Análisis de La Torre Eiffel
Alzada junto al río Sena, la inconfundible silueta de la Torre Eiffel es posiblemente el símbolo parisino más universal. Sin embargo, cuando empezó a erigirse la torre en 1887, un grupo de artistas firmó una carta de protesta por el efecto que dicha construcción tendría sobre el horizonte de París.
Además, manifestaron que la torre era un gran insulto para los grandes monumentos de la ciudad. Pese a que algunos llegaron a apreciar su belleza, es famosa la anécdota de Guy de Maupassant, quien acudía a los restaurantes de la plataforma por ser el único punto de París en donde no se divisaba la torre…
A medida que se perfeccionaban las técnicas de construcción y que se aceleraba el ritmo del progreso, diversas personalidades internacionales albergaron la ambición de construir un edificio de 305 metros de altura. Pese a que algunos lo intentaron, sin éxito, la mayoría pensaba que la idea era del todo absurda. No obstante, el ingeniero Gustave Eiffel estaba convencido de que podría lograrlo. Anteriormente, Eiffel había realizado los planos de otro monumento colosal, la famosa Estatua de la Libertad que finalmente acabaría saludando a los inmigrantes que acudían al Nuevo Mundo norteamericano.
Junto a sus ayudantes, Eiffel realizó en 1884 los planos de una torre de unos 300 metros de altura que presentó un par de años después a la comisión de proyectos destinados a la Exposición Universal de París de 1889, fundamentada en la exhibición del progreso industrial. El comité organizador, curiosamente, expresó su deseo de que los participantes presentaran planos para la construcción de una torre de hierro de 305 metros de altura. De esta manera, las condiciones del concurso se redactaron teniendo muy en cuenta el previo proyecto de Eiffel. Todas las sospechas su hubieron de confirmar cuando, de los más de cien proyectos presentados, el de Eiffel fue elegido para crear la hasta entonces estructura más alta del planeta.
Eiffel ya había erigido varios puentes de ferrocarril y tenía fama de ser capaz de resolver los más complicados problemas técnicos. De esta forma, a mediados de 1887 se empieza a construir la torre con una velocidad asombrosa debido a la magistral capacidad organizativa de Eiffel. Sin embargo, las obras se paralizaron durante un breve intervalo debido al miedo de los vecinos que vivían en los aledaños, alertados del peligro que corrían sus casas. Todo ello fue provocado por las conclusiones de un matemático, quien declaró que la torre se desmoronaría sin remedio al alcanzar la cota de los 229 metros de altura. Eiffel, acostumbrado a los riesgos, decidió entonces seguir con el proyecto costeando la totalidad del mismo a sus expensas.
Con un grupo de 250 personas, la torre fue culminada el 31 de marzo de 1889, en algo menos de dos años y medio. La base de la torre forma un cuadrado de 1,6 hectáreas y la estructura del conjunto pesa unas 10.668 toneladas métricas. Se utilizaron más de dos millones y medio de remaches y algo más de 18.000 elementos distintos, muchos de ellos prefabricados. Las 16 columnas sobre las que se apoya la torre — cuatro en cada pata — llevaban gatos hidráulicos para la colocación exacta de la primera plataforma. La torre ostentó el título de edificio más alto del mundo hasta que en 1929 se construyó el Edificio Chrysler en Nueva York. Actualmente, unos cómodos y panorámicos ascensores facultan el ascenso hasta sus tres plataformas. Aunque, si uno tiene buenos pulmones, puede intentar subir hasta el último piso recorriendo los 1.671 peldaños de su escalera.
Amigos, hay quien afirma que la Torre Eiffel esta en París porque Barcelona la rechazó. Según parece Eiffel habría presentado el proyecto de la Torre al Ayuntamiento de Barcelona, con la intención de que se convirtiese en el emblema de la ciudad para la Exposición Universal de Barcelona en 1888. La futurista y proverbial ceguera de los ediles del momento la rechazarón porque “no encajaba con la ciudad”, y en su lugar se levanto el actual Arco del Triunfo, que conocemos cuatro gatos, mientras que la famosa Torre la conoce todo el mundo.
En este otro, magníficamente ilustrado con “Bajo el cielo de París” al acordeón, una preciosa musette, pericón o vals francés (¿hay por aquí alguna gatita que quiera bailar conmigo?), se muestra la torre en el París actual:
http://www.youtube.com/watch?v=MIFOGmhjmYI
Leiter, en 1989 para conmemorar los cien años de la construcción de la Torre participé muy activamente, en el Museo del Ferrocarril de Madrid, en una exposición muy interesante, y de la que guardo muy buenos recuerdos.
