La carrera de Pierre Boulez ofrece un impresionante material para contemplar la compleja relación entre el mundo cultural y la personalidad, entre la tradición y la vanguardia, entre la integración y la inadaptación. Boulez, figura solitaria e independiente, conquistó y renunció a considerables puestos y nunca se convirtió en un brillante representante de la moderna cultura musical ávida de éxitos. Despreció la aureola irracional de ciertos artistas para confiar única y exclusivamente en la competencia profesional y técnica. El desencantamiento consciente y el rechazo decidido al culto a la estrella adquieren en Boulez el nimbo de una magia realista en contraste con el ambiente dominante. Pero además, Pierre Boulez ha demostrado que, hasta cierto punto, el gran mundo musical todavía es permeable a los impulsos de las esferas productivas e innovadoras. Nunca se debe olvidar que Boulez no es tan sólo un director de orquesta. Es, sobre todo, un compositor y un intelectual de la música con una formación del todo amplia. Sólo teniendo en cuenta estas premisas se puede acceder a su particular universo sonoro.
Pierre Boulez nació el 26 de marzo de 1925 en Montbrison, alto valle del Loira, en el seno de una familia burguesa y católica de industriales. Pese a que el padre deseaba que Pierre estudiase ingeniería, lo cierto fue que el joven demostró unas aptitudes casi innatas para la música y desde los siete años recibió sus primeras clases de piano por parte de su hermana Jeanne. Ya en la Escuela Católica de St Étienne, Boulez formó parte de un pequeño conjunto de cámara y cantó en el coro de la institución. De forma paralela a su educación musical, en 1941 Boulez preparó su ingreso en la Escuela Politécnica para estudiar ingeniería y matemáticas. Tras unos infructuosos intentos de acceder como estudiante de piano al Conservatorio de Lyon (fue rechazado por manifiesta ineptitud), en 1942 consiguió ser aceptado en el Conservatorio de París como alumno de composición y análisis, dejando de lado sus estudios de ingeniería. Durante la ocupación alemana, Boulez abrazó la cultura alemana y renegó de la francesa, aunque eso no fue óbice para simpatizar con el Partido Comunista y renegar de la tradición católica de su familia. Protegido por autores como Messiaen, Leibowitz y Andrée Vaurabourg — la esposa de Hindemith — Boulez consiguió en 1945 el primer premio de composición del Conservatorio y empezó a poner en práctica sus ideas científicas y estrictamente lógicas en el ámbito de la composición. Imbuido en el estudio del método de composición de Schönberg, en 1948 llegó a ser director del grupo teatral Marigny de París, conjunto con el que realizó giras que le llevaron incluso por América.
En 1953, Boulez dio comienzo a los Concerts Marigny que al poco tiempo se hicieron muy célebres bajo la nueva denominación de Domaine musical. Junto a Stockhausen y Nono, durante de la década de los cincuenta Boulez fue uno de los encargados de dirigir los cursos de verano de Darmstadt y fue precisamente allí donde, aparte de revelarse como un teórico y compositor tan brillante como intolerante, empezó a desarrollar su carrera como director de orquesta. Alabado por su precisión y técnica, en 1958 fue invitado por Hans Rosbaud para dirigir la Orquesta Sinfónica de la Radio del Suroeste de Alemania en Baden-Baden, enclave que con el tiempo se convertiría en una especie de segunda residencia para Boulez. Ya en 1959, Boulez decidió abandonar Francia en protesta por la política cultural conservadora y se trasladó como docente de análisis musical y dirección de orquesta en Darmstadt y posteriormente en Basilea. En 1963 regresó a París para dirigir una representación de Wozzeck y tres años después debutó en Bayreuth con Parsifal. Más tarde, comenzó una brillante andadura como director al ser nombrado principal invitado en la Orquesta de Cleveland — junto con George Szell — para posteriormente acceder a la titularidad de la Orquesta Sinfónica de la BBC de Londres y de la Filarmónica de Nueva York, cargos en los que se mantuvo desde 1971 hasta 1974 y 1977 respectivamente. En ambos centros, Boulez realizó un trabajo pionero para la música contemporánea y provocó a los públicos (acostumbrados a la normalidad sinfónica) con exigentes ciclos de autores como Berlioz y Liszt, especialmente en Nueva York.
