Aunque Wagner daba a conocer en sus conciertos algunos fragmentos de sus obras, desde 1850 no había estrenado una ópera completa. Necesitado de un gran triunfo en otro teatro, puso de nuevo sus miras en París, aprovechando que Rossini estaba retirado, que Meyerbeer estaba en pleno ocaso y que Berlioz seguía inspirando desconfianza con Los Troyanos. Para hacerse con fondos necesarios, Wagner, hombre práctico, vendió los derechos de publicación a Otto Wesendonck. Como si la cosa no fuese del todo con ella, Minna se presentó en París en noviembre de 1859 dispuesta a seguir al compositor en esta nueva aventura que no parecía acarrear con riesgos de infidelidad amorosa. No pocos gastos tuvo que afrontar Wagner para intentar que le fuesen abiertas las puertas de la Grand´Opera: Organizó tres conciertos con obras suyas y abrió un lujoso salón en su casa destinado a tertulias de alto nivel, por lo que las deudas aumentaron de forma tan agobiante como rápida. Finalmente, consigue la ansiada licencia de Napoleón III para que pueda representar Tannhäuser en la Grand´Opera y, tras prolongados y costosos ensayos, la obra se ofrece el 13 de marzo de 1861 con un fracaso de los que hacen historia (Al parecer, Berlioz y sus partidarios tuvieron mucho que ver en ello). Wagner retiró la obra cuando sólo se habían ofrecido tres representaciones y se largó de París en abril, dejando tras de sí un mar de deudas.
Durante los tres años siguientes, Wagner estuvo dando tumbos por aquí y por allá, huyendo de los acreedores y negociando (Revendiendo) los derechos de sus obras una y otra vez. Por contra, en 1862 obtiene la plena amnistía para volver a Alemania, con lo que aumentan tanto sus posibilidades de actuación como la lista de antiguos acreedores. Tras viajar a Rusia, en 1863, y obtener allí notables resultados artísticos y económicos, decide celebrar dicho éxito en Frankfurt liándose con una actriz que no acabó por gustarle del todo, por lo que acaba renunciando a ella y eligiendo en su lugar a la hija de un conocido notario de Maguncia, Mathilde Mayer. Pero ni con esa doble afrenta consiguió Wagner que Minna le concediera el divorcio. En este turbulento ambiente amoroso, Wagner inicia la composición de Los maestros cantores y recibe la triste noticia de que Viena renuncia a estrenar el Tristán. (El tenor vienés más famoso de la época, un tal Anders, se declaró incapaz de aprenderse el papel tras 72 ensayos…). Por si no fuera poco, Minna se vuelve a Dresde y, en condición de separada, reclama un sustento tanto para ella como para mantener la vivienda. Wagner se ve arruinado del todo, sin un triste céntimo y sin posibilidad de ganarlo. Es en esta situación tan desesperada cuando se produce uno de los mayores golpes de fortuna que tuvo el compositor a lo largo de toda su vida, la oferta de Luis II de Baviera para que «Wagner pudiera dedicarse a componer en Baviera sin preocupaciones de tipo económico». El monarca bávaro se mostró como un verdadero entusiasta de los escritos de Wagner, especialmente del poema El anillo del nibelungo.
Wagner fue instalado en una cómoda villa junto al lago Starnberg a escasos minutos paseando del palacio real. El rey canceló todas las deudas del compositor, a quien visitaba tres o cuatro veces por día, y compró los derechos de El anillo. Wagner programó un ambicioso cuadro de representaciones de sus principales obras — y las que ya tenía en mente — que abarcaba hasta los ocho próximos años. Para tal gigantesco proyecto, pidió a su antiguo amigo, Hans von Bülow, que viniera a vivir con él para encargarse de la preparación musical. El problema surgió cuando Cósima, la joven y bella mujer de Von Bülow — e hija de Franz Liszt — apareció por Munich en 1864… En 1865 nació Isolda, la primera hija del compositor; en 1867, Eva; y en 1869, Sigfried. Para no entorpecer más aquella inesperada relación, Minna fallece en enero de 1866 y, luego de superar la inicial resistencia del pobre y humillado Von Bülow (Traicionado por el artista que más admiraba y también por su mujer… ¡Vaya papelón!) la pareja se casa en Lucerna el 25 de agosto de 1870, ante un disgustado Franz Liszt que optó por separarse de la misma.
Pero el mayor problema sobrevino en la corte, donde Wagner era considerado un bicho indeseable para el bonachón e indolente Luis II, sobre todo por parte de la reina madre, quien no tardó en conspirar contra el compositor apoyándose en la figura del jefe de gobierno, Von der Pfortden. Este lanza un ultimátum al rey en 1865 por el que Wagner se ve obligado a abandonar Munich el 10 de diciembre del mismo año, yéndose a instalar en Tribschen, cerca de Lucerna. Sin embargo, las relaciones entre Luis II y el músico continuaron a pesar del distanciamiento físico y, sobre todo, de los sucesos de la guerra austro-prusiana que venía larvándose desde 1868. El 21 de junio del mismo año, Wagner estrena en Munich Los maestros cantores con un éxito tanto musical como social, ganándose el fervor del público y de un joven filósofo que por entonces empezaba a despuntar, Friedrich Nietzsche. Es en esta época cuando Wagner y Cósima albergan la idea de conseguir un teatro propio, aprovechando el ambiente de exaltación germánica que por entonces se vivía. Lo que Wagner tenía en mente era la creación de un teatro donde pudiera interpretarse el ciclo de El anillo del nibelungo y en un marco alejado de las nuevas intrigas políticas de Bismarck en Berlín. Como no podía ser de otra manera, Luis II sufragó los gastos de Bayreuth, lugar elegido para la construcción del nuevo teatro, y de la elegante villa neoclásica que serviría de hogar a Wagner y a los suyos, la llamada Wahnfried (Paz de la ilusión). Fueron años de duros compromisos en los que el compositor empezó a padecer de una dolencia cardíaca aguda que se sumó a una doble hernia inguinal que arrastraba desde hacía tiempo.
Finalmente, la inauguración del Festpielhaus de Bayreuth tuvo lugar el 13 de agosto de 1876 — fecha imborrable para la legión wagneriana — con el estreno completo de La Tetralogía, recibiendo por ello Wagner los más altos honores e incluso la felicitación personal del káiser Guillermo I, circunstancia que motivó el alejamiento de Nietzsche, algo que apenas preocupó al músico. Sin embargo, Wagner no se quedó satisfecho del todo con esa primera representación y quiso mejorar la producción de su gigantesca obra (La Tetralogía completa — El oro del Rin, La walkiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses — suponen unas 20 horas de música, aproximadamente). Mas, el déficit hizo imposible la revisión.
