Una obra musical de Claude, El Mar
Indice de contenido
* El Mar, escrita en el verano de 1903
* Estrenada el 15 de octubre de 1905 en París bajo la dirección de Camille Chevillard
* EFECTIVOS ORQUESTALES: 2 flautas, piccolo, 2 óboes, corno inglés, 2 clarinetes, 3 fagots, contrafagot, 4 trompas, 3 trompetas, 2 cornetas, 3 trombones, tuba, 2 arpas, timbales, bombo, platillos y sección de cuerda
* Duración aproximada de la ejecución: Entre 22 y 25 minutos
Las obras que Claude Debussy compuso para la orquesta fueron las de elaboración más complicada y difícil, al mismo tiempo que hoy en día se nos presentan como las más innovadoras y radicales. Tres puntuales experiencias resultaron decisivas a la hora de moldear la singular personalidad creativa del compositor francés: La revelación wagneriana acontecida en Bayreuth en los años 1888 y 1889 (Aunque dicha revelación fue más bien efímera), los descubrimientos sonoros de la música de Extremo Oriente durante la Exposición Universal de París de 1889 y la audición, en el mismo año, del complejo Boris Godunov de Mussorgski. A todo ello debemos sumar el ambiente artístico que Debussy frecuentó en su época y en el que trabó amistad con Verlaine, Laforgue, Louys, Proust además de conocer a muchos pintores que no dejaron de inspirarle. Debussy se anticipó casi medio siglo a su época, raramente dispuesta a comprenderle aunque hubiera llegado a apreciar sus obras. No resulta por ello extraño que casi todos los compositores de la segunda mitad del siglo XX hayan reconocido siempre la deuda que contrajeron con él. La obra de Debussy desencadenó un irremediable soplo de libertad en la música.
El primer esbozo de El mar surge durante el transcurso del verano de 1903 en Binchain, cuando el compositor concibe el proyecto de tres apuntes sinfónicos para orquesta. Según una misiva fechada en 1904, el compositor confiesa las dificultades que le está planteando la escritura orquestal de esta obra, «tan tumultuosa y variada como el mismo mar». Tras muchos esfuerzos la partitura se completa en 1905 y es presentada el 15 de octubre de ese mismo año en París durante una sesión de los Conciertos Lamoureux dirigida por Camille Chevillard. Al parecer, la poco inspirada dirección de Chevillard contribuyó a que la acogida de la obra fuese tan fría como insípida, por no decir que incluso hostil. Sin embargo, una segunda audición en los Conciertos Colonne realizada el 19 de enero de 1906 y dirigida por el propio compositor — que, paradójicamente, nunca fue un buen de orquesta — logró que la obra se impusiera y se convirtiera paulatinamente en un pilar de todo el repertorio sinfónico.
Se ha repetido hasta la saciedad que El mar es una verdadera sinfonía de Debussy, la única del autor. En efecto, el primer fragmento de la obra, sin repeticiones, cumple la función de un primer movimiento sinfónico tradicional, con su introducción lenta y de movimiento lento. La segunda pieza hace las veces de scherzo mientras que la última tiene el carácter de un verdadero finale con una forma próxima a la del rondó. Uno de los mayores errores que se producen a la hora de interpretar esta obra es considerarla como un mero poema sinfónico en tres partes, de ahí que algunos directores ensombrezcan la partitura con un lirismo romántico del todo anacrónico o con un excesivo trato impresionista que hace olvidar el plan firmemente trazado y equilibrado de la obra. El mar no es en modo alguno una descripción, sino que es una música creada a imagen y semejanza del mar, elemento móvil, imprevisible y libre. El análisis de esta obra es realmente complejo — hemos tomado referencias del excelente análisis desarrollado por Harry Halbreich — y para poder apreciar en detalle el universo sonoro de la misma recomendamos escuchar la obra con partitura en mano. En caso de carecer de mínimos conocimientos musicales, lo mejor es escuchar abiertamente la obra sin tratar de «predecir» o «pronosticar» absolutamente nada. Simplemente, dejarse llevar por la intrínseca belleza sonora de la música (Obviamente, esto es también recomendable para cualquier otra composición musical).
