Desde siempre Hungría ha sido un país en donde los talentos musicales brotan como el césped tras la lluvia. Muchos artistas húngaros, sintiendo la estrechez de su país natal en épocas pasadas, dispusieron abrirse camino en la Centroeuropa de habla alemana y posteriormente en América. Allí triunfó la legión húngara compuesta por los Fritz Reiner, Eugene Ormandy, Erno von Dohnanyi, George Szell, Antal Dorati… Y, cómo no, por un hombre poseído por un impulso y una vitalidad difíciles de acallar. Desde su adolescencia quiso ser director de orquesta y lo acabó consiguiendo tras las duras pruebas a la que la vida le fue sometiendo. En 1970 se hizo cargo de la Orquesta Sinfónica de Chicago y consiguió hacer de ese conjunto, bien engrasado por su compatriota Reiner en años precedentes, una de las orquestas más espectaculares, potentes y técnicas que jamás se hayan visto en el mundo. Temido por muchos músicos a causa de su arrolladora capacidad para el trabajo y su firme autoridad, de no haberse dedicado a la música tal vez hubiera sido director de alguna fábrica. No en vano, Sir Georg Solti fue un verdadero apasionado por la organización del trabajo humano hasta extremos realmente obsesivos. Pocos directores han llegado a poseer su fuerza, su incandescencia y su infinita energía. Y estas capacidades parecieron ir en aumento a medida que pasaban los años, a modo de rebelde lucha contra la inevitable decadencia física que suele conllevar el cauce de la ancianidad. Para Solti nunca existió la tregua ni la atemperación. Por el contrario, y hasta muy poco antes de fallecer, fue el genuino león indomable sobre los podios, el artista inasequible al desaliento y el más vivo ejemplo de que la condición física no tiene porqué estar reñida con la edad.

 György Solti nació el 21 de octubre de 1912 en Budapest en el seno de una familia en donde el padre se dedicaba al comercio inmobiliario. Con sólo cinco años, el pequeño demostró poseer un extraordinario oído y en vista de ello sus padres le compraron un viejo piano para que practicara. Pronto comenzó a recibir clases particulares y sus progresos fueron tales que a los doce años tocó en público por primera vez, ingresando en 1925 en la Academia Franz Liszt de Budapest. Allí permaneció por un período de tiempo de cinco años y estudió bajo la tutela de Bartok, Kodaly, Erno von Dohnanyi y Leo Weiner. Con catorce años cumplidos, Solti asistió a un concierto ofrecido por Erich Kleiber y desde ese mismo momento quiso ser director de orquesta. Graduado en 1930, Solti se presentó en la Ópera de Budapest y logró trabajar allí como repetidor y preparador hasta 1939, debutando como director en 1936. Un año más tarde Toscanini le llevó como asistente a los Festivales de Salzburgo y le dedicó una lapidaria alabanza al verle dirigir: –«bene»– … Solti culminó aquel año como repetidor en Salzburgo y aquello le hizo que comenzara a labrarse un nombre en su propio país, de tal forma que fue invitado a dirigir un concierto en Budapest. En principio, su acceso al Teatro de Ópera parecía vetado por su condición de judío y en 1939, ante la amenaza nazi, Solti solicitó un visado para emigrar a los EEUU que, sin embargo, le fue denegado. En vista de ello, Solti partió en agosto de 1939 hacia la ciudad suiza de Lucerna. Se despidió de su padre en la estación de ferrocarril y ya nunca jamás volvió a verlo.

