Ivo Pogorelich nació en Belgrado el 20 de octubre de 1958 en el seno de una familia en donde el padre era violoncelista y director de orquesta. Con siete años, el pequeño Ivo recibe sus primeras nociones musicales a cargo de su padre y el chico demuestra unas buenas condiciones musicales aunque en absoluto propias de un niño prodigio. Su aprendizaje se fue cimentando con parsimonia y ya en época pre-adolescente Pogorelich había logrado adquirir una sólida base técnica y mecánica. Con 12 años viaja hasta Moscú y se matricula primeramente en la Escuela Central y luego en el Conservatorio Chaikovski bajo la dirección de los profesores Timakhin, Malinin y Gornostaeva. A los 16 años conoce a la profesora georgiana Alizia Kezeradze, catorce años mayor que él, con la que seis años más tarde, en 1980, contraería matrimonio en un episodio realmente novelesco. Ese mismo año tiene lugar un acontecimiento que hace que el nombre de Pogorelich salte a las primeras páginas de las gacetas musicales: El joven pianista yugoslavo se presenta al Concurso Chopin de Varsovia, una de las competiciones pianísticas con mayor renombre, y el jurado lo descalifica antes de llegar a la final. El escándalo que se produce es enorme, sobre todo cuando Martha Argerich, miembro del polémico jurado, estalla indignada por tal decisión y acusa a sus compañeros de negligencia. La controversia creada fue tal que a la organización no le quedó más remedio que concederle un premio especial. Aquella polémica resultó muy positiva a la larga para Pogorelich, ya que todo el mundo comenzó a hablar del «pianista que no había ganado» y olvidó el nombre del vencedor de aquella edición, el vietnamita Dang Thai Son. Tras el célebre episodio del Concurso Chopin, Pogorelich inicia una carrera internacional que le lleva a tocar en las mejores salas del mundo.
Fue entonces cuando la figura de Ivo Pogorelich empieza a trascender el mundo de la interpretación pianística por la singularidad de su personalidad. Pogorelich, dotado de un físico especialmente atractivo, se presenta al modo de una admirada estrella de Hollywood que desata pasiones entre los corazones más sensibles. En muchos de sus recitales prescinde del frac y se presenta con una camiseta o vestido todo de cuero negro, a semejanza de un motorista. Los carteles anunciando sus recitales y conciertos, e igualmente las carátulas de algunas de sus grabaciones, muestran a un joven que parece más un modelo de pasarela que un concertista de piano. La excentricidad del personaje, muy estudiada por sus asesores de marketing, consigue sus frutos y Pogorelich logra vender nada menos que cien mil copias en tres días de un disco enteramente dedicado a Chopin. Con todas estas peculiaridades, la crítica se divide entre aquellos que consideran al yugoslavo un genio de la interpretación y los que afirman que no es más que una estrella fugaz y pasajera, muy sobredimensionada por las nuevas técnicas de imagen. Sin embargo, lo realmente cierto fue que Pogorelich obtenía memorables éxitos en todas las grandes salas de conciertos donde tocaba: Fue aclamado en Munich, Londres, Nueva York, Berlín, Japón, París… Nadie, desde los tiempos de Horowitz, recordaba un triunfo tan rápido y espectacular en un artista que no había cumplido la treintena de años. Consigue firmar un contrato en exclusiva con el sello Deutsche Grammophon, pese a que en 1984 mantiene una sonada disputa con el todopoderoso Karajan: Ocurrió que ambos artistas se encontraban en Viena grabando el Concierto nº1 para piano de Chaikovski cuando estalló la polémica. Pogorelich quería interpretar el concierto con unos tempi muy lentos en contra del criterio de Karajan quien, creemos que con más acierto, opinaba que esa obra debía ejecutarse con mayor rapidez debido a su brillantez y a su carácter eminentemente virtuosístico. El caso fue que Karajan se mostró muy autoritario hasta el punto que Pogorelich se levantó y se largó dejando plantado a Karajan y su orquesta. Las versiones oficiales hablaron de una «lesión en una mano del pianista» como causa del aplazamiento de dicha grabación. Al día siguiente del enfrentamiento, Pogorelich y Karajan se fundieron en un abrazo al finalizar un concierto que el maestro austríaco había dirigido en Salzburgo. Pero el disco nunca vio la luz. El sello alemán propuso entonces a Pogorelich la compañía de Claudio Abbado y la Sinfónica de Londres para realizar dicha grabación.
