Historia de Leopold Anthony Stokowski
Leopold Anthony Stokowski nació el 18 de abril de 1882 en Londres (El propio Stokowski volvió loco a todo el mundo cambiando una y otra vez la fecha de su año de nacimiento e incluso el lugar. Una vez llegó a declarar que había nacido en Cracovia para justificar su «exótico» acento que no era sino irlandés heredado por parte de su madre).
A principios del siglo XX, la música clásica romántica en Europa seguía siendo un arte para minorías y muy especialmente para burgueses cultos con formación universitaria e intereses artísticos. El llamado modernismo quedaba reservado para una capa de intelectuales aún más reducida. Sólo los mass media trajeron, de una forma tan vacilante como rudimentaria, un cambio en este sentido. Sin embargo, en América, los intentos de democratización y popularización de la música clásica venían de muy atrás. Ello fue consecuencia de la comercialización de la vida pública que afectó de lleno hasta lo cultural y lo político. En aquellos tiempos, una de las grandes diferencias entre el prototipo de director típicamente norteamericano — más bien emigrado a dicho entorno — y el tradicional europeo era que mientras el primero tenía un cierto ánimo en donde se entremezclaba lo pionero con lo emprendedor para reflejar su talento entre todas las capas sociales, por contra el europeo encarnaba la custodia de la tradición y el grial de la música.
El show-business formaba parte del oficio del director naturalizado norteamericano como algo propiamente natural y en absoluto desdeñable. Leopold Stokowski encarnó, como muy pocos, al prototipo del director de orquesta asimilado norteamericano.
Hijo de un ebanista inglés de orígenes polacos, el joven Leopold demuestra una innata facilidad para la asimilación musical y aprende a tocar, sin apenas esfuerzo, el piano, el órgano y el violín a los trece años, edad en la que, dados sus progresos, ingresa como alumno en el Royal College of Music de Londres (Fue el alumno más joven en ser admitido en dicha institución) y posteriormente en el Queen´s Collage de Oxford, en donde recibe el título de Bachelor of Music en 1903 tras haber alternado su labor de estudiante con la de organista en la Iglesia de St. James en Piccadilly. Prácticamente sin ningún tipo de experiencia como director de orquesta.
En 1905 se embarca rumbo a Nueva York aunque regresa durante los veranos a Europa para ampliar su formación musical en París, Munich y Berlín. Es precisamente en París donde debuta profesionalmente como director en 1908 al sustituir de emergencia a un director que había enfermado repentinamente horas antes del concierto.
De vuelta a los EEUU, un crítico musical que le había visto en París le recomienda para el puesto de director musical de la Orquesta Sinfónica de Cincinnati y, de manera harto insólita debido a su escasa experiencia sobre el podio, la institución le otorga dicho puesto en 1909. Stokowski era en aquellos momentos un completo desconocido que no tardó en hacerse del todo popular. Durante los tres años en que duró su labor en Cincinnati no dejó de programar música contemporánea. Tras una serie de disputas con los responsables administrativos de la agrupación, Stokowski presenta la renuncia a principios de 1912. Mientras que se deliberaba entre aceptar o no dicha renuncia, Stokowski no pierde el tiempo y unos meses después firma un contrato con la Orquesta de Filadelfia, debutando como titular al frente de la misma el 11 de octubre de ese mismo año. Allí permaneció como titular fijo 24 años, aunque posteriormente siguió colaborando en calidad de invitado durante cinco años más.
Leopold Anthony Stokowski se destapó como un verdadero showman en Filadelfia, circunstancia que no impidió que la orquesta alcanzara un extraordinario nivel de virtuosismo en sus manos. Prototipo de director colorista, magnético, profundamente arbitrario, inspirado y genial, Stokowski otorgó una inusitada animación a la vida musical de la ciudad norteamericana a la que introdujo mucha música de la que se creaba en Europa en aquellos tiempos.