Tras aquellos años, Wagner fue perfilando Parsifal, su última ópera, que hubo de concluir el 13 de enero de 1882 en Palermo y cuyo estreno tuvo lugar el 26 de julio de 1882 bajo la dirección del judío Hermann Levi — pese a las intrigas que trataron de impedirlo — y en medio de una expectación enorme. Aunque algunos hasta entonces incondicionales faltaron a la cita (Bülow, Luis II, Nietzsche…) sí que acudió, en cambio, Liszt, ya reconciliado con Richard y Cósima. Durante el tercer acto, Wagner tomó la batuta para dirigir la última escena en medio de un clamor, aunque no subió del foso al escenario para recibir las ovaciones, sino para intercambiar bromas y comentarios con los profesores de la orquesta. En septiembre, Wagner partió para Italia, ya que el clima invernal de Bayreuth le deprimía.
La imagen de un anciano Wagner en Venecia, en donde fue continuamente homenajeado y agasajado, era la de un hombre ya muy castigado por las enfermedades que sólo parecía sentirse a gusto sentado en una terraza al sol y saboreando un aromático café. Dicen que tenía en mente componer una sinfonía pero lo que realmente creó fue una inquietante y premonitora partitura, La góndola lúgubre, inspirada en el traslado en góndola de los restos mortales de los venecianos fallecidos. A las dos de la tarde del martes 13 de febrero, mientras el compositor redactaba un ensayo literario, sufrió un infarto mortal. Tres días más tarde, su cadáver salía de la residencia donde se encontraba en un féretro adornado con cabezas de león. El cortejo inició un viaje a través de Italia y Alemania en donde comisiones portadoras de coronas de flores esperaban el paso del tren por todas las estaciones. La noche del 17 de febrero, el tren llegó por fin a Bayreuth en donde la ciudad en masa esperaba el convoy fúnebre. El féretro fue enterrado el día 18 en la fosa dispuesta junto a Wahnfried. Desde entonces, cada año un coro canta ante la tumba al iniciarse el Festival de Bayreuth como homenaje de consuelo y esperanza.
Richard Wagner es uno de los compositores más influyentes de todos los tiempos. Cambió el rumbo de la ópera y de la música clásica en general, a base de reinventar la ópera como drama musical. Su objetivo fue el de crear una obra unificada que combinase poesía, drama, música, canción e incluso pintura; en definitiva, una «obra total». Desde El holandés errante, Wagner encontró su propio lenguaje musical, un nuevo estilo de composición en donde el leitmotiv o motivo principal es un tema musical ligado a un personaje, a un símbolo o a un objeto específico que se repite a lo largo de la obra. Wagner experimentó con la modulación y el sistema tonal, descubriendo métodos para desplazarse sin problemas hasta los tonos más remotos con un efecto emocional enorme. Además, descubrió nuevos timbres y combinaciones de sonido instrumental. Sus papeles vocales son largos y complejos, aunque aptos para ser cantados sin mayores problemas. Wagner fue un hombre intolerante, testarudo, convencido de ser un genio y un superdotado que sólo aceptaba a los amigos para su conveniencia. Sus afirmaciones públicas sobre política fueron tan explosivas en su tiempo que el exilio fue una lógica y previsible consecuencia. Pero su empeño, tozudez artística y rigor nos han brindado para la posteridad uno de los mayores legados creativos de la cultura universal. Pese a haber tenido miles de imitadores, absolutamente nadie ha sido capaz de igualarlo. Quien logra profundizar en su música obtiene como recompensa una experiencia arrolladora como ninguna otra.
OBRAS
– 13 Óperas y dramas musicales, destacando El holandés errante, Lohengrin, Tannhäuser, Tristán e Isolda, Los maestros cantores de Nuremberg, el ciclo de El anillo del nibelungo (El oro del rin – la valquiria –Sigfrido – El ocaso de los dioses) y Parsifal
– Idilio de Sigfrido
– Wesendonck-Lieder
– 24 Obras tempranas (Una sinfonía, una sonata para piano, 6 oberturas, varias canciones y un oratorio)
Voy a empezar diciendo lo que para muchos será una herejía musical, incluso una blasfemia: RICHARD WAGNER ES EL MÁS GRANDE DE TODOS LOS MÚSICOS DE LA HISTORIA, DE LO QUE FUE, ES Y SERÁ.
El exacerbado apasionamiento que Wagner genera en unos, la animadversión en otros, o la no comprensión de este monumento, es la prueba de mi anterior afirmación.
Y es que Wagner parece salido del universo de las ideas de Platón, de un Mundo Arquetípico inefable, que se expresa en colosales partituras, cargadas de estética musical, política, psicología, filosofía, iniciación y profecía.
Sencillamente, Wagner no es de este mundo.
Y no lo es precisamente por ser la negación de este mundo, repleto de desatinos y desórdenes causados -en parte- por ese cascarón hueco y sin vida que es el hombre moderno, en su abominable complacencia de esta Edad Oscura, ya próxima a su fin.
«En rigor de verdad, la obra wagneriana debe interpretarse en distintos niveles para poder entonces ser apreciada en toda su magnitud y profundidad. Pero ello supone un gran esfuerzo de concentración y meditación. Pues en rigor de verdad, Wagner NO ENTRETIENE. Decididamente, no. ENSEÑA. No divierte: CONCENTRA. No se lo puede tomar como un pasatiempo, ya que conforma viajes hacia mundos desconocidos…» Adrián Salbuchi.
He ahí, una introducción a lo que Wagner significa. De ahí que pocos sean los intérpretes musicales que realmente comprendan su Música y la ejecuten en consecuencia. Extravían el SENTIDO de Wagner y en ocasiones -peor aún- adulteran los propósitos del compositor, con ejecuciones y representaciones totalmente inapropiadas. Un ejemplo clásico es la producción del Anillo del Nibelungo para el centenario del Festival de Bayreuth, en 1976, con puesta de escena de Patrice Chereau y dirección de Pierre Boulez. Eso fue algo insensato, inapropiado, destructor y criminal; un verdadero acto de terrorismo musical. Tal enfermedad se ha extendido a toda la obra wagneriana y ha sido adoptada por casi todos los teatros del mundo. Como decía Elisabeth Schwarzkopf: “a las obras maestras las están destruyendo de la misma manera que se destruiría la Mona Lisa, pintándole un grafiti».
Y si hay algunos músicos que no comprenden a Wagner, también en el plano de los aficionados musicales, los comentaristas y los asiduos asistentes a conciertos, hay aquellos que no comprenden un ápice de Wagner. De entre una masa, digamos 1000 personas que dicen admirar a Wagner, con seguridad tan sólo 20 han penetrado su secreto. Ni siquiera sus descendientes escapan a esta máxima: prueba de ello es la bestialidad proferida por un bisnieto del compositor, en las pasadas celebraciones por los 20 años de la caída del muro de Berlín, cuando se interpretó un concierto cuyo programa incluía Lohengrin. No quiero repetir la sandez que dijo este pseudo-wagner (así con minúscula), pues hace en mí el efecto de una traición. Algo en mí se revolvió cuando escuché aquello.
