En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar el Preludio al Acto I de la ópera Palestrina del compositor alemán Hans Pfitzner. La versión del enlace se corresponde a una lectura debida a la Orquesta Filarmónica de Berlín bajo la dirección de Ferdinand Leitner de la que no hemos encontrado referencia alguna en formato CD si bien existe todavía un disco LP editado en el sello Deutsche Grammophone con dicha pieza (ref 2543822). El preludio comienza con una suave introducción que adquiere expresiva intensidad tras una elevación musical subrayada por redobles de timbal para luego regresar a un calmado pero interrogante final. La música parece transportarnos por entero al mundo en el que se desarrolla la trama principal de la obra y que no es otro que el de las intrigas que surgieron a partir de la celebración del Concilio de Trento (1545-1563) durante el cual, entre múltiples discusiones religiosas, se puso en cuestión la necesidad de revocar la polifonía (Ars Nova) en los cantos sagrados para volver casi a la homofonía gregoriana. Tal vez narrado de forma legendaria, se dice que el compositor Giovanni Pierluigi da Palestrina compuso su famosa y extraordinaria Misa del Papa Marcelo como respuesta a aquella disposición, sonando su música polifónica tan milagrosa y bella que la discusión quedó del todo cerrada y no se habló más del asunto. En 1565, el papa Pío IV escuchó la misa de Palestrina y se quedó del todo prendado por la sensualidad de la misma, llegando a afirmar que aquellos eran los cánticos que el propio apóstol Juan escuchó en Jerusalén en tiempos de Cristo. La ópera Palestrina de Pfitzner, tal vez su obra más conocida, muestra un estilo del todo romántico conforme al conservadurismo exhibido por el compositor, más ligado por estas fechas a la tradición de Von Weber y Schumann que a la notable influencia que siempre ejerció en él Wagner. La ópera fue estrenada en Munich en 1917 bajo la dirección de Bruno Walter y en la actualidad no es muy representada pese a que es del todo estimada por numerosos expertos.
Durante los últimos años del siglo XIX, la frontera entre la vieja y la nueva música se situó aproximadamente en la generación de los compositores nacidos entre 1870 y 1890. Para los más jóvenes fue normal un enfrentamiento con los hallazgos de los clásicos de la música moderna frente a una generación de tránsito que, no queriendo protagonizar el epígono entre tradición romántica y posrromanticismo, se dividió entre aquellos que sirvieron de resorte para potenciar nuevas formas (Mahler, Richard Strauss…) frente a otros que adoptaron una tendencia del todo conservadora (Joseph Haas, Franz Schmidt, Max Reger y el propio Wilhelm Furtwängler, en su faceta de compositor, entre otros). El conservadurismo y la defensa a ultranza de la tonalidad fueron esgrimidos contra el peligro futurista que suponían autores como Busoni y muy especialmente Schönberg, ya en un plano de ruptura tonal absoluta. Sin duda, fue una época complicada porque un movimiento tan cronológicamente extenso y prolongado, en lo que a música se refiere, como el Romanticismo avanzaba conforme a una disgregación casi natural en donde iban a abrirse varias opciones que abarcaban desde el allanamiento de los caminos para la entrada de la modernidad hasta un último intento por mantener la tradición conservadora aunque ya adaptada a nuevos sustratos de donde pudieran haber partido también vías modernistas sin necesidad de una abierta ruptura total. De todos los compositores que hemos mencionado como más apegados a la raíz conservadora, tal vez el más comprometido con dicha causa fue Hans Pfitzner.