Resulta digno de admirar el paralelismo entre aquel hombre dispuesto a realizar cualquier gesto de impacto cara a la galería y su íntima obsesión por dotar a la orquesta de un sonido propio, el Philadelphia Sound, caracterizado por su exuberante potencia y su brillante colorido. Pero frente al Stokowski «serio» se erguía también la figura del Stokowski «teatral». No pocas veces arrojó la partitura al suelo para demostrar que él era capaz de prescindir de la misma.
También paulatinamente fue prescindiendo de la batuta al tiempo que experimentaba con la luminotecnia del auditorio para que sólo quedaran iluminadas su cabeza y sus manos en medio de la total oscuridad.
Sus «innovaciones» no parecían tener límites: Cambió la disposición de violines y violoncelos a los lados de la orquesta y dispuso los contrabajos al fondo. Y en lo referente a los programas, Stokowski era capaz de permutar los dos últimos movimientos de la Patética de Chaikovski para provocar el explosivo aluvión de aplausos y vítores tras la épica marcha del natural tercer movimiento de esta sinfonía. Cuentan que en cierta ocasión trató de incorporar un viejo cañón de guerra para dar un toque de realismo a su interpretación de la Obertura 1812 de Chaikovski…
Leopold Anthony Stokowski se convirtió en una figura mítica de la dirección orquestal en los EEUU y el público lo admiró hasta la mística reverencia. Fue un verdadero mago de la comunicación social en un país ávido de conocer sensaciones íntimas. Nunca ocultó nada de su vida profesional o privada a la prensa, con lo que su figura se salía de los estrictos conductos musicales e ingresaba en la prensa más glamurosa y chismosa (Llegó a ser muy comentado su romance con Greta Garbo durante la década de los años treinta). Pero, insistimos en ello, paralelamente a su increíble tacto para pulsar las teclas más sensibles del feliz público norteamericano, Leopold Anthony Stokowski se mostró como un director excelente que supo llevar a la Orquesta de Filadelfia a los más altos niveles artísticos. En 1939 colaboró con Walt Dysney para llevar a cabo la excelente producción cinematográfica Fantasía, un acertado y muy innovador collage musical para los cánones de la época. Ese mismo cede la titularidad de la orquesta a Eugene Ormandy, quien abarcó casi medio siglo al frente de la misma. Stokowski siguió ligado a Filadelfia como principal director invitado hasta 1940.
Tras un fracasado experimento con la All American Youth Orchestra — mucho tuvo que ver en ello la entrada de los EEUU en la Segunda Guerra Mundial en 1942 — Leopold Anthony Stokowski firmó un contrato de tres años con la Sinfónica de la NBC tras el contencioso que esta formación mantenía con Toscanini, controversia que se solucionó antes de lo previsto y que provocó que ambos directores compartiesen co-titularidad durante dos años. En 1944 vuelve a fracasar con la populista creación de la alternativa Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Nueva York y un año después funda la Hollywood Bowl Symphony Orchestra cuya finalidad era la de ofrecer conciertos al aire libre.
En 1949 asume la dirección de la Filarmónica de Nueva York, cargo al que renuncia un año después tras nombrar dicha institución al griego Mitropoulos como co-titular. Tras ello, Stokowski inicia una exitosa gira de conciertos por toda Europa y en la que dirige a las más prestigiosas formaciones del Viejo Continente. Regresa a los EEUU en 1955 y asume por cinco años la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Houston. Tras ello, en 1962 y con 80 años, funda la Orquesta Sinfónica de América, agrupación con la que logra estrenar la Sinfonía nº4 de Charles Ives en 1965 (Siempre estuvo comprometido con la música contemporánea).
Se mantuvo al frente de dicha formación hasta 1972, con noventa años cumplidos, cuando decide regresar definitivamente a Inglaterra. Allí dirige todavía algún concierto pese a sus limitadas aptitudes físicas. Su último concierto tuvo lugar el 22 de julio de 1975 en Francia, interpretando unas transcripciones de él mismo sobre obras de Bach junto a la Orquesta de Cámara de Rouen. Un año después se atreve a firmar un contrato discográfico con el sello CBS que le hubiese mantenido activo hasta cumplir los cien años.
