* Esbozada en 1830 y resuelta en 1833
* Estrenada el 13 de mayo de 1833 en la Sociedad Filarmónica de Londres bajo la dirección del autor
* EFECTIVOS ORQUESTALES: 2 flautas, 2 óboes, 2 clarinetes, 2 fagots, 2 trompas, 2 trompetas, timbales y sección de cuerda
* Duración aproximada de la ejecución: Entre 24 y 26 minutos
Entre 1821 y 1823 Mendelssohn escribió nada menos que 12 sinfonías para instrumentos de cuerda que le sirvieron como preparación para abordar la gran forma sinfónica. A pesar de ser obras de juventud, se hace patente en ellas un portentoso dominio de la escritura orquestal que luego se verá reflejado en sus cinco sinfonías para gran orquesta. Sobre esta serie sinfónica conviene aclarar que, como igualmente sucede en el resto de su obra, la ordenación de los números de opus no guarda rigor cronológico. De esta manera, podemos señalar que la Sinfonía nº4 es en realidad la segunda de sus sinfonías (Tras la Sinfonía de la Reforma, catalogada como la última de la serie, la número 5, y que es en realidad la segunda en ser terminada). Junto con la catalogada como número 3, llamada Escocesa — que cronológicamente es la última — es la sinfonía más conocida e interpretada del autor (La Primera sinfonía en do menor de esta serie, estrenada en 1827, no deja de ser un ingenioso añadido de vientos a una de esas doce primitivas sinfonías para instrumentos de cuerda… ¡Vaya lío!)
Durante todo el siglo XIX, Italia significó una particular meca para toda una legión de compositores centroeuropeos que buscaban inspiración y soleada bondad atmosférica a partes iguales. Mendelssohn, como privilegiado hijo de una archimillonaria familia de banqueros, viajó a este país cuando apenas contaba 21 años. Contra lo que pueda parecer, el compositor no tuvo ninguna preocupación descriptiva o programática en esta obra, sino que se limitó a reflejar sus propios sentimientos sobre las particularidades de aquella tierra. Como era un verdadero portento por su don melódico y rítmico, tan sólo bastaron unos sencillos elementos para evocar el clima eternamente alegre que, según Mendelssohn, tenía Italia. En realidad, sólo el último movimiento — presto — supone un guiño, aunque erróneo, a la música tradicional italiana (Mendelssohn indicó un saltarello cuando en realidad se trata de una tarantella). Existe también una fuente, actualmente del todo descartada, que sugiere que las fiestas del Carnaval Romano le inspiraron en el diseño de esta obra. Mendelssohn viajó a Italia en compañía de alemanes y no se interesó en absoluto por la sociedad o la política de aquel país. Su evocación de Italia en esta sinfonía es la misma que tendría un turista alemán hoy en día.
La Sinfonía Italiana sorprende por la transparencia de la orquestación y por la deliciosa simplicidad de su conjunto melódico, características que se convirtieron en modélicas para los futuros compositores románticos. Pese a ello, el compositor nunca se sintió satisfecho del todo con esta obra y revisó la partitura con cierta frecuencia, llegando a modificar del todo el primer movimiento. Sin embargo, la edición oficial de la obra, publicada en 1851, cuatro años después de la muerte del músico, sigue la partitura original, por lo que no queda más remedio que admitir que la obra revisada se perdió. Aún así, en el primer movimiento parecen escucharse algunos ecos de lo que pudo ser esa revisión (Sobre todo si se efectúa la obligada repetición, algo que muy pocos directores suelen llevar a cabo). Por su estructura formal, esta sinfonía bien pudiera considerarse como la última gran obra del clasicismo musical. Empero, una brillantísima orquestación en base a unos efectivos cuidadosamente equilibrados, una inestimable finura y delicadeza en los coloridos orquestales y una extraordinaria vivacidad rítmica, hacen que esta obra sea absolutamente romántica. Esa singular armonización entre Clasicismo y Romanticismo hacen que esta sinfonía sea una de las joyas del género de todo el siglo XIX.