 La política de extranjería suiza no permitía a Solti ejercer una actividad relacionada con la dirección orquestal, con lo que solicitó una carta de recomendación a Toscanini para poder marchar a los EEUU. Sin embargo, el visado le fue nuevamente denegado y al joven músico no le quedó otra alternativa que instalarse en casa del tenor Max Hirsch, quien decidió alojarlo en su casa durante un año a cambio de que Solti le ayudara a estudiar un rol wagneriano. Tras una serie de vicisitudes propias de una película de aventuras — incluida una falsa invitación norteamericana por la que Solti fue estafado con una suma cercana a los 500 dólares — el futuro director se presentó al Concurso Intenacional de Piano de Ginebra en 1942 y lo ganó, con lo que dicho galardón le abrió las puertas para ofrecer algún recital de música de cámara. Ya en 1944, Ernest Ansermet invitó a Solti a dirigir algún que otro concierto al frente de la Orquesta de la Suisse Romande. Coincidiendo con el final de la guerra, muchos directores germanos se hallaban en situación de huidos o vetados por su presunta colaboración con los nazis. Esta circunstancia fue aprovechada por Solti para ser nombrado, luego de muchas peripecias, director general de música de la Ópera de Munich en 1947. Allí Solti se encontró con una institución del todo arrasada como consecuencia de la guerra y en unas condiciones patéticas. Con todo, se mantuvo en aquel cargo hasta 1952 y dirigió unos cuarenta títulos diferentes, llegando incluso a obtener la aprobación general de un ya muy anciano Richard Strauss. Solti no parecía el director más adecuado para esta ciudad tan tradicionalmente conservadora en lo musical — se le acusó de ser un novato — y en 1952 decidió aceptar el cargo de director de la Ópera de Frankfurt, una institución de menor renombre pero con una atmósfera cultural mucho más liberal. De 1952 a 1961 Solti fue el jefe absoluto de todas las actividades musicales desarrolladas en Frankfurt y desde entonces su nombre empezó a sonar con fuerza en el panorama musical internacional, siendo invitado en 1953 por primera vez para dirigir en América y debutando en 1960 en el Metropolitan de Nueva York.

 Un hecho decisivo se produjo en 1959, al dirigir Solti una representación operística en el Covent Garden de Londres con tal éxito que se le ofreció la dirección permanente del teatro. Al mismo tiempo, Solti había casi cerrado un acuerdo para convertirse en el nuevo director titular de la Orquesta Filarmónica de los Ángeles. Sin embargo, el nombramiento por parte de los gerentes de dicha orquesta de Zubin Mehta como director asistente enfadó enormemente a Solti, no ya por la figura del entonces emergente director hindú en sí, sino más bien porque tal decisión se produjo a sus espaldas y sin previa consulta (nunca existió una abierta enemistad entre Solti y Mehta por este hecho). Fue entonces cuando Solti decidió romper su breve compromiso con la Orquesta Filarmónica de los Ángeles y aceptar la dirección musical del Covent Garden. El 19 de junio de 1961 se despidió de la Ópera de Frankfurt para comenzar su nueva andadura en Londres, ciudad en donde se encontró con no pocos problemas desde el mismo instante de la toma de su cargo (fue sonada su ruptura con el tenor Jon Vickers tras una representación de La Walkiria). Con todo, la primera temporada se saldó favorablemente para Solti — quien ya había iniciado la grabación monumental del ciclo completo de El Anillo de Wagner — aunque durante la segunda las problemas con la crítica llegaron a ser del todo graves. Sus representaciones de Wagner y Verdi fueron duramente atacadas por la crítica hasta el punto de que Solti se planteó seriamente renunciar tras la conclusión de la temporada. Persuadido para que continuara al menos una temporada más, Solti arrancó la tercera temporada con un enorme éxito al dirigir una ópera de Britten, pero las críticas no tardaron en regresar luego de una polémica representación del Götterdämmerung wagneriano. A pesar de todo, Solti se mantuvo durante una década como director del Covent Garden — cosechando un enorme éxito en 1965 tras una sensacional representación de Moses und Aron de Schönberg — y decidió renunciar al cargo debido al cansancio que le producía el haber estado tantos y tantos años al frente de teatros de ópera. A pesar de las críticas recibidas durante los primeros años de su andadura londinense, Solti fue nombrado en su despedida Comandante del Imperio Británico (también adquirió la nacionalidad británica) y, según el juicio unánime de los especialistas, tuvo el mérito de convertir el Covent Garden en una institución totalmente profesional.