Por desgracia, Leopold Anthony Stokowski fallece de un ataque al corazón el 13 de septiembre de 1977 en Nether Wallop, Hampshire. Su cuerpo reposa en el cementerio de Finchley, al norte de Londres.
Junto con directores tan poco norteamericanos de nacimiento como Koussevitzki o Toscanini, Leopold Stokowski marcó la pauta musical de los EEUU durante su generación. Pese a su fama de indiscutible showman, resulta evidente que Stokowski no se podía haber mantenido únicamente con charlatanería durante tantos años en un lugar como América, en donde el trabajo se valora de forma efectiva.
Mientras que el sector más sencillo del público se dejaba seducir por las facetas superficiales de su estrella, Stokowski se impuso a los profesores de las orquestas y a los críticos por su escrupuloso trabajo detallista y por una programación inteligente y ricamente diversificada. Sin embargo, para músicos más ambiciosos, Stokowski no dejó de ser en cierta medida una figura poco seria. Siempre le tomaron muy mal sus adaptaciones orquestales de la música antigua, calificándolas de vulgares y cursis.
Pero además, Leopold Anthony Stokowski no dudaba en meter la mano a partituras más modernas para cambiar un rubato por allí, un calderón por allá e incluso cambiar la configuración instrumental de algún pasaje (Era conocida su manía de cambiar el toque de triángulo en el final del Preludio a la siesta de un fauno de Debussy por un toque de vibráfono). En honor a la verdad, es preciso tener en cuenta que en los tiempos más jóvenes de Stokowski imperaba aún poco respeto por la partitura y que incluso Gustav Mahler no dudó en retocar ciertos pasajes instrumentales en partituras de Beethoven. La diferencia radica en que aquello siempre se hacía en servicio a la obra, mientras que en el caso de Stokowski nunca se podía saber con certeza si con ello no pretendía sacar a la luz algo de su clarividente genialidad.
Stokowski fue autor de un interesantísimo libro — Music for all of us — en el que expone con meridiana claridad su intención de conseguir el desarrollo de una cultura musical amplia y democrática. No es nada extraño que en su colaboración con la celebrada película de dibujos animados Fantasía incluyera no sólo sus infumables adaptaciones orquestales de Bach, sino el edificio sonoro de una partitura tan compleja cono La consagración de la primavera de Stravinski. Tal vez para Stokowski, los aires de estrella y el culto al ego fueron elementos adecuados en su época para transmitir el amor por la música que se encontraba profundamente arraigado en él. Con el paso de los años, Leopold Anthony Stokowski fue haciéndose más sosegado y más «modesto» que antes, pese a que la exhibición de su larga y blanca melena a los ochenta años significase en cierta medida una rebelde burla contra la vejez.
Sea como fuere, Leopold Anthony Stokowski forma parte con derecho propio de la historia de la interpretación musical del siglo XX. En la actualidad, su figura como director está siendo justamente revalorizada por la crítica merced a unas últimas grabaciones discográficas en las que destaca su maestría como finísimo sensualista sonoro.