La versión que nos sirven los enlaces para la audición de la obra se corresponde con una nerviosa y agradable interpretación de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela dirigida por el maestro Felipe Izcaray (Prestigioso director venezolano, actualmente titular de la Orquesta Sinfónica del Estado Nueva Esparta en Isla Margarita y director honorario y fundador de la Orquesta Sinfónica de Salta, que fue considerada en 2004 como «Mejor orquesta argentina» según la Asociación de Críticos Musicales de la República Argentina). Da gusto ver como los jóvenes profesores de la Orquesta Simón Bolívar ejecutan la obra, con mucho mayor compromiso y sentimiento que otras orquestas de cuyo nombre no me da la gana de acordarme…
DESARROLLO DE LA OBRA
– PRIMER MOVIMIENTO: Allegro vivace: Tras un único primer compás de introducción que sirve para marcar la base rítmica (Recurso empleado hasta la saciedad en la música pop), los violines exponen el primer tema, en 6/8, jadeante y saltarín como una breve carrera, antes de que se unan los instrumentos de viento y se adueñen del mismo, para más tarde ser conquistado por toda la orquesta. Seguidamente, otro motivo más tierno es expuesto en piano por maderas y cuerda. El magistral desarrollo polifónico de los dos temas introduce un tercer elemento rítmico no menos vivo, en base a notas picadas, modulándose a Si mayor, fa sostenido menor y Re mayor antes de volver a la tonalidad original de La mayor en la reexposición. En la misma, se indican ciertas aceleraciones de tempo. La conclusión es rápida, expuesta sobre una serie de acordes netos. Magistral movimiento.
– SEGUNDO MOVIMIENTO: Andante: En re menor, el tema principal tiene aquí el carácter de una balada cantada en tintes sombríos por oboe, fagot y violas sobre fondo marcato de cuerda grave. Al parecer, Mendelssohn se inspiró en un canto bohemio de peregrinos. La armonización del tema se logra mediante los instrumentos de la madera (Especialmente por las flautas en agudo) y los numerosos bordados del contrapunto. Un contracanto, en modo mayor, aligera brevemente la gravedad del discurso. El movimiento retoma después al clima de balada y concluye en pianissimo. Mendelssohn delata una extraordinaria formación musical en este bellísimo movimiento.
– TERCER MOVIMIENTO: Con moto moderato: En La mayor y compás de 3/4, es un scherzo en absoluto precipitado que se distingue por su motivo a modo de enredadera que se reparten violas y segundos violines mientras que la madera traza graciosas secuencias conclusivas. El trío central es expuesto por las trompas en Mi, con unos trinos en las maderas que dan la idea de un bosque encantado y que se relaciona de algún modo con el nocturno de El sueño de una noche de verano. El movimiento concluye de una sencilla forma que recuerda a algunos minuetos de Mozart.
– CUARTO MOVIMIENTO: Presto: En la menor, ya hemos indicado anteriormente que, pese a la indicación de saltarello, se trata de una tarantella napolitana. El discurso es rápido, franco y ostinado, y aún así, no logra romper el equilibrio sobre el que se instala una segunda frase en la que giran las cuerdas. El movimiento concluye brillantemente en medio de la embriaguez de un irresistible torbellino orquestal. Esta breve pieza es buena piedra de toque para cualquier orquesta. Sobra decir que, en la versión del enlace, la juvenil Orquesta Sinfónica Simón Bolívar responde a las mil maravillas.
VERSIONES RECOMENDADAS
– Claudio Abbado con la Sinfónica de Londres. DG (Fabulosa vivacidad rítmica y claridad orquestal. De referencia)
– Riccardo Muti con la Orquesta Philharmonia. EMI (Un director exquisito para una sinfonía no menos exquisita)
– Georg Szell con la Orquesta de Cleveland. SONY (Pocos maestros han leído tan sutilmente bien esta obra. De absoluta referencia)
– Herbert von Karajan con la Filarmónica de Berlín. DG (Le va como anillo al dedo a Karajan y a «su orquesta», una máquina musical)
– Charles Munch con la Sinfónica de Boston. RCA (Precisa, nerviosa, fluida como pocas)
– Pau Casals con la Orquesta del Festival de Marlboro. SONY (Equilibradísima lectura de un genio de la interpretación musical)
– Kurt Masur con la Gewandhaus de Leipzig. TELDEC (Bien desarrollada, aunque con tempi algo más lentos)
– Christoph von Dohnányi con la Filarmónica de Viena. DECCA (Agradable y clara lectura, sin concesiones de ningún tipo)
Por contra, no acaban de satisfacerme del todo las versiones de Otto Klemperer y la Orquesta Philharmonia. EMI (Pesadísima para lo que la obra requiere) y la de Franz Welser-Möst con la Filarmónica de Londres. EMI (No es mala del todo, pero parece precipitada por momentos). Por supuesto, éstas no son sino meras opiniones subjetivas sin ninguna pretensión vinculante.
Recuerdo que hace un par de años, asistí por televisión a una película en donde la cámara se paseaba por un pueblecillo muy antiguo de Italia: mostraba imágenes de los alrededores -montañas-y paisajes encantadores-, los tejados de las casas, sus callejuelas góticas estrechas, sus pobladores…y la música de fondo era la Sinfonía n° 4 «Italiana» de Mendelssohn.
