 Últimos Lieder de Richard Strauss, junto a Barbara Hendricks y dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (EMI 55594); Tannhäuser de Wagner, junto a Beirer, Morris, Surinac y Braun, y dirigiendo la Orquesta de La Scala (MYTO 62325); El holandés errante de Wagner, junto a Uhl, Fischer, London y Paskuda, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Bayreuth (OPERA D´ORO 7030); Parsifal de Wagner, junto a Crass, Schröder, Moll y Adam, y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la RAI de Roma (MYTO 63328); El Anillo del Nibelungo de Wagner, junto a Behrens, Lipovsek, Kaufmann y Moll, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera del Estado de Baviera (EMI 72731 — caja con 14 CD´s); y, finalmente, Wesendonck Lieder de Wagner, junto a Marjana Lipovsek y dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (EMI 56165). Nuestro humilde homenaje a este sensacional director de orquesta.
Experimento la sensación del peregrino, quién luego de soportar las inclemencias del tiempo invernal, por fin arriba a casa, donde le espera una taza de te caliente, el sillón más cómodo y el fuego vivificador de la chimenea. Tal es la sensación que me embarga luego de días de tormentosa actividad, que si bien representan un lucro benéfico, también me ha apartado momentáneamente de todo aquello que funge como alimento para el espíritu. Por ello antes que nada, mi visita a BLUES, como es debido.
En alguna ocasión, aquí mismo hablé sobre Sawallisch, como uno de los más importantes directores de la música de Richard Wagner, aunque ello debería ser objeto de discusión. Hoy me retracto de la afirmación, ya que Sawallisch es, sin ningún debate, uno de los mejores traductores wagnerianos, de lejos, el mejor que queda hoy en día, aunque se haya apartado ya del universo de la interpretación.
En una época en que prevalece la mediocridad en muchos escenarios, y donde el wagnerianismo puro y auténtico parece una utopía de seres del Walhall, Sawallisch trae a la memoria esa gran época. No es un inescindible al estilo Knappertsbusch, pero es un director que comprende a cabalidad el sonido y el significado profundo allí subyacente, con toda la carga emotiva que supone la música de mi Compositor preferido, y en donde no hay espacio para bobadas de ningún tipo. Insisto: Wagner no pertenece a este mundo, es un estilo musical con un mensaje que se opone visceralmente al rostro del mundo actual; no divierte, no es entretención ni pasatiempo: es CONOCIMIENTO. Conocimiento = Sabiduría. Sabiduría = Richard Wagner. Pero cuidado con estos términos, pues tampoco les estoy confiriendo los significados banales, simplistas y facilones con que las gentes «modernas» los usan. Voy más allá, aunque me califiquen de presuntuoso.
Pues bien, Sawallisch sabe ascender a ese plano. Más que la sinceridad de sus lecturas wagnerianas, está el manejo de las posibilidades orquestales, de manera que el Wort-Ton-Drama, armoniza perfectamente consigo mismo, ascendiendo verticalmente a los planos de comprensión del templo wagneriano.
Repito, no es Knappertsbusch: él es inalcanzable. Pero Sawallisch sabe lo que hace, sin duda, lo sabe.
Y si es bueno en Wagner, lo es en Strauss. El enlace del último de los Vier letzte Lieder -Im Abendrot- lo escucho con mucha frecuencia y no dejo de emocionarme hasta las lágrimas más sinceras. Es un instante en que deseo vehementemente volver a mis amados Alpes, en medio de Salzburg, München y Berchtesgaden, abandonando toda existencia terrena, para ser uno en la «…silenciosa paz, tan profunda en el crepúsculo…»
Quise acceder al enlace de la Tercera de Brahms, pero para variar, en enlace ha sido suprimido.
Y quedé inmensamente sorprendido con la interpretación de la Missa Solemnis. Sin ser cristiano, me emocioné profundamente al ver el siempre imponente escenario de la Basílica de San Pedro para recibir una de las obras más grandiosas de Beethoven. Monumental. Por otra parte, creo que la presencia de Su Santidad el Papa Pablo VI, le confirió especial marco al concierto. La Missa Solemnis logra tocar hasta la última fibra de mi ser: allí Beethoven nos enseña tantas cosas acerca de la Divinidad!
Admiradísimo y respetadísimo Sawallisch, no cabe duda. Recuérdame que cuando regrese a Múnich (dentro de poco), debo pasar por su casa para que me autografíe un ejemplar de Mein Leben mit der Musik, y charlar sobre el germanismo.
Mi abrazo amigo y hermano Leiter.
PD. Los gatos no son buenos intérpretes musicales, te lo digo yo. Todo lo estropean. Y ya te daré una prueba de mi afirmación.
Coincido contigo, amigo y hermano Iván, en que Sawallisch es posiblemente el último gran director que vio Bayreuth. Sawallisch es, ante todo, un director eficaz que pocas veces se sale del guión. Pero su eficacia resulta tan grandiosa que cualquier obra puesta bajo su batuta equivale a ejecución de plenas garantías. Además, Sawallisch nos ha dejado una de las mejores integrales sinfónicas de Schumann, aspecto muy importante para mí, por lo menos.
¿Tienes previsto volver a Munich en breve? Ya me contarás.
Mi abrazo, amigo y hermano Iván
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