Discografía de Leopold Anthony Stokowski
Del legado discográfico de Leopold Stokowski podemos citar las siguientes grabaciones (Los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión mencionada pero sí con la obra citada):
- El Corpus en Sevilla, de la Suite Iberia de Albéniz, dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (PEARL 9276);
- diversos arreglos de música de Bach, dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (EMI 98555);
- Adagio para cuerdas de Barber, dirigiendo la Sinfónica de la Radio y Televisión de la URSS (MUSIC & ARTS 4787);
- Sinfonía nº5 de Beethoven, dirigiendo la Filarmónica de Londres (DECCA 394902);
- Suite nº1 de Carmen de Bizet, dirigiendo la Orquesta Filarmónica Nacional (CBS 37260);
- Suite nº1 de La Arlesiana de Bizet, dirigiendo la Orquesta Filarmónica Nacional (CBS 37260);
- Sinfonía nº1 de Bizet, dirigiendo la Leopold Stokowski Orchestra (ARCHIPEL 242);
- Sinfonía nº1 de Brahms, dirigiendo la All American Youth Orchestra (MUSIC & ARTS 4857);
- Sinfonía nº3 de Brahms, dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (BOSTON RECORDS 1021);
- Danzas húngaras de Brahms, dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (MUSIC & ARTS 1173 — Grabación histórica);
- Sinfonía nº4 de Chaikovski, dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (PEARL 9120 – curiosísima e interesante versión);
- Capricho italiano de Chaikovski, la Orquesta de Filadelfia (PEARL 9120);
- Obertura de Romeo y Julieta de Chaikovski, dirigiendo la Orquesta de la Radiotelevisión de la Suiza Italiana (VIDEO ARTISTS 4408);
- Suite de Cascanueces de Chaikovski, dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (CALA RECORDS 521);
- Preludio a la siesta de un fauno de Debussy, dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt (MUSIC & ARTS 4778);
- La catedral sumergida del libro nº1 de los Preludios de Debussy, dirigiendo la Sinfónica de la NBC (CALA RECORDS 526);
- Claro de luna de la Suite Bergamasque de Debussy, dirigiendo la Leopold Stokowski Orchestra (EMI 67313 — estas obras de Debussy son adaptaciones orquestadas realizadas por el propio Stokowski);
- Sinfonía nº9 de Dvorak, dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (LIVING ERA 8552);
- Variaciones Enigma de Elgar, dirigiendo la Filarmónica Checa (CALA RECORDS 524– magistral versión);
- Noche en los jardines de España de Falla, acompañando a William Kapell y dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (Sello y referencia desconocido);
- selección de El Mesías de Haendel, dirigiendo la Sinfónica de Londres (CALA RECORDS 538);
- Sinfonía nº2 de Khachaturian, dirigiendo la Symphony of the Air (EMI 65427);
- Rapsodias húngaras de Liszt, dirigiendo la Sinfónica de la NBC (CALA RECORDS 545 — adaptación orquestal);
- Scherzo de El sueño de una noche de verano de Mendelssohn, dirigiendola All American Youth Orchestra (CALA RECORDS 551);
- Una noche en el monte pelado de Mussorgski, dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (MAGIC MASTER 37022);
- selección de Boris Godunov de Mussorgski, dirigiendo la Sinfónica de San Francisco (CALA RECORDS 535);
- Sinfonía nº2 de Nielsen, dirigiendo la Orquesta Sinfónica Nacional de Dinamarca (VIDEO ARTISTS 4437);
- Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rachmaninov, acompañando a Rachmaninov y dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (RCA 61658);
- Concierto para piano nº2 de Rachmaninov, acompañando a Rachmaninov y dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (RCA 61658);
- La Gran Pascua Rusa de Rimski-Korsakov, dirigiendo la Sinfónica de Chicago (RCA 60487);
- Scheherezade de Rimski-Korsakov, dirigiendo la Sinfónica de Londres (CALA RECORDS 536);
- Sinfonía nº8 de Schubert, dirigiendo la Hollywood Bowl Symphony Orchestra (CALA RECORDS 520);
- El poema de fuego de Scriabin,dirigiendo la Orquesta de Filadelfia (PEARL 9066);
- Vals triste de Kuolema de Sibelius, dirigiendo la Leopold Stokowski Orchestra (CALA RECORDS 542);
- Fantasía sobre Greensleeves de Vaughan Williams, dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (CALA RECORDS 533);
- selección de La Walkiria de Wagner, dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 421020);
- Obertura de Los maestros cantores de Wagner, dirigiendo la Royal Philharmonic (RCA 55306);
- Preludio al Acto III de Tristán e Isolda de Wagner, dirigiendo la Royal Philharmonic (RCA 55306);
- Wesendonck Lieder de Wagner, acompañando a Elieen Farrell y dirigiendo la Leopold Stokowski Orchestra (TESTAMENT 1415).
Nuestro humilde homenaje a este singular director.