Y es que justamente de eso se trata esta obra: Mendelssohn la compuso como una expresión de los efectos que Italia producía en su corazón. Por eso es mejor no emplear palabras para definirlo. Únicamente escuchar la Música y todo quedará muy claro. La tarantella napolitana final es vital en la construcción de la Obra, pues logra establecer esa interconexión entre el espíritu musical la sensación que se propone trasmitir al oyente.
Creo que el mayor mérito de Mendelssohn fue traer nuevamente a la vida a un gigante olvidado, que yacía en su tumba desde hacía ocho décadas, cuando Mendelssohn descubrió una de sus partituras más hermosas: Johann Sebastian Bach. La Música hallada fue nada menos que La Pasión Según San Mateo.
Y cuando Mendelssohn reestrenó la obra, un halo de religiosidad invadió la Sala: especial emoción causaron en el público las palabras de Cristo, acompañadas siempre por una dulce melodía de las cuerdas.
Desde entonces, Bach nunca más ha sido ignorado. Todo gracias a Mendelssohn.
Disfrutemos de esta Cuarta Sinfonía, la «Italiana» que es sin duda, una de las mejores del repertorio sinfónico.
Abrazos Leiter, espero hoy te sientas mejor, noble amigo.
Bien dicho Iván: una de las mejores del repertorio sinfónico.
Leiter, ¿has oído quizá la versión de Sinopoli? ¿O alguna versión «de época» como la de Brüggen o Norrington? Merece la pena (y es un decir, porque de pena no tiene nada).
Sobre el segundo movimiento (qué maravilla) recuerdo haber leído, aparte lo del canto de peregrinos bohemios, que Mendelssohn realiza un homenaje a su maestro Zelter citando un lied que éste compusiera sobre una poesía de Goethe, “Es war ein König in Thule». Si oyes dicho lied y luego la melodía del segundo movimiento de esta sinfonía, descubrirás que la semejanza existe. Claro, Iván dirá «otra vez este chileno anda escuchando músicas donde no las hay», jajaja.
El Saltarello final es uno de los movimientos orquestales más brillantes jamás compuestos, y aquí vale una observación: el don orquestador de Mendelssohn (sólo equiparable al de Weber en eficacia, ingenio y transparencia) le permitió extraer el máximo provecho de los instrumentos sin jamás forzarlos hasta los límites de sus tesituras ni acumularlos pesadamente. La elegancia natural del compositor se traslada incluso a esta área, con genio.
Por cierto, qué curioso que los dos compositores que mejor equilibraron clasicismo y romanticismo, Mendelssohn y Brahms, hallan nacido en la misma ciudad, Hamburgo.
Joaquín
Pero Joaquín, acaso insinuas que los chilenos no tienen oído? Ja, ja, ja.
A propósito de chilenos, hoy nuevamente tembló en Chile: 7.2 en la escala de Richter, asustando a los presentes en la posesión del Presidente Sebastián Piñera y a la población en general. Dramático. Una árdua tarea le espera a Piñera, pero estoy seguro que lo va a hacer muy bien.
«La Balada del Rey de Thule», es la poesía de Goethe a la que nos remite Joaquín. Es algo bellísimo. Incluso Charles Gounod la trae a colación en su Ópera «Fausto».
Un abrazo Joaquín (ardo en deseos de visitar Valparaiso y luego tomar una embarcación para ir a la Isla de Pascua -arriesgado según entiendo).
Y abrazo también para Leiter.
Gran sinfonía, Iván, aunque, como dices, uno de los mayores méritos de Mendelssohn fue el de reactivar a Bach. A mí, la verdad, me gusta mucho toda la obra, muy por encima del resto de sinfonías del autor.
Aunque mi mayor debilidad por Mendelssohn se produce en la Obertura de El sueño de una noche de verano, una obra que tuve que trillar para un examen de análisis y que, compás a compás, me fue pareciendo un prodigio de orquestación.
De Brüggen sí escuché una versión (Jo, ahora que lo dices ya no recuerdo si fue realmente Brüggen o Norrington…) y, bueno, sí… Pero no. Mi oído es un poco tradicionalista (De veras, no tengo nada contra ese tipo de versiones, al revés. Pero, personalmente prefiero las de toda la vida)
Me alegra saber que estás bien protegido, Joaquín, a pesar de que la tierra chilena parece haberle tomado gusto al baile. A ver si acaba ya de una vez por todas la peculiar discoteca.
Excelentes vuestros comentarios. Todo un lujo.
Un abrazo, amigos
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