* Nacido el 7 de mayo de 1875 en Ciboure, San Juan de Luz
* Fallecido el 28 de diciembre de 1937 en París
Hijo de un ingeniero civil apasionado por la mecánica — posiblemente Ravel heredó de él su gusto por la miniatura y la precisión — y de una mujer de procedencia vasca, la familia al completo se instala en París cuando Maurice apenas contaba con cinco meses de vida. El pequeño Ravel era un niño un tanto caprichoso y terco. Su padre quería que se iniciase en los rudimentos del piano y sólo pudo conseguirlo a base de prometer al chiquillo pequeñas cantidades de dinero por tal menester. El caso fue que con siete años, Maurice reveló unas notables condiciones pianísticas por lo que el padre decide confiarle a su primer maestro, Henry Ghis. Cinco años después, Ravel estudió armonía con Charles-René y sus progresos fueron tales que con catorce años, en 1889, es admitido en el Conservatorio de París.
Con ocasión de la Exposición Universal celebrada en París en 1889, Ravel pudo escuchar todo un mundo de sonoridades tan nuevas como cristalinas, muchas de ellas procedentes del Extremo Oriente e interpretadas por primera vez ante los públicos europeos. Este hecho dejó una profunda huella en el refinamiento estilístico del futuro compositor, uno de los más brillantes orquestadores de toda la historia. En 1891, Ravel obtiene la medalla del Conservatorio en la categoría de piano y pasa a ser discípulo del profesor Charles de Bériot. Entre los compañeros de Ravel estaba el pianista español Ricardo Viñes, con quien pronto establecerá una duradera e íntima amistad. Durante los años del Conservatorio, Ravel aprendió y asimiló mucha música con extremada rapidez, llegando incluso a componer sus primeras obras: Sérénade grotesque (1893), Ballade de la reine morte d´aimer (1894), Habanera para dos pianos (1895) — Siete años más tarde constituirá el tercer fragmento de la Rhapsodie espagnole — y el Menuet antique (1898). Incluso en 1899 se atreve a presentar una pequeña ópera, Scheherazade, que fue recibida con silbidos en la Societé Nationale de Musique (Ravel fue consciente de la poca calidad de la partitura y siempre se negó a publicarla). Sin embargo, también en ese año da a conocer su primera obra de cierta importancia, la Pavane pour une infante défunte, una especie de ejercicio de autoafirmación frente a las numerosas corrientes de su tiempo: Escuela rusa, Satie, Debussy, Liszt, Wagner…
En 1901, Ravel inicia su andadura como compositor y decide presentarse al prestigioso Premio de Roma del Conservatorio de París con la cantata Myrrha, que obtiene un meritorio segundo puesto pese a que muchos miembros del jurado querían darle el primero. Ravel, hombre práctico como pocos, no se desalentó en absoluto y en ese mismo año firma su primera obra maestra, Jeux d´eau, una joya pianística de deslumbrante virtuosismo pictórico. Por raro que pueda parecer, Ravel había alcanzado la madurez artística con 26 años y se sentía seguro de sí mismo. Comenzó a frecuentar a un grupo de jóvenes artistas — entre los que se encontraba Manuel de Falla — que hacían reuniones semanales en las que defendían los valores de vanguardia. Fruto de aquel ambiente de fraternidad y exaltación surgieron un Cuarteto y las cinco Mélodies populaires grecques (1904). Sin embargo, fue también en esta época donde se produjo un distanciamiento irreversible entre Ravel y Debussy, aleccionado en gran medida por sus respectivos partidarios. (Debussy tenía un carácter ciertamente difícil). En 1905, Ravel acomete su segunda tentativa al Premio de Roma (Realmente, lo había intentado de nuevo en dos ocasiones aunque con escaso compromiso). Con 30 años decidió concursar por última vez pero, increíblemente, el jurado le excluyó del concurso definitivo. Aquello constituyó un verdadero escándalo y el mismísimo director del Conservatorio de París, Théodore Dubois, se vio obligado a dimitir, siendo sustituido por Gabriel Fauré. Ravel, ajeno a las polémicas, trató de resarcirse componiendo los estupendos Miroirs para piano y la deliciosa Sonatine. Por estas mismas fechas se instaló en un suburbio de París, cerca de la fábrica que dirigía su hermano Édouard.