Si cuando niño alguien hubiese querido obligarme a tomar la sopa juiciosamente, tan sólo habría tenido que amenazarme con Leopold Stokowski.
Recuerdo que la primera vez que escuché su nombre -yo era muy pequeño- fue con ocasión de un concierto en el cual, la primera parte del programa incluía una de sus transcripciones para orquesta de la Tocata y Fuga BWV 565 en Re de Bach. Me pareció terrible, hizo en mí el efecto de una profanación de la Música de Bach.
Me olvidé un poco de ello (prefería escuchar la obra tal como Bach la concibió), y me dediqué a su grabación de la Novena de Beethoven con la Sinfónica de Londres. Fue de las primeras versiones que escuché de esta Sinfonía. Sin embargo, pasado un año ya no soportaba su manera de interpretar dicha obra. Stokowski era un Director muy dado a hacer raros experimentos orquestales que incidían notablemente en la producción de un sonido que, en el caso de la Novena por ejemplo, alteraba la melodía de los instrumentos, por lo que pase a pensar que aquellos no era la Novena de Beethoven sino la Novena de Stokowski. Tal pensamiento me dominó durante años, máxime cuando también escuché el Cascanueces de Chaikovski, momento a partir del cual me juré a mí mismo eliminar a Stokowski de mi listado de Directores.
Ignoro qué habrá sucedido; talvez mi oído maduró o me convertí en un ser más tolerante hacia ciertos sonidos, pero debo confesar que no cumplí mi promesa y volví a Stokowski, aunque fuera de manera ocasional. El mencionado disco de la Novena de Beethoven aún lo conservo y lo escucho eventualmente, considerando dicha grabación como una de las mejores. El segundo movimiento tiene un tempo excelente y los timbales suenan poderosos y protagónicos. El último movimiento me presenta una Ode an die Freude interpretada bajo el ritmo ideal, haciendo en ella un ejercicio in crescendo que emociona y envuelve, para luego dar paso a los cuatro solistas y el coro que lucen majestuosos y muy claros. Talvez el pasaje «Seid umschlungen, Millionen», debió haber sido más profundo y místico, pero Stokowski lo interpretó como un ejercicio de DIrección. Ya el sonoro Finale me resulta uno d elos más embemáticos de toda la historia de la Dirección orquestal.
De allí que también accedí a un vídeo que contiene la Quinta de Beethoven, la Inacabada de Schubert, el Preludio a la Siesta de un Fauno de Debussy y Los Maestros Cantores de Wagner. Sin ser brillante, Stokowski presenta interpretaciones interesantes de dichas obras.
Lo que no he podido tolerar son sus famosas transcripciones de Bach.
Es por ello que manifiesto que Stokowski, sin ser uno de mis Directores preferidos, si ocupa merecidamente el lugar que la historia de la Música le ha otorgado, esto es, como uno de los más importantes dueños de la batuta en el Siglo XX.
Abrazos Leiter.
De un tiempo a esta parte, cuando se habla de los grandes maestros que hicieron buena parte de su carrera en América, se cita a Toscanini, a Bruno Walter, a Fritz Reiner, a Koussevitzki, a Szell… y se suele ignorar un tanto a Stokowski. Realmente, su fama estaba a menudo cimentada en cuestiones extra-musicales y por eso ocurrió que su nombre sufrió un cierto bajón tras su fallecimiento. Para mí nunca fue de los más grandes aunque era un maestro de contrastada solvencia. Se le puso el sambenito de meter mano a las partituras en una época, como se afirma en la entrada, en que lo hacía casi todo el mundo. Stokowski fue un show-man y vivió dentro de esa faceta que tal vez supo heredar con posterioridad Bernstein. Pero Bernstein era ante todo un músico integral y Stokowski se servía de la música para otros fines (lo que no significa que lo hiciera siempre). Creo que el mejor Stokowski fue el de sus últimos años, cuando ya estaba muy por encima de ciertas consideraciones personalistas. Como arreglista… Pues tú lo has dicho, Iván. En resumen, un gran director pero creo que sin llegar al nivel de los maestros que he citado al principio.