En 1976, el nombre de Boulez pasó a encabezar todos los titulares de las páginas musicales del mundo al llevar a cabo en Bayreuth una polémica representación de El Anillo bajo la dirección escénica de Patrice Chéreau. La producción, ortodoxamente marxista, provocó la convulsión generalizada de los estamentos más tradicionalistas de Bayreuth y fue muy cuestionada aunque, con el paso de los años, acabó siendo aceptada como una producción muy estimable y de grandes aciertos, forzando una explotación aún más intensiva de las posibilidades de producción de Bayreuth en una época en que las tendencias progresistas resultaban del todo favorables en aquella localidad. (Al hilo de esto, un antiguo profesor mío, un conocido docente del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, ya fallecido, fue testigo directo de lo que sucedió aquel año en Bayreuth. Boulez, a quien en un principio le llovieron las críticas por su iconoclastia, contestó en una improvisada reunión: –«… Yo sólo soy el responsable musical y, por supuesto, he trabajado cara a cara con Chéreau… ¿Quebrar la tradición? No creo que haya que ataviarse con prendas de la época para tocar a Beethoven o a Wagner. Eso sí que sería manifiestamente ridículo»– Así me contaron cómo sucedió y así lo narro).
Una vez que hubo abandonado sus compromisos artísticos con las orquestas anteriormente citadas, Boulez se hizo cargo del IRCAM (Institute de Recherche et de Coordination Acoustique-Musique), centro de investigación musical del Centro Pompidou de París. Allí se convirtió en la mayor figura francesa de la música de vanguardia al tiempo que se unió al Ensemble InterContemporain, conjunto dedicado exclusivamente a la difusión de la música contemporánea. Ya durante la década de los años noventa, Boulez retomó su actividad como director de orquesta manteniendo una especial vinculación con la Orquesta Sinfónica de Londres y con la Orquesta Sinfónica de Chicago, conjunto del que fue nombrado principal director invitado en 2001. En la actualidad, Boulez sigue apareciendo en los estrados de las grandes orquestas en calidad de director invitado, aunque sobre todo en los festivales especializados en la nueva música.
Pierre Boulez es a día de hoy un director dotado de una asombrosa capacidad técnica y de un estilo superior capaz de interpretar las partituras más complejas con una visión del todo pulcra y clara. Su técnica de batuta destaca por un mecanismo de precisión que busca sobremanera la exactitud y la intención realista, a veces con severidad, pese a que durante los últimos años ha suavizado un poco su estilo. Capaz de dirigir con los brazos totalmente desconectados, Boulez posee además un oído portentoso que le sirve para detectar cualquier inapreciable fallo de afinación y que le otorga una especie de sexto sentido para clarificar los distintos planos sonoros. Su compromiso con la fidelidad a la partitura es total — en buena lógica con su faceta de compositor — y es uno de los grandes exponentes del objetivismo musical propuesto por Toscanini y seguido por Leibowitz, Scherchen y Hans Rosbaud. Su discografía es extensa y muy centrada en la música del siglo XX, aunque también ha realizado incursiones en la música de los albores de dicha centuria. Muchos críticos comparan su papel con el realizado por Berlioz en el siglo XIX: Un rebelde, y a veces intolerante, músico que ha provocado las opiniones más discordantes pero cuya presencia en el panorama musical de su tiempo ha resultado del todo determinante.
Durante su juventud (y nunca olvidando su faceta como compositor) Boulez se destacó como un mordaz y combativo crítico contra la ostentosa irreverencia del mundo cultural y sus representantes más conservadores. En una ocasión declaró que lo mejor que se podía hacer con un teatro de ópera era dinamitarlo, en el sentido más explosivo de la expresión. Los renombrados institutos de ópera le parecieron llenos de polvo y mierda, mientras que sus representantes no eran más que acicaladísimos peluqueros que aclaman un modernismo del todo superficial. Célebre fue también su polémica con el entonces ministro de cultura francés, André Malraux, por entonces muy considerado por el mundo intelectual, a quien calificó de parlanchín y débil. Con todo, resultó un tanto contradictorio el que posteriormente dirigiera en Bayreuth pese a la aureola de nueva modernidad propuesta por Wieland Wagner. El público de entonces gustó de comparar a Boulez con Robespierre — algo que jamás le desagradó — por su absoluto rigor artístico. Sin embargo, Boulez mantuvo una relación del todo pragmática con el instrumentario político-musical: Aún con las declaraciones más abiertamente agresivas, Boulez buscaba el efecto calculado de remover el embotamiento general mediante fuertes medidas del todo radicales.
