Sinfonía nº 41 “Júpiter” de Mozart
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Karl Böhm con la Orquesta Filarmónica de Viena
Si bien el doctor Böhm nos dejó una serie completa de las sinfonías de Mozart dirigiendo a la Filarmónica de Berlín — irregular y con muchos altibajos — en sus últimos años grabó algunas sinfonías del genial salzburgués con «su» orquesta, la Wiener Philharmoniker. La mejoría resulta evidente a todas luces. En esta versión, pulcra y cuidada, destaca el buen acierto a la hora de emplear un tempo preciso.
La disposición orquestal es quizás demasiado amplia para interpretar a Mozart con los criterios de hoy en día, pero la orquesta ejecuta la partitura a las mil maravillas, con una calidez de sonido inmejorable. Magistral la sección de maderas, nítida y extraordinariamente ensamblada al conjunto. Gran clima en los primeros compases del desarrollo (Böhm prescinde de la repetición), en las reiteradas modulaciones, con otra exhibición de las maderas, y logradísima transición a la reexposición del primer tema (Eficaz dinámica sonora disminuida).
Heroico segundo desarrollo antes de llegar a la última fuga, magistralmente edificada en toda su dimensión y que concluye con un ligero y excepcional ritardando mediante el que se resaltan aún más los acentos rítmicos de los timbales. No podemos sino calificar la versión como de sobresaliente, aunque la orquesta tiene «mucha culpa» de eso.
Jeffrey Tate con la English Chamber Orchestra
Tate ha de dirigir sentado a causa de su sobrepeso y de la espina bífida que padece desde su nacimiento. Versión conceptualmente muy parecida a la anterior aunque ejecutada con un número menor de efectivos orquestales.
La ejecución está muy acentuada y la orquesta responde admirablemente bien, aunque sin llegar a la calidez de cuerdas de la Filarmónica de Viena. Se echa un poco en falta algo más de pulcritud en una dinámica sonora excesivamente lineal, donde apenas se perciben gradaciones sonoras. Tate sigue la puntuación de la doble barra de compás y efectúa la repetición.
Buen cambio de atmósfera en el primer desarrollo, con un sensacional paso a la primera reexposición y posterior pasaje de misteriosas e inquietantes modulaciones en la que los cromatismos de las maderas destacan sobremanera (¿Alguien sabe por qué Tate dirige su mirada hacia el cielo? ¿Será que está intentando buscar espiritualidad?). ¡Ay, falta claridad en los pasajes previos a la grandiosa fuga final! Quizás, algo precipitados. Brillante fuga, jugando bien con las fluctuaciones de tempi. Versión de notable.
Mark Laycock con la Bayerische Kammerphilharmonie
El norteamericano (Posee además nacionalidad canadiense) Mark Laycock es el actual director asociado de la Orquesta Sinfónica de New Jersey y es además un emergente director cuya carrera va desarrollando poco a poco. En esta versión, un tanto acelerada y precipitada según mi opinión, Laycock cuenta además con el inconveniente de una formación poco precisa y de una calidad sonora más que mejorable.
El problema de abordar esta obra con tanta velocidad es que, indefectiblemente, se pierden notas por el camino y eso, en Mozart, es pecado mortal. Aparte, da la impresión de que el maestro Laycock acelera en diversos pasajes sin venir a cuento, con lo que la textura y claridad de la partitura brilla por su ausencia. Aún lo dicho anteriormente, el nivel técnico de la orquesta es digno de tener en cuenta a la hora de leer la pieza a tanta velocidad. Pero eso no significa que «suene» bien.
Cumplimentada repetición (Se la habría podido ahorrar. Los metales chillan…). Los desarrollos adolecen de los mismos defectos: Imprecisión y ausencia total de claridad instrumental. Y por si no fuera poco, Laycock nos «regala» otra repetición… ¡De nada, hombre! Concedemos un aprobado a la versión, entre otras cosas, porque el pasaje fugado final está muy bien elaborado y es, de largo, lo mejor de la ejecución.