Hans Pfitzner nació el 5 de mayo de 1869 en Moscú, Rusia, en el seno de una familia alemana cuyo padre era violinista profesional. Ya establecida la familia en Alemania, Pfitzner accedió al Conservatorio de Frankfurt para estudiar piano y teoría con Knorr y Kwast al tiempo que creaba sus propias obras musicales con apenas once años de edad. Profesor en el Conservatorio de Coblenza durante un año a partir de 1892, Pfitzner pasó a dirigir sin nombramiento previo a la orquesta del Teatro de Maguncia en 1894 y estrenó allí una de sus primeras composiciones de cierta importancia. Más tarde, Pfitzner volvió a impartir la docencia en el Conservatorio de Berlín y durante algún tiempo alternó dicha labor con la dirección ocasional en el Theater des Westens de la misma ciudad. Tras residir posteriormente una temporada en Munich, Pfitzner fue llamado en 1908 para dirigir el Conservatorio de Estrasburgo, la Ópera y los conciertos sinfónicos de dicha ciudad hasta la Primera Guerra Mundial. Finalizado el conflicto bélico, Pfitzner asume de nuevo materias docentes de alto nivel en Berlín y Munich. Fue por entonces cuando Pfitzner empezó a entablar una cercana relación de amistad con Adolf Hitler, si bien el futuro Führer alemán siempre mostró desdén hacia Pfitzner por considerarle medio judío (algo del todo falso según los documentos en poder de las autoridades alemanas). Ya con Hitler en el poder, Pfitzner fue relevado de sus cargos docentes con la intención de convertirse en uno de los embajadores musicales de la Alemania nazi. Pese a lo mucho que se ha escrito sobre la fervorosidad de Pfitzner hacia el nazismo, lo cierto fue que el régimen le despreció sobremanera aun sabiendo que era portador de la esencia conservadora de la música alemana (y mucho tuvo que ver en ello su amistad con el judío Bruno Walter y a su negativa a sustituir la música incidental de otro judío, Mendelssohn, para una representación de El sueño de una noche de verano arguyendo que era la mejor posible). Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, Pfitzner viajó en numerosas ocasiones a Polonia bajo la protección del gobernador alemán Hans Frank, quien le sirvió de consuelo ante las reiteradas negativas de ser recibido por Hitler, y gracias a ello pudo presentar en Cracovia algunas de sus obras. Moralmente hundido como compositor, cuando los nazis le empezaron a mostrar alguna mínima simpatía, Pfitzner renunció a la misma y fue incluso perseguido ideológicamente por ello. Los años finales de la guerra fueron un verdadero suplicio para su persona, con su casa destruida por los bombardeos, apartado de sus cargos en Munich por discrepancias con los nazis y afectado por una profunda depresión mental. Finalizada la guerra, Pfitzner fue rehabilitado como compositor y le fue concedida además una pensión y una plaza de residencia para ancianos en Salzburgo, ciudad en donde falleció el 22 de mayo de 1949.
Completamente olvidado como compositor tras su muerte (a pesar de los elogiosos intentos que hizo Furtwängler en Salzburgo), Hans Pfitzner fue un músico conservador y neorromántico que no llegó a triunfar como compositor debido, entre otros factores, al obstáculo que siempre le supuso la música de Richard Strauss, autor al que los escasos seguidores de Pfitzner quisieron siempre comparar pese a que el genial bávaro era del todo diferente y aglutinante en su concepción musical. La figura de Pfitzner ha sufrido además la rémora de haberse tratado históricamente como un ejemplo reaccionario en una época políticamente similar, con la suma de dos escritos (Los peligros del futurismo, 1917 — La nueva estética de la impotencia, 1919) en los que ciertamente hizo gala de un oscuro anti-semitismo radical amén de unos planteamientos estéticos tan conservadores como controvertidos. Con todo, no se puede olvidar que su producción musical es del todo sincera con sus planteamientos (su colección de Lieder es realmente excelente) y que de un tiempo a esta parte su personalidad ha recobrado un justo reconocimiento. Sirva desde aquí nuestro humilde homenaje a este gran compositor, profesor y director de orquesta.
Me conmueve este reconocimiento a Pfitzner, el cual es justo y necesario, habida cuenta la infravaloración a la que se le ha sometido, incluso desde sus días. Su figura ha estado siempre en el ojo del torbellino de la incomprensión y la contradicción, pues bien dices, era portador de la más Tradición Germana, pero fue rechazado por los círculos musicales más conservadores de Alemania. Fue un fervoroso y convencido Nazi (sin firmar boleto de registro), pero mantuvo relaciones tensas con el Partido, hasta su total desprecio por parte de los altos jerarcas…Y sus últimos años, posteriores a la guerra, fue objeto de anatemas por parte del nuevo gobierno democrático alemán, que nunca le perdonó su adscripción al Partido.