 En septiembre de 1969 Solti anunció su nuevo compromiso como director titular de la Orquesta Sinfónica de Chicago, con lo que cristalizaban por fin sus deseos de desplazar el eje de su actividad profesional desde los teatros de ópera hacia la sala de conciertos. La orquesta parecía pasar por un período de ajuste tras la muerte de Reiner y la breve etapa en que fue dirigida por Jean Martinon. Se intentó contratar al mismísimo Karajan, algo que se quedó tan sólo en un deseo. Finalmente el elegido fue Solti, quien a poco de incorporarse a la formación realizó una memorable gira europea que sirvió para incrementar la fama de ambos. Solti logró poner a la Orquesta Sinfónica de Chicago a la altura de las intratables Filarmónica de Berlín y de Viena, con un nivel de calidad y perfección tan extraordinario que algunos críticos la consideraron por entonces como la mejor orquesta del mundo (de todas maneras, no se puede ni debe olvidar la inconmensurable labor que años atrás realizó Fritz Reiner). No mucho tiempo después de su incorporación a Chicago, Solti aceptó también el reto de dirigir a la recién creada Orquesta Sinfónica de París tras los fiascos de Munch — murió a poco de hacerse cargo de la misma — y de un Karajan que no supo adaptarse. Aquella empresa no terminó del todo bien debido al fuerte carácter del maestro húngaro y en 1975 se quebró el contrato en medio de fuertes declaraciones cruzadas. (No obstante, Solti fue nombrado asesor de la Ópera Nacional de París en 1973). En 1975 Solti estuvo a punto de cambiar de aires al serle ofrecida la titularidad de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, pretensión que finalmente no se llevó a cabo al no encontrarse dicha agrupación en su mejor momento tras el paso de Pierre Boulez por la misma. Sí que aceptó, en cambio, la dirección artística de la Orquesta Filarmónica de Londres a partir de 1979 y hasta 1983. Ese mismo año dirigió por última vez en Bayreuth debido a las diferencias de criterio que mantuvo con Wolfgang Wagner, aunque sí lo hizo en el Covent Garden y en los Festivales de Salzburgo tras la repentina muerte de Karajan en 1987. En medio de una febril actividad impropia para un personaje de su edad, Solti decidió abandonar en 1991 la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Chicago aunque fue nombrado director emérito de la misma. Coincidiendo con la celebración de su 85 aniversario, la orquesta programó el que debía haber sido su concierto número 1.000 al frente de dicha formación. No pudo ser: Solti falleció como consecuencia de un infarto el 5 de septiembre de 1997 en Antibes, Francia, dejando una larga lista de proyectos musicales que obviamente nunca se pudieron materializar. Sus restos fueron trasladados hasta Hungría y allí reposan junto a los de su amigo y maestro Bela Bartok.

 Georg Solti condujo su carrera artística con extremada consecuencia y visión de la meta. Nunca tuvo una trayectoria fulgurante ni meteórica, sino que fue labrándose su reputación poco a poco, paso a paso, consolidándola de forma lenta pero pausada, sin dar pasos en falso. Entre su voluntad de poder y entrega se formó una tensión que no suele ser rara entre los directores de orquesta, aunque su personalidad se vio dramatizada por ella de modo especial. Su vida fue todo un ejemplo de trabajo arduo, constante y sistemático hasta escalar puestos a base de duro esfuerzo y perseverancia. Nunca fue un director timorato o sumiso y ello conllevó que recibiera críticas de forma a veces obsesiva por parte de numerosos cronistas influyentes (abanderadas principalmente por Harold Rosenthal y Claudia Cassidy). Nada le fue regalado y sus estrenos en los sucesivos cargos que ocupó siempre estuvieron rodeados, bien de penosas circunstancias (Munich), bien de polémicas (Londres).

