Si no es en absoluto fácil llegar a ser director de orquesta, más difícil lo es aún cuando las circunstancias personales y sociales del entorno que rodea a la persona son del todo complicadas. Sólo a base de tesón, fuerza de voluntad y capacidad de trabajo se pueden alcanzar los objetivos previstos al iniciarse en la carrera musical de la dirección orquestal. Aquellos maestros que lograron superar las circunstancias personales más complejas en sus inicios tuvieron, por regla general, una brillante trayectoria artística posterior en los años siguientes que les llevó a ocupar los puestos más privilegiados y codiciados del panorama musical internacional. Hungría es una nación que desde siempre ha respirado música por sus cuatro puntos cardinales. Con todo, aquella generación de directores que hubo de soportar los acontecimientos bélicos de la Segunda Guerra Mundial durante su juventud no lo tuvo nada fácil y muchos de ellos se vieron obligados a emigrar. Casi todos alcanzaron el éxito fuera de sus fronteras y llegaron a ser legión tanto en Europa como en América. István Kertész decidió abandonar Hungría tras los sucesos de 1956 y la consiguiente invasión soviética del país. Su carrera resultó meteórica desde ese momento aunque la fatalidad volvió a cruzarse en su camino en 1973 cuando, en la cima del éxito, pereció ahogado en una playa de Israel.
István Kertész nació el 28 de agosto de 1929 en Budapest y en el seno de una familia judía. A los seis años de edad tomó sus primeras lecciones de violín para posteriormente iniciarse también en el estudio del piano. Huérfano de padre desde 1938, Kertész fue criado por su madre hasta que en 1943 toda la extendida familia, que se había mantenido escondida en Budapest, fue deportada a Auschwitz para no regresar jamás. Por fortuna, el joven Kertész, su madre y su hermana pudieron salvarse del holocausto aunque para ello tuvieron que soportar un largo período de angustia, miedo y hambre. Con todo, Kertész siguió a duras penas con su formación musical y, ya finalizada la guerra, ingresó en el colegio de Kölcsey para graduarse un par de años más tarde. Ese mismo año de 1947, Kertész se matriculó en la Real Academia de Música de Budapest (en la actualidad Academia Franz Liszt) para proseguir sus estudios de violín, piano y composición bajo la tutela de los profesores Leo Weiner, Rezso Kokai y Zoltan Kodaly. Poco a poco, el joven músico se fue interesando por la dirección orquestal y de esta forma asistió a las clases impartidas por Janos Ferencsik y Laszlo Somogyi, aunque uno de los maestros que más influyó en su formación fue Otto Klemperer, a la sazón director de la Ópera de Budapest. Tras haber contraído matrimonio con la soprano Edith Gabry, Kertész obtuvo su primer cargo de cierta relevancia en 1953 al ser nombrado director en Györ para dos años más tarde ser contratado como director residente en la Ópera de Budapest. Sin embargo, en 1957 y como consecuencia de la brutal represión soviética acontecida en Hungría un año antes, Kertész decidió abandonar Budapest con su familia para instalarse en Alemania, país del que adquirió la nacionalidad, tras una breve estancia en Roma que fue aprovechada para ampliar formación en la Academia de Santa Cecilia.