Como hombre, Wagner era un completo intelectual. Nunca componía una Música sin antes documentarse exhaustivamente sobre los temas que escogía como ejes temáticos de sus Óperas. Devoraba cuanto libro caía en sus manos, especialmente la literatura germánica y, sobre esa base, escribía Él mismo los libretos de sus Dramas musicales. Helo ahí: también era escritor. Y un escritor de una pluma exquisita, elevadísima y rebosante de cultura y saber. Sus ensayos son más que brillantes: son ejemplo de cómo se construye un hombre a sí mismo. Hombre de teatro, también concebía hasta el más mínimo detalle de la puesta en escena de sus obras. Pocos como Él, conocían tan profundamente los secretos de la lengua germánica.
Pero Wagner fue más que un hombre de teatro, un literato o un músico (esto último que es lo que más nos atrae de Él); Wagner no fue un Músico, a la manera de Bach, Mozart, Beethoven…Él trascendió lo aprendido de ellos y lo puso al servicio del más alto concepto, haciendo una reminiscencia de lo que el mundo fue en una Edad de Oro, una radiografía de cómo se fue degradando poco a poco, un diagnóstico de la pobreza e inferioridad mental en que cayeron los hombres y un augurio de lo que será el porvenir, el Mundo Nuevo que habrá de surgir de las cenizas del que caerá, cuando la Lanza sea recuperada y puesta una vez más junto a la Copa por el Hombre que vendrá, como símbolos de la regeneración que inevitablemente ha de producirse.
(Un mensaje similar transmitió Mozart en Die Zauberflöte).
La cumbre del mensaje wagneriano se halla en El Anillo del Nibelungo y Parsifal. Es allí donde el compositor plasmó en lenguaje cifrado -a la manera de Leonardo da Vinci- lo anteriormente dicho. En estas obras Wagner recogió y vertió un inconsciente colectivo (que empero es de sólo unos pocos), transmitiendo secretamente los dictados de una realidad trascendente, perdida tras la noche del mundo animalizado. Es tal la magnitud del secreto, que la estructura de dichas obras se eleva en función de la protección del secreto, que se blinda a sí mismo, para ser captado únicamente mediante un estado anímico correcto para que la magia surta efecto.
En efecto, parece como si Wagner hubiera sido el depositario de un Arquetipo que pugna por revelarse nuevamente al Hombre que aspira a su superación, la búsqueda del Sí Mismo, la deificación, el Übermensch. De ahí que la obra wagneriana no sea accesible a todo el mundo. Repito que aún entre los entendidos musicales hay incomprensión y en ocasiones resistencia a todo lo relacionado con Wagner. Es inevitable. Porque Wagner es una obra contra el Tiempo, pues obedece a una Tradición, que se opone violentamente al modelo del mundo moderno: el imperio de la cantidad sobre la calidad, la estadística calculadora, el facilismo, “time is money”, la globalización, la democratización de los ejes de la aristocracia…Cuando se ha visto, por ejemplo, que en esos multitudinarios conciertos estilo “los tres tenores”, los cuales con el discutible objetivo de llevar la Ópera a las masas, se incluya una sola obra de Wagner? Nunca ciertamente. Porque lo que allí se hace, mezclando Ópera con canciones populares, es para divertir, entretener, complacer a una masa absurda, como nos entretenemos con un juego de fútbol. Hemos caído en eso. Pero como dije párrafos atrás, Wagner es toda la negación de esta maraña de caos psicológico que inunda y ahoga al hombre moderno. Wagner es el Sumo Sacerdote de un Arquetipo que ilustra y concentra al Hombre con un Universo elevado.
“…das Licht verlischt; nächtiges Dunkel deckt mir das Auge:
tief in des Busens Berge glimmt nur noch lichtlose Glut“: „…la luz desapareció. La noche y la oscuridad cerraron mis ojos: en los profundos rincones de mi corazón,
un fuego invisible continúa ardiendo”. Tomado de Die Walküre. He ahí una síntesis de la enseñanza wagneriana; intuid el resto.
Esto deja claro mi afirmación del comienzo, según la cual a Wagner hay que interpretarle en distintos niveles de comprensión, escalonados ciertamente, en donde el uno es presupuesto del siguiente: estética musical, política, psicología, filosofía, iniciación y profecía.
Ahora bien: es muy importante seleccionar muy cuidadosamente a los intérpretes de Wagner, a fin de lograr una auténtica sintonía que nos conecte adecuadamente con este orden de ideas. Por ello repito, repudio vehementemente esas manifestaciones tan frecuentes hoy en día que, con el prurito de “concepciones contemporáneas”, destruyen de cabo a rabo la obra de Wagner. Es ofensivo observar esas versiones de Die Meistersinger von Nünberg, en que la asamblea de los Maestros Cantores que se reúnen en la Iglesia de Santa Catalina, es representada como una junta de banqueros de corbata que discuten en el rascacielos del Empire State. NÜRNBERG SIGLO XVI!!! ESO FUE LO QUE DIJO WAGNER SOBRE LA ÉPOCA EN QUE TRANSCURRE LA ACCIÓN!!! Qué es tan difícil de entender? Cómo es posible que a Lohengrin lo caractericen como un médico cirujano, cuando él es un Caballero del Grial? EDAD MEDIA, POR DIOS!!! Cómo tolerar que a Tannhäuser lo representen como a un play boy multimillonario? O la producción del centenario que ya mencioné anteriormente? Nada de eso es Wagner, pues adultera su esencia íntima y lo convierte en algo que no es.
Las interpretaciones antiguas suelen ser mejores que las modernas. No digo que hoy día los directores o los cantantes no sean buenos, pero sí son de indiscutible segundo nivel frente a las glorias del pasado. Veamos:
TENORES: a mi juicio hay un trío de oro, la aristocracia más elevada de los Heldentenoren o Tenores Heróicos wagnerianos. Son ellos, MAX LORENZ, LAURITZ MELCHIOR y WOLFGANG WINDGASSEN.
En ese primer grupo, formando un cuarteto debería hallarse JON VICKERS, quien hiciera brillantes interpretaciones de Siegmund. Pero su renuencia a interpretar a Siegfried o a Tannhäuser en virtud de sus creencias ultra católicas, le restaron el honor de conformar el círculo más elevado.
Así las cosas, en un segundo grupo ubico a JON VICKERS, JAMES KING, PETER SCHREIER, JESS THOMAS, WALDEMAR KMENTT y SIEGFRIED JERUSALEM, este último lo ha hecho bien.
Sin duda hay otros, pero básteme por ahora mencionarlos a ellos.
BARÍTONOS Y BAJOS: Para mi gusto, hay dos que merecen especial mención por sus rendiciones como Wotan: THOMAS STEWART y JAMES MORRIS.
Luego de ellos encontramos verdaderos monstruos del canto wagneriano para barítono y bajo: DIETRICH FISCHER-DIESKAU, MARTI TALVELLA, KURT MOLL, BERND WEIKL, ZOLTAN KELEMEN, THEO ADAM (aunque este último no llega a convencerme del todo en muchas rendiciones de Wotan), GOTTLOB FRICK, MATTI SALMINEN, especialmente.