Y el aspecto musical? En un segundo plano. He ahí el mayor absurdo: un gran músico, condenado en su arte por todo, menos por su música. Absolutamente irónico.
Su faceta como director de orquesta me luce sumamente interesante. Dispongo de un disco con las Sinfonías Primera y Sexta de Beethoven, bajo dirección de Pfitzner y, tras el crepitante y monofónico sonido propio de la industria del disco de los años 20, se puede apreciar una lectura soberbia de estas dos obras; suenan profundas y sublimadas, quizás más allá de lo que el propio Beethoven imaginó que podrían alcanzar sus sonoridades. Tales versiones son referenciales, en mi humilde entender.
Celebro con hurras al cielo esta entrada.
Abrazos, amigo y hermano Leiter…Espero que te encuentres bien…
Curiosa la circunstancia en que se vio empantanado el compositor Palestrina: siendo revocada la polifonía por el Concilio Trentino, éste compone una hermosa e incontestable misa polifónica. La leyenda no es tan benevolente con El Veronés que es sometido a un largo proceso ‘sotto capa’ por el Concilio para que rindiese cuentas y explicaciones acerca de sus pinturas, sus contenidos y sus títulos. Pienso que debería escribirse una ópera ‘Il Veronese’ que conforme una especie de díptico con la ópera ‘Palestrina’: dos artistas importunados por Concilio. Jajajaja
Hermoso Preludio.
Poseo un volumen con la correspondencia sostenida entre Thomas Mann y Hans Pfitzner. En el período en el que sostuvieron esta no muy larga relación epistolar Mann también ostentaba un furibundo conservadurismo político (después lucharía por liberalizar sus reflexiones en ‘Consideraciones de un apolítico’ obteniendo un verdadero pensamiento de avanzada). Resulta divertidísimo leer cómo dos conservadores se palmean la espalada y hacen gestos afirmativos acerca de lo que el otro escribe. No importa, grandes artistas los dos.
Me uno a los hurras alzados al cielo por nuestro querido, Iván.
Amigos y hermanos, reciban un abrazo lleno de amistad…
Disculpad mi ausencia durante este fin de semana. Tengo las defensas muy bajas y cualquier tontería me afecta mucho más que antes. Se ve que he estado un poco acatarrado ya que me ha dolido la garganta y me he encontrado muy flojo. Ahora parece que me encuentro un poco mejor. Mañana voy al otorrino a ver si me quita la jodida sordera que llevo arrastrando ya casi quince días.
Bueno, al final no se portaron tan mal con Pfitzner ya que las nuevas autoridades le concedieron una casa y una pensión. De todas formas, Pfitzner se equivocó de cabo a rabo al situarse políticamente tan cercano a los nazis por su propia cuenta y con veleidades un tanto enfermizas que provocaron incluso el rechazo de aquéllos. Nunca supo medir bien los tiempos.
Fue un buen compositor en su línea. Sin más. Sus tesis musicales ultraconservadoras estaban condenadas desde un principio ya que la música, como arte evolutivo, había tomado otros caminos que ya abrieron Mahler y Richard Strauss. Y los intentos por parte de sus seguidores de compararle con éste último resultaron devastadores para su figura.
Yo creo que Pfitzner, al igual que Iván, Otto y un servidor, debería haber nacido medio siglo antes. Se hubiera ubicado mucho mejor.
Un abrazo, amigos y hermanos Iván y Otto
LEITER
Complicado caso el de este compositor. La música que escribió para su «Palestrina» me gustó desde que la conocí, pero a medida que he escuchado más, mejor he ido apreciando su particular mundo expresivo. El director Thielemann caracterizaba a la orquesta de Pfitzner «como la de Elektra (de Strauss), pero más oscura»; Pero Grullo diría «entonces no es como la de Elektra». Sin embargo, el calificativo «oscuro» viene al caso. Genera un sonido denso, introspectivo, dramático sin recurrir al alarde, aunque sí sabe de crispaciones o furores. Bruno Walter elogió con más altura esta ópera —o leyenda dramática en el decir de su creador— asegurando que reunía todos los elementos necesarios de una obra maestra. Me parece acertadísimo el comentario de Leiter sobre la influencia de Weber y Schumann en esta pieza. Toda la razón, nunca lo había pensado así. Aquí Wagner puede estar en la inspiración pero no tanto en la orquesta o el concepto.