Frans Brüggen con la Orquesta del Siglo XVIII
Versión realizada con instrumentos originales por el maestro y flautista holandés Frans Brüggen, uno de los más grandes defensores de este tipo de interpretación. Aún a pesar de que el tempo elegido es también rápido, la versión de Brüggen es mucho más precisa y convincente que la anterior de Laycock, con mayores y más conseguidos matices sonoros.
La calidad de la formación orquestal está fuera de toda duda, funcionando como un engranado motor al que no le afecta el gran flujo de revoluciones. Convincente cambio de atmósferas en el primer desarrollo (Aunque al timbalista se le va un poco la mano) y muy bien planificada vuelta para atacar el juego de increíbles modulaciones. Aquí, la verdad, se agradece la segunda repetición.
Maravillosamente expuesta la fuga final, de una claridad apabullante (En todo momento, los denominados sujeto y contrasujeto de la escritura contrapuntística son perfectamente identificables y audibles a su paso por las distintas secciones, no perdiéndose entre la maraña orquestal de esta inmensa fuga). Brillante final, donde sólo retarda el acorde final. Versión de notable alto.
Christopher Hogwood con la Academy of the Ancient Music
El británico Christopher Hogwood es un director y clavicembalista perteneciente a esa pléyade de extraordinarios y buenos músicos, de una formación académica envidiable, que el Reino Unido ha dado en los últimos treinta años como consecuencia de una política educativa musical del todo acertada y encomiable.
Actualmente, y alternando su actividad docente en la Universidad de Cambridge, Hogwood es director honorario de la Academy of the Ancient Music, formación fundada por él mismo en 1973. Ejecutada también con instrumentos originales, la versión, de tempo rápido pero en absoluto acelerado, es realmente suave, precisa, elegante y extraordinariamente bien cimentada (Laycock — hoy la he tomado con él, lo siento — debería visionar este vídeo para aprender lo que es un fraseo pulcro y límpido).
Hogwood dirige sin concesiones de cara a la galería, señalando tempi y entradas con eficaz resolución. (Da gusto ver cómo los profesores de la orquesta siguen con la mirada sus instrucciones). Cuidadísima y no menos equilibrada ejecución que permite que la música fluya libremente (Buenísimo el pasaje de la modulaciones). Doble repetición (Por mí, que también una tercera…). La fuga final todavía supera a la de Brüggen en claridad y precisión. Magistral ritardando final.
Pese a ser una versión diametralmente alejada al concepto de Böhm, y no por ello incompatible, otorgamos un sobresaliente cum laude a la misma. Versión de absoluta referencia y curso magistral de cómo se ha de dirigir a una orquesta. ¡Bravissimo, maestro Hogwood!
Gary M. Schneider con la Hudson Chamber Symphony
Perteneciente a la nueva generación de maestros norteamericanos, Gary M. Schneider destaca también por ser un reconocido compositor y un músico polifacético que también ha otorgado guiños al jazz. Esta versión se encuentra más próxima al estilo de Böhm y de Jeffrey Tate, y la verdad, no suena nada mal. Obviamente, la formación orquestal no es de primerísima fila pero cumple con encomiable dignidad su cometido.
Excelente claridad expositiva a lo largo de toda la ejecución y notable equilibrio global. Muy matizado el cambio hacia el primer desarrollo, aunque se advierten ciertos desajustes durante el mismo.
Mejor el episodio de las modulaciones. Fuga final en la que casi calca el modelo de Böhm — vuelven de nuevo los desajustes en algunos compases — y exquisito ritardando final. Versión de aprobado alto raspando el notable.
Kazuo Yamada con la Orquesta Sinfónica de la NHK de Tokio
¡Atención, señoras y señores! ¡Con él llegó el espectáculo! ¡Preparen los pañuelos para contener las lágrimas que las carcajadas van a provocar! ¿Os creíais que Bernstein era genuino? Pues nada de eso.
Al lado del maestro nipón Kazuo Yamada, lo de Bernstein en un podio es agua de borrajas. ¡NO OS PERDÁIS ESTE VÍDEO! El llorado maestro japonés — fallecido en 1991 — es una antología de la heterodoxia al dirigir una orquesta. Veamos:
Nada de agarrar una batuta como mandan los cánones.
