masaccio-el-tributo

* Fresco
* 255 x 598 Cm
* Realizado entre 1424 y 1425
* Ubicado en la Capilla Brancacci, Iglesia del Carmine; Florencia

 Es indudable que Masaccio fue uno de los pintores más revolucionarios de la historia del arte, un artista que hace estallar los moldes donde se comprime el estilo gótico para dar paso a una nueva concepción renacentista en el lenguaje pictórico. Frente a la brillantez formal de un estilo que pretende hacerse pasar por moderno, Masaccio recurre a una humanidad ideal e individualizada, plenamente responsable y generalmente reducida a su anatomía esencial. Masaccio, contra lo que se ha venido afirmando, no tuvo en Masolino a un verdadero maestro en el arte de la pintura, sino más bien a un colaborador. Su auténtico maestro no procedía del mundo de la pintura, precisamente; sin embargo, la influencia de su amigo Brunelleschi en el ámbito de los nuevos estudios sobre la perspectiva influyó decisivamente en la traslación de dichos principios de perspectiva a la pintura.

 Para Masaccio, el tratamiento del espacio en profundidad, el vigor del volumen de las figuras, el empleo de luces y sombras naturales y el aspecto geométrico de la composición son valores destacables que se funden en un sorprendente desarrollo de la perspectiva, a menudo con distintos puntos de fuga hallados en diferentes distancias. Y a ello se le suma una preocupación humanística que prescinde de cualquier escenario ficticio que pueda restar virtualmente el protagonismo que sus figuras en todo momento merecen. Con Masaccio, la pintura se humaniza y se desviste de cualquier aditamento que impida contemplar la verdadera realidad de las escenas que el pintor trata de plasmar.

 Todas estas consideraciones previas no dejan de sorprender si tenemos en cuenta que Masaccio falleció en Roma con tan solo veintiséis años, una edad donde muchos artistas se encuentran en una primera fase de su trayectoria profesional. Con ello, podemos entonces entender la trascendencia de Masaccio para todo el desarrollo posterior de la pintura renacentista. Además, la última restauración realizada en la Capilla Brancacci nos ha permitido descubrir a un pintor con aún mucha más fuerza expresiva de lo que inicialmente se presuponía. Por vez primera se ha expresado un nuevo sentido en el lenguaje pictórico que dignifica al hombre y a su papel en el universo y que, inaugurando el mundo moderno, pone fin al Medievo.

 En 1424, Masolino contó con Masaccio para los trabajos de decoración de la iglesia florentina de Santa María del Carmine, actividad que les ocupó un espacio de tiempo de aproximadamente cuatro años. Sabemos que Masolino se ausentó durante año y medio como consecuencia de un viaje a Hungría, por lo que Masaccio trabajó solo en este intervalo de tiempo. La decoración de la capilla fue encargada por Felice Brancacci tras un exitoso viaje comercial y diplomático a Egipto. Tras muchos avatares, los frescos que se han conservado hoy en día corresponden con los de los muros laterales y del fondo (Donde posteriormente también intervino Filippino Lippi). Aunque no hay unanimidad acerca de las explicaciones que justifican la elección de escenas de San Pedro, algunos simbolismos de El Tributo parecen evidenciar una referencia hacia el catasto, un nuevo impuesto directo que se basaba en la declaración personal de cada ciudadano.

 El relato, sacado de Mt 16, 24, se compone de tres tiempos: En el centro, Cristo ordena a San Pedro sacar de la boca de un pez la moneda que el recaudador de impuestos solicita; a la izquierda, Pedro se agacha para extraer la moneda y a la derecha se la entrega al recaudador. El fresco está perfectamente hilvanado en base a la atención que se requiere del grupo central de personas y a las obedientes repeticiones de los gestos de San Pedro en los laterales. Como afirmábamos en líneas precedentes, se nos muestra una humanidad individualizada y fuertemente caracterizada por primera vez. La personalidad de cada uno de los personajes es un vivo reflejo del pensamiento antropológico de la época y, por extensión, de la obra de Masaccio.

 En todo momento, el tratamiento de las figuras es naturalista y atrevidamente convincente. Hay una apariencia escultural que transmite una palpable sensación de volumen, a lo que se suma el dinamismo de la escena y el juego psicológico mediante el cruce de miradas. La figura de Cristo parece constituir el principal foco de luz que se va difuminando perfectamente en los suntuosos pliegues de las figuras, cuyas túnicas reflejan la maestría cromatística del pintor a la hora de matizar los colores rojos y bermellones con unos arriesgadísimos tonos azules y verdosos. La armonía del conjunto se logra mediante una sabia disposición consecutiva de las distintas masas cromáticas.

 El Tributo, en definitiva, es una pintura del todo fascinante por las diversas emociones con que el pintor dota a sus personajes y por una acertada fusión entre lo que supone esta nueva técnica del tratamiento de los figurantes con un perceptible clasicismo que subyace por toda la composición.