De no ser por el encabezado de esta entrada de hoy me atrevería a proponeros una apuesta. Estoy completamente seguro de que, si os preguntara de quién es la música que os dejo en el enlace al vídeo de hoy, muchos/as de vosotros/as me contestaríais que de Chopin. Pues no; esta música corresponde al Nocturno nº5 en Si bemol mayor de John Field, compositor irlandés nacido en 1782 y del que hablaremos a continuación. La versión del vídeo pertenece a la pianista Miranda Wong (Las imágenes son un poco «horteras», pero el primitivo vídeo que tenía previsto fue suprimido…)
John Field vivió en plena transición del Clasicismo al Romanticismo y fue el mayor exponente británico de esta época. Sin embargo, a John Field se le suele considerar como romántico, algo absolutamente erróneo, ya que su obra le sitúa como un seguidor de Clementi. Lo que ocurre es que Field fue realmente el inventor del género del nocturno, de los que compuso 18, influyendo en gran medida en los posteriores y románticos Nocturnos de Chopin, universalmente conocidos. La diferencia fundamental estriba en que los nocturnos de Chopin son netamente románticos, mientras que los de Field pertenecen a la ya señalada época de la transición y presentan una mayor afinidad con el último Clasicismo. Otra cuestión es que estos nocturnos de John Field sean interpretados «a la manera romántica», dándonos la sensación de que, efectivamente, se trata de una serie de piezas más propias del Romanticismo. Sea como fuere, los Nocturnos de John Field — obligadas piezas del repertorio inicial de cualquier estudiante de piano — nos parecen pequeños diamantes musicales de un estilo que posteriormente Chopin pulirá a la perfección.
John Field nació en Dublín el 26 de julio de 1782 en el seno de una familia de músicos profesionales. Con once años, la familia de Field se traslada a Londres y el padre del chico logra que éste sea aceptado como alumno por el insigne Muzio Clementi, uno de los pianistas y fabricantes de pianos más famosos por entonces de toda Europa. A los 18 años, Field era ya todo un reconocido pianista en Inglaterra cuando su maestro Clementi le insta a que le acompañe a San Petersburgo. En Rusia, y dentro de un entorno aristocrático, Field se sintió como en su casa y decidió quedarse allí a vivir. El éxito le llegó pronto y su reputación musical se difundió por toda Europa, convirtiéndose en un influyente profesor. Su producción musical estuvo centralizada en su instrumento, el piano, para el que compuso unas 70 piezas entre las que destacan 7 conciertos para piano y los celebérrimos nocturnos, forma musical de la que fue un pionero y sobre la que más tarde Chopin edificaría todo un monumento musical. Pero John Field fue también protagonista de una vida llena de excesos y extravagancias, a diferencia de su estilo sereno y delicado. Enfermo de cáncer, viajó hasta Londres para recibir tratamiento para posteriormente regresar a Rusia. La enfermedad se agravó y Field viajó de nuevo hasta París y luego Nápoles, donde estuvo ingresado en un hospital durante nueve meses. Completamente arruinado, tanto económicamente como en salud, tuvo la fortuna de ser reconocido por una familia aristocrática rusa que le costeó los gastos y el traslado a Rusia. Durante el trayecto, y animado por la feliz circunstancia, Field se atrevió incluso a ofrecer tres recitales en Viena. Contra todo pronóstico, Field sobrevivió dos años más y falleció en Moscú el 23 de enero de 1837 luego de componer sus últimos nocturnos. Cuentan que, en su lecho de muerte, un sacerdote católico le preguntó sobre su verdadera religión (Nunca aclaró del todo si era católico o protestante). John Field contesto: –«yo soy pianista»– Sus resto mortales reposan en el cementerio moscovita de Vvedenskoye. Nuestro humilde homenaje a este gran músico, un indiscutible precursor del legendario Chopin.
Hermosísimo. Nunca antes había escuchado una pieza de John Field. Ceo que a él le sucede un poco como a Hans Pfitzner, casi olvidado como compositor – como Director Pfitzner es extraordinario, he escuchado las Sinfonías de Beethoven bajo su batuta y realmente pierdo el aliento – aunque sus dotes sean notables. Field y Pfitzner únicamente son conocidos en los círculos de estudiantes y un poco – muy poco – por fuera.
Dado que Field fue el inventor del Nocturno, no es de extrañar las características de esta partitura: no es Clásica, aunque hay en ella ecos del clasicismo y no es Romántica, aunque sirve como «preludio», a dicha nueva tendencia. Aún se encuentra en la fase de la experimentación.
Por cierto, aunque al principio puede uno pensar que se trata de una pieza – talvez temprana de Chopin – lo cierto es que luego se descarta, en virtud de algunas modulaciones del piano. Pero si alguien no me dice que se trata de John Field, sin duda quedaré loco. Hasta creería que el autor de la misma es Leiter y quiere pasar por modesto con nosotros, diciéndonos que es obra de otra persona…ah Leiter Brahms, je, je, je.
Me sumo al homenaje a John Field.
Bravísimo pianista. Y abrazos para todos.
Siempre espero esta sección de Leiter Blues! Y es que no decepciona, siempre un descubrimiento maravilloso. Por supuesto, no había oído hablar de John Field, qué maravilla! y hasta yo lo noto un poco menos «romántico» que Chopin.
Gracias.
Besos
¿Religión? «Yo soy pianista».
Qué bueno.
