A golpe de martillo «El Mercurio Volador»
La renovación de la escultura manierista florentina va a ser llevada a cabo, curiosamente, por un artista valón nacido en Douai en 1529 y cuyo nombre originario, Jean de Boulogne, se convertirá en el más refinado de Giambologna.
En su traducción española, Juan de Bolonia representa a un escultor de amplias capacidades y registros que llevó a cabo fantásticas fuentes, tensos grupos en lucha y escenas antológicas, además de un sin fin de figuras en bronce. De esta manera, Juan de Bolonia se convirtió en el maestro de los escultores de la generación siguiente.
Sabemos que desde 1550 Juan de Bolonia se encontraba en Italia absorbiendo primeramente la lección de la Antigüedad en Roma y posteriormente en Florencia, ciudad en la que se estableció y tomó contacto con Miguel Ángel.
El taller de Juan de Bolonia funcionó a pleno rendimiento hasta el año 1605, año en el que fue reconvertido en comercio de exportación por Antonio Alessi. Una de las características fundamentales del arte de Juan de Bolonia es que supo introducir en sus obras un nuevo elemento dinámico, los juegos de agua, que determinan una fantasía luminosa y móvil dentro de espacios minuciosamente calculados.
La obra más conocida de Juan de Bolonia es el Mercurio Volador (1565) realizado en bronce y ubicado en el Museo del Bargello florentino aunque una réplica del mismo también se encuentra en el Museo del Louvre.
El mensajero de los dioses está representado en una posición en suma inestable, apoyado sobre la punta de un pie mientras que la otra pierna se lanza hacia atrás en diagonal con el brazo cuya mano señala los cielos que le envían.
Con una inspiración en modelos antiguos, Juan de Bolonia expresa con su dinámica figura una apariencia de movimiento. Pero en verdad se trata de un movimiento congelado que se lanza en actitud vertical de fuerza y ligereza pese a su altura, cercana a los dos metros. La escultura, como característica propia del manierismo, adopta un infinito número de puntos de vista en función de su composición helicoidal.
Todo el estudio de la figura en su trazo diagonal anticipa la escultura barroca y, en cierta manera, sirve de puente entre el clasicismo renacentista romano y el manierismo toscano.


Qué bien descrita esta maravillosa obra, leiter!
Me impacta la cantidad de facetas que tiene según de dónde la mires. Y esa ligereza…
Qué bien escoges!
Besos
Es un chavalillo encantador este Mercurio, tan ligero y volátil.
Siempre me ha gustado esta escultura de peso más que respetable y es que a pesar de ser deliciosa, delicada y sugerente no dejo de fijarme siempre en el mismo punto, la base.
Es un ejercicio de equilibrio el que hace Mercurio que me asombra, siempre espero que tropiece y se de de narices con el suelo o que el apoyo deje de funcionar y se estampe patas arriba de forma poco elegante teniendo en cuenta que las alitas tan monas de pies y casco le iban a servir de poco.
El caso es que sigue en pie a punto de despegar nuestro alado mensajero.
Juan de Bolonia, buen trabajo, Mercurio le está muy agradecido de conservar su nariz intacta.
http://youtu.be/RkiiAloL6aE
La concepción artística de diversos creadores cuyo «martillo y cincel» se ha propuesto la representación de dioses y héroes, ha producido una especie de estandarización del concepto, por lo menos en lo que a ciertos dioses respecta. Es así como obras que representan deidades juveniles parecen tan hermanadas las unas con las otras. Este Mercurio goza de la primavera de la edad, al igual que las esculturas de Apolo.
En el Museo del Louvre hay una bellísima estatua que representa al Portador de la Luz, con la frescura y el ímpetu de una lozana juventud: la estrella de cinco puntas corona sus encaracolados cabellos, mientras en sus manos lleva la antorcha del fuego prometéico y las cadenas rotas de una tiranía vencida, la del dios del desierto. Su posición es exactamente igual a la de Mercurio Volador.
Creo que todo esto obedece a un Arquetipo, en el mejor sentido jungeano.
SAPERE AUDE!
Prosigue el trabajo alquímico.
Abrazos Gran Maestre.
PD. Tranquila Zarza: Mercurio no se romperá la nariz. Los dioses no tienen peso. Y sobre el enlace: la imagen no es Mercurio, es la Luna…en fin…
Iván, es curioso, hoy dos personas me han dado dos planetas de Holst, Jupiter y Marte, ahora tu sacas la Luna.
Iván, tu comentario me ha puesto nostálgica, la nostalgia del tiempo pasado que no vuelve. Los dioses han muerto, dios ha muerto y estamos solos.
¿Qué pretendes, Zarza? ¿que el pobre Mercurio acabe con la nariz arrugada?
El Renacimiento supuso un gran adelanto técnico a la hora de realizar los cálculos volumétricos necesarios para que una estatua adoptara la frágil e inestable posición que podéis ver en este ejemplo. Lo que más me gusta de esta obra es la sensación de ligereza que el autor imprime al protagonista, propio de sus características divinas.
¡Hay mucho donde escoger, Reina Amalia! Esa es precisamente la dificultad: Decantarme por algún ejemplo.
Besos y abrazos
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No, no se pegará un trompazo que para eso está Juan de Bolonia. Es una escultura deliciosa que no se cansa uno de admirar. Una de las cosas que más me gusta es el hecho de haber representado a Mercurio como un jovencito, eso es casi imprescindible para que la sensación de ligereza sea creíble.
Siempre es impresionante Giambologna y lo es, no dejará de serlo, su Mercurio Volador.
Este joven liviano, levita con pétaso y caduceo en la siniestra mano, mientras que con la diestra señala hacia el cielo como si fuese un Bautista leonardesco.
Los jóvenes escultores que vinieron después de Miguel Ángel hubieron de enfrentarse con lo teratológico en aras de despuntar, por propios méritos, después de sus colosales antecesores. Los artistas del interregno esculpieron precisamente colosos –leitmotiv–, monstruos y grutas amorfas con estalactitas y estalagmitas caprichosas. Extrajeron de lo informe la grandeza. Giambologna equilibra sobre los dedos del pie al Dios de los ladrones, pero también diseña al Appenino -ese montículo monstruoso, prefiguración del Ent- y da forma a espantables pajarracos de pieles abultadas y plumaje pétreo…
La grandeza de estos escultores (pienso también en Bernardo Buontalenti y el mismo Benvenuto Cellini)consiste en que hubieron de ser estrambóticos y narcisos… ¿qué queda después de las glorias que les antecedieron? Algo: minar las bases y construir propias…
Abrazo enorme
¡El mejor Otto de siempre ha vuelto! Gran comentario, maestro.
Acertadísima apreciación sobre la mano derecha a la manera de Leonardo. Del todo de acuerdo.
Mi admirado abrazo, maestro Otto
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