La batuta se sujeta como un cubierto chino, faltaría más. Pero además, Kazuo Yamada baila mejor que Bernstein, se encoge, serpentea y ataca a los primeros violines como un pistolero del Far West; deja quieta la batuta y marca el compás con los dedos de la mano izquierda; se enfada, se olvida de la partitura, se dirige al cielo y exclama: «¡Ah, ya me acuerdo»; grita, se cambia la batuta de mano y se asusta; hace como si arrancara un coche antiguo de manivela; mira a los violoncelos y baila; se acaricia la calva y parece decir: «¡Basta, basta…Bueno no…¡Sigamos!»; se vuelve a marcar un paso de baile; matiza con la manera derecha, aunque parece no estar muy convencido y vuelve a colocar la batuta en dicha mano; se levanta las gafas para ver mejor la partitura; dice: ¡Quietos ahí…¡Ahora!»; se pierde en la lectura y cuando vuelve a conectar ordena calma; vuelve a mirar al cielo con la boca abierta buscando inspiración; se vuelve a cambiar de mano la batuta y, agachándose, dice: «¡Chsss!»; el ayuda del violín concertino aguanta la risa de forma velada; se vuelve a levantar las gafas y se quita las legañas; compone un número de teatro samurai en el pasaje de las modulaciones y celebra con gozo la salida del mismo, saltando sobre el podio; mira hacia la andanada para ver si ha venido su cuñado hoy al concierto; indica a los violoncelos mediante un peculiar columpio de batuta; gruñe; lee tan atentamente un pasaje de la partitura que se olvida de dirigir y de marcar un cambio; se agarra a la batuta con las dos manos y salta, homenajeando a Bernstein; jura fidelidad eterna a los primeros violines; sopla y se desespera en los compases previos a la fuga; dispara a matar a los violoncelos en el inicio de la misma; los profesores de la orquesta prefieren no mirarle so pena de sufrir un ataque de risa; se vuelve a quitar las legañas y parece que va a renunciar, pero no; abre la boca y empuña de nuevo la batuta con las dos manos; comenta con la sección de vientos: «¡Eh, eh, no os cortéis ahora»; salta y parece que le va a dar un espasmo; y, finalmente, se abraza a sí mismo. ¡Anda que no es complicado dirigir a Mozart, maestro! ¡Diga usted que sí! ¡Todo sea por una interpretación brillante!
Desde ahora mismo, me sumo al club de fans de Kazuo Yamada. ¡Eso es dirigir y lo demás pamplinas! Por cierto, la versión de notable; buena, buena… ¡Como para no serlo! Nuestro humilde homenaje al maestro Yamada y a sus peculiares modos de dirigir. Con este hombre no se aburre uno en un concierto. Dicen que en el cielo, o cómo se llame eso donde vamos al morir, Yamada está dando clases de dirección a Bernstein, Solti y Karajan. Alucinan con él.
Herbert von Karajan con la Orchestra Sinfonica della Rai di Torino
Esta extraña grabación — es efectivamente de Karajan pese a lo indicado en algún que otro comentario del propio vídeo — corresponde a la primera época del inolvidable director salzburgués y fue grabada concretamente en Italia en 1942 para el antiguo sello POLYDOR, aunque en tiempos recientes ha sido reeditada por DEUTSCHE GRAMMOPHON y por otras firmas que han comercializado estas grabaciones bajo el título Historic Collection. Pese a tratarse de una grabación de hace muchas décadas — registrada en Mono — encontramos al Karajan de los primeros años, esto es, al mejor Karajan. Versión ágil y dinámica a la que sólo le ponemos el «pero» de una orquesta cuyas cuerdas chillan en exceso (Algo del todo comprensible dada la difícil época en que se realizó la grabación).
La fuerza que transmite Karajan — quien prescinde de las repeticiones — es colosal y ofrece como resultado a un Mozart de muchísimos quilates.
Excepcional cambio de aires en la transición al primer desarrollo y también la lectura del pasaje de las modulaciones, aunque la cuerda ahoga un tanto a las maderas. Heroica fuga final y conclusión sin ritardando. Enorme Herbert von Karajan.
Versión de notable alto rozando el sobresaliente o, tal vez, de propio sobresaliente.