 Solti fue desde siempre un músico de temperamento que parecía impulsado por excesos rítmicos y tempi furiosos de burbujeante desenfreno. Fue un director seguro, preciso y virtuoso de la técnica, con ademanes en absoluto elegantes — bruscos, angulosos y excesivamente nerviosos — pero de resultados sumamente eficaces para las orquestas. Su sentido rítmico fue portentoso y en este aspecto no tuvo rival alguno, logrando conseguir unos impresionantes efectos sonoros en base a un exhaustivo trabajo en los ensayos. En ocasiones, esa química sonora acusó un cierto componente de manierismo interpretativo que rozaba la superficialidad en la lectura de algunos compositores románticos, como Brahms, pero es indudable que Solti fue un riguroso analista que conseguía transparencias orquestales nada desdeñables. Sus muchos años como director en los fosos de la ópera le otorgaron un sentido del control que precisaba de unos rápidos reflejos, algo que sin duda le sirvió de mucho en su posterior actividad como director de conciertos sinfónicos. Su posición sobre el podio fue del todo autoritaria y basada en la disciplina, aspecto que provocó no pocas tensiones entre los miembros de las distintas orquestas a las que dirigió.

 A partir de los años cincuenta del siglo pasado Solti se convirtió en uno de los directores más activos en los estudios de grabación, siendo Mozart, Beethoven, Schumann, Brahms, Mahler, Verdi, Wagner y Richard Strauss los pilares de un extenso repertorio que sólo excluyó la música barroca y vanguardista. Su grabación de El Anillo wagneriano, tan admirada como denostada, fue la primera que se llevó a cabo en un estudio de grabación y tardó más de siete años en completarla. Este verdadero hito discográfico fue posible gracias al refinamiento técnico del director de grabación, John Culshaw, quien recibió también numerosos premios por su extraordinaria labor. Empero, aquella histórica grabación no impidió que surgiera el escándalo en los Festivales de Bayreuth en 1983. Tras acometer el fracasado proyecto de una nueva grabación del ciclo completo wagneriano con la Ópera de París, Solti impuso a Wolfgang Wagner para su debut en Bayreuth en 1983 un regidor escogido especialmente por él mismo, Peter Hall. Aquello se convirtió en la burla musical del año — fue un Anillo paupérrimo y rancio — y Solti decidió no regresar al año siguiente aduciendo motivos de salud ante una debacle que había sido causada sólo y exclusivamente por él.

 23 de enero de 1985: Al frente de la Orquesta Sinfónica de Chicago, Solti ofrece en el Teatro Real de Madrid una de las interpretaciones más memorables que quien esto escribe haya podido escuchar nunca de la Sinfonía nº4 de Chaikovski en directo. Aquella orquesta era un prodigio de virtuosismo técnico, con una sección de metales del todo apoteósica y con una amplitud sonora que hizo temblar los cimientos del añorado Real. Tras el concierto, un grupo improvisado de perturbados musicales fuimos a la tarea, a priori imposible, de obtener un preciado autógrafo del maestro húngaro-británico. El acceso a camerinos estaba sellado ante la atenta vigilancia de un par de conserjes que no tuvieron en cuenta nuestra capacidad para reptar por el suelo. Ante la atónita mirada de los viandantes de la calle Carlos III, nos tumbamos y conseguimos eludir la vigilancia mediante una serie de serpenteantes movimientos a ras de suelo acompañados de unas risas incontenibles por parte de quien esto escribe que a poco dan al traste con nuestras pretensiones. Yo creo que los conserjes nos vieron, pero les causó tanta gracia nuestra imitación colectiva de una patrulla de indios Apache que nos dejaron pasar. Total, Solti no iba a aparecer nunca por allí… Tras más de una hora de espera, cuando el público — y los conserjes — se habían retirado del teatro en su totalidad, salió uno de los representantes de Solti y nos indicó, con buenas maneras, que nos retirásemos. El maestro quería regresar a su hotel y estaba esperando el campo despejado de intrusos. Nos negamos en rotundo y amenazamos con bloquear todas las puertas de acceso al teatro mediante comandos de a dos. En esto, pasa otra media hora, se abre una puerta y sale un tipo gigantón al que todos reconocimos al instante. Con gesto de