A principios de la década de los noventa la figura de Pogorelich, si bien no se puede hablar de que declinó, sí que sufrió una ligera desaceleración en número de recitales y conciertos. Algunos jóvenes intérpretes habían calcado sus maneras (Nigel Kennedy) de tal forma que Pogorelich ya no era el «único niño bonito» del panorama musical. También la crítica pareció decantarse por aquellos que no aprobaban algunas de las características interpretativas de Pogorelich, como los sorprendentes y heterodoxos cambios de velocidad o las excesivas ralentizaciones de tempi de algunas obras. Aún así, Pogorelich siempre tuvo su legión de defensores, especialmente a Martha Argerich, que consideraban que la portentosa técnica del yugoslavo era difícilmente igualable. Para sus defensores, la gama de matices sonoros que conseguía Pogorelich era realmente prodigiosa. Pero la causa principal del retroceso de Pogorelich hay que buscarla, por una parte, en los desgraciados episodios bélicos que sufrió la antigua Yugoslavia en aquellos años. Pogorelich organizó numerosos conciertos para ayudar a las gentes de Sarajevo al tiempo que colaboró con la Cruz Roja en su lucha contra el cáncer y la esclerosis. Por otra parte, el pianista sufrió un duro golpe personal con el fallecimiento de su mujer Aliza en 1996. Pogorelich se retiró de los escenarios durante algunos años y probó suerte en otras facetas, como la joyería de diseño. En 2000 volvió a la actividad musical y fijó su residencia definitiva en Suiza. Sus apariciones, mucho más espaciadas que antaño, son siempre recibidas con expectación.
Enero de 1987: Ivo Pogorelich ofrece un recital en el Teatro Real de Madrid con obras de Beethoven, Scarlatti y Chopin. Los sentimientos de quien esto escribe son realmente encontrados. Por una parte, me parece un portento técnico a la hora de abordar ciertos pasajes. Por otra parte, sus modos musicales me resultan cuanto menos «demasiado» particulares. Así se lo comento a mis compañeros de correrías musicales de aquellos inolvidables años y confieso mi incapacidad para emitir un juicio ponderado. Sabíamos que era imposible acceder a él pero lo intentamos mi amigo y compañero Alfonso — el tipo con mayor capacidad para analizar una partitura que he conocido en mi vida — y yo. No hay manera. Pogorelich está literalmente «desaparecido». De pronto, junto a camerinos, se abre una puerta y por la misma asoma la cabeza y parte del tronco Pogorelich. Lleva las manos en los bolsillos y viste de forma distinta de la que instantes antes le habíamos visto en el recital. Nos cruzamos las miradas y cuando estamos a punto de solicitarle al menos un socorrido autógrafo — imposible la entrevista — compone un gesto de extrañeza y se vuelve a ocultar tras la puerta. Mi amigo Alfonso comenta: –«Jo, este tipo me recuerda más a los modelos que salen en los catálogos de El Corte Inglés que a un pianista…»—
Dentro de la producción discográfica realizada por Ivo Pogorelich podemos mencionar las siguientes grabaciones (Advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Suite Inglesa nº2, BWV 807, de Bach (DG 445573); Sonata para piano nº32 de Beethoven (DG 477861); Intermezzi Op. 117 de Brahms (DG 437460); Concierto para piano nº1 de Chaikovski, junto a la Sinfónica de Londres dirigida por Claudio Abbado (DG 415122); selección de Scherzos, Nocturnos, Estudios y Polonesas de Chopin (DG 415123); Concierto para piano nº2 de Chopin, junto a la Sinfónica de Chicago dirigida por Claudio Abbado (DG 410507); selección de Sonatas para piano de Haydn (DG 435618); Sonata en Si de Liszt (DG 429391); selección de Sonatas de Mozart (DG 437763); Cuadros de una exposición de Mussorgski (DG 437667); Sonata para piano nº6 de Prokofiev (DG 463678); Gaspard de la nuit de Ravel (DG 413363); selección de Sonatas de Scarlatti (DG 435855); Toccata Op. 7 de Schumann (DG 410520); Estudios sinfónicos de Schumann (DG 410520); y, finalmente, selección de obras de Scriabin (C MAJOR 701308); Nuestro humilde homenaje a este singular pianista.