Durante los polémicos episodios acontecidos durante el Premio de Roma, Ravel había entablado amistad con un rico potentado, Alfred Edwards, quien solía invitar a su lujoso yate al compositor francés. Durante una de estas excursiones en yate, Ravel compuso la Rhapsodie espagnole, estrenada en el Châtelet el 28 de marzo de 1908 en medio de un gran alboroto entre los partidarios de Ravel y Debussy. A partir de ahora, la sucesión de obras maestras de Ravel, muchas de ellas compuestas bajo el signo de España, es encomiable: La comedia L´heure espagnole, estrenada en 1911 en la Ópera Cómica y que Ravel compuso de un tirón con la esperanza de que su padre — aquejado de un cáncer — viviera para escucharla; Ma mére l´oye, para piano a cuatro manos (1908) y la sensacional trilogía Gaspard de la nuit (1908), una de las cumbres de toda su producción. En 1909 se produce un hecho decisivo en París; la llegada de Sergei Diaghilev y sus famosos Ballets Rusos. Tras solicitar el genial ruso los servicios de Picasso, Matisse, Debussy, Stravinski y Dukas, le llegó el turno a Ravel, quien para la ocasión compuso la música del ballet Daphnis et Chloè, acogida con cierto escepticismo el día de su estreno, el 8 de junio de 1912. Al parecer, mucho tuvo que ver con este frío recibimiento el hecho de que diez días antes el estreno del Preludio a la siesta de un fauno de Debussy produjera un enorme escándalo. Ravel no se amilanó y también en 1912 consigue estrenar la versión orquestada de Ma mére l´oye (Obra cuyo último número presenta uno de los crescendos más antológicos de toda la historia de la música) y también la versión orquestada de los Valses nobles et sentimentales, escritos para piano en 1911.
Tras una breve estancia en Clarens, Ravel volvió a París y fue testigo del memorable escándalo ocurrido el 29 de mayo de 1913 durante el estreno de La consagración de la primavera de Stravinski. (Ravel fue acusado de perro judío por defender la magistral obra del ruso). De cualquier manera, aquella batalla campal acontecida en los Campos Elíseos preludiaba otra de muy distinto signo, la Primera Guerra Mundial, que sorprendió a Ravel en San Juan de Luz. El compositor quiso incorporarse a filas pero fue rechazado por su corta estatura (Aspecto físico que le atormentaba interiormente). Sin embargo, alegando precisamente su corta estatura, solicitó ser admitido en las ¡Fuerzas Aéreas! y acabó consiguiendo un puesto como camillero… Pero lo más trágico ocurrió el 5 de enero de 1917, cuando su madre falleció. Ravel estuvo siempre muy apegado a ella y cayó en una profunda depresión melancólica. (Algunas biografías consultadas señalan una posible homosexualidad del músico). Gracias a la ayuda de sus amigos y al poder terapéutico de la música, Ravel pudo ir recuperándose poco a poco. De esta época es Le tombeau de Couperin, un homenaje tanto al clasicismo francés como a los amigos muertos en campaña bélica. Dos años más tarde, La valse, escrita por encargo de Diaghilev — aunque luego se negó a montar — parecía seguir respirando un olor a fin de civilización, un olor a muerte.
Los años de posguerra fueron de auténtico reconocimiento internacional para Ravel. Sus obras se interpretaban con gran éxito en Londres y París y el compositor fue propuesto para la Legión de Honor, aunque Ravel rechazó la condecoración. Por esa época adquirió una lujosa casa, La Belvédère, en las cercanías de París, donde pasaba sus ratos de ocio. En dicha mansión, Ravel hizo acopio de multitud de miniaturas y de todo tipo de juguetes mecánicos (Heredando la afición de su padre) y diseñó un coqueto jardín al estilo japonés. No podemos dejar de imaginar estos objetos cuando escuchamos L´enfant et les sortilèges, compuesta en aquel lugar en 1925. Los felices años veinte transcurrieron de forma apacible para un Ravel del todo recuperado y que emprendió numerosas giras de conciertos, entre ellas la realizada a Barcelona en 1924, ciudad en la que Ravel fue respetuosamente homenajeado. De aquella época destaca su Tzigane, escrita en 1924. En 1928 Ravel partió rumbo a América y recorrió de punta a punta los EEUU. Allí conoció a George Gershwin quien instó al maestro galo a que le diese clases. Ravel, pragmático como siempre, contestó: –«Imposible; usted entonces perdería su espontaneidad melódica y se convertiría en un mal Ravel…»– De regreso a Francia, Ravel concibió una de sus obras más legendarias, el Bolero, estrenado en 1928 por los ballets de Ida Rubinstein. El tema del Bolero dio la vuelta al mundo e inmediatamente se «grabó» en la mente de todas las gentes. Varios meses más tarde del estreno, Ravel se encontraba en San Juan de Luz cuando observó como un obrero que caminaba por la calle iba silbando su Bolero. El músico se emocionó del todo. En 1931, y a petición del pianista Wittgenstein — quien había perdido el brazo derecho durante la guerra — Ravel estrenó su revolucionario Concierto para la mano izquierda, una de sus obras más originales y portentosas.