Un abrazo, Iván
LEITER
Muy buen artículo sobre Stokowski. Sin duda un showman, sin duda un ególatra, sin duda un manipulador… y sin duda un músico extraordinario. En pocas ocasiones queda así de claro que para ciertos artistas la genialidad es una condición «instrumental», es decir, una herramienta manejable según el arbitrio de su dueño. Hay momentos en que uno no sabe si «Stoki» es una persona o un personaje… pero más allá de su teatralidad, este director polémico cultivó auténtica devoción por su Arte… del cual, con el tiempo, fue siendo cada vez mejor vasallo.
Las transcripciones… nunca las sentí como un ultraje, por mucho que algunas me parecen redundantes, y otras inútiles. Pero hay también algunas que me agradan enormemente —el arreglo de la Water Music händeliana, por ejemplo. En fin, salvo esta discordancia mía, o más bien, este distingo entre paja y trigo, aplaudo con gusto este magnífico capítulo de la serie dedicada a los grandes (y no tanto) directores de orquesta.
Un abrazo, muchachos
Joaquín
Yo creo que lo has expresado estupendamente, Joaquín. Sobre todo en tu duda sobre si Stokowski era un personaje o una persona. Cuando yo empecé en en esto de la música, Stokowski era poco menos que un mito y ahora ya no lo es tanto a juicio con la unanimidad crítica. Reitero que, en mi modesta opinión, Stokowski nunca llegó a los niveles de Reiner, Walter y otros tantos directores que hicieron las Américas. Eso sí, en su haber está el de compactar un excelente conjunto sinfónico como el de Filadelfia.
Un abrazo, maestro Joaquín
LEITER
Eso sí que es cierto, amigo: Stokowski nunca llegó a niveles de los mencionados, muy particularmente Walter, el grandísimo Walter. Casi me tientas a preguntarte, si de gradaciones se trata, ¿qué opinas del buen hacer del citado Reiner frente al de su sucesor, Solti, ambos titulares de la Sinfónica de Chicago? A mí se me viene a la mente un cierto paralelismo Reiner/Stokowski y Solti/Ormandy, en el sentido de que el segundo continuó (y explotó) los hallazgos sonoros del precedente, sin por ello alcanzar su misma altura interpretativa. Pero claro, estas comparaciones nunca son estrictas… aunque sí interesantes.
Y otra cosa, maestro: ¿dirías tú que el legado sinfónico de Stokowski, el sonido Filadelfia, ha perdurado? Es una duda que tengo.
Un abrazo, mi querido Leiter.
Se suele afirmar que un buen director tarda unos diez años en pulir una orquesta mientras que un mal director es capaz de estropearla en apenas seis meses…
Solti y Ormandy supieron conservar — e incluso perfeccionar — los recursos orquestales recibidos de Reiner y Stokowski. Es más, yo creo que Ormandy es el verdadero padre del Philadelphia Sound. Curioso el caso de Solti: En vida fue considerado uno de los mejores dada su espectacularidad interpretativa. Tras su muerte, resulta complicado ver el nombre de Solti acompañando grabaciones de referencia. Solti lo dirigía todo igual, ya fuera una sinfonía de Haydn o una de Chaikovski, con ese dinamismo casi marcial y apoyado en un aparato sonoro formidable. Pero, para marcial, su antecesor Reiner. Fue uno de los mayores tiranos sobre el podio y verle dirigir resultaba ciertamente aburrido, a semejanza de un director de banda, dicho sea con todos los respetos para los directores de bandas. Con todo, algunos de sus registros resultan prácticamente insuperables. Esa es la diferencia con Solti.