Obviamente, con el tiempo supo aplacar su visceral sentido irascible. Durante los años de posguerra, Boulez escandalizó — junto con su pandilla de adeptos — el mundo elegante de los conciertos de los Campos Elíseos parisinos abucheando nada menos que a Stravinski (en un intento de demostrar que junto al Dios Stravinski existían también otros músicos contemporáneos). A Schönberg lo enterró en vida y únicamente respetó el nuevo serialismo de Anton Webern. Pero en su faceta como director de orquesta muchos compositores tampoco se salvaron de la quema: Con la excepción de algunas obras de Debussy, definió la música francesa como aleación difícilmente digerible entre Descartes y la alta costura. Haydn, Mozart y Beethoven suenan muy descoloridos en sus lecturas (racionalismo estructural) mientras que Liszt, Mahler y Wagner desencadenan la sensibilidad artificial y el sentido técnico de un Boulez metido a director de sonido. Con Verdi no fue capaz de hacer nada (música unidimensional) mientras que Brahms le pareció el representante del más rancio conservadurismo. Peor fue el juicio sobre Chaikovski, a quien no dudó en definir como charlatán musical. Dvorak, Sibelius o Shostakovich jamás aparecen en sus programas. Boulez aborreció siempre cualquier escenificación del desbordamiento de los sentimientos y mostró su mayor empeño en dirigirse a los sentidos por el entendimiento. Sin duda alguna, Boulez es un descendiente típico del racionalismo francés. Con sus puntos oscuros y no menos enigmáticos, Boulez sigue siendo una de las personalidades musicales más fascinantes del siglo XX. Quien esto escribe no puede disimular su rendida admiración hacia su figura.
De entre la producción discográfica debida a Pierre Boulez podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Música para cuerdas, percusión y celesta de Bartok dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DG 447747); Concierto para orquesta de Bartok dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (CBS 37259); Cantata profana de Bartok, junto con John Aler y John Tomlinson, y dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DG 435863); los 3 Conciertos para piano de Bartok, junto a Daniel Barenboim y dirigiendo la New Philharmonia Orchestra (EMI 62623); Sinfonías nº5, 7 y 9 de Beethoven dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (referencias desconocidas); Suite lírica de Berg dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (SONY 45838); Concierto para violín de Berg, junto a Pinchas Zukerman y dirigiendo la Sinfónica de Londres (SPMY 68331); Concierto de cámara de Berg dirigiendo la Sinfónica de la BBC (SONY 68331); Sinfonía Fantástica de Berlioz dirigiendo la Orquesta de Cleveland (DG 453432); selección de obras orquestales de Boulez dirigiendo el Ensemble InterContemporain (APEX 7499872); Sinfonía nº8 de Bruckner dirigiendo la Filarmónica de Viena (EUROARTS 2012757); Preludio a la siesta de un fauno de Debussy dirigiendo la Orquesta de Cleveland (DG 435766); Nocturnos de Debussy dirigiendo la New Philharmonia Orchestra (SONY 68327); El mar de Debussy dirigiendo la Orquesta de Cleveland (DG 439896); Pelléas et Mélisande de Debussy, junto a Shirley, McIntyre, Ward y Minton, y dirigiendo la Orquesta del Covent Garden (SONY 47265); Música acuática de Haendel dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (CBS 38480); Concierto para violín de Ligeti, junto a Saschko Gawriloff y dirigiendo el Ensemble InterContemporain (DG 439808); Concierto para piano de Ligeti, junto con Pierre-Laurent Aimard y dirigiendo el Ensemble InterContemporain (DG 439808); Sinfonías nº1, 3 y 6 de Mahler dirigiendo la Sinfónica de Chicago (DG 459610), la Filarmónica de Viena (DG 474038 y 445835); Rückertlieder de Mahler, junto a Violeta Urmana y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DG 389402); Pájaros exóticos de Messiaen dirigiendo el Ensemble InterContemporain (NAIVE 782179); Colores de la ciudad celeste de Messiaen dirigiendo el Ensemble InterContemporain (NAIVE 782179); selección de obras orquestales de Ravel dirigiendo la Orquesta de Cleveland y la Filarmónica de Nueva York (SONY 45842); Variaciones para orquesta de Schönberg dirigiendo la Sinfónica de Chicago (ERATO 45827); Pierrot Lunaire de Schönberg, junto a Boffard, Conquer, Queyras y Schäfer, y dirigiendo el Ensemble InterContemporain (DG 457630); selección de obras orquestales de Stravinski dirigiendo la Orquesta de Cleveland (UNIVERSAL 344402); Ionisation de Varese dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (SONY 45844); El Anillo de Wagner, junto a Hübner, Mazura, McIntyre y Jerusalem, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Bayreuth (DG 506209 — caja con 8 DVDs); y, finalmente, Das Augenlicht de Webern dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 447765). Nuestro humilde homenaje a este portentoso director de orquesta.