SOPRANOS: No hay duda del inmenso arsenal que conforma este grupo: KIRSTEN FLAGSTAD (hermosísima Isolda), BIRGITT NILSSON, ELISABETH SCHWARZKOPF, GUNDULA JANOWITZ, MARJORIE LAWRENCE, LOTTE LEHMANN, HELEN TRAUBEL, JESSIE NORMAN y más recientemente, la fallecida HIDEGARD BEHRENS.
No es soprano pero la incluiré aquí: CHRISTA LUDWIG, en sus papeles de Fricka.
DIRECTORES: Hay una élite conformada por HERBERT VON KARAJAN, KARL BÖHM, HANS KNAPPERTSBUSCH y WILHELM FURTWÄNGLER. Tal vez podría incluirse aquí a WOLFGANG SAWALISCH, pero sería objeto de discusión.
A renglón seguido, en segundo grupo debo mencionar, por supuesto a RICHARD STRAUSS, ARTURO TOSCANINI, OTTO KLEMPERER y SIR GEORG SOLTI.
JAMES LEVINE y DANIEL BARENBOIM (aunque estos dos últimos han caído algunas veces en el mal que he descrito anteriormente de la inapropiada interpretación de Wagner con escenificaciones que le destruyen la esencia) vendrían a conformar un tercer grupo.
Debo decirlo con sinceridad, rechazo a LEONARD BERNSTEIN, ZUBIN MEHTA y PIERRE BOULEZ como directores de Wagner. No encajan de ninguna forma.
He ahí, un poco de lo que quisiera decir de Wagner. Aún estoy en la expectativa de escribir un ensayo en el que transmita mis impresiones sobre el Tannhäuser und der Sängerkrieg auf Wartburg.
«Amo a todos aquellos que son como gotas pesadas que caen una a una, desde la oscura nube que yace sobre la humanidad: ellos son los profetas del relámpago que vendrá y como profetas, ellos sucumben. Yo soy un profeta de ese relámpago y una pesada gota que cae de esa nube: ese relámpago se llama Übermensch» – Friedrich Nietsche, Also sprach Zarathustra.
Richard Wagner, el Profeta del Übermensch!
Leiter, una vez más, mis votos de aprecio y amistad.
Esto no es un comentario, es una tesis doctoral — cum laude — en toda regla. ¡Impresionante! Pero será de obligado cumplimiento por tu parte dejarnos aquí todo el ensayo previsto para Tannhäuser. Además, me has curado una cierta heridita que tenía: En estas dos entradas dedicadas a Wagner, NADIE había dejado un triste comentario…
Te entiendo: El exceso de supuesta creatividad, en ocasiones, mistifica apestosamente el arte. Esas representaciones de Boulez, en buena medida, dejaron muy mal colocada su intachable carrera como director. Wagner no se pliega, en verdad, a esos experimentos.
No voy a ocultar que yo no soy un entendido en Wagner, aunque sé algo de alemán y en mis tiempos traté de hacerlo. Yo me siento músico y me baso en la música, nada más. Y hasta donde yo he alcanzado, Wagner es un extraordinario compositor. Reconozco no tener capacidad para desentrañar todo su poderío en el arte total, aunque he escuchado prácticamente la totalidad de su obra. Sin embargo, escuchar a Wagner no basta. Hay que asistir a sus representaciones y, si es posible, hacer una peregrinación a Bayreuth, asunto bastante complejo. Por cierto, yo estuve allí… Pero no asistí a ninguna de sus óperas, claro. Fui sólo de «visita» fuera de temporada.
Con Wagner, la ópera alemana llega a su máxima expresión. Me ha parecido acertadísimo el vínculo que estableces entre La Flauta de Mozart y Wagner. Estoy totalmente de acuerdo.
El problema, con Wagner, ha sido la asociación que de su arte se ha querido establecer con ciertos regímenes totalitarios. No hay nada de eso, como ya nos dijo Frank Ar en su blog, pero nadie tiene la culpa de que al Führer, un tío que de música no entendía un pimiento, le gustase Wagner. A pocos alemanes no les puede dejar de gustar Wagner al igual que a pocos españoles no les puede dejar de gustar la tortilla de patatas, aunque la comparación es ignominiosamente odiosa.
A esa lista de directores que has puesto, añade a Georg Szell. Hace poco, nuestro amigo Joaquín nos puso algunas cosas de Szell en su local y, de veras, que fue todo un wagneriano descubrimiento.
…!Mmm! Te olvidaste citar a Plácido Domingo y a Montserrat Caballé, dos buenos — y dejémoslo así — intérpretes wagnerianos, teniendo en cuenta la procedencia latina de ambos y la dificultad añadida que ello implica a la hora de interpretar a Wagner.
Coincido completamente en lo que dices de Solti y Metha.
Barenboim… Su gran e inestimable mérito fue llevar a Wagner hasta Israel. Hay que estar muy convencido — amén de ser muy valiente — para hace eso. Su mérito es indiscutible.
Gracias por la tesis doctoral, Iván. Este escrito tuyo enriquece sobremanera este bar virtual de copas.
Un abrazo, campeón
LEITER
Hoy debo continuar con esta exposición sobre “El Caso Wagner”, que iniciara hace ya varios días, pues a mi juicio hay tanto que decir, que no puede reducirse a lo que ya mencioné en el anterior comentario. De manera Leiter que con tu venia, procedo a abordar un tema bastante controversial sobre el Músico y que ha sido objeto de acalorados debates que aún no se resuelven: la faceta política.
Había sugerido que uno de los aspectos sobre los que se mueve la obra wagneriana es la política. Wagner era un hombre irremediablemente político y su trasegar por este mundo lo llevó a hacer diversas teorizaciones en ese orden, ya fuera entre sus amigos, sus familiares, en escritos y, por lo menos en una oportunidad, tomando parte activa en acontecimientos sociales de marcada connotación política, aunque sin ser un líder de tal índole.
No se olvide que Wagner fue uno de los tantos alemanes que participaron directamente en los desórdenes y revueltas de 1848. Por aquellos años el Genio había entrado en contacto con Mikhail Bakunin (a mi juicio, uno de los personajes más negativos de la Historia, junto con Marx) y por ende, se vio influenciado por el Anarquismo que profesaba su nuevo mal amigo.
De ahí que muchos en nuestros días hayan afirmado que Wagner era un elemento más que orientaba su comportamiento hacia el incipiente Comunismo, ya que combinaba las absurdas teorías de Karl Marx con la práctica anarquista, elementos estos de los cuales se nutrió la Revolución del 48, en donde -repito- Wagner participó activamente y lo cual le valió que las autoridades Bávaras y Prusianas le dictaran orden de captura inmediata, incluso describiendo su aspecto físico. Wagner debió marcharse de tierras germánicas para no volver durante largos 10 años de sufrimientos y vejaciones.
