Desgraciadamente, muchos directores de orquesta alemanes pertenecientes a la fabulosa generación de las primeras décadas del siglo XX tuvieron que elegir un camino azaroso como consecuencia de la siniestra dictadura nazi instaurada a partir de 1933. Algunos de estos maestros habían ya alcanzado los puestos más elevados de la jerarquía musical alemana cuando los vientos del obligado exilio les llevaron al otro lado del mundo para trabajar, en algunos casos, en cargos que no se correspondían con el excepcional nivel artístico y profesional que atesoraban. Algunos de estos directores ni siquiera eran judíos, pero su conciencia moral y política llegó a ser incompatible con el régimen de Hitler. Uno de los casos más paradigmáticos de esta triste situación fue el de Fritz Busch, un director al que el mítico Toscanini llegó a considerar como el más grande de su época.

 Fritz Busch nació el 13 de marzo de 1890 en  Siegen, Westfalia, en el seno de una familia muy aficionada a la música y en donde el padre era un conocido fabricante de violines (de hecho, los hermanos de Fritz Busch, Adolf y Hermann, llegaron a ser unos excelentes instrumentistas, el primero violinista y el segundo violoncelista). Con una habilidad asombrosa para aprender a tocar cualquier tipo de instrumento, Busch ingresó en 1909 en el Conservatorio de Colonia para estudiar bajo la tutela de Fritz Steinbach, quien desde entonces se convirtió en su protector. Ese mismo año Busch debuta como director de coro del Teatro de Riga y durante los veranos ejerce también como director de los conciertos del casino en el aristocrático balneario de Bad Pyrmont. En 1912, con solo 22 años cumplidos, Busch se hace cargo del Teatro de Aquisgrán por un período de seis años y allí conoce a Max Reger, con quien le unirá una sincera amistad. Finalizado ese contrato, en 1918 sucede a Max von Schillings en la Ópera de Stuttgart y cuatro años más tarde ocupa el mismo puesto en Dresde, uno de los más atractivos e influyentes teatros de ópera europeos. Allí Busch desarrolla una magistral labor que algunos comparan con la que hizo Mahler en la Ópera de Viena años atrás, convirtiendo el teatro sajón en uno de los escenarios operísticos más importante de toda Alemania. Busch, a diferencia de Mahler, supo ganarse las simpatías de todos y demostró unas encomiables dotes organizativas en los once años que duró su labor en Dresde. Tradicional lugar de los estrenos de las óperas de Richard Strauss, Busch presentó allí Intermezzo en 1924 y La Helena egipcia en 1926 (en cambio, no pudo dar a conocer La mujer silenciosa por el veto nazi, algo de lo que más tarde se aprovecharía el doctor Böhm). Durante aquellos años Busch compaginó su labor con la Staatskapelle con giras de conciertos y representaciones operísticas en Bayretuh, Salzburgo o Zurich. No resulta exagerado afirmar que, por aquel entonces, Fritz Busch era uno de los tres directores más cotizados y requeridos del mundo.

 Sin embargo, cuando los nazis subieron al poder en 1933, debieron percibir en Busch un enemigo decidido. Durante una representación de Rigoletto de Verdi, Busch fue literalmente expulsado del Teatro de Dresde por una perturbación del todo organizada. Si bien todavía confiaba en la conducta oficial de los nazis — aunque a decir verdad nunca se hizo ilusiones sobre aquella ideología — se negó categóricamente a regresar a Dresde aunque al mismo tiempo intentó obtener su rehabilitación. Hitler, pese a que condenó a título personal los sucesos de Dresde, no estuvo dispuesto a distanciarse en público de los espontáneos excesos de la militancia nacional-socialista. Busch, que ya se había negado a reemplazar en Bayreuth al enemigo del régimen, Toscanini, se largó a Buenos Aires, vía Suiza, y allí se puso a trabajar en el Teatro Colón de 1933 a 1936, iniciando una de las épocas doradas del coliseo argentino. A partir de 1934, Busch también trabajó en las primeras ediciones del Festival de Glyndebourne junto a Erbert y Rudolf Bing. Nacionalizado argentino desde 1947, Busch se dedicó durante los años posteriores a dirigir como invitado numerosas orquestas, con especial atención a la Sinfónica de la NBC que había fundado Toscanini. También dirigió en el Metropolitan y en la efímera New York Opera Company. En 1950 volvió a Austria para dirigir unas representaciones en la Ópera de Viena y un año más tarde actuó en Colonia y Hamburgo. Con graves problemas cardíacos, Fritz Busch finalmente falleció el 14 de septiembre de 1951 en el Hotel Savoy de Londres.