La versión que hemos elegido para seguir mediante los enlaces corresponde a una excelente interpretación de Gustavo Dudamel al frente de la Joven Orquesta Sinfónica de Venezuela Teresa Carreño. Uno no deja de admirarse ante la contrastada calidad global de una formación cuyos componentes no superan en su mayoría la edad de veinticinco años. Gran mérito atribuible, mayormente, al conocido como Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela diseñado por el legendario maestro venezolano José Antonio Abreu en 1975 y que 35 años después se mantiene con renovada y decidida vigencia. Sirva desde aquí nuestro humilde reconocimiento a esta extraordinaria labor cultural y pedagógica, verdadero orgullo para todos los venezolanos.
DESARROLLO DE LA OBRA
1- DEL ALBA AL MEDIODÍA SOBRE EL MAR: Una lenta introducción en si menor propone una fórmula por escalonamiento de quintas vacías — recurso frecuentemente empleado por Debussy — de la cual brotan los diferentes temas. Después aparece el tema cíclico dibujado por una trompeta con sordina y que posteriormente es alterado con numerosas variaciones. Todo esta introducción precede a una primera parte central en Re bemol mayor perfilada mediante trompas con sordina. Cada una de estas apariciones suscita un comentario melódico, como arabescos en la flauta o trazos del óboe, que culmina en un contraste de dinámica sonora. La segunda sección comienza con un tema ejecutado por los violoncelos, divididos a dos y en tresillos, que evocan el reflejo de las olas. Este tema reaparece en las trompas con gran fuerza a la vez que el tema cíclico resurge en la trompeta. Éste se ve seguido por una especie de inmovilidad orquestal sobre un pedal de dominante de Re bemol que introduce la coda, primeramente en Sol bemol mayor para volver a la tónica de Re bemol por medio de un nuevo tema surgido del elemento cíclico, solemne y destinado a reaparecer en el último movimiento. El deslumbramiento del pleno mediodía es enfocado por los metales mediante la acaparación del tema anterior de los violoncelos. Un acorde sostenido por el brillo de los platillos cierra la pieza. Magistral construcción.
2- JUEGOS DE OLAS: Uno de los movimientos orquestales más geniales de Debussy, toda una deconstrucción de motivos. Las distintas secciones se multiplican sin aparente solución de continuidad pese a que el tono principal conserva el Mi mayor y un tempo marcado en 3/4. Se suceden varios temas, lánguidos y caprichosos, hasta que una brusca cesura en Fa mayor superpone las fusas de un mar centelleante a un gracioso motivo expuesto por el clarinete. Es en este punto donde empieza el complicado desarrollo de los temas precedentes mediante variadas repeticiones. Un nuevo elemento melódico aparece en la trompeta al que le sigue una reexeposición en la tonalidad de Mi mayor. A todo ello se le suma un inesperado vals sobre un pedal de Sol sostenido. Todos estos temas se disuelven en la coda, basamentada en la tonalidad de Mi mayor. Complicadísimo ejercicio de análisis.
3- DIÁLOGO ENTRE EL VIENTO Y EL MAR: En esta tercera pieza aparece un elemento ineludiblemente dramático que en ningún momento parecía presuponerse en las dos partes precedentes. La estructura formal del movimiento es la de un rondó con tres estribillos y dos estrofas. El tema del estribillo es cantado por el óboe en Do sostenido al tiempo que reaparece el tema cíclico fuertemente entrecortado por violentos saltos cromáticos que simbolizan la tempestad. Una modulación a la dominante de Re bemol tranquiliza el episodio volviendo al estribillo y a un nuevo desarrollo de la estrofa basado en la variación rítmica del tema cíclico. En la coda, reafirmada en Re bemol, se combinan los diversos elementos temáticos con un breve recuerdo del movimiento inicial. La obra termina con un trino exacerbado en los metales que concluye con un golpe seco de timbal. En esta antagónica batalla entre el viento y el mar, es el primero de ellos quien se lleva la palma. Obra maestra del autor sin posible discusión.