Esta es una de las razones que llevaron a Pierre Boulez y Patrice Chereau a concebir y materializar el esperpento musical anti-wagneriano del Festival de Bayreuth de 1976, con ocasión del centenario. Justificaron tal monstruosidad con el argumento que Wagner era un “izquierdista marxista”, que se identificaba plenamente con “La Dictadura del Proletariado”, “el Movimiento Obrero” y con los Socialismos antesala del Comunismo en el siglo XIX, y que por aquellos años (los del centenario del Festival) estaban en todo su apogeo, con la Unión Soviética, el Muro de Berlín y la Guerra Fría a la cabeza, sembrando la miseria y la destrucción de la Humanidad en toda la Europa del Este y aún más allá. Para ellos, la Música de Wagner, especialmente el Anillo del Nibelungo, eran la expresión artística de tal corriente de pensamiento y así debía transmitirse al mundo, con su consabido mensaje para las masas. Le dieron su bendición al Anticristo del siglo XX.
NADA MÁS ALEJADO DE LA REALIDAD DE RICHARD WAGNER.
Ciertamente Wagner se relacionó -mal- con Bakunin y ejecutó los actos propios del vandalismo anarquista, que socava los cimientos del Estado donde se desarrolla una comunidad de Hombres y Mujeres ligados entres sí por vínculos Nacionales que implican diversos aspectos cuya totalidad es inocuo plantear aquí. Básteme indicar que uno de esos aspectos es el Arte, en su forma auténtica y cristalina. Wagner por supuesto.
Sin embargo hay que tener en cuenta el porqué de este comportamiento de Wagner. Algo muy claro desde su más tierna infancia, es que Richard era un Nacionalista consumado, enamorado del germanismo más exaltado y apasionado, que rechazaba la idea de diversos estados alemanes en división geográfica y política, como era la realidad en ese momento histórico. Y si alguna característica, tuvieron muchos de los participantes en la Revolución del 48 -los ciudadanos comunes “reclutados” para hacer número frente a las autoridades- fue su deseo de un cambio radical en el sistema político imperante en tierras alemanas, una búsqueda de una identidad que, aunque allí estaba, no se tenía en cuenta para nada. Wagner se encontraba en ese grupo; ante su ímpetu alemán, fue presa fácil de Bakunin y sus apandillados, cuyos intereses “liberales” y “progresistas” disfrazaban sus intenciones hegemónicas disolventes, en una sociedad ya de por sí en estado de disolución.
Y es que Wagner aún era un hombre joven; en 1848 contaba con 35 años. Su ideario político, aunque formado, aún presentaba debilidades en cuanto a procedimiento, lo que condujo a que fuera fácilmente influenciable por la primera aparición que se le presentara. No fue una Valquiria ni el Dios Wotan, lamentablemente. Faltaría tiempo para eso. Y ya sabemos el Basilisco que se le apareció.
Pero el verdadero Richard Wagner estaba en gestación.
Pareciera que de repente un día, Wagner dijera: “¿qué he hecho? Yo no soy eso”. Y en efecto. La expresión musical wagneriana anterior a 1848 (Rienzi, Der Fliegende Holländer y Tannhäuser) ya insinuaba sutilmente que su creador tenía ideales muy distintos que los profesados por los fracasados movimientos revolucionarios. Basta escuchar atentamente tales obras para percatarse de sutilezas que revelan hacia dónde se orienta Wagner. Estas primeras óperas, escuchadas y analizadas por un oyente correctamente “sintonizado”, invitan a serias reflexiones sobre el papel que la Obra de Arte Total, la música del Porvenir y su creador tendrían en la Alemania venidera y en el Mundo en general. Hay que sumergirse temerariamente en este océano musical para “ver” al verdadero Wagner, que ya se perfilaba con cierta nitidez, incluso para Él mismo.
Lo que vendría después es la prueba de mis afirmaciones sobre el verdadero Wagner.
„König Heinrich:
Gott grüß’ euch, liebe Männer von Brabant!
Nicht müßig tat zu euch ich diese Fahrt!
Der Not des Reiches seid von mir gemahnt!
Soll ich euch erst der Drangsal Kunde sagen,
die deutsches Land so oft aus Osten traf?
In fernster Mark hießt Weib und Kind ihr beten:
»Herr Gott, bewahr uns vor der Ungarn Wut!«
Doch mir, des Reiches Haupt, mußt’ es geziemen,
solch wilder Schmach ein Ende zu ersinnen;
als Kampfes Preis gewann ich Frieden auf
neun Jahr – ihn nützt’ ich zu des Reiches Wehr;
beschirmte Städt’ und Burgen ließ ich baun,
den Heerbann übte ich zum Widerstand.
Zu End’ ist nun die Frist, der Zins versagt –
mit wildem Drohen rüstet sich der Feind.
Nun ist es Zeit, des Reiches Ehr’ zu wahren;
ob Ost, ob West, das gelte allen gleich!
Was deutsches Land heißt, stelle Kampfesscharen,
dann schmäht wohl niemand mehr das Deutsche Reich!
Die Sachsen und Thüringer
Wohlauf! Mit Gott für Deutschen Reiches Ehr!
(Rey Heinrich:
¡Que Dios os salude, valerosos hombres de Brabante!
¡No sin razón he viajado hasta vosotros!
¡He venido a recordaron vuestra obligación con el Imperio!
¿Debo hablaros antes del azote
que tan a menudo han sufrido las tierras germana, procedente del Este?
En los confines del reino, pedís a las mujeres y a los niños que rueguen:
«Señor, sálvanos de la ira de los húngaros!»
Más, fui yo, cabeza del Imperio, el que decidió
ponerle fin a tan terrible humillación;
la victoria que conseguí en la batalla me trajo la paz
durante nueve años: así defendía al Imperio;
ordené que se construyeran pueblos y castillos fortificados,
y utilicé las levas como ejército de resistencia.
Más ahora, esta época ha acabado, no se nos pagan los impuestos,
y el enemigo se está armando con amenazas.
Ahora es hora de defender el honor del Imperio;
Este y Oeste, a todos os digo: ¡que cada acre de tierra germana presente tropas de soldados,
y así nunca más nadie volverá a abusar del Imperio Germano!
Sajones y Turingios:
¡Adelante! ¡Con Dios, por el honor del Imperio Germano!”
De la Ópera “Lohengrin”. Esta Ópera, monumental y arrolladoramente emocionante, muestra de manera nítida el germanismo colosal de Wagner: ese germanismo que se oponía visceralmente a los arrojos insurreccionales estériles que le habían sido inoculados por un puñado de salvajes.
Richard Wagner había descubierto su camino.
Los años venideros fueron difíciles pero de enorme crecimiento para Wagner, quien ya había sido tocado por la Divina Púrpura del Grial.
¿En qué sentido se orientó la transformación política de Wagner?
Es difícil abordar el tema. Genera tantos antagonismos que en ocasiones pareciera preferible callar para no levantar crispadas discusiones. Pero como en este Bar somos comentaristas de altura, llevaré adelante mi idea sobre el ideario político de Wagner, que en últimas, condiciona todo el ulterior bagaje musical y filosófico del Artista y lo proyecta a las futuras generaciones. Comprendiendo ese punto podremos abordar otros niveles de entendimiento wagneriano.