 Fritz Busch fue el primero en morir, tres años antes que Furtwängler y Krauss (1954) y cinco antes que Erich Kleiber (1956), de los grandes directores alemanes de su generación. Su temprano fallecimiento, así como los cerca de veinte años que se mantuvo ausente de Alemania, condicionaron en buena medida a que perdiera buena parte de la fama que le había precedido. Para muchos especialistas, Busch fue un pionero en la interpretación de dos compositores tan dispares como Verdi y Mozart. Supo descubrir a un nuevo Verdi para el público alemán, acostumbrado sólo al trío del Rigoletto, El trovador y La traviata, con unas espectaculares representaciones de Otello, Un ballo in maschera y Falstaff, óperas que pronto pasaron a formar parte del repertorio habitual de los teatros alemanes. Y en lo relativo a Mozart, es indudable que Busch creó un nuevo estilo mucho más objetivo frente a las versiones ultrarrománticas que solían darse de las óperas mozartianas en aquellos años. Busch disminuyó la imagen sonora tradicional en las interpretaciones del genio salzburgués y se esforzó por buscar el verdadero equilibrio musical de sus óperas, con lo que buena parte del público alemán tuvo entonces la sensación de escuchar a una especie de Mozart inédito o desempolvado. No obstante, las versiones de Mozart realizadas por Busch dieron lugar a una de las mayores controversias musicales del siglo XX.

 La dirección orquestal de Fritz Busch no tuvo nada de brujería y nunca se vio afectada por el exhibicionismo. El suyo era un trabajo pulido, con poco afán de protagonismo, y buscando siempre la riqueza de las sonoridades y la puntuación precisa. Sin querer nunca destacar en primer plano como individuo, empero Busch sabía ejercer una enorme autoridad sobre los profesores de las orquestas. Pero dicha autoridad no obedecía a planteamientos premeditados, sino que surgía por sí sola a través de sus elevados conocimientos técnicos y de su polifacética personalidad. La claridad de su gesticulación llegó a ser tan precisa que era realmente difícil que algo fracasase durante los conciertos o representaciones operísticas. A diferencia de otros colegas de su generación, Busch se supo desviar de la tradición romántica de interpretación y se postuló como un genuino representante del moderno objetivismo que esgrimía Toscanini. Pese a que hoy en día su figura no esté lo justa y suficientemente valorada, nadie puede dudar de que Fritz Busch fue uno de los primeros directores alemanes que, enteramente conscientes de la tradición, lograron sin embargo una actitud del todo cosmopolita, un riguroso equilibrio entre tradición y nuevas formas de interpretación.

 De entre la producción discográfica debida a Fritz Busch podemos mencionar las siguientes grabaciones. (Advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación pueden no corresponderse con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Sinfonía nº3 de Beethoven dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Austria (REMINGTON 19921); Concierto para violín de Beethoven, junto a Adolf Busch y dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (IDI 334); Obertura de Leonora II de Beethoven dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Danesa (EMI 75103); Sinfonía nº2 de Brahms dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Danesa (EMI 75103); Obertura Trágica de Brahms dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Danesa (EMI 75103); Sinfonía nº36 de Mozart dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la BBC (BIDDULPH 83066); Obertura de Don Giovanni de Mozart dirigiendo la Orquesta del Festival de Glyndebourne (GUILD 2356); Las bodas de Fígaro de Mozart, junto a Rautawaara, Mildmay, Henderson y Helletsgruber, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Glyndebourne (PEARL 9375); Così fan tutte de Mozart, junto a Nash, Fassbaender, Brownlee y Souez, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Glyndebourne (PEARL 9406); Sinfonía nº5 de Schubert dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Winterthur (GUILD 2352); Don Juan de Richard Strauss dirigiendo la Filarmónica de Londres (GUILD 2356); Obertura de Tannhäuser de Wagner dirigiendo la Staatskapelle de Dresde (PROFIL 7032); Lohengrin de Wagner, junto a Maison, Hoerner, Lawrence y Destal, y dirigiendo la Orquesta del Teatro Colón de Buenos Aires (ARCHIPEL 182); y, finalmente, Obertura de El cazador furtivo de Von Weber dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio Danesa (EMI 75103). Nuestro humilde homenaje a este grandioso director de orquesta.