VERSIONES RECOMENDADAS
– Pierre Boulez con la Orquesta de Cleveland. DG (Insuperable minuciosidad y colorismo)
– Sergiu Celibidache con la Sinfónica de la Radio de Stuttgart. ARTISTS FED (El rumano extrae riqueza sonora de cualquier motivo)
– Ernest Ansermet con la Suisse Romande. DECCA (Sólo un matemático como él puede entender tan genialmente esta pieza)
– Charles Munch con la Sinfónica de Boston. RCA (El riguroso análisis al servicio de la belleza sonora)
– Pierre Monteux con la Sinfónica de San Francisco. RCA (Obra objetiva para director objetivo)
– George Szell con la Orquesta de Cleveland. SONY (Perfecta interpretación orquestal)
– Arturo Toscanini con la Orquesta de Filadelfia. RCA (Buscó la perfección y la encontró, sin duda)
– Carlo Maria Giulini con el Concertgebouw. SONY (Sólo para incondicionales de Giulini. Muy nebulosa)
Por contra, sin llegar a ser malas versiones, descarto la de Daniel Barenboim con la Sinfónica de Chicago. TELDEC (Excesivamente manida) y la de Sir Georg Solti con la Sinfónica de Chicago. DECCA (Buena orquesta, sin duda, en una grabación muy secuencial y nada orgánica). Por supuesto, éstas no son sino meras apreciaciones subjetivas sin ninguna pretensión vinculante.
No se trata simplemente de una descripción musical muy bien lograda del Mar, no en el sentido de «Música Programática», expresión que empero me parece horrible. La Mer de Debussy es una visión idealista, que procura evocar la magia, la fantasía en un sentido metafísico, de todo el Oceano. Hay una sensación de desprendimiento en toda la partitura, una liberación de cadenas materiales que invitan a la reflexión del oyente y el ejecutante.
Algo análogo (en su propio campo de expresión) sucede con el Réquiem de Mozart y la Sinfonía Pastoral de Beethoven.
Transponer la inmensidad del mar…de un confín al otro…Cómo evoluciona tu recuperación amigo Leiter? Sorpresas nos aguardan y tan sólo el Mar se interpone.
Un gran abrazo.
Excelente, como siempre, tu lectura de esta obra.
Y yo que pensaba dedicarle algún rato… en fin ya se me ocurrirá algo.
Gracias y ánimo.
Por favor, que no nos quedemos los aficionados a la música sin algo de Debussy en tu excelente blog. Sería del todo imperdonable.
Un abrazo
LEITER
Ja, ja… Eso de Música Programática no es un término que te resulte atractivo, Iván. La verdad es que no resulta un término «sonoramente» feliz.
Yo creo que El Mar de Debussy es una descripción sonora no ya del mar, sino del propio universo sonoro del compositor.
Un abrazo, Iván
LEITER
completamente de acuerdo leiter, e iría aún más lejos, siguiendo a un crítico musical: «debussy es realmente el primer compositor que crea música de sonoridad pura»
saludos porteños
a propósito leiter de las versiones recomendadas por vos, tengo en un mismo cd «el mar» y «tres nocturnos» dirigidos por previn, pero al frente de la london symphony.
parafraseando un dicho popular inglés sobre tackeray y dickens, admiro «el mar» pero amo «tres nocturnos», especialmente «sirenas» con su canto hechizante, como debe ser el de toda sirena que se precie!!!
Los Tres Nocturnos son una auténtica delicia sonora y esa versión de Previn no es ni mucho menos mala.