Es innegable -repito- el exacerbado germanismo de Wagner. Con vehemente nacionalismo, rechazaba las influencias extranjeras en tanto estas fueran degradantes, frívolas o actuaran como disolventes de la Cultura y el Arte Alemanes. Sus años de exilio, en donde sufrió horrores en París, jalonaron su espíritu y le abrieron un panorama y visón de ciertas realidades, que Él poco a poco asimiló hasta convertirse en un férreo defensor de ideas pangermánicas. En pocas palabras, a su condición de alemán, se sumó un antisemitismo visceral, que vio su coronación en el ensayo “El Judaísmo en la Música”. Recomiendo su lectura.
Wagner interpretaba el judaísmo como un elemento extraño y disolvente de los sólidos valores que debían inspirar a toda sociedad, especialmente a su País. La enorme influencia de los judíos en diversos campos de la vida cotidiana europea -y del mundo- sumado a un creciente desvalor en todas las esferas de actividad humana, lo atribuía Wagner y muchísimos otros pensadores, a la nefasta influencia del elemento hebreo, que el Músico no podía ya soportar. Tan es cierto eso, que durante su estadía en París, Wagner era soterrada y deslealmente atacado por diversos personajes en quienes residía el monopolio artístico francés, muy discreto por esos tiempos, a pesar de algunas buenas producciones. Los personajes en cuestión, con Meyeerber a la cabeza -un músico más que mediocre- eran todos judíos.
En más de una ocasión, Meyeerber llamó “imbécil” a Wagner. Por supuesto nunca lo hizo en la cara del Alemán.
Y la experiencia de Wagner en ese particular campo artístico, Él lo visionó en todas las áreas de influencia humana.
Wagner entendía el Arte como un valor en sí mismo, de elevada significación, que debía servir de orientación a los Hombres en su camino a hacerse cada día mejores, exaltando cualidades y virtudes y despreciando todo lo vulgar y execrable. A su juicio, los judíos representaban la degradación de esos nobles objetivos, pues todo lo que tocaban lo convertían en negocio, y el Arte, para ellos nada más era un vehículo como tantos otros para hacer dinero. Así las cosas, Wagner abogaba por el aislamiento del judío.
Al regresar a tierras alemanas el panorama era igual.
Wagner no volvería a abandonar este credo. Se mantendría en permanente contacto con círculos que alimentaban esta concepción.
Cuando en 1871 la Gloria llegó briosa sobre los corceles de los ejércitos de Otto von Bismarck, Wagner fue uno de tantos alemanes que celebró -adustamente dada su condición de hombre mayor- la Victoria en la Unificación. Alemania, Deutschland: El Segundo Reich había nacido.
Este tema, tal como lo he expuesto es una bomba. Plantear el asunto es un peligro después de la Segunda Guerra Mundial. Pero así lo interpreto yo, e insisto una vez más: los tiempos de la posguerra han sido testigos mudos de la adulteración por parte de muchos, de la Obra Wagneriana, desviando así, la profundidad de su mensaje.
Diversas son las opiniones que rechazan esta visión de Wagner pero, a mi juicio es algo imposible de desconocer; resulta casi inescindible esta concepción de la obra de Wagner. Tan cierto es que Gottfried Wagner, biznieto del Maestro, escribió en “Quien no aúlla con el Lobo” que quien pretenda desvincular a Wagner del antisemitismo, se conforma con una falsificación de la Historia.
¿Una prueba más? Pese a todos sus esfuerzos, Daniel Barenboim aún no logra instalar a Wagner en Israel. ¿Cuántas veces no ha sido boicoteado algún concierto suyo allí, al anunciar Música de Wagner en el programa?
¿Es duro no? Pero así son las cosas.
Es en ese contexto que analizaré las inmensas Catedrales Musicales de Richard Wagner: El Anillo del Nibelungo y Parsifal.
Empero, también Tristán e Isolda, Lohengrin y Los Maestros Cantores de Nürnberg revelan esa personalidad de Wagner.
CONTINUARÁ…
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Leiter, puedes tener la certeza que cuando escriba mi ensayo sobre Tannhäuser lo compartiré con todos ustedes mis buenos amigos. Pero tomará tiempo. Como comprenderás es una tarea ardua.
Un gran abrazo.
Pd. Perdonad si mi visión del tema es extremista o inapropiada. Pero no logro concebirla de otra forma.
Bueno… Aquí tienes siempre las puerta abiertas a tus reflexiones. Faltaría más, amigo Iván. Es más, TE OBLIGO a que insertes esas reflexiones. Es un verdadero placer leerte, de veras.
Yo soy un gran admirador y defensor de la cultura e historia judía. Mi pareja tiene sangre hebrea y, gracias a ella, he podido asimilar muchos aspectos de esa cultura. No pongo en duda todo lo que afirmas de Wagner con respecto a su fobia judáica. Pero era un caso más de muchos, Iván. No podemos denigrar a toda una cultura así por que sí, creo yo. A veces se asocia la envidia con la incapacidad. A Wagner se le utilizó, se le utiliza y se le seguirá utilizando, pese a quien pese. Has tildado a Wagner de antiprogresista cuando precisamente fue el músico más progresista de todos.
Admiro tu comentario, querido amigo Iván, pero no lo puedo compartir en absoluto. Creo que intentas asociar a Wagner con unas ideas retrógradas que, entre otras cosas, escribieron una de las páginas más tristes de toda la historia de la humanidad. En mi opinión, denigras a Bakunin, a Marx (Un genial filósofo. Marx es Marx. Otra cosa es analizar lo que ciertos políticos y pensadores hicieron de su teoría, muy válida, por cierto, en estos días), a los judíos, a… No, Iván. El germanismo no puede basarse en el odio hacia otras formas de pensamiento u otros pueblos. Arremeter contra todo lo que no está en mi condición de pensamiento es un síntoma de debilidad argumental. Por algo los romanos les llamaban bárbaros…
Comprendo perfectamente que muchos aficionados musicales de Israel no quieran saber nada de Wagner. Eso es culpa de quienes intentan asociar su música con ciertos episodios históricos que más vale que olvidemos de una vez por todas. Wagner ha sido el compositor más lamentablemente utilizado según los intereses de un totalitarismo fascista que afortunadamente fue vencido en los campos de batalla. Comparar a Wagner con el nazismo es una ABERRACIÓN. El hijo de puta de Hitler no tenía ni idea de música, ni de arte, ni de nada. Era un pobre desgraciado, demagogo y populista que apareció donde debía aparecer aunque en el momento más inoportuno. No tenía la menor cultura de nada y andaba mendigando. Aún así, como ser acomplejado que era, no dudó en hacer comparar ciertos ideales con la música de Wagner. El era incapaz de crear una obra maestra y no dudó en «hacer suya» la de Wagner.
La MÚSICA une. NO desune. Pero si para escuchar la música de Wagner tengo que ODIAR, desde ahora mismo pondré todos los discos que tengo de Wagner en el cubo de la basura. Es una broma. Wagner es un inmenso compositor y a mí sólo me interesa su MÚSICA. Los añadidos, para quien los quiera. ¿Tendría que odiar a Silvio Rodríguez por apoyar a Castro? ¿O a Joaquín Turina por aprovecharse del régimen franquista? ¿O a Shostakovich por plegarse ante los dictados soviéticos? REPITO: A mí, SÓLO ME INTERESA LA MÚSICA. La pobreza cultural de los regímenes totalitarios es la que intenta asociar ARTE con IDEOLOGÍA. Que sigan así, allá ellos.