Pareciera ser que a este hombre lo mató espiritualmente la muerte de su esposa.
Recuerdo que en algún ensayo de una ópera, una joven cantante se empeñó en hacer lo que le venía en gana en cuanto a la interpretación. Frente a la orquesta estaba nada menos que Arturo Toscanini.
Incómodo con los desvaríos de la soprano, el Maestro italiano le increpó por un pasaje que ella cantó sin duda mal. Muy jactanciosa, le indicó – a Toscanini, vaya!- que ella era la estrella y no Él!
Don Arturo se quitó sus lentes, la miró con sumo desdén y espetó: «Las estrellas sólo están en el cielo. Aquí en la tierra, tan sólo hay músicos buenos y malos…Y usted sin duda pertenece al grupo de los malos!»
Lección: puedes ser muy bueno en tu instrumento o con tu voz; pero siempre has de hacer lo que el Director ordena!
La muerte de su esposa llegó en un momento del todo inoportuno para Pogorelich, aunque al final pudo recuperarse un tanto y volver a la actividad musical.
En una ocasión, la Callas le dijo a Giulini que ella cantaba La Traviata de forma distinta a la Tebaldi. El entonces joven maestro italiano replicó: –«Señora, vamos a hacer esta ópera como Verdi realmente quiso que se hiciera»–
De todas formas, existe un cierto convencionalismo en la ejecución de obras para solista y orquesta. Ahí, el criterio reside en quién sea más figura. Fijaos en este vídeo de Horowitz y Giulini. El pianista ya le dice a Giulini que él va a tocar así un pasaje determinado y el director no tiene más remedio que aceptarlo.
Mis abrazos, Iván argentino y Paixao.
LEITER
Precisamente.
Horowitz y Giulini. Dos egos enormes (en el buen sentido, claro), admirables y venerables, protagonizando un choque de trenes (vi ese film hace muchos años), donde prevalece el criterio que indicas: el que sea más fígura.
Así las cosas, cómo se le ocurre a Pogorelich contradecir al Emperador Karajan, el más figura de todos?!?!?!?
Salve, mi fiel Leiter.
Leiter, una pregunta: ¿Cuál fue el criterio de los jueces para descalificar a Ivo Pogorelich del Concurso Chopin que tan brillantemente nos reseñas?
A mí me suena a «Profetismo del descalabro» que tan común es que se aseste a las incipientes carreras de los jóvenes brillantes. Como haya sido, sin duda Pogorelich salió airoso del desaguisado pues no se trata, en mi opinión de «quién recuerda al vietnamita» sino de «Por quién doblan las campanas» jajajaja
Cierto. Giulini parece hacer repaso de todas sus lecturas de corte estoicista para ceder la primacía egótica a Horowitz. Observen, amigos, el rictus del director ¿no es el de un subalterno con el ‘Sentido del Mérito» ofendido?
Abrazo, amigos míos
Los jueces se dividieron en dos bandos, los partidarios y los detractores de Ivo. Estos últimos alegaron que el pianista yugoslavo tenía unas formas de tocar muy heterodoxas, añadiendo además una forma de vestir del todo iconoclasta para este tipo de eventos. El criterio de los detractores se impuso y ello provocó que algunos del otro bando, como Argerich, abandonaran el jurado en señal de protesta. Fue un verdadero escándalo del que, curiosamente, salió del todo favorecido Pogorelich por su repercusión mediática.
El gesto de Giulini en el vídeo es: –«¡Joder, cualquiera le dice que no al tipo este…!»– Repito que en estas circunstancias, los galones pesan más que el hecho de que sea el director quien ha de unificar los criterios.
Mi abrazo, maestro Otto.