La década de los años treinta se abría optimistamente para un Ravel lleno de proyectos. Sin embargo, todas estas esperanzas se desvanecieron por una enfermedad que fue minando lenta e inexorablemente su cuerpo. Ya en 1933 Ravel había perdido parte de su movilidad y los médicos le enviaron a descansar a Vevey. Se le olvidaban las palabras y el simple hecho de escribir o firmar se había convertido en toda una tortura. En París, una tarde comentó la originalidad de una música que transmitía la radio en esos momentos: El maestro no reconoció que era su propio Bolero… Pese a todo, en 1935 Ravel experimentó una ligera mejoría y pudo realizar, acompañado de sus mejores amigos, su deseado viaje a España y Marruecos, pasando por Madrid y Algeciras. Sin embargo, su estado se agravó a la vuelta y el músico se vio rodeado del afecto de los suyos, la única circunstancia que ya sólo le hacía feliz en medio de una cruel enfermedad. El 19 de diciembre de 1937, el doctor Vincent intentó una intervención quirúrgica en su cerebro y Ravel ya no despertaría del sueño anestésico. El 27 de diciembre entró en agonía y el 28, al amanecer, falleció. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Levallois, cerca de sus padres.
Ravel encontró su estilo a una edad muy temprana y se mantuvo fiel al mismo. Todas sus obras muestran un refinamiento similar, una misma mordacidad armónica y una deslumbrante exploración de los instrumentos que utiliza. Le interesó desarrollar un estilo pianístico y por ello sus piezas para piano exploran las posibilidades de este instrumento de una forma tan revolucionaria como la que hizo Chopin en su tiempo. Pero además, Ravel fue uno de los orquestadores más hábiles de la historia, capaz de inventar unas sonoridades tan originales como inéditas. Ravel supo romper con el conservadurismo romántico desarrollando un estilo francés distintivo que mezclaba el refinamiento con un exotismo abundante. Muchas de sus obras juegan con el contraste entre la perfección técnica y la imaginación fantástica, delatando una meticulosidad de exquisito detallismo. Su música anticipa, de alguna manera, el neoclasicismo del siglo XX.
OBRAS
– 2 Óperas, La hora española y El niño y los sortilegios
– 2 Ballets, Daphnis et Chloè y Bolero
– Distintas obras para piano, destacando Jeux d´eau, Miroirs, Gaspard de la nuit, Valses nobles et sentimentales y Le tombeau de Couperin (Algunas de estas piezas también destacan en sus arreglos orquestales, como Ma mére l´oye)
– 2 Conciertos para piano
– Otras obras para orquesta, Rhapsodie espagnole y La valse
– Cuarteto de cuerda
– Sonata para violín y violoncelo
– Tzigane
– Trío con piano
– Otras obras de cámara más breves, destacando Introducción y allegro
– 50 Canciones para voz y orquesta
– Historias naturales, para voz y grupo de cámara
¿Acaso podría agregarse algo?…
Según leí por algún lado Ravel tenía una personalidad muy retraída e introvertida, por no decir cerrada y cuasi ermita. La falta de relaciones con mujeres en medio de ese cerrojo es lo que ha llevado a varios biógrafos a conjeturar acerca de su homosexualidad.
Querido Leiter: pero con qué gran obertura comienzas la temporada! Espléndido por dónde se la vea. Te felicito. Para mí el «Jeux d´eau» que me has dado a conocer ha sido una verdadera revelación: detecto el amor a millas de distancia y créeme, lo he reconocido en esta hermosísima pieza de tactilidad casi visual. Cabe decir de ella lo que Shakespeare en el último verso de su Soneto XXIII: «(…) que oír con los ojos pertenece a la fina sutileza del amor».
Bienvenido, Leiter.
Nunca se sabrá con certeza la afinidad sexual de Ravel, aunque es un tema que me da exactamente igual. Algunos biógrafos han apuntado seriamente a esa posibilidad, como bien dices, Iván.