Sólo un añadido: Quien odia a un pueblo, a una raza o a una cultura, es un perfecto IGNORANTE. Así de simple. Odiemos a las personas que intentan, precisamente, inculcarnos esos estúpidos y enfermizos odios.
En este bar me pusieron a parir por criticar al Estado de Israel durante el asedio a Gaza. Yo no entiendo de banderas — que sólo fomentan odio y fanatismo — sino de personas. Y cuando alguien cometa una barbaridad lo denunciaré, sea judío, árabe, español, alemán, o de dónde coño sea.
¡VIVA WAGNER! ¡VIVA ISRAEL! Así de simple.
No tienes en absoluto que disculparte de nada, Iván. Argumentas tus teorías y punto. A los demás les corresponde decir si están o no de acuerdo. Jamás cambiaré mi cariño y amistad por una persona por el hecho de que mantenga ideas distintas a las mías. Si me lo permites, Iván, EXTREMISTA es quien entra en los bares virtuales insultando, usando palabras groseras, enmierdando sin aportar datos y vomitando estupideces sin sentido. Todo lo contrario a tu alto sentido de la educación y de la cortesía.
No es que ya tenga la certeza de que cuando escribas tu ensayo sobre Tannhäuser lo compartirás en este bar. Es que TE OBLIGO a ello, ja, ja. Es una ORDEN.
Sabes que ésta es tu casa aunque a veces discrepemos.
Un cariñoso abrazo, mi buen amigo.
LEITER
Bueno mi gran Leiter, las discrepancias se presentan apenas en cuestiones de la interpretación o del análisis que se hace respecto de ciertos temas…por ningún motivo vayas a pensar que estoy alimentando extremismos doctrinarios que justifiquen xenofobias o despliegues de violencia de unos contra otros, ni más faltaba. Precisamente mi gran temor de exponer esta idea era la crudeza de cómo he entendido yo la situación y la gran controversia que el tema genera. Pero tienes mucha razón cuando afirmas que la MÚSICA es la que nos interesa, por encima de cualquier consideración. La política finalmente es una ponzoña que te traiciona en cualquier instante, sobretodo, cuando has puesto toda tu fe en ella. Te pongo un ejemplo para ilustrar esto: yo no soy creyente del Cristianismo como credo; únicamente me interesa su aspecto histórico. Pero, por no considerarme Cristiano, voy a rechazar la obra religiosa de Bach, por haberse expresado Él en lenguaje Cristiano? No, porque lo que me interesa es Bach.
Así las cosas,Tú has hecho un diagnóstico perfecto de la situación.
Y no es que haya tildado a Wagner de antiprogresista. En efecto es el más progresista de todos. Lo que observo yo, es que el MÉTODO que empleó Wagner cuando se proximaba su senectud y en el apogeo de esta, era contrario a los sistemas liberales y revolucionarios. Y lo irónico es que su Música era la más revolucionaria de todas, en el aspecto puramente artístico.
Hombre, esto es muy difícil, pues el hecho objetivo que Wagner fuera antisemita es lo que me conduce a entender las cosas como lo he expuesto…Pero te lo ruego, no me mal interpretes mis intenciones…
Y pártamonos de la risa: los judíos han prestado invaluable servicio a la obra de Wagner: Hermann Levi (estrenó Parsifal), Friedrich Schorr, Lotte Lehmann, Bruno Walter (su grabación de 1935 del primer acto de La Valquiria es de absoluta referencia), Georg Solti, James Levine…son FANTÁSTICOS!
En conclusión, nada de odios ni apologías a ellos. Una cosa es la discusión constructiva de ciertos temas a partir de interpretaciones diferentes y otra el fomentar monstruosidades que están fuera de lugar. Esas etapas de barbarie están superadas y así deben quedarse.
VIVA EL BARÇA! VIVA EL REAL MADRID!
Joder, si todos somos amigos!
Muy buen apunte, Iván. Tal vez leí con cierta precipitación tu anterior comentario. De todas formas, Iván, creo que hay que distinguir al Wagner arruinado y endeudado de su primera etapa con el Wagner que se ha ganado la protección — sobre todo económica — de Luis II de Baviera. El cambio en su forma creativa puede tener mucho que ver con ese otro cambio de condición social.
Ahora que no nos oye nadie te voy a confesar una cosa: Wagner ha sido el compositor que más dificultades musicales me ha planteado siempre. Me costó mucho acceder a su genial obra, pero no por mala opinión; al revés, siempre consideré que su música era prodigiosa pero yo, como ser humano, estaba muy limitado para comprenderla. Servirme de Bruckner fue un excelente impulso para subir los peldaños de la obra creativa de Wagner, posiblemente uno de los cinco mejores compositores de toda la historia musical. Aún así, me queda mucho por aprender todavía y por eso espero siempre tus comentarios, de gran valor para mí.
Lo que te ocurre a ti con el Cristianismo es muy parecido a lo que me ocurre a mí. Pero yo discrepo más de la utilización interesada que se hace de las enseñanzas del Maestro de Galilea, una de las más bellas poesías en favor de la comprensión, caridad y solidaridad humana. Creo en la figura histórica de Jesús de Nazaret pero no así en quienes monopolizan su mensaje mediante instituciones jerárquicas y cada vez más excluyentes y lejadas del mensaje original de paz y amor por el prójimo. Me eduqué bajo una enseñanza católica y, aunque respeto dicha creencia, no comparto muchos de sus fundamentos, basados más en la palabra de los hombres que en la propia oratoria de Jesucristo. De todas maneras, mi código ético trata de inspirarse siempre en las enseñanzas del Maestro de Galilea. Quizás por eso, en el fondo de mi espíritu, me siento cristiano. Pero un mal cristiano y pecador… Claro. Y agnóstico en el tema de la creencia divina.
Mi pareja, pese a descender de familia hebrea — su padre emigró a Israel, falleciendo allí — también se educó en un curiosa síntesis de elementos judíos y cristianos. Y también árabes, como correspondió a aquel ejemplo de convivencia pacífica entre tres religiones distintas que significó Tánger. Celia siempre me repite: Leiter, en Tánger, cuando yo era niña, TODOS se respetaban con independencia de los credos. La mezquita para nosotros era el lugar sagrado de los musulmanes y mis padres me advertían de que teníamos el deber de respetar esa ajena casa de oración del mismo modo que ellos respetaban la sinagoga o la iglesia. De verdad, Iván, que siento envidia por aquel Tánger cosmopolita y de pacífica convivencia.
La política no es mala, creo yo. Lo malo es la utilización de la misma con fines autoritarios. Las barbaridades cometidas por el nazismo y el comunismo staliniano han de ser un recuerdo para todos nosotros y nuestras futuras generaciones. Es el más trágico ejemplo de lo que sucede cuando alguien se apropia de unos ideales que, quizás, no sean tan malos intrínsecamente. Por cierto, a mí me encanta Nietzsche como filósofo. Pero no la utilización que se ha hecho de su figura.