Voy a contaros algo divertido… En 1977, fuí a ver una representación del oro del Rin en la Opera Garnier dirigida por un inglés cuyo nombre no quiero recordar. Y bueno, a mi no haya nada que me guste más que hace ralgo que no puedo, que es salir de la Opera y meterme en un restaurante gastronómico como es el Cafe de la Paix donde no se come a menos de 130 € por persona pero este día el estudiante de lujo que yo era se metió por allí y me encontré cara a cara con Boulez que también acababa de asistir a la representación. Inmediatamente pensé «Dios mío, Boulez ! Que habrá pensado del inglés?» y mientras pensaba esto mi cara se iluminó de una sonrisa tendiendo a la risa, a lo cual Boulez contestó también con una amplisima sonrisa, pero insistente, muy insistente…Quizás era el momento de mi vida, quizás hubiera podido decir algo que hubiera cambiado mi destino, me lo pensé un segundo, pero de repente vi justo detrás la cara de Chereau y entendí que la situación no era en asoluto de su gusto, así que antes de desencadenar una eventual crisis de celos lo que hice fué quitarme de en medio…uuuuuffffff!!!!!!!!!! Es que Boulez lo tiene todo muy que muy parisino: el racionalismo, la manera de juzgar, los modales y determinadas locuras pasionales que se quedan fuera de la música. Un mundo que siempre me ha sido totalmente extraño. Hay que ver no obstante lo del Dr Böhm, no se pero…habrá sido el viejo dr un sarcástico?? En Viena deja su anillo a Zubín Mehta (tú me dirás…), también afirma que no dirige a Mahler por una cuastión de gafas, pero en Paris en 1977 en una entrevista dice: «Dirijo mejor la Pastoral que otros…pero vuestros impresionistas, que admiro mucho, los dejo a otros, por ejemplo a Pierre Bouez..es que este hombre es un genio!!»
No entraré a discutir su formación musical ni sus virtudes auditivas, aplicadas a la dirección orquestal. Respeto ámpliamente a todo aquel que toma una batuta y es capaz de dirigir una orquesta, tocar un instruemnto como solista o cantar en un coro o en la Ópera. Pero para mí, Pierre Boulez no es más que sonido. Falta por completo el contenido, por lo menos el real.
Dos son las plataformas desde donde juzgo a Boulez: se me tildará tal vez de injusto por no abordarlo desde una perspectiva más amplia, pero es que mi conservadurismo se opone radicalmente a todo lo representado por él, especial y precisamente por los puntos de partida que menciono.
1 – Bayreuth, 1976: ha sido el más escandaloso acto de terrorismo musical perpetrado en contra de la enormidad wagneriana, su razón de ser, su posición en el mundo y la Historia, su mensaje, su sentido. Desmitificar de forma tan vulgar la Tetralogía, para convertirla en un himno de la depravación mental moderna, que apela a la subversión política como medio para obtener réditos egoistas a costa del engaño, me parece abominable, monstruoso. La Gnosis wagneriana se disolvió en el ácido de una concepción meterialista, burdamente mundana. Un destello de la Áurea Edad con su Sabiduría Solar -el wagnerianismo más puro- fue adulterado para ponerle al servicio de la Edad de Hierro, aquella que conduce al Plomo intratable. Por otro lado, la producción del Centenario ha servido de inspiración y justificación para montajes AÚN PEORES en los últimos años, productos de mentes enfermas cuyo objetivo es envenenar aún más las mentes, mediante el crimen más execrable a la obra de Wagner. Que no me venga Boulez con la excusa que el montaje era cosa de Chereau. Trabajó con él, por lo tanto, le dio su aval para hacer lo que hizo. Yo en su lugar, al ver eso, lo que monto es en cólera y declaro la Tercera Guerra Mundial. Tampoco es de recibo por parte de Boulez, el decir que no es preciso ataviarse estilo siglo XIX para interpretar a Beethoven o a Wagner. Eso no justifica vulnerar el pensamiento y las intenciones del Maestro, quien para sus Óperas concibió algo muy distinto, SACRO, que Boulez maliciosamente convino profanar.
