Con tan sólo contemplar la expresión de tu bello rostro, mágico epígono entre tu esencia de mujer y mi recuerdo en tu niñez, ya en la alborada adivino el color de tus inquietudes, la mística de tus desvelos o el torrente de las ilusiones. Porque tu cara es una paleta de cromáticas sensaciones con la que pintas tus más sinceros sentimientos, al brillo perenne de la primavera en tus ojos y con la frescura desprendida de tus labios. Quizás aún no te hayas dado cuenta de que tu boca de golosina anticipa, de manera casi imperceptible, el vaivén de tus ánimos. Es por ello que un breve diálogo contigo supone una galería de contrastes moldeados por el sol de la tarde, empeñado en acompasar cadenciosamente la oscilación de tu espíritu.

 Mi dulce Nadiuska… ¿Cómo evocar tu caprichos de adolescencia sin esbozar una sonrisa con tonos melancólicos?. Lejos quedan los tiempos donde menudeabas en tu habitación con cien muñequitas ataviadas en celeste y azul, con el solitario esfuerzo de quién nunca te hubo de abandonar y al son de las melodías aterciopeladas que ya por entonces acariciaban tímidamente tu corazón. Te imagino como princesa ideal de mis mejores propósitos, como broche de proyectos que murieron en la paciente letanía de los desencantos. Quise explorar los senderos de tu infancia y me perdí por los múltiples vericuetos que tu incipiente madurez desplegaba sin demora. Como una nerviosa batalla entre odios escondidos, la estrofa plateada dio paso a la enmienda del inmortal ancestro que te borró cualquier tatuaje de mi existencia. Tal vez no lo sepas, pero las negras y más amarga lágrimas las derramé en soledad, junto al retrato de tu añoranza, en aquel exilio de imposibles penitencias.

 Sin embargo, cuando me regalas tu sencilla sonrisa de fragancias matinales, íntimo poema de rosas, me convenzo de que mi arriesgada apuesta por ti resultó felizmente confirmada. Que los vientos de la dicha te acompañen allá por donde vayas; que la llama del amor no te abandone por las veredas del devenir; que el espíritu de los dioses impregne por siempre tu alma de eterna juventud.