inflexible autoritarismo y sin mencionar palabra, Solti hace oscilar su dedo índice al aire de los vientos negando cualquier posibilidad de autógrafo o cosa parecida. Aquel tipo daba miedo, ciertamente. Sin embargo, en nuestro retén de operaciones imposibles se encontraba una mujer de armas tomar, la única fémina del grupo. Sin vacilar y en perfecto inglés, le suelta a Solti la siguiente frase: –«Maestro, llevamos aquí casi dos horas esperando y lo único que pretendemos es que usted nos firme un autógrafo, nada más»– Solti enarqueó las cejas, agrió la expresión, endureció el rostro y me temí lo peor. Pero aquella mujer no parecía dispuesta a ceder ante las muestras nada amistosas que se desprendían de la expresión de un Solti francamente malhumorado y a punto de estallar. –«Maestro, no es propio de un Caballero Inglés que nos deje usted aquí tirados y sin hacernos el más mínimo caso. Eso no es propio de un Sir…»– Solti nos regaló su autógrafo a todos y cada uno de nosotros. De vuelta en el interior del Metro de Madrid, aún me temblaban las manos ante la fría mirada de aquel tipo. Y eso que se acabó despidiendo de nosotros esbozando una sonrisa…

 De entre la producción discográfica realizada por Sir Georg Solti podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): El castillo de Barba Azul de Bartok, junto con Sztankay, Sass y Kovats, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 433082); Sonata para dos pianos y percusión de Bartok, junto a Murray Perahia (VÍDEO con referencia desconocida); Suite de danzas de Bartok dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 470516); Concierto para orquesta de Bartok dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 425039); Concierto para piano nº1 de Bartok, junto a Vladimir Ashkenazy y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 473271); Concierto para violín nº2 de Bartok, junto a Kyung Wha Chung y dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 425015); Danzas Rumanas de Bartok dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 443444); Sinfonías nº1, 2, 5, 7, 8 y 9 de Beethoven dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 430400 – integral); Conciertos para piano nº1 y 3  de Beethoven, junto a Vladimir Ashkenazy y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 443723 — integral); Obertura Egmont de Beethoven dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 430400); Concierto para violín de Beethoven, junto a Gerhard Taschner y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (MD & G 6421113); La condenación de Fausto de Berlioz, junto a Rose, Van Dam, Von Otter y Lewis, y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (ARTHAUS 102023); Carmen de Bizet, junto a Domingo, Van Dam, Te Kanawa y Troyanos, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 414489); Obertura para un Festival Académico de Brahms dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 430799 – integral sinfónica); Sinfonía nº2 de Bruckner dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 4489102 — integral sinfónica); Sinfonía nº4 de Chaikovski dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 414192); Concierto para piano nº1 de Chaikovski, junto a Clifford Curzon y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 417676); El aprendiz de brujo de Dukas dirigiendo la Filarmónica de Israel (DECCA 443033); Sinfonía nº9 de Dvorak dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 410116); Sinfonía nº1 de Elgar dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 894302); Variaciones Enigma de Elgar dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 452853); Concierto para violín de Elgar, junto a Myung Wha Chung y dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 421388); Orfeo ed Euridice de Gluck, junto a Lorengar, Horne y Donath, y dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (DECCA 417410); El Mesías de Haendel, junto a Te Kanawa, Howell, Lewis y Gjevang, y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 414396); Los planetas de Holst dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 414563); Sinfonía Fausto de Liszt dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 436779); Sinfonías nº3, 4 y 5 de Mahler dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 