La próxima temporada hablaremos de Debussy en GALERÍA DE MÚSICOS.
Un abrazo, Hugo
LEITER
Qué bocado sinigual, obsequio de neptuno pero plácido, sin sus iras aunque no carece en absoluto de fuerza y carácter. Recuerdo ahora la descripción aparentemente peyorativa de Nietszche (cuando su completo amor se transformo en completa petición de enemistad: «sé completamente mi enemigo») a la Melodía infinita de Wagner: es el mar, decía, es la sensación enervante de dejarse perder en el infinito oleaje: estupefaciente marino. También, todos los personajes de Thomas Mann (el más wagneriano quizás de todos los escritores junto, por supuesto, a Marcel Proust y a sus leitmotiven literarios) caen junto al mar ¿Existe un mejor lugar que el mar para caer? Pienso que no, especialmente si es éste mar cromático de Debussy.
Hay algo interesante de lo quizás podríamos hablar: los artistas «wagenrianos». Pienso por ejemplo en Debussy y en Hümperdinck desde luego, pero en pintura pienso en Arnold Böcklin y Otto Runge; en literatura, Mann y Proust… pero noto que me desvío
Los abrazo cofrades, te abrazo Maese.
Tu comentario parece adornar un cuadro de Caspar Friedrich…
Yo creo, y quizás el más grande wagneriano de esta casa, Iván, lo confirme, que Wagner se sentía cautivado por el mar en la misma forma en que yo me siento cautivado por las tormentas eléctricas nocturnas… Esto es, lo temía y adoraba al mismo tiempo.
El desarrollo melódico de Wagner, ciertamente, se pierde como en un oleaje. Pero Wagner es tan magistral que deja escuchar esos ecos que nos traen cada segundo las olas en su discurrir final hacia la orilla, un discurrir que no lo es tanto.
¿Mar o montaña? Me encanta contemplar las montañas de la serranía madrileña, esas cordilleras azuladas con ecos grises que tan magistralmente plasmó Velázquez en sus óleos. Pero la montaña es algo inerte. Cuando observo el mar siento algo que palpita y vive.
Marcel Proust… ¡Ahí hemos llegado! ¿Piensas, maestro Otto, que en realidad los personajes de Proust «caen»? No; se cobijan en el mar…
Y caminando bien temprano por El Retiro escucho las olas del mar… Este año no puedo peregrinar al sur.
Un abrazo, Otto
LEITER
Pienso que los personajes de Mann caen junto al mar, no los de Proust (cierto, el equívoco se debió a mi redacción). Recuérdese a Aschenbach en el Lido (Muerte en Venecia): después de que el grosero muchacho Jaschu lo hubiese derribado en la arena, Tadziu como un psicapompo se introduce en la mar y en este acceder a la melodía infinita del oleaje, la caída del artista sucede paralelamente.
Otro abrazo, Maese, para ti
En efecto, el Mar, la Montaña, el Bosque, el Viento…todas son idealizaciones de un Universo Arquetípico, a lo cual Wagner no era de ninguna manera ajeno.
Es por ello que el Rhin no es el Rhin simplemente: es el RÍO PRIMORDIAL.
Yo personalmente prefiero LA MONTAÑA.
Abrazos amigos.
Pasearemos y hablaremos de la vida cuando vengas a España, mi buen amigo Iván
Junto a la orilla del mar de Málaga…
Luego, si te quedan fuerzas, subimos hasta Ronda. Echarás de menos el mar.
Un abrazo
LEITER
creo leiter que efectivamente wagner se sentía cautivado por el mar. pero no solo ello queda evidenciado con la «tempestad musical» con que se abre «el holandés errante», sino con la propia idea de la ópera: el continuo devenir
y tal vez extremando el análisis, wagner se sentía cautivado por el agua, si nos atenemos al fluír musical de «tristán e isolda»…