Ormandy se mantuvo cerca de 44 años al frente de Filadelfia. A mí nunca me dijo nada especial este director porque nunca me han gustado los perfeccionismos sonoros que restan espontaneidad y se cargan de artificio. De hecho, Ormandy nunca entró en Europa como una figura similar a la de Reiner, Walter, Szell, etc. Pero allí le querían (se suele valorar mucho en América el sonido orquestal incluso por encima de la cualidad meramente artística) y el hombre allí se mantuvo. Yo creo que es el verdadero creador del sonido de esa orquesta, más que lo que hizo Stokowski.
Un abrazo, maestro Joaquín
LEITER
Me alegro una vez más de que compartamos la misma visión sobre el caso Solti, cuando llegué a España había-y todavía sigue-como una moda Solti en radio clásica y hay que ver lo aburrida que resulta la ignorancia…Solti fue el protagonista de una lucha comercial entre DG y Decca, era el hombre de Decca frente a Karajan y a Böhm. Era muy buen profesional, muy buen director pero hoy en día empezamos a ver las cosas mejor, cuando se decía que el doctor Böhm solo era un kapellmeister, entonces que era Solti? Exactamente lo que dice Leiter: lo hacía todo igual, con un background técnico y sonoro impresionante. Nada más, un gran profesional, pero sin alas. No se puede comparar ni un instante con Reiner que es uno de los grandes, ni por supuesto con Szell.
Estupenda respuesta que comparto a cabalidad, maestro Leiter. Es muy tentador ese devaneo por el sonido perfecto, que a veces arrastra a un director o una orquesta. Cierto que tal logro, una vez obtenido, impacta; pero aun así, la música vive más allá de ese ingrediente. Los mecanismos perfectos sólo sirven cuando se destinan a ser usados con pericia, no sólo a ser construidos. Hay, pues, algo de maquinal en insistir única y exclusivamente en el «empaque sonoro» de una gran obra, escabulléndose de la cuestión crucial: interpretarla, darle vida, darle alma, o como dice Jean François, darle alas.
Por supuesto, no digo que haya que olvidar el sonido, materia física de esta, la más efímera de las artes. El punto es ese equilibrio, ahí sí perfecto, entre un exquisito sonido puesto al servicio de una gran interpretación. Pero la interpretación primero; por eso seguimos, y seguiremos, fascinándonos con los viejos «sonidos en sepia» de las grabaciones antiguas. Frente a discos «super audio multi chanel bla-bla-blá»… ¡qué superiores y qué lozanos siguen sonando los viejos discos, los verdaderos músicos!
Un abrazo, amigo Leiter!
Saludos, Jean François
¿Qué te ha pasado en la foto, Joaquín? Te noto diferente…
A colación con lo indicado por Jean François y por ti, por eso mismo preferimos los viejos discos que contienen música, así de simple. En la actualidad, existen registros de Mahler que parecen que tiene uno a la orquesta delante de sus propias narices. Sí, pero… ¿Dónde está Mahler? Dicen que Teophile Gautier, cuando visitó el Museo del Prado por primera vez, se quedó absorto media hora delante del cuadro de Las Meninas de Velázquez. A continuación exclamó: –«Increíble… Pero ¿dónde está el cuadro?»– Obviamente, Gautier no lo dijo en el sentido por mí expresado con anterioridad sobre la música de Mahler.
El maestro Mounielou lo ha definido precisamente: Solti, siendo un gran director, se quedaba ahí, justo en ese punto que separa lo bueno de lo excelso.
Un abrazo, queridos amigos
LEITER
La foto? Nada, que estoy experimentando con esto del «gravatar» y subí la que tenía a mano en ese momento. Luego pondré eso en orden.
«El punto que separa lo bueno de lo excelso»… qué interesante comentario, pues me recuerda un sabio proverbio: «Lo bueno es enemigo de lo óptimo». O también una consideración, creo que de Goethe: el peor enemigo del genio no es el mediocre, sino el talentoso. Alguien diría por allí «es que la condición humana…» jaja
En fin, siempre parece que demasiadas facilidades (técnicas, en el caso que comentamos) deterioran la creatividad. Tomando como pie tu comentario, leiter, en los discos nuevos hay un sonido de perfección pasmosa; en los viejos sonaba música…
Afectuoso abrazo!