Pues sí, este nocturno recuerda bastante a Chopin.
Es muy bonito, y sobre todo muy relajante.
Me parece interesante lo que comentas acerca de su estilo sereno y delicado en contraste con una vida llena de excesos y extravagancias.
Yo creo que, pensándolo bien, no son cosas incompatibles. A veces los artistas encuentran paz, orden y equilibrio interior a través del proceso creativo.
La música o la escritura, cuando se practican como un arte, o mejor, como una artesanía, es decir, con esmero, gusto por el detalle y afán de perfeccionamiento, tienen la virtud de poner orden en el caos.
Un abrazo.
No es mala música, aunque no llega ni de lejos al gran Chopin.
Es cierto eso, Ángel, de que algunos artistas sólo encontraron esa paz interior en la creatividad. Afortunadamente para nosotros, claro.
Iván, igual un día cometo una locura y «me grabo» con alguna composición mía de juventud. Lo malo es que yo ya no poseo la técnica de antaño para ejecutarla… Ja, ja
Buena apreciación, Amalia. No todo el mundo sabe distinguirlo.
Besos, muchos, y abrazos
LEITER
Una vez leí una frase muy certera: «Todas los grandes creadores se apoyan en hombros de otros». Es decir, siempre hubo «alguien antes de»; un explorador que examinó el terreno por donde luego avanzaron las grandes obras. Field, en este caso. Y su idea del Nocturno, nueva forma que cayó como anillo al dedo en la sensibilidad romántica. Luego vino Chopin para llevarlo a la perfección. Es como recordar a Muzio Clementi fundando la técnica pianística que luego usará y desarrollará Beethoven, o a Carl Löwe poniendo música al Erlkönig al mismo tiempo que Schubert…
Afortunadamente, existen los Leiter que tienen olfato para redescubrir estos eslabones perdidos y darnos motivo de asombro.
Gracias amigo!
Joaquín
Excelente apunte, Joaquín.
¿Me tacharías de demente — estás en todo tu derecho — si afirmara que Bruckner y Mahler recibieron «algo» de Schumann? Es sólo una opinión, pero cuando escucho esos trombones de la Renana y ese Adagio de la segunda…
Gracias a ti por recordarnos la trascendente figura de Muzio Clementi en el desarrollo de la técnica pianística. Además, me has dado una idea…
Un abrazo, Joaquín (Y, aunque ya sabes que no me gusta tocar ciertos temas… ¡Enhorabuena!)
LEITER
Te tacharía de lúcido! Aunque tal vez sea difícil documentar esa influencia, me parece que al menos cabe una duda razonable. Schumann era un visionario en muchas cosas y durante todo el siglo XIX su fama en Alemania ejerció gran influencia, sólo eclipsada luego por Wagner y su nueva orientación. Brahms, que lleva tanto de Schumann dentro de sí, tenía no obstante una personalidad fuerte y bien singularizada, así que no califica como «continuador» de Schumann (en lo que atañe a Clara, es otro cuento…). Supongo que los «anticipos» estéticos se repiten en la historia de la Música sin importar el lugar, pero en el caso alemán-romántico se dan con frecuencia. Así como Beethoven anticipó incluso el siglo XX en su música de cámara (Gran Fuga) o Weber anticipó a Wagner (aunque más bien Wagner pretendió ser su explícito continuador), sucede con Schumann que su música está llena no sólo de hallazgos sino también de presagios. Me atrevo incluso a decir, a título personal, que comparte con Mahler una cualidad «espiritual», a saber, la «imprevisibilidad», un rasgo que además es extremadamente moderno y mucho más comprensible hoy que entonces. Creo que en eso, Schumann y Mahler se percataron de la vorágine que poco a poco se iba adueñando de la civilización (revolución industrial, la máquina como objeto de influencia, desplazamiento del ritmo agrícola por el urbano, etc.) y la ruptura con la antigua relación de causa y efecto en la vida, para dar paso a giros imprevistos, a consecuencias repentinas, a angustias dolorosas cada vez más extendidas, etc. Todas esas cosas que luego serían nuestra modernidad.
Pero como digo, esta es sólo una impresión personal.
Un abrazo,
Joaquín
Pues para ser solamente una impresión personal está magníficamente argumentada… ¡Excelente!
Has dicho una frase que me ha gustado sobremanera: La música de Schumann está llena de presagios. Eso es precisamente a lo que yo quería referirme en cuanto a las hipotéticas concordancias entre Bruckner y Mahler con respecto a Schumann
A partir de la Quinta de Mahler, la premonición de los dos grandes conflictos que asolaron al mundo en la primera mitad del siglo XX resulta incluso evidente. O, al menos, para mí.
En Brahms, por contra, veo la desesperada idealización de un mundo con inminente fecha de caducidad.
Gran comentario, Joaquín
Un abrazo
LEITER
Bien dicho. Brahms y Mahler intuían lo que venía (el fin de una época y el inicio de otra mucho más inquietante), pero mientras el gran Barbudo cerraba los ojos o al menos apartaba la vista, triste y rebelado, don Gustavo miró de frente y dejó constancia de ello en música desgarrada. Quizás por ello el viejo Brahms y el joven Mahler lograron entablar una relación de genuino aprecio. Compartir la misma mirada allana otros obstáculos.
Comparto tu enfoque sobre la Quinta Sinfonía de Mahler, una de mis preferidas de todos los tiempos.
Un abrazo
Joaquín