En una confesión de íntimas voluntades
me otorgas el testimonio de tu inquieta apariencia,
halo misterioso que preside tus desvelos de madrugada
cuando despiertas entre apasionadas nebulosas de ardor y deseo;
permutas el arraigo de tu innoble desamparo
por el sello lujurioso de las conquistas recurrentes.

Me adentras en tu mundo de doradas siluetas
y me incorporo a la diáspora de los corazones más solitarios.

Bebo de la dulce miel que derrochan tus ojos
mientras mis manos bucean por entre la seda de tus cabellos;
tu sonrisa de despoja de estériles disfraces
cuando tus labios acarician con ternura mi aliento.
Intento expresarme en tu laberinto de anhelos
y plasmas el estigma de tu dolor como tatuaje en mi piel.

Comprimes la ansiedad con estampas trascendentes
reparando en el alivio que enternece tu más firme voluntad.

Y al remanso de fatigados espíritus
te ahorras la impiedad de advenedizas justificaciones;
tomas mi mano y me abrazas con amor desnudo,
con el brillo anímico que tu felicidad transmite,
con la noble realidad que imprime la experiencia.
Siento en mis entrañas el latido de tu corazón
cuando intento asimilar la infinita esencia de tu ser.

En un círculo universal de afectos
mantengo bajo custodia la fortaleza que tu recuerdo inspira;
delicado tesoro de solidarias prestaciones,
en la espera de tu devota presencia
bajo soportales de ansiedad.

Ya te imagino a bordo de un velero de circunstancias,
navegando hacia mi deriva de rumbos imaginarios.