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Este 4° movimiento de la Sinfonía Júpiter es la cumbre de la expresión sinfónica del siglo XVIII, brillante cierre de las Sinfonías de Mozart y especialmente de ese trio final: Sinfonía n° 39, Sinfonía n° 40 y Sinfonía n° 41. El movimiento en cuestión es la reacción musical de Mozart a lo plasmado por él, en la Sinfonía anterior.
El Doctor Karl Böhm efectivamente hizo una ejecución sobresaliente aunque un poco «dura»; es decir, pareciera interpretarla al estilo de la Música de Haydn, lo que a mi juicio, es accidental y no le resta méritos a la batuta del Doctor. Sobre el tamaño de la Orquesta, a veces pienso que se trata de una ilusión óptica producida por las tomas de los camarógrafos. Tendré que ver nuevamente el concierto completo en el DVD, para hacerme una conclusión más detallada. Y estoy de acuerdo: es la Wiener Philharmoniker; como no iba a salir una buena rendición? Empero, aunque fuera un mozartiano consumado, el Doctor Karl Böhm es mucho mejor dirigiendo Wagner y Strauss.
Jeffrey Tate aplica un tempo, creo yo, adecuado a este movimiento y la orquesta responde con una sonoridad muy interesante, que le da brillantismo a cada instrumento, aunque por momentos los metales y la percusión se ahogan ligeramente, pero resucitan al fianal. Bellísimo entorno. Es el Palacio de Schönbrunn en Viena? Muy buena versión.
No me agrada la dirección de Laycock, por lo menos en esta Sinfonía. Da la sensación que quizo hacer una especie de interpretación estilo Siglo XVIII, pero sin instrumentos originales. Esa velocidad hizo en mi el efecto de un carruaje tirado por cuatro caballos desbocados, golpeando sus cascos en suelo de piedra. Así no se interpreta a Mozart, por amor a Dios!
Los instrumentos de Brüggen, siendo originales del siglo XVIII son más adecuados para el tempo empleado, aunque aún me parece muy veloz. Generalmente lo instrumentos auténticos pareciera que aumentan las «revoluciones» de la Música y por ello hay que tener cuidado al abordar la orquesta (eso se percibe mejor en Bach). De todas formas el tempo no me convence del todo. A veces hace ruido, hay pasajes que suenan fuera de lugar, como si salieran de un computador. Acertada la observación del timbalista. Declaro que Franz Brüggen es un director magistral, pero tampoco es así que se interpreta a Mozart.
Bueno, Hogwood me ha hecho el favor de probar mi comentario anterior. Habeis visto? Mr. Laycock, LE VISTE? Mozart interpretado con mucha más sencillez. Es impresión mía o en este video hay un violinista vestido como hindú?
Oh, Gary Schneider, muy bien, me agradó bastante su interpretación. Mucho más ortodoxa; me parece que así se accede más a Mozart. Lo único que me creo discutible es que la cuerda baja poco se siente, se pierde mucho y hace falta sentirla más vehementemente. Sin embargo, muy buena interpretación . Buen augurio para este joven director, que además da la impresión en la fotografía, de ser un hombre de carácter bastante agradable y amable. Las orquestas responden bien así. Yo sería un tirano!
Es regla que los japoneses tienen maneras raras de dirigir, pero esto es ridículo. Kazuo Yamada parece haber caído de un árbol! Será una reminiscencia de algún antepasado primate? Será que una colonia de pulgas le ataca las piernas mientras dirige? Será que algo le duele? Parece dando una clase se artes marciales y cuando abre la boca, produce la sensación que va a pegar un alarido de karate, algo así como OOOOOIAOOOOOUUUUUUU-HA! Casí me parece estar escuchando a Leonard Bernstein riéndose en algún lugar. Si este japonés no tiene más cuidado, con la batuta se sacará un ojo o terminará haciéndose un HARA KIRI…Ahhh, pero estabamos con Mozart…Cómo hizo esta Orquesta para interpretar bien la Música, con la dirección de este elástico Maestro? Nada que hacer: Mozart y la Sinfonía Júpiter se subrodinaron al espectáculo de Kazuo Yamada.