Después de completar sus estudios en Roma, Kertész fue llamado a ocupar el cargo de director invitado en la Orquesta Sinfónica de Hamburgo y también en el Teatro de Ópera de dicha localidad hanseática. Su reputación allí ganó muchos enteros merced a unas memorables representaciones de Fidelio y La bohéme que le sirvieron para ser invitado a dirigir también en Wiesbaden y Hannover. En 1961 Kertész fue nombrado Generalmusikdirektor de la Ópera de Augsburg, institución en la que obtuvo sonados triunfos con sus interpretaciones de óperas de Mozart y Verdi. Desde entonces, su presencia fue constantemente requerida por los mejores conjuntos sinfónicos europeos y también por la Orquesta Filarmónica de Israel, formación a la que permanecerá vinculado como principal director invitado durante un período de once años. En 1964 Kertész asumió la dirección de la Ópera de Colonia al tiempo que un año más tarde accedió a la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Londres por un período de tres años. Durante su estancia londinense, Kertész fue también un asiduo en el Covent Garden. Tras acabar su compromiso con la London Symphony, el maestro húngaro llevó a cabo una brillantísima carrera como director invitado (Filarmónica de Viena, Filarmónica de Berlín, Sinfónica de Chicago, Orquesta de Filadelfia… ) hasta que en 1973 aceptó el cargo de director titular de la Orquesta Sinfónica de Bamberg. Un año antes, la Orquesta de Cleveland le propuso por aplastante mayoría de sus miembros ser el sucesor de George Szell aunque las negociaciones no acabaron por cristalizar. El 16 de abril de 1973 Kertész se encontraba realizando una gira de conciertos por Israel cuando, aprovechando un paréntesis, decidió darse un baño en las aguas costeras de Herzliya, en las inmediaciones de Tel-Aviv. Desgraciadamente, Kestész murió ahogado cuando aún no había cumplido los 44 años de edad. Unos meses antes, concretamente a finales de noviembre de 1972, el maestro húngaro había actuado en Madrid como director invitado al frente de la Orquesta Nacional de España con un programa que incluía obras de Mozart y Bruckner (y ya en septiembre había también visitado Madrid al frente de la Filarmónica de Viena). Kertész no dudó en parar la orquesta nada más iniciarse el concierto a causa de unas molestas toses procedentes del público.
István Kertész fue un director caracterizado por su escrupuloso respeto a la partitura y por su rechazo a incorporar matices subjetivos en sus interpretaciones. Sus lecturas tuvieron como punto más destacado la rica sonoridad que supo extraer de las orquestas conforme a un gran sentido de la musicalidad heredado de sus raíces húngaras. Músico serio, seguro y sólido, Kertész producía la impresión de ser un director de mucho oficio que no dejaba absolutamente nada a la momentánea improvisación. Muchas de sus ejecuciones carecían de un alto grado de exquisitez que, sin embargo, se veía compensada por una estructuración global del todo plausible y rigurosa. Poseedor de un amplio repertorio, Kertész fue muy dado a registrar integrales sinfónicas (Brahms, Dvorak, Schubert…) cuyo denominador común es la irregularidad dentro de unas series que presentan notables altibajos artísticos. Por otra parte, Kertész gustó de introducir en sus programas obras poco frecuentes aun siendo de autores conocidos. Su compromiso con la música de su tiempo fue encomiable y destacó por ser uno de los mejores traductores de la música de Britten y de Heinze. Director cuyo protagonismo histórico ha ido perdiendo fuerza con el paso de los años, tal vez su temprana muerte nos privó de su entera realización como maestro del todo maduro y cuajado.
De entre el legado discográfico debido a István Kertész podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): El castillo de Barba Azul de Bartok, junto a Berry y Ludwig, y dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 466377); Obertura de Carnaval de Dvorak dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 430046 — integral sinfónica); Requiem de Dvorak, junto a Krause, Lorengar, Komlossy y Ilosfalvy, y dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 421810); Concierto para piano nº24 de Mozart, junto a Clifford Curzon y dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 468491); Concierto para piano nº27 de Mozart, junto a Peter Frankl y dirigiendo la Orquesta de Cleveland (toma en directo con referencia desconocida); Música para un funeral masónico de Mozart dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 425722); La flauta mágica de Mozart, junto a Berry, Lorengar, Peters y Kreppel, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (VIDEO ARTISTS 4520); Concierto para piano nº3 de Prokofiev, junto a Julius Katchen y dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 6411); Concierto para la mano izquierda de Ravel, junto a Julius Katchen y dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 6411); Stabat Mater de Rossini, junto a Lorengar, Minton, Pavarotti y Sotin, y dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 417662);y, finalmente, la integral sinfónica de Schubert dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 430773). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.