2 – Salzburgo, posterior al 16 de julio de 1989 -cuando los Dioses abandonaron Salzburgo: de la mano de Gerard Mortier, el señor Boulez pisoteó y masacró toda una época de aristocracia, cuando adoptó el Festival de Salzburgo como si este fuera un circo barato ambulante. Las calles de la Villa a orilas del Salzach apestan a malas intenciones. Insisto en mi respeto hacia todo aquel que interprete música, pero llevar a Salzburgo programas centrados en Nono o Stockhausen, es un despropósito, habida cuenta que con ello desplazó a Mozart y a Richard Strauss de sus lugares de privilegio. Hoy en día, por supuesto que estos grandes están presentes, pero de una forma inaceptable. Lo que comenzó en Bayreuth con un atropello a la Obra de Wagner, ha sido cosechado en Salzburgo con insolentes montajes de las Óperas de Mozart. La tan sonada edición reciente de todas estas Óperas (Deutsche Grammophon creo), en el marco del Festival, es grotesco y es consecuencia de Boulez y sus desvaríos innovadores. No hace mucho, Die Frau ohne Schatten de Strauss también fue representada como una moderna película de multimillonarios hollywoodenses. Y no hablar de La Traviata de Verdi, con Rolando Villazón y Anna Netrebko…Sonido, nada más que sonido, pero la esencia…PERDIDA. Gracias Boulez, gracias Mortier! Habéis acabado con todo lo que era sagrado…
Libertad no implica libertinaje. Una cosa es querer innovar, procurando nuevas alternativas, y otra es destrozar. Lo que Boulez ha hecho es violentar el lecho del río, de una forma tan agresiva y abrupta, que el desequilibrio provocado parece irremediable. Templos muy grandes han sido hechos pedazos, bajo los bombardeos terroristas de la inadaptación. Está visto que quien no logra erigir monumentos, se compace en destruirlos.
Ojalá pudiera decir que me parece insípido, pero no…Es algo mucho peor. Yo no puedo ocultar mi antipatía por Boulez.
Mi abrazo a vosotros, amigos y hermanos.
Pues así queda dicho, amigos y hermanos. Con total libertad. No entro en el debate ya que para mí Boulez es un personaje crucial en la historia de la música aun con sus posibles defectos. No nos pondríamos nunca de acuerdo entre nosotros. Me agrada que cada uno exprese su opinión. No pasa nada. Y en eso consiste un debate. De todas formas, mi buen amigo y hermano Iván, llamar «terrorista» a Boulez me parece un poco fuerte. Esa acepción tiene un componente muy sensible, por lo menos aquí en España, y que yo sepa Boulez no ha tiroteado a nadie ni ha puesto ninguna bomba. En mi humilde opinión, y con todo el respeto hacia ti, tal vez hubiera sido más deseable buscar otro vocablo.
Un abrazo, amigos y hermanos
LEITER
Es un tema espinoso…pero hoy no escribí realmente todo lo que quería expresar, y hay una cosa que sí quiero decir: que la versión que hizo Boulez de los Gurrelieder de Shoenberg me volvió loco y que este día entendí el gran músico que podía ser este hombre…
Cambiemos «terrorista» por «desatinado», para no ser realmente injusto hacia el hombre, más que hacia el músico. Aunque «traviesillo» podría también habérsele aplicado…
Y dejemos a los terroristas de lado, eh?
Abrazos, amigo y hermano.
Así está mejor, creo yo, Iván. «traviesillo» se quedaría un poco corto… Ja, ja. Por cierto, Jamás he escuchado una Consagración de Stravinski tan perfecta como la llevada a cabo por Boulez.
Un abrazos, amigos y hermanos
LEITER
Tomaré buena nota y la buscaré para escucharla, de modo que descubra las travesuras de Boulez con Stravinsky…
Abrazos amigo y hermano.
Convengo totalmente con el elogio de Jean François a los Gurrelieder versionados por Boulez. Siendo como son una partitura desbordada, Boulez la somete a un grado admirable de lucidez y belleza sonora. Ese don «clarificador» del francés queda de manifiesto asimismo en la Consagración… aludida por Leiter. Por ahí se ve lo bien que este hombre sabe ir tras del sentido de la música, aunque para ello decide negarse a cualquier recurso intuitivo o impulso sentimental para preferir la sola razón, aguda, y nítida, pero también fría, despojada adrede del calor emotivo. Lo entiendo como reacción –tanto del hombre como del compositor– a los desmadres del Romanticismo. Y desde ese mirante mi postura frente a lo acontecido en Bayreuth es menos pugnaz que la de Iván; desecho los inventos de Chereau –la tiranía de los régisseur– pero aprecio el mérito musical de Boulez en esas jornadas. Y hasta ahí llego, pro bono pacis. Eso sí, aunque las incursiones del «traviesillo» en el repertorio tradicional son polémicas, sus opiniones, sin ser justas, son saludables por remecer la autocomplacencia del mundo musical. Con todo, el «traviesillo» también corre riesgo de quedar encadenado a ese opinante insolente que ha sido su creación.
Suscribo tu comentario en su totalidad, amigo Joaquín.
Un abrazo
LEITER