Jorge Bolet nació el 15 de noviembre de 1914 en La Habana, Cuba, en una familia de procedencia catalana. Estudió piano y dirección orquestal en el Curtis Institute de Filadelfia bajo la tutela de los profesores Reiner, Godowski, Rosenthal y Saperton. En 1937 ganó el premio Naumburg y posteriormente se trasladó a Viena para perfeccionar sus estudios con Emil von Sauer, quien puede considerarse su descendiente desde el punto de vista musical. Más tarde, entre 1939 y 1945, Bolet fue asistente de Rudolf Serkin en el Curtis Institute, tarea que finalmente abandonó para hacerse cargo de los asuntos culturales de la Embajada de Cuba en Washington. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Bolet fue nombrado director musical del cuartel general norteamericano en Tokio, ciudad en donde llevó a cabo la primera representación de la opereta The Mikado de Gilbert y Sullivan. En 1960, Bolet interpretó la banda sonora de la película Song without end, en donde ejecutó las piezas de Liszt y de otros autores clásicos que en la pantalla simulaba tocar el actor Dirk Bogarde. De 1968 a 1977, Bolet ejerció como profesor en la Universidad de Bloomington para posteriormente pasar a dirigir el Curtis Institute sucediendo a Serkin. Estas facetas docentes fueron paralelas a sus continuas giras de conciertos por todo el mundo, actuando en numerosas ocasiones en España. En 1989 Bolet tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en el cerebro, operación de la que nunca se recuperó del todo. Un año después, el 16 de octubre de 1990, Jorge Bolet falleció en Mountain View, San Francisco, como consecuencia de un ataque al corazón pese a que algunos periodistas sostuvieron que la causa real de su fallecimiento fue el SIDA.
Jorge Bolet fue un pianista cuyas interpretaciones estaban definidas por un excepcional gusto por la pureza y por una digitación portentosa. No obstante, ciertos críticos musicales norteamericanos le acusaron de ser un ejecutante mayormente virtuosístico de repertorio limitado y que además no profundizaba lo suficiente en algunas partituras. Sea como fuere, Bolet fue un gran intérprete del repertorio romántico y especialmente de Liszt, de quien siempre fue considerado como uno de sus mejores ejecutantes. También en sus últimos años realizó una extraordinaria aproximación a la literatura pianística de Rachmaninov.
De entre el legado discográfico de Jorge Bolet podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Partita para violín nº2 de Bach adaptada por Ferruccio Busoni (RCA 7710); Minueto de La Arlesiana de Bizet (DECCA 417361); selección de Nocturnos, Baladas, Estudios, Fantasías, Preludios y Sonatas de Chopin (DECCA 458172 y 417651); selección de Preludios de Debussy (DECCA 425518); Preludio, Aria y Final para piano de César Franck (DECCA 421714); selección de obras pianísticas de Liszt, como Rapsodias y Sonetos de Petrarca (DECCA 444851); Rondó caprichoso de Mendelssohn (DECCA 417361); Jongleuse de Moszkowski (DECCA 417361); Concierto para piano nº2 de Prokofiev, junto a la Orquesta Sinfónica de Nuremberg dirigida por Ainslee Cox (GENESIS 104); Variaciones sobre un tema de Telemann de Reger (DECCA 417791); Sonata para piano, D.784, de Schubert (DECCA 425837); Concierto para piano de Schumann, junto a la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín dirigida por Riccardo Chailly (DECCA 417112); y el Concierto para piano de Sgambati, junto a la Orquesta Sinfónica de Nuremberg dirigida por Ainslee Cox (GENESIS 106). También ofrecemos un reportaje sobre una clase magistral impartida por Bolet mediante el Concierto para piano nº3 de Rachmaninov. Nuestro humilde homenaje a este gran pianista.
Debo confesar mi ignorancia. No le conocía en absoluto, pero es un gusto hacerlo. Si le hubiese visto sin que mediase ninguna presentación como esta, juro que le habría tomado por un actor de cine mexicano.
Me veo en la obligación de expandir mi horizonte cultural, escuchando cada uno de los enlaces. Sin embargo, me complace mucho el Minueto de la Arlesiana. Es muy interesante lo que allí se escucha.
No sólo de Tchaikovsky vive el melómano; hoy me ha quedado claro.
Te abrazo, fiel Leiter.
Tuve la oportunidad de escuchar a Bolet a principios de los años ochenta y me pareció un pianista peculiar por sus formas interpretativas pero dotado de una técnica absolutamente insuperable. Era uno de los pianistas que tenía una mayor elegancia de manos sobre el teclado que yo haya visto nunca.
Só, la verdad es que en esa foto le quitas el piano, le pones un sombrero mexicano y… Parece el protagonista de ¡Viva Zapata!
Es una broma sin malicia alguna, que conste.
Un abrazo, Iván
LEITER
Que curioso, es lo que iba a decir más o menos, suena elegante y eso para mi es mucho.
El aspecto en esa foto está muy lejos de la idea que uno tiene de un pianista clásico, es cierto.
Jajaja… El aspecto físico del joven Bolet siempre produce algún comentario. Yo «conocí» a este pianista allá por 1999, cuando viajé a España poco menos de un mes luego de morir mi querida madre. Un amigo me llevó a recorrer el centro de Madrid (yo con el ojo puesto en tiendas de música clásica) y en un local comercial, mirando el surtido de discos de la sección piano, me topé con la recopilación «Grandes Pianistas del Siglo XX». Opté por este llamativo desconocido y su debut de 1974 en el Carnegie Hall. Me encantó el repertorio, todo un tour de force, y aunque desde entonces tengo algunos reparos con la interpretación de Bolet para ciertas piezas, su pianismo es soberbio. El librillo que acompaña el disco comenta un curioso dato: Bolet era ya muy bueno, pero el prototipo de la época (para bien y para mal) era Horowitz. Le objetaron a Bolet que, si bien tocaba rápido, no daba la sensación de hacerlo; de alguna manera el cubano «corrigió» este detalle y entonces logró laureles. Quizá esa manía horowitziana de la época haya vedado a Bolet una mejor introspección artística. Pero en sus años de madurez ciertamente llegó alto como intérprete.
Entiendo que dio lecciones a Hélène Grimaud. Quizá la francesa haya adquirido algunas de las virtudes de ese «Clark Gable latino», como me lo describió alguien una vez.
Gracias por esta entrada, leiter!
Un abrazo
Caracterizaciones fotogénicas aparte, creo que lo apuntado por Joaquín es un dato más que interesante. En efecto, y confieso que nunca lo había pensado yo antes, hubo una moda Horowitz durante toda una época de la literatura pianística. A mí Horowitz me encanta, por cierto, pero es del todo lógico y admisible que esa moda acabara por condicionar un tanto la progresión natural de Bolet. Estupenda apreciación, maestro Joaquín.
Querida Walkiria, si Bolet te parece elegante es que te encanta. Y a mí también, la verdad. Lo que todavía no acabo de comprender es por qué su difusión no ha alcanzado los niveles que justamente merece (aparte de las conclusiones de Joaquín).
Un abrazo, Joaquín y Zarza
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