Me alegro de que te haya gustado la entrada y que hayas «descubierto» los Juegos de Agua, una obra excepcional, Otto. Por cierto, recomiendo a todos nuestros lectores el excepcional trabajo que está realizando Otto Cázares sobre las óperas de Mozart en su local. De imprescindible y obligada lectura.
Un abrazo, Iván y Otto.
LEITER
es notable la influencia de la música extranjera oída en la expo universal de 1889 leiter, ya que también influyó en dukas y en debussy que descubre el gamelán.
lo notable de la música española de ravel, es que sin basarse en música folclórica verdadera, logra algo tan auténtico que impresionó al mismo falla. muchos creen que su madre española, que le cantaba de niño canciones folclóricas españolas fue la responsable de esto.
cuando toscanini estrenó el bolero en nueva york en 1929, la obra produjo un gran impacto, sin embargo cuando la llevó a parís unos meses más tarde, el compositor no estuvo de acuerdo con el tiempo del italiano: había sido dos veces más rápido, toscanini filosos como siempre le respondió «un bolro no es una marcha fúnebre» viendo entonces las muestras de aprobación del público presente, ravel se ablandó y le respondió que esa manera de jecutarlo podía hacerlo «usted pero nadie más»
Bien dice Hugo: la ocasión de la Exposición Universal es un dato no menor. Y como siempre, genial la anécdota sobre Toscanini.
Ma mére l’oye… estoy enamorado de esa obra: es ciertamente música de otro mundo. Sin ánimo de hacer autopublicidad, y con tu permiso, Leiter, hace unas cuatro semanas publiqué un mp3 con la versión ballet de sus últimos dos movimientos interpretados por Boulez y la Berliner: una delicia: http://ihatemusic1943.tumblr.com/post/433476419/ma-mere-loye-1912-ballet-en-un-acte-cinq
Y que bien puesto el título: El Mago de los Sonidos. Cuando escuché por primera vez Cuadros de una Expo… de Mussorgsky, fue con la genial orquestación de Ravel. Cuando escuché la versión original, tiempo después, en piano, me resultó ciertamente deprimente. Qué gran orquestador!
No puedo dejar de, salvando las grandes distancias, comparar la escena en la que Ravel se emociona con un obrero silbando su Boléro con el funeral de Bernstein: aquél día, en la comitiva a lo largo de las calles de Manhattan, los obreros de la construcción se quitaron los cascos y saludaron al tiempo que gritaban «Goodbye Lenny». Creo que las dos escenas valen mil palabras cada una.
Por último, Ravel sin poder reconocer su Boléro y asombrándose por su originalidad es verdaderamente tragicómico.
Gran entrada, Leiter. Gran comienzo. Un abrazo para todos.
Vaya, parece que el bueno de Ravel nos tiene a todos embelesados.
A mí, esa “Pavane de la Belle au bois dormant” me tiene como loco, y hay temporadas que no consigo sacármela de la cabeza. Me taladra permanentemente la memoria y no paro de tatarearla.
Se cuentan mil anécdotas alrededor del Bolero y el lenguaraz y prepotente Toscanini. A propósito del desacuerdo de Ravel con el tempo del italiano se comenta que le dijo: “Eso no es mío, no es precisamente lo que yo he escrito”. A lo que Toscanini le contestó: “No, ciertamente, esto es mejor”.
Su música de cámara, mucho menos conocida, también es impresionante.
Para mí Ravel fue el gran precursor de Varèse, otro zahorí de los sonidos.
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos.
Elgatosierra
ravel como director no las tenía todas consigo tampoco: cuando ejecutaron el y wittgenstein el conierto para la mano izquierda a dos pianos -tocando el compositor en segundo plano como la orquesta- al solista no le gustó, al punto que la obra fue estrenada en viena con otro director de orquesta.
luego se pulieron asperezas y un año más tarde el concierto se estrenó en parís con wittgenstein como solista y ravel conduciendo la orquesta.
la tercera en montecarlo hubiera sido la vencida, pero ravel murió antes…
Y es que puede haber alguien que no enloquezca con Pavane pour une infante défunte? Es una obra maestra!
Ravel fue un compositor de pocas obras. Empero, todas ellas de gran factura, salvo rarísimas excepciones como bien indica Leiter en la entrada. Y el Maestro era tan sumamente conciente de ello que si una obra no era buena, sabía exactamente cómo comportarse ante ella. Tenía muy claro que solamente existen dos tipos de Música: la Música buena y la música mala; y ante esta última permanecía indiferente.
