Van Cliburn — Harvey Lavan Cliburn — nació el 12 de julio de 1934 en el estado norteamericano de Louisiana y a los tres años recibe sus primeras clases de piano de parte de su madre, quien había aprendido a tocar con Arthur Friedheim, un pianista discípulo directo de Liszt. Una vez trasladada toda la familia a Texas, Van Cliburn gana allí a los doce años una competición de piano de carácter estatal que le brinda la oportunidad de debutar en concierto con la Orquesta Sinfónica de Houston. Años más tarde ingresa en la prestigiosa Juilliard School y estudia bajo la tutela de Rosina Lhévinne, una profesora que le introduce en la tradición interpretativa de los compositores románticos rusos. Con 20 años, Van Cliburn conquista el Premio Leventritt y posteriormente debuta en el Carnegie Hall de Nueva York. Pero sin duda alguna, el hecho más trascendente en la trayectoria artística de Van Cliburn se produce cuatro años después, en 1958, cuando el pianista norteamericano se presenta en Moscú para participar en el prestigioso Concurso Internacional Chaikovski. Van Cliburn logra conquistar el galardón dentro de unos condicionantes políticos muy semejantes a los que habría de repetir en 1973 el ajedrecista Bobby Fischer. El concurso era una tradicional pantalla de exhibición de pianistas rusos y fue un norteamericano quien finalmente se llevó el premio… ¡En plena guerra fría! Existe una leyenda, con más visos de hacer honor a su definición que a la propia realidad, que dice que el presidente ruso Nikita Krushev tuvo que autorizar la concesión del premio a Van Cliburn una vez informado de que, efectivamente, el norteamericano había sido el mejor concursante de la edición. Lo que sí fue del todo cierto es que Van Cliburn fue recibido en los EEUU como un héroe nacional y se le tributaron todo tipo de honores que a la larga resultaron contraproducentes para su carrera. Van Cliburn fue tratado como una estrella mediática y firmó un contrato en exclusiva con el sello RCA VICTOR para el que grabó, entre otras obras, una versión del Concierto nº1 para piano de Chaikovski que logró una cifra asombrosamente millonaria de ventas. Poco a poco, una vez pasado el clima de euforia, Van Cliburn fue perdiendo su aureola de pianista excepcional y se retiró como concertista en 1978, aunque en ocasiones ofrece algún recital.
Van Cliburn fue un pianista muy admirado por su riqueza en el fraseo, por sus cualidades técnicas, por la redondez de su sonido y por su exquisita elegancia en la interpretación. Se ceñía a la partitura con una fidelidad casi absoluta y sus versiones carecían de la más mínima licencia interpretativa. Según la opinión de algunos críticos y especialistas, su estrella empezó a palidecer en los circuitos musicales por lo relativamente escaso de su repertorio, muy focalizado en el período romántico. En 1962 creó el Concurso Internacional de Piano Van Cliburn, un prestigioso galardón que se celebra cada cuatro años en Texas y del que han surgido figuras como Radu Lupu o el triste y prematuramente fallecido Alexei Sultanov. Van Cliburn ha tocado el piano para todos los presidentes norteamericanos desde Harry Truman y en sus fugaces apariciones, aclamadas por el público, suele comenzar los recitales ejecutando el Himno Nacional de los EEUU de América. Miembro de la Iglesia Baptista, en 1998 no le quedó más remedio que admitir públicamente su homosexualidad como consecuencia de una demanda que le interpuso su entonces pareja de hecho, Thomas Zaremba.
De entre las grabaciones realizadas por Van Cliburn podemos seleccionar (Advertimos que los siguientes enlaces no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Conciertos para piano nºs 4 y 5 de Beethoven, junto a la Sinfónica de Chicago dirigida por Fritz Reiner (RCA 7943); selección de Sonatas de Beethoven (RCA 60356); Conciertos para piano nºs 1 y 2 de Brahms, junto a Erich Leinsdorf y la Sinfónica de Boston y Fritz Reiner y la Sinfónica de Chicago, respectivamente RCA 60357 y 7942); Concierto para piano nº1 de Chaikovski, junto a la Filarmónica de Moscú dirigida por Kiril Kondrashin (RCA 61392); selección de diversas obras de Chopin (RCA 68813); selección de obras de Debussy (RCA 63567); Concierto para piano de Grieg, junto a la Orquesta de Filadelfia dirigida por Eugene Ormandy (RCA 7834); Rondó de Kabalevski (TESTAMENT 1440); selección de obras de Liszt (RCA 63613); Concierto para piano nº3 de Prokofiev, junto a la Sinfónica de Chicago dirigida por Walter Hendl (RCA 662691); Conciertos para piano nºs 2 y 3 de Rachmaninov, junto a la Sinfónica de Chicago dirigida por Fritz Reiner y la Symphony of the Air dirigida por Kiril Kondrashin, respectivamente (RCA 61961 y 67894); y finalmente selección de Estudios para piano, Op. 18, de Scriabin (RCA 60726). Nuestro humilde homenaje a este extraordinario pianista.