El poder de evocación de este Preludio es fantástico. El juego de flautas en registro medio-alto y violines en agudos pianissimo, me encanta, como las intervenciones solistas de algunos instrumentos de viento sobre los prolongados y tensos acordes de la cuerda (3:32 o 4:47 min.). Cierta secuencia de acordes, y su cadencia conclusiva, me parecen una maravilla (4:00 o 5:24). Pero como mencionaba más arriba, este preludio de siete minutos y tanto requiere que el auditor se sumerja en él.
Esta música la conocí en la versión de Wolfgang Sawallisch dirigiendo la Sinfónica de la Radio Bávara. Esa versión la dejo al alcance de los amigos y amigas que pasen por aquí, para que la lleven a casa:
http://www.4shared.com/mp3/yd2AX5il/pfitzner_palestrina_-_vorspiel.html?
Gracias por esta grata entrada!
Un abrazo, amigo y hermano
Una de las mejores versiones de esta obra es la Rafael Kubelik con Gedda y Fischer-Dieskau. A mí esta pieza me parece tan trascendente como contradictoria. Me explico: En Pfitzner hay algo que no cuadra, como un querer expresar algo pero sin acabar por desarrollarlo por completo. Escuchad este preludio y luego tratad de escuchar el Cuarteto de Cuerda, Op. 36…
http://www.youtube.com/watch?v=C3P1nBVXwG8
Todo muy extraño, ¿verdad?
Gracias por el enlace, maestro Joaquín
LEITER
Lo «calzaste», Leiter; ése es el problema que a uno lo desconcierta a la hora de los balances. Recurriendo a la odiosa comparación, Pfitzner no logra esa cualidad «consumada» de la música de Richard Strauss, a quien lo vinculan tantas afinidades estilísticas. Ahora mismo pensaba en ello, mientras escucho la Fantasía Sinfónica que arregló Strauss con su música para «Die Frau ohne Schatten»… y claro que tienes razón, amigo. Cierto que don Ricardo poseía un toque de naturalidad para hilvanar sus ideas que es virtud de pocos, pero aun así se siente un hombre a gusto con sus elecciones expresivas, de personalidad asentada. Pfitzner es menos seguro, y toda la tinta que gastó en polémicas quizá sea el empeño por exorcizar sus incertidumbres personales (además no era un Schumann, capaz de aprovechar esa incertidumbre como elemento de su arte). Hay siempre disgusto, tenue disgusto, en Pfitzner; me refiero a ese disgusto que te estorba, que no te deja ser.
En fin, por prurito de claridad incluiré la música de Strauss que mencioné antes, pues ayuda a percibir lo que complica a Pfitzner.
http://www.4shared.com/mp3/ADehEPun/strauss_richard_-_die_frau_ohn.html?
Bueno, Joaquín, es que esa es precisamente la sensación que da Pfitzner, Y eso, traducido a un lenguaje menos indulgente, no deja de significar de que Pfitzner es un «buen compositor», sin más. Claro, decir que es un compositor mediocre suena muy duro… Esto es como cuando lees una crítica de un concierto y se dice: «Fulanito nos ofreció una interesante lectura…» Es que ese «interesante» puede tener varias lecturas ¡Valga la redundancia! Por eso, comparar a Pfitzner con Richard Strauss (yo alguna vez declaré que el bávaro parece a veces estar por encima de la propia música dado su apabullante dominio) es un verdadero despropósito. Y en lo relativo a la comparación de Schumann lo has expresado de forma perfecta, amigo Joaquín. Pfitzner fue víctima de sus propios demonios.
Un abrazo, amigo y hermano
LEITER