Ravel, además de soberbio orquestador y Gran Compositor era un Hombre que encerraba un profundo misterio. Su más hondo pensamiento está fuera del alcance de los seres corrientes. Parecía tener la visión de un Mundo diferente y distante, perdido en las brumas de una idealización a la manera del Divino Platón. Se podría decir que era un iniciado que comprendía la Naturaleza, al Hombre y su relación con el Universo circundante. Ravel bebía de una fuente desconocida de energía poderosísima, inubicable, apolínea que hacía de Él, su vehículo de expresión. Una luz en las tinieblas.
Sin duda UN MAGO. Y no solamente de los Sonidos.
Bravo Maestro.
Abrazos Leiter.
¿Y yo qué digo ahora? La Pavana es una bella obra, sin duda, pero puestos a elegir prefiero Ma mère l´oye…
Bueno, ya que estamos con anécdotas «bolerianas»: Un crítico musical madrileño, ya desaparecido, me comentó que allá por los años cuarenta el solista rítmico de la caja clara se despistó en pleno concierto y acabó arrojando el instrumento al suelo… Nunca he escuchado nada de eso, pero el criterio y la respetabilidad de quien lo afirmaba están fuera de toda duda. Yo es que me imagino la escena y… ¡Me da algo!
Otra: Orquesta Nacional de España, año 1986: En unos momentos muy complicados, con fuertes choques entre los sectores inmovilistas de la agrupación y los deseos renovadores de su entonces titular, López Cobos, la orquesta acomete la interpretación del Bolero como última pieza de un programa primaveral fuera de abono. La flauta se desliza; el corno inglés, contagiado, se acatarra; el flautín chirrió de una manera escandalosa… Pero aún quedaba el número final: El trombón de varas parecía imitar el sonido de una vespa arrancando. No sé como pudo retornar a la línea melódica. Las caras de los profesores eran todo un poema. Por si no fuera poco, un primer violín creyó llegado su momento y atacó la melodía A cuando todo el conjunto de maderas ultimaba la B… Cobos como si nada. Acabó el concierto y fue ordenando saludar uno por uno a los «protagonistas» de aquel desastre. Los abucheos fueron de época.
Bueno, creo que sabéis que la única vez que se ha abucheado a la Filarmónica de Viena durante una gira fue en Madrid. ¡Cómo no! el Bolero y… ¡Lorin Maazel!
Recuerdo un concierto de una orquesta soviética que estaba de gira por Madrid. Creo recordar que dirigía Svletanov. Concluyó el programa, muy denso y dedicado a obras rusas, y el público pidio la consiguiente propina (Pieza fuera de programa). Svletanov atacó el Ruslán y Ludmila. Ovación y el maestro se emociona. Le sigue el Capricho Español. Nueva ovación y el maestro que se anima como un torero. Las señoras mayores aplaudían mirando el reloj de reojo…Ja, Ja. Sale Svletanov y… ¡El Bolero! En total, casi una hora de propinas. Al terminar, a eso de la una de la madrugada, se oyó la voz de mi amigo Alfonso por todo el Real: — «Maestro, no se corte. Ahora, la SEGUNDA DE MAHLER…»– Svletanov le miró y compuso un gesto con la batuta como diciendo: –«No jodas, tío. Que esa dura más de una hora…»– Las carcajadas fueron de estrépito y yo no sabía dónde meterme de la risa y la vergüenza. Pero lo peor sobrevino cuando Svletanov se dio la vuelta y atacó la Farándola de Bizet. Al terminar — yo me reía en los fortes — miró al enardecido auditorio tocándose repetidamente su reloj con la partitura. Y la gente seguía allí: «Otra, otra, maestro…» Tuvo que salir un interventor para «retirar» a un enloquecido Svletanov. El concierto, que debía haber finalizado a las 00.00 horas, aproximadamente, acabó a eso de las dos de la madrugada. Yo creo que ha sido el día que más me he reído en una sala de conciertos. Lo curioso es que Svletanov tenía fama de frío y de hierático… ¡Se tomaría un par de vodkas antes del concierto! Y la orquesta, pese a resultar eficaz, era más bien normalita. Pero la gente estaba con ganas de cachondeo y Svletanov se sumó a la juerga.
Jo, parezco un abuelito
Un abrazo, amigos
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