Fundada a finales de diciembre de 1714, la Ópera Cómica de París tuvo como objetivo acoger una serie de representaciones menos pretenciosas que la ópera en sí y al mismo tiempo menos exigentes en cuanto a producción. El calificativo de cómica es debido a que en sus orígenes los espectáculos ofrecidos no dejaban de ser meras pantomimas o parodias. Debido a ello, la institución pasó por momentos difíciles en sus comienzos debido a la censura y sólo a partir de la Revolución Francesa y mediante la fusión con otra institución similar el teatro se asentó de manera definitiva. Con el paso del tiempo, el Teatro Nacional de la Ópera Cómica se dotó de una programación más seria que antaño y de este modo fue el epicentro de la época dorada de la ópera francesa del siglo XIX con estrenos de autores como Meyerbeer, Berlioz, Auber, Massenet o Bizet. Uno de los directores musicales cuya trayectoria artística estuvo indisolublemente asociada a este teatro fue el francés Albert Wolff.
Albert Wolff nació el 19 de enero de 1884 en París en el seno de una familia holandesa si bien él nunca llegó a vivir en los Países Bajos ni adquirió dicha nacionalidad. A los doce años, Wolff superó las pruebas de admisión del Conservatorio de París y allí se puso bajo la tutela de los profesores André Gedalge, Xavier Leroux y Paul Antonin Vidal. Alternó esta labor de estudiante como eventual pianista en distintos cabarets y como organista en la iglesia de Santo Tomás, donde ejerció durante cuatro años. Habiéndose graduado en 1906 con brillantes calificaciones y numerosos premios, Wolff se adhirió a la plantilla de la Ópera Cómica de París a la par que dirigía a otros conjuntos instrumentales de París. Tres años después, Wolff debutó como director operístico en Estrasburgo (entonces bajo administración alemana) si bien un año antes fue nombrado director de coro de la Ópera Cómica. Allí tuvo la oportunidad de estrenarse como director en 1910, lo que le valió para que la institución le encargara ponerse al frente de una gira que se realizó por Buenos Aires y posteriormente por Italia y los países escandinavos. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Wolff se alistó como piloto, recibiendo condecoraciones por su valentía. Finalizado el conflicto, Wolff partió rumbo a los EEUU para suceder a Pierre Monteux al frente del repertorio francés del Metropolitan.
Ya en 1921, Wolff decidió regresar a París para relevar a André Messager como director principal de la Ópera Cómica. Aparte de comprometerse seriamente con las creaciones francesas de su tiempo, Wolff también fundó los Conciertos Modernos de París con vistas a dar a conocer la nueva obra sinfónica contemporánea. En 1924, Wolff abandonó su cargo en la Ópera Cómica para encargarse de la dirección musical del Teatro de los Campos Elíseos. Un año después también ejerció como segundo director en los Conciertos Pasdeloup. Entre 1928 y 1934, Wolff fue designado director principal de los Conciertos Lamoureux, donde tomó contacto estrecho con la obra de Roussel. Posteriormente, y hasta 1940, Wolff retornó en calidad de director principal a los Conciertos Pasdeloup, alternando este cargo desde 1937 con el de director invitado de la Orquesta Filarmónica de Bergen. Tras un periodo instalado en Buenos Aires como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, Wolff regresó en 1945 a la Ópera Cómica aunque dos años después renunció a su titularidad si bien siguió colaborando eventualmente con dicha institución durante el resto de su vida. Asociado a la Ópera de París desde 1949, Wolff siguió dirigiendo como invitado por todo el mundo. Casado con la mezzo francesa Simone Ballard, Wolff falleció finalmente el 20 de febrero de 1970 en París a la edad de 86 años.
Con sus numerosos estrenos de obras de Roussel y Poulenc, Albert Wolff llegó a ser uno de los más grandes difusores de la música francesa a escala internacional. Su estilo de dirección fue un fiel reflejo de la escuela francesa de la primera mitad del siglo XX, basado en un dominio absoluto de la técnica y en una gran elegancia en la ejecución. Durante sus dos años de estancia en el Metropolitan, Wolff se ganó el unánime consenso de la crítica por el detallismo de su trabajo. Director más enfocado al género operístico, Wolff realizó numerosas grabaciones discográficas para el sello POLYDOR y posteriormente para DECCA, llegando incluso a grabar en un par de ocasiones al frente de la Filarmónica de Berlín en 1928. La música rusa también llegó a formar parte de su repertorio, no descuidando además a autores como Falla y Puccini. Pese a sus enormes cualidades, Wolff nunca fue un director del todo internacionalista y por eso, en la actualidad, su figura se ve un tanto eclipsada por la de otros grandes maestros franceses de su época como Monteux o Cluytens.
De entre la producción discográfica debida a Albert Wolff podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen por qué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): fragmentos de óperas de Adam dirigiendo la Orquesta de la Ópera Cómica (TESTAMENT 1308); Carmen de Bizet, junto a De Luca, Micheau, Giovanetti y Couchard, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera Cómica (PREISER 20016); Preludio a la siesta de un fauno de Debussy dirigiendo la Orquesta Lamoureux (TIMPANI 4024); Pelleas y Melisanda de Fauré dirigiendo la Orquesta Lamoureux (referencia desconocida); fragmentos de óperas de Massenet dirigiendo la Orquesta de la Ópera Cómica (TESTAMENT 1308); Thaïs de Massenet, junto a Esposito, Michel, Mollien y Gabriel, y dirigiendo la Orquesta Nacional de la Radio de Francia (OPERA D´ORO 1409); y, finalmente, selección de obras orquestales de Ravel dirigiendo la Orquesta Lamoureux (TIMPANI 4024). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.