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos.
Elgatosierra
Gato, hace tiempo, cuando me aburría, me iba los sábados por la mañana hasta Delicias. Me encantaba ver las maquetas y subirme a esas vetustas locomotoras.
Gato, anda, enséñame cómo se conduce un tren… Si así lo sabes. Me compré el TRAIN SIMULATOR pero como que no.
Muy buenos los enlaces que has dejado y me he quedado de piedra con lo que afirmas de Barcelona y la torre. No tenía la más remota idea.
Creo que fue en el 87 cuando subí a su cima. Me pareció algo impresionante.
Un felino abrazo, Gato
LEITER
LLUÍS PERMANYER | 01/06/2009 | Actualizada a las 03:31h | Ciudadanos
Barcelona ha sido tradicionalmente una ciudad de perfil arquitectónico bajo. Nada sobrepasaba los campanarios góticos. El primer desafío en altura fue el que propuso Gaudí en la Sagrada Família, por cierto aún no culminada en su punto máximo previsto. No deja de ser curioso, empero, que se hayan olvidado dos proyectos anteriores, que no cristalizaron, y que, en cambio, se dé ahora pábulo al rechazo de la torre Eiffel, pese a que es una simple leyenda urbana que se expande como mancha de aceite. No hay más que curiosear en la red.
No es cierto, con los datos que hasta ahora he reunido, que la Barcelona de la Exposició Universal declinara poner en pie el proyecto revolucionario que supuestamente le brindaba Eiffel. Y es que el 30 de marzo de 1885 el ingeniero francés ya había presentado la propuesta de su célebre torre a la Sociedad de Ingenieros Civiles de Francia, al tiempo que demostraba que era irrealizable la que ofrecía su competidor Bourdais, también de 300 metros de altura y obrada en piedra.
¿Cómo podía Eiffel haber tentado a Barcelona si hasta el 18 de junio de 1885 el Ayuntamiento aún no había firmado un acuerdo con Eugenio R. Serrano Casanova, promotor de la Exposició Universal? Es obvio que Barcelona no aparezca mentada en el detallado estudio biográfico profesional de Bertrand Lemoine, Gustave Eiffel (publicado por Fernand Hazan en 1986).
Serrano no prometió verbalmente hasta 1886 poner en pie en el recinto ferial del parque de la Ciutadella una torre de 200 metros de altura, oferta que nada tenía que ver con Eiffel. Tal fue la génesis de dos proyectos en este sentido, el primero de los cuales ha quedado bien reflejado su proceso en las páginas de La Vanguardia de la época.
Éste venía avalado por J. Lapierre, ingeniero de Toulouse. Rindió visita a Barcelona para comprobar la idoneidad del emplazamiento. Y se publicó incluso el dibujo coloreado que él mismo realizó de la que tenía que ser la torre Condal: una imponente estructura de 210 metros de altura, obrada enteramente en madera y realzada con ornamento de inspiración, digamos, neomozárabe.
El segundo proyecto era debido al joven arquitecto local Pere Falqués. Aquella imponente construcción vertical llevaba el mismo nombre que la anterior y tenía la misma altura. La diferencia estribaba en que sólo el último tramo era de hierro colado visto, mientras que la decoración era de un eclecticismo historicista. Supongo que se trataba de una propuesta más barata que la anterior y para demostrar que un indígena también era capaz de hacer algo semejante.
Los dibujos de ambos proyectos merecieron ser publicados sin mayores explicaciones en la revista oficial de la Exposició, que apareció el 10 de marzo de 1888. Ninguno de los dos fue llevado a término, pues Rius i Taulet no tenía más remedio que concentrar todo el gasto en construir lo imprescindible: no había dinero para más.
Así pues, de Eiffel, nada de nada. Ni siquiera es suyo el puente metálico que fue tendido para acceder a la sección marítima. Julián se lo ha atribuyó, pero en verdad fue un proyecto de Gaietà Buïgas, ejecutado con estructuras de Joan Torras, el propietario de Herrería y Construcciones; era el mismo equipo que hizo posible el monumento a Colom.
Una de las enseñanzas de esta leyenda urbana es que la red, inundada de información sin la menor garantía, debería ser utilizada con cautela máxima, ya que puede inducir a que los usuarios ingenuos (y otros no tan ingenuos, como profesores universitarios o autores de libros de divulgación histórica) cometan errores que hagan sonrojar.
Gracias por el comentario y la aportación, Jordi.
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