LEITER
Es divertido observar un discreto gesto con las cejas (y una fugaz encogida de hombros) por parte del personaje que media entre Horowitz y Giulini en los bastidores, cuando el pianista define lo que hará con la acciacatura. Cuando Horowitz pasa detrás del funcionario, éste observa a Giulini y emite ese “lenguaje de señas” como quien dice “¡qué le vamos a hacer!”. Debió sentirse como un pececito tratando de conciliar a dos tiburones… con mi favoritismo humano inclinado hacia Giulini, por cierto.
Ahora bien, parece que Pogorelich sí logró un prodigio: llegar a ser tan veleidoso como Horowitz pero con la mitad de sus años…
Un abrazo, leiter
¡Y eso que tenían las cámaras delante!
Un abrazo, Joaquín
LEITER
Ummm, no se, he estado escuchando algunos de los videos y me produce una sensación extraña, no se definirlo bien, nada que decir de como toca, es evidente que bien pero el sonido es como pesado, de hecho he comparado el waltz Mephisto con otros pianistas y es evidente la diferencia, es como si quisiera dar una vuelta de tuerca a la composición, señalar que el es distinto y por lo tanto toca diferente.
Respecto al escándalo del concurso me parece que basar la decisión en heterodoxias y trapitos es impresentable.
Y respecto en lo de «aquí se toca como yo digo», desde un punto de vista teórico quien dirige es el director que para eso lleva ese nombre por lo tanto se toca como manda el que lleva la batuta. En el caso de Guilini con Horowitz demuestra el buen carácter y la poca gana de un enfrentamiento del primero y endiosamiento irritante del segundo, creo que Giulini debió haber impuesto su criterio y en caso contrario que dirija otro, claro que desconozco en que condiciones se hizo ese concierto y como iban los contratos, quizás fue la mejor salida aunque no la mas airosa.
Tienes razón Zarzal en lo que respecta a las heterodoxias; sin embargo también hay que tener una justa medida de las cosas: supón que el día de hoy yo voy a dirigir Parsifal en la Wiener Staatsoper y me presento ante el público y la orquesta, vestido como rockero, o peor aún, disfrazado de payaso: alguien me va a creer que soy capaz de dirigir semejante obra de la manera apropiada?
Mira que hace un par de años vi en una revista unas fotos de una escenificación de Parsifal que francamente era grotesca: los personajes masculinos (Gurnemanz, Parsifal, Klingsor, Amfortas, Titurel, los Gralsritter) estaban travestidos! Y todo en nombre de la «modernización» en la música y la escena…Crees tú que yo voy siquiera a escuchar algo de eso? Me ofende sobremanera y de inmediato lo rechazo.
Una cosa es innovar y otra degenerar. No digo que Pogorelich haya llegado a extremos inaceptables, pero ciertos detalles a veces no pueden pasarse por alto, como la presentación en una audición.
Saludos.
Acertadísma tu apreciación sobre Pogorelich, querida Zarza, con la que coincido plenamente. Quiere ir más allá y utiliza las partituras para hacerse notar. Con todo, a nivel técnico y sonoro, es un pianista prodigioso.
Tened en cuenta una cosa muy sencilla de entender: La partitura para piano está escrita para ser ejecutada por el pianista. Su criterio, en este aspecto, debería ser el válido. Otra cosa es que el director exprese sus opiniones en ciertos pasajes. No sería de recibo tampoco que el director le dijera al pianista cómo se ha de tocar una cadencia. Es un tema en el que se requiere diálogo y conjunción, así de simple.
Curioso lo de Pogorelich: Adoptó unas formas de vestir que hoy en día son imitadas por muchos. En la actualidad, pocos directores se sirven ya del chaqué y usan en su mayoría jerseys de botonadura.
Mis abrazos, Zarza e Iván
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Bien, el solista debe tener libertad para ejecutar según su criterio que debe ser consensuado con el director, por lo tanto la comunicación director-solista debe ser la mejor posible y eso nos lleva a que por lógica debe de haber parejas de todo tipo desde las que no se entienden hasta las que con una palabra basta.
Ya puestos en faena tenemos al menos dos potencias en juego donde el eje es el director, de ese equilibrio puede salir un concierto glorioso ya que cuando se constituye un equipo el total es mayor que la suma de las partes.
Quizás esa sea la magia de los conciertos sinfónicos en directo, no solo es la música, es la sensación de formar en ese instante irrepetible parte de una comunidad.