Mi acercamiento a Kertész ha sido siempre limitado, reduciéndose a una serie de grabaciones de la Música destinada a los oficios masónicos de Mozart. Empero, ello me ha brindado una imagen muy positiva de este Magyar, al que considero puntilloso, dedicado y muy serio para dirigir la orquesta.
Sin ser osado tratando de poner su nombre por encima de consumados mozartianos como Bruno Walter o Ferenc Fricsay, creo que la Grabación de la Maurerische Trauermusik del Genio de Salzburgo, que hiciera Kertész en Londres, es una de las mejores jamás salidas de batuta alguna. Es digna de toda referencia e ilustra fielmente tu descripción de sus virtudes como Director.
En general todo ese ciclo masónico-musical es notable. La Cantanta «Dir, seele des Weltalls» bajo su dirección es un auténtico himno solar para los oídos. Mozart es muy bien traducido por este director cuya temprana muerte ha privado a los amantes de la Música, de una de sus mayores batutas.
Ya hemos hablado antes y es un consenso generalizado, sobre el vital centro de impulsión musical que supone Hungría. De ello cada día surgen más e incontrovertibles pruebas.
Leiter, dame tiempo: tengo tantas entradas represadas, que me tomará algunos días hacer más comentarios. Pero a fe que lo intentaré.
Mi afectuoso abrazo para Tí.
Como Iván, mi conocimiento de este director se ciñe a un exiguo repertorio, y ello refuerza el acierto de la frase de leiter: «Director cuyo protagonismo histórico ha ido perdiendo fuerza con el paso de los años…». Como Iván, ese exiguo repertorio me lleva a Viena, pero esta vez de la mano de Schubert. Hace cosa de una semana que he estado repasando varias versiones de La Grande y Kertész obtiene un magnífico resultado, que, pese a todo, achaco en parte a la espléndida y aristocrática orquesta filarmónica vienesa. Digamos que es un logro austro-húngaro. La riqueza de color obtenida por el conjunto es del todo notable, con momentos preciosos de planos sonoros concomitantes; mi único —y muy subjetivo— reproche a la interpretación es la falta de contundencia, de «garra», en determinados momentos, y también cierta indiferencia para acentuar matices emotivos, tan bienvenidos en las modulaciones armónicas de Schubert —algo que Sinopoli, por ejemplo, aprovecha sin pensarlo dos veces.
Me han dicho que la integral sinfónica de Dvorák grabada por Kertész es realmente buena, aun cuando haya quienes coloquen a este director entre paréntesis por, supuestamente, no calar en la sensibilidad checa. No lo sé. Lo que le he escuchado tiene fervor y musicalidad (por ejemplo, ahí está el link de la Obertura Carnaval para brindarnos una interpretación muy convincente). Si la clientela del bar sabe darme alguna información sobre la sociedad Dvorák/Kertész, quedaré muy agradecido.
Opino tal como leiter en cuanto a que la muerte prematura de Kertész nos privó de su talento desarrollado en plenitud. Los mejores años de ese hombre estaban muy cerca de llegar, pero el destino quiso otra cosa. Descanse en paz!
Un abrazo, amigos!
Querido Joaquín,
Desde mi modesta opinión, la integral dvorakiana de Kerstesz con la London Symphony está entre las mejores, a escasos milímetros de la de Kubelik y Berlín (la mejor para mí). Y a kilómetros de la de Neeme Järvi con Escocia. Lo que ocurre es que para las sinfonías de Dvorak es mejor ir de una en una para encontrarnos a los Talich, Neumann (para mí el mejor lector de Dvorak), Ancerl e incluso Fricsay (Novena).
Si existe alguna integral más moderna particularmente no la conozco.
Un enorme, sincero y fuerte abrazo, amigo y hermano Joaquín
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