Pero volvamos a lo serio. LA QUINTAESENCIA DE LA DIRECCIÓN HA HECHO SU ARRIBO. ABRID PASO! Sí es Karajan, aquí y en la china. Qué le pasa al que lo negó? No hay duda que sí es Él. Se percibe en las cuerdas especialmente, bastante vigorosas. El tempo es inconfundible, pero efectivamente acusa las deficiencias de una grabación antigua, aunque muchas de ese tiempo son bastante notables por su calidad sonora. Una interpretación muy potente, más cercana a Mozart y a lo que debe expresar esta Sinfonía, que no en vano se llama «Júpiter». Pero para hablar de Karajan dirigiendo a Mozart, la casa DECCA ha editado un álbum con la totalidad de las grabaciones que Karajan hiciera para este sello, con la Filarmónica de Viena. Allí, hay una grabación de las Sinfonías n° 40 y 41, que resultan más que espectaculares. En la Sinfonía n° 40, Karajan realza la cuerda baja de una manera muy solemne, lo que le otorga mucha elegancia a la interpretación. Y en la Sinfonía n° 41 hay una majestuosidad inmensa; es Zeus en su mayestático trono, absorto en la contemplación del Mundo, mientras los rige con su égida poderosa.
De acuerdo Leiter. Sobresaliente. Aquí y en las grabaciones que comento.
Maratónica jornada. A descansar.
Un abrazo Leiter.
Bueno, de las versiones que he escuchado, las dos primeras y las dos últimas, me quedo sin duda con la del «artesano» Böhm. Será por la orquesta, como dice Leiter, pero el caso es que encuentro una gran diferencia con respecto a las demás.
De todas formas, la segunda también me parece poderosa.
Un abrazo y buen finde a todos.
Böhm es Böhm, para lo bueno y lo malo: Y aquí va de bueno, sin duda, Ángel.
Coincido con Iván — no sería para menos — en la gran fuerza de Karajan, posiblemente la mejor versión de las aquí ofrecidas — según mi opinión — junto con la excepcional de Hogwood.
Yamada, a pesar de los pesares, nos ofrece una excelente versión, aunque es difícil atenerse a la escucha visionando el vídeo…
Tengo mis dudas con Brüggen, Iván, pero creo que es una versión de altísimo nivel. El problema de interpretar a Mozart consiste en eso, en interpretarlo de una manera muy fidedigna aunque suene extraño. Pero Mozart… ¡Nunca suena extraño!
Venga, me mojo: Hogwood, Karajan, Böhm, por este orden.
Este movimiento orquestal es de lo más sublime que Mozart compuso jamás. Es realmente prodigioso… Cuatro notas y ¡Hala!
¡Qué barbaridad!
Mozart, mi dios particular.
Un abrazo, amigos
LEITER
Algún día deberías hacer un pequeño altar en honor a Mozart, en alguna montaña alejada de los centros urbanos. Pero eso sí, debes ir vestido como el Príncipe Tamino.
Y si yo te acompaño, me vestiré de Papageno.
Antes de morir, tengo que vestirme como Papageno!
Ya lo he hecho (Sierra del Guadarrama)… Pero nunca acompañado de alguien vestido de Papageno. Pero yo mejor de Reina de la Noche, por eso del morbo, ja, ja!
Cuando quieras y donde quieras, amigo Iván
Un abrazo.
LEITER
Bueno, soy una persona de gustos sencillos, así que me inclino por la versión Karajan. Aunque la versión de Tate me ha gustado mucho, quizá porque eran menos músicos y por eso me parecía más acertado a lo que Mozart imaginaba (a esta idea mía se ha acercado mucho también Hogwood).
La de Yamada es divertidísima. En que pensará el hombre cuando dirige? Es muy buena versión, o por lo menos a mi me ha gustado. Pero la foto no es de Yamada, es de Akira Ifukube… es que los orientales son tan parecidos.
Me voy antes de que se corte nuevamente la Internet.
un abrazo para todos
Gracias por pasarme la foto auténtica de Yamada, Frank; de momento, no la puedo colocar. Cuando me arreglen el Packard lo intentaré de nuevo.
Celia me ha prestado su portátil durante el fin de semana a cambio de mi tarjeta de crédito… ¡Ay!
LEITER