Iván, uno de mis mayores recuerdos personales fue un crucero que realicé hace unos 25 años por el Rhin. En medio de aquellos castillos medievales que se sucedían, con música a bordo de Wagner servida mediante unos altavoces, me enamoré de Alemania y su cultura. Creo que me hubiera gustado ser alemán de no haber nacido en España. Pero también me enamoré de la cultura judía cuando visité Israel. Y de la cultura rusa cuando visité Moscú. Y de la cultura norteamericana cuando visité por primera vez Nueva York. Intento quedarme con lo mejor de cada pueblo y evito mencionar sus «páginas negras». España, mi país, también las tiene.
Wagner, Bruckner, Beethoven, Meyerbeer, Mendelssohn, Prokofiev… Son todos MÚSICOS, con independencia de sus filias y sus fobias personales. Y como eterno aspirante a músico que siempre he sido a lo largo de mi vida, la figura de éstos sólo me produce admiración y respeto.
Por cierto, el Real Madrid es líder tras su épica victoria de ayer frente al Sevilla — ¡Vaya partidazo! — y el pinchazo del Barça en Almería. Lo que no entiendo es como Colombia, un país con gran tradición futbolera (Quién no recuerda aquella selección de los Higuita, Valderrama, el fallecido Escobar, el tren Valencia, Freddy Rincón… Hacían arte del fútbol) no esté en el próximo Mundial.
¡Claro que somos amigos, hombre! Este bar virtual de copas estará siempre en deuda contigo por la gran categoría de tus valiosos e imprescindibles comentarios.
PD: Eso de: JODER, si todos somos amigos! no es una expresión muy propia de Colombia, ¿No?
Un fraternal abrazo, mi buen amigo Iván Paixao.
LEITER
Jo, realmente no es muy colombiana la expresión. Es más, aquí nadie diría nada: un par de cervezas y todos amigos, ja,ja.
Esa generación de la que hablas fue magnífica en su momento, pero tuvo un ocaso bastante deprimente. Lástima por ese Tren Valencia (hace ocho días se hizo un partido de despedida para él). Y desde allí, el futbol en Colombia se ha venido muy a menos. Pero hoy día, el arte futbolero lo hacen en España.
Me gusta mucho tu reflexión sobre el Cristianismo. Es por ello que también dejaré mis comenarios «En materia religiosa»: los textos judíos, las lenguas de la Biblia…esos asuntos me apasionan pero requiero tiempo para ordenar mis ideas.
Por supuesto, antes continuaré con Wagner pues aún no acabo. Me propongo establecer el sentido profundo de sus últimas cinco óperas. Ha una sifgnificación tan increible en ellas que no me perdonaría pasar por alto su filosofía.
Y después le apuntaré a BEETHOVEN!
Estoy planeando un viaje a Europa, pero aún no se cuando. Naturalmente tendré que ir a España. Y ya sabes qué pasará cuando me encuentre allí…
Mi buen amigo Leiter, una gran y fuerte abrazo!
Me veo tomándome unas cervezas contigo en una terraza de la Plaza de Oriente, frente al Teatro Real, a horas del todo intempestivas. Es la zona más bonita de Madrid. Claro que sí, hombre. Ahora bien, llevaré una grabadora, Iván, ya que nuestras conversaciones sobre arte pueden ser del todo inolvidables… ¡Qué bueno!
Un abrazo, campeón
LEITER
Wotan! Hoy has vuelto a manifestarte con todo tu poder en el corazón de tu Hijo Guerrero! Concédeme la Fuerza para luchar contra las miserables hordas de la oscuridad, honrando el Poder de Tu Sagrada Lanza!
«Wer meines Speeres Spitze fürchtet,
durchschreite das Feuer nie!»
QUE SEA ASÍ, HOY Y SIEMPRE!
Quisiera compartir con ustedes algo que descubrí recientemente Wesendonck Lieder de Wagner orquestadas por Hans Werner Henze.
Me gustan bastante, como casi todo lo de Henze
Wesendonck Lieder Nr. 1 «Der Engel»
Wesendonck Lieder «Der Engel»
by Richard Wagner orch. Hans Werner Henze
http://www.youtube.com/watch?v=UaK2vGc9koM
Richard Wagner (1813-1883).
Wesendonck Lieder – Fünf Gedichte für eine Frauenstimme (Orch. Hans-Werner Henze)
«Der Engel» 1/5
Stephanie Blythe (alto).
Ensemble Orchestral de Paris
John Nelson, Conductor
Der Engel
«In der Kindheit frühen Tagen
Hört ich oft von Engeln sagen,
Die des Himmels hehre Wonne
Tauschen mit der Erdensonne,
Daß, wo bang ein Herz in Sorgen
Schmachtet vor der Welt verborgen,
Daß, wo still es will verbluten,
Und vergehn in Tränenfluten,
Daß, wo brünstig sein Gebet
Einzig um Erlösung fleht,
Da der Engel niederschwebt,
Und es sanft gen Himmel hebt.
Ja, es stieg auch mir ein Engel nieder,
Und auf leuchtendem Gefieder
Führt er, ferne jedem Schmerz,
Meinen Geist nun himmelwärts! «
Buenísima la aportación, Gustavo. La verdad es que no lo había escuchado y me parece realmente interesante. Ojalá que nuestro amigo Iván Paixao, el gran wagneriano de esta casa, nos pueda dejar también su impresión al respecto.
Gracias por el comentario y el enlace, Gustavo
Un abrazo
LEITER
Mientras leía los comentarios de esta entrada me he sentido como una mocosa que en la oscuridad asiste a la conversación de dos doctos abades de diferente confesión que charlan ajenos a la tormenta.
Se hallan sentados a la mesa en sencillos bancos de madera, cada uno tiene una copa delante con un vino que lanza destellos rojos y dorados. Yo preferiría calentarme con el fuego que ilumina sus caras pero va a ser que me quedo callada sorbiendo los mocos sentada en el frío suelo mientras la corriente me hiela la espalda. Algún día si no me fulminan con la mirada quizás hable.
Zarza, en esa mesa tenemos una copa vacía y un asiento reservado para ti. Si eres capaz de expresarte con la poética de tu comentario seremos nosotros quien habremos de quedarnos en silencio y escuchando. Pasa, llena tu copa de vino y cuéntanos. Nada de sentarse en el frío suelo. En este bar virtual tenemos todas las mesas para compartir.
Un beso, Zarza
LEITER
13 es el año de su nacimiento; 13 suman las letras de su nombre; 13 son su Óperas inmortales.
RICHARD WAGNER!
Hoy cúmplense 198 años de su encarnación arquetípica en esta Tierra. Desde el Bayreuth de los Sonidos Mágicos, las fanfarrias son todas en su Alto Honor.
FELIZ CUMPLEAÑOS MAESTRO!
http://youtu.be/Jse92lVaI3I