Me gustan mucho estas entradas. Sólo una cosa: no sé si el Concurso Tchaikovsky era muy prestigioso por entonces, porque era la primera vez que se celebraba.
Tiene toda la razón, Miss Fidget, con su certero comentario.
Tal vez una desafortunada frase mía del texto — «tradicional pantalla…» — ha llevado a la confusión. Efectivamente, el Concurso Chaikovski se celebró por primera vez en 1958, año en el que participó Van Cliburn. Lo que realmente quería comentar es que dicho concurso se había diseñado como una pantalla de exhibición de pianistas rusos. Yo diría que prestigio ya sí que tenía desde su nacimiento, puesto que la difusión publicitaria del mismo fue extraordinaria y se creó una gran expectativa previa. La inesperada victoria de Van Cliburn y la posterior dimensión musical y política de la misma no hace sino confirmar este aspecto.
Gracias por la aclaración, Miss Fidget
LEITER
¡El placer es mío!
Veamos si entiendo lo que pasa aquí. Tenemos un pianista en estado de gracia en el concurso bandera ruso, lo gana y como estamos en la guerra fría toca ser nombrado «héroe nacional norteamericano», sin embargo no da la talla para mantener ese título y la estrella se apaga por si sola sin dejar por ello de ser un pianista notable.
Debe ser muy amargo y eso ocurre muchas veces. Se levanta al héroe, se usa y cuando no es necesario se tira. Así somos, nada que criticar.
Por cierto…, ese concierto para piano nº 2 de Brahmssssssss, porlavirgensantiiiisima, ese Andaaaaante.
Bueno, yo creo que el declive de Van Cliburn se produjo más bien por su estrecho repertorio. La verdad es que tocaba muy bien y de una manera realmente exquisita. Pero toda aquella parafernalia que se montó con su victoria le acabó por perjudicar. Seguro.
Esto es tan viejo como la vida misma, querida Zarza. Los héroes de nuestra sociedad global son de barro.
LEITER
Para mí que la discografía de Van Cliburn podría muy bien resumirse en la grabación de TESTAMENT (SBT1440) que recoge los acontecimiento de 1958 relatados por Leiter, con el Rondó para piano, en La menor, Op. 59 de Kabalevsky, el Concierto para piano n.º 3, Op.30 de Rachmaninov y el Concierto para piano n.º 1, Op. 23 de Tchaikovsky.
La comparación con Bobby Fischer me parece genial, ambos fueron unos auténticos “juguetes rotos”.
Paradojas de la vida, pudo con los soviéticos en la URSS, pero no pudo con los soviéticos (Gilels, Horowitz y Richter) en USA.
¡♪La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida♪!
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos para toda la parroquia.
Elgatosierra
Paradoja de paradojas, ciertamente, el hecho de que ambos triunfasen fuera y fueran superados en su propia casa por los soviéticos.
Aunque yo no considero a Van Cliburn un «juguete roto» a semejanza de Fischer. Si bien sus casos fueron similares, el bueno de Bobby acabó con las neuronas un tanto inflamadas hasta el triste día en que desapareció. Por contra, Van Cliburn sigue ahí, oculto en su rancho y olvidado por muchos, con sus particularidades y sus manías, pero sin mayores problemas. Sabe que su tiempo pasó y que un pésimo enfoque de su carrera acabó por apartarlo del circuito de grandes pianistas. Yo también creo ver poco compromiso en su carrera, como si estuviese cansado de tocar casi siempre lo mismo y perdiera motivación. No lo sé realmente.
Lo que sí tengo muy claro es que Fischer y Van Cliburn fueron unos genios en sus respectivos géneros. Yo creo que Fischer era tan genial que se volvió loco de remate. Y Van Cliburn fue un excelente pianista del repertorio romántico. Si hubiera caído en manos de algún profesor europeo de entidad su carrera podría haber sido bien distinta y hoy en día tal vez podríamos estar hablando de él como del mejor pianista norteamericano de todos los tiempos. Pero, bueno, esto es historia-ficción. Ciertamente, todos los homenajes recibidos y la utilización política de su victoria en Moscú acabaron por perjudicarle.
Un abrazo, Gato
LEITER