Ya hace unos días que el infierno se ha instalado en Japón y cada momento que pasa nos hace sentir más insignificantes respecto a la madre naturaleza. Somos auspiciosos respecto al coraje y el saber del pueblo japonés para sobreponerse a las durezas que el curso de la historia les ha propuesto y que siempre han sabido sobrellevar y reponerse; por supuesto no será esta vez la que no lo logren. Todavía no repuestos del terremoto y posterior tsunami, la amenaza de desastre nuclear les impone una prueba a su capacidad de vencer los obstáculos.

El tema nuclear se ha instalado con virulencia en las agendas de todos los países (independientemente de su grado de desarrollo) y ha desplazado a otro nivel de importancia a dramas también sangrantes como el caso de Libia y otros países del llamado “mundo árabe”. Los desprevenidos me podrían decir que la magnitud es distinta pero, desde mi óptica, la diferencia es que los que deciden ya tienen valorado las consecuencias cualesquiera sea el desenlace de esos gobiernos (ex profeso no hablo de pueblos o sociedades). A cada instante surgen en las televisiones y radios defensores y contrarios del tema nuclear con innumerables argumentos para defender su posición minimizando o potenciando la visión sobre la posible consecuencia para la población de un escape.

A priori no parecería malo que cada cual expresara su punto de vista ante el desastre humanitario que ello significa salvo por el hecho, cuando no, que en el fondo ni unos ni otros ponen en blanco y negro sus verdaderos pensamientos sobre el tema. Francia y Alemania, con su particular visión, meten baza; uno generando inquietud sobre transparencia informativa y el otro con oportunismo político estableciendo un stand by en su decisión sobre política nuclear interna.

Y es que, valga el descubrimiento Thenigger, todo el debate gira alrededor de la economía. Todavía suenan las grandilocuentes declaraciones de los poderosos después del drama de Haití que pronto se fueron acallando y ahora (no por que se haya superado) son sólo un recuerdo pues económicamente no hay nada que se les pueda sacar. El colmo lo escuché en una tertulia donde se justificaba la atención puesta en Japón argumentando la diferencia de sus pueblos (el nipón era digno de ayuda ) y “que ya era tiempo de que los haitianos hicieran algo por Motus propio después de 200 años de independencia en lugar de solicitar ayuda”. HUELGAN LOS COMENTARIOS.

No voy a descubrir nada nuevo; lamentablemente nuestra existencia solo se reduce al “tanto tienes tanto vales”. Las muertes valen diferente según tu extracto bancario. Entiéndaseme bien lo de Japón es terrible y nos costará reponernos de su impacto. Pero es tanto como lo de muchos pueblos que sufren calamidad tras calamidad y sin embargo no aparecen en los telediarios o periódicos salvo cuando no hay noticias y entonces se editorializa con temas como el del pueblo etíope o los campamentos saharauis.

Llegamos a tal punto en nuestra hipocresía cotidiana que evaluamos las desgracias en términos de distancia o impacto económico de las mismas sin ponernos a valorar que lo que contemplamos es la pérdida de vidas de hermanos cuyo único pecado es haber estado en el lugar y tiempo equivocados y que en la mayoría de los casos se podrían haber evitado o atemperado. No nos engañemos: Japón interesa pues su PBI representa casi el 10% del mundial. Si hasta hay algún demente que se atreve a explicar sin que se sonroje que el desastre favorecerá la recuperación de la economía mundial, pues generará inversiones en la reconstrucción del país y paralelamente morigerará el precio del petróleo pues bajará la demanda hasta que su economía comience a producir.

Estamos completamente chalados o será cierto lo de que el terremoto ha movido el eje de la tierra y entonces hemos perdido el norte.

Un abrazo y hasta la próxima

THENIGGER