430804 — integral sinfónica); La Canción de la Tierra de Mahler, junto a Lipovsek y Moser, y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (DECCA 440314); Sinfonía nº3 de Mendelssohn dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 414665); Concierto para violín de Mendelssohn, junto a Kyung Wha Chung y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 1010909); Requiem de Mozart, junto a Auger, Bartoli, Cole y Pape, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 433688); Conciertos para dos y tres pianos de Mozart junto a Andras Schiff y Daniel Barenboim, y dirigiendo la English Chamber Orchestra (DECCA 430232); Las bodas de Fígaro de Mozart, junto a Te Kanawa, Tear, Moll y Ramey, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 410150); El rapto del Serrallo de Mozart, junto a Gruberova, Talvela, Battle y Zednik, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 417402); Gaîté Parisienne de Offenbach dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (DECCA 4762724); La bohème de Puccini, junto a Domingo, Caballé, Milnes y Blegens, y dirigiendo la Filarmónica de Londres (RCA 39496); Tosca de Puccini, junto a Aragall, Te Kanawa, Nucci y King, y dirigiendo la Orquesta Filarmónica Nacional (DECCA 414597); Turandot de Puccini, junto a Offermanns, Stich-Randall, Hopf y Günter, y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio de Colonia (GALA 580); selección de oberturas de Rossini dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 1010909); Sinfonías nº9 y 10 de Shostakovich dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 430505) y la Sinfónica de Chicago (DECCA 433073); La mujer sin sombra de Richard Strauss, junto a Runkel, Dohmel, Van Dam y Behrens, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 436243); El caballero de la rosa de Richard Strauss, junto a Minton, Jungwirth, Pavarotti y Crespin, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 4759988); Elektra de Richard Strauss, junto a Krause, Nilsson, Unger y Lilova, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 830302); Sinfonía en Do de Stravinski dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 458898); Aida de Verdi, junto a Vickers, Merrill, Gorr y Price, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Roma (DECCA 417416); Don Carlo de Verdi, junto a Talvela, Bergonzi, Tebaldi y Ghiaurov, y dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (DECCA 421114); Falstaff de Verdi, junto a Evans, Lanigan, Simionato y Merrill, y dirigiendo la Orquesta de la RAI de Italia (DECCA 425002); La forza del destino de Verdi, junto a Bergonzi, Cavalli, Ghiaurov y Capecchi, y dirigiendo la Sinfónica de Londres (MYTO 3224); La traviata de Verdi, junto a Van Allan, Lopardo, Nucci y Jones, y dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (DECCA 448119); Otello de Verdi, junto a Te Kanawa, Domingo, Remedios y Earle, y dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (KULTUR 1492); Rigoletto de Verdi, junto a Kraus, Moffo, Toscano y Merrill, y dirigiendo la Orquesta de la RAI de Italia (RCA 70785); Simon Boccanegra de Verdi, junto a Nucci, Te Kanawa, Coni y Aragall, y dirigiendo la Orquesta de La Scala (DECCA 4757011); Un baile de máscaras de Verdi, junto a Krause, MacNeil, Nilsson y Bergonzi, y dirigiendo la Orquesta de la Academia de Santa Cecilia (DECCA 425655); El Anillo del nibelungo de Wagner, junto a Hotter, Nilsson, Flagstad y Fischer-Dieskau, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 455555 — caja con 14 CD´s); El holandés errante de Wagner, junto a Martin, Kollo, Talvela y Krenn, y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DECCA 470792); Los Maestros Cantores de Wagner, junto a Finnilä, Ludwig, Hargan y Howells, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 470600); Lohengrin de Wagner, junto a Finnilä, Ludwig, Hargan y Howells, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 470600); Parsifal de Wagner, junto a Hotter, Frick, Kollo y Kélémén, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 470805); y, finalmente, Tannhäuser de Wagner, junto a Dernesch, Ludwig, Kollo y Braun, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 470810). Nuestro humilde homenaje a este grandioso director de orquesta.