Los Proms londinenses son uno de los acontecimientos más significativos y relevantes del panorama musical internacional. Fundados en 1895, las primeras ediciones fueron dirigidas por Sir Henry Wood y posteriormente por Sir Adrian Boult y Basil Cameron. A lo largo de cada temporada suelen ofrecerse unos 70 conciertos en el incomparable marco del Royal Albert Hall aunque, sin duda alguna, el momento culminante llega en la famosa Last Night of Proms, donde el escenario londinense se convierte en una auténtica y democrática fiesta musical con la activa participación de un público enfervorizado. Asistir a la Última Noche de los Proms es una experiencia musical sólo comparable, tal vez y con las lógicas diferencias, a presenciar una de las sesiones del famoso Concierto de Año Nuevo en la Musikverein de Viena. Si existe un director al que desde siempre se le identificó con este espectáculo musical ese no fue otro que Sir Malcolm Sargent, una de las grandes glorias de la música británica de la primera mitad del siglo XX.
Harold Malcolm Watts Sargent nació el 29 de abril de 1895 en Ashford, condado de Kent, en el seno de una familia en donde el padre tocaba el órgano de forma aficionada. Pronto el muchacho ingresó en el coro de la catedral de Peterborough para más tarde estudiar órgano en la Escuela de Stamford. Con sólo 16 años Sargent obtuvo el diploma del Real Colegio de Organistas y dos años más tarde adquirió el grado de Bachiller en Música por la Universidad de Durham. Su primer empleo como organista lo desarrolló en la Iglesia de Santa Maria de Leicestershire de 1914 a 1924, cargo que sólo fue interrumpido durante la Primera Guerra Mundial al enrolarse el músico en el Regimiento de Infantería de Durham. Con 24 años de edad, Sargent llegó a ser el doctor en música más joven de Inglaterra. En 1921 Sargent tuvo la oportunidad de dirigir la Orquesta del Queen´s Hall por expresa invitación de Sir Henry Wood, causando tal sensación en el veterano maestro que fue nuevamente invitado para dirigir en los Proms de ese mismo año. También por iniciativa de Wood, Sargent acabó por abandonar la composición — en aquellos conciertos presentó obras propias — para centrarse única y exclusivamente en la dirección orquestal. En 1922 fundó la Orquesta Sinfónica de Leicester, a la que dirigió hasta 1939, y consiguió un enorme prestigio con la misma en base a los afamados solistas que fueron invitados a participar en numerosos conciertos. También por iniciativa de Wood, en 1923 Sargent fue nombrado profesor del Real Colegio de Música de Londres. La popularidad de Sargent fue en aumento y pronto se convirtió en el director más famoso de Inglaterra en competencia directa con Sir Thomas Beecham. Llegó a tener un papel muy destacado en la puesta en escena de las óperas de Gilbert y Sullivan — aunque fue muy criticado por meter mano a las partituras — y en 1928 llegó a dirigir una sesión de los famosos Ballets Rusos. Ese mismo año fue nombrado director de la Royal Choral Society, institución en la que permaneció vinculado durante cuatro décadas hasta su muerte.
Luego de haber fundado junto con Sir Thomas Beecham la Orquesta Filarmónica de Londres, en 1932 Sargent sufrió una infección tuberculosa que le dejó inactivo durante más de dos años. Ya recuperado, en 1936 dirigió por primera vez en el Covent Garden y realizó una serie de giras por Oceanía que le convirtieron en un director muy popular en Australia hasta el extremo de que faltó muy poco para que aceptase una jugosa oferta por parte de la Australian Broadcasting Corporation. Pero, al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, Sargent retornó a Inglaterra y ofreció numerosos conciertos para elevar la moral de sus conciudadanos. Finalizada la guerra, en 1945 Sargent aceptó una invitación de Toscanini para dirigir la Orquesta Sinfónica de la NBC y dos años más tarde fue nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico por sus servicios a la música. En 1947 Sargent sucedió a Sir Adrian Boult como director de los Proms y permaneció al frente de los mismos hasta 1967, popularizando esta serie hasta extremos antaño inconcebibles e impulsando la fiesta de la Última Noche como uno de los mayores espectáculos musicales de toda Inglaterra. En 1961 Sargent realizó denodados esfuerzos por salvar a la Royal Philharmonic Orchestra, huérfana desde la muerte de Sir Thomas Beecham, y acometió con dicha agrupación una gira mundial que devolvió el prestigio a la misma. Sin embargo, a la vuelta Sargent empezó a tener problemas de salud y se vio por ello obligado a reducir drásticamente su actividad. En julio de 1967, aquejado de un cáncer de páncreas en estado avanzado, Sargent realizó un esfuerzo para dirigir su última sesión en los Proms, siendo aclamado por el público y cediendo su batuta al finalizar la sesión a su sucesor, Colin Davis. Dos meses más tarde, el 3 de octubre de 1967, Sargent falleció en Londres.
Sir Malcolm Sargent tuvo que luchar, y mucho, por separar el corte aristocrático y elegante de su apariencia con sus incuestionables virtudes como director. Su estilo de dirección era poderoso y efectivo, dando lo mejor de sí en las partituras que requerían acompañamiento coral, una de sus mayores especialidades. Tal vez no pudo desarrollar a fondo sus cualidades como director debido al muy extenso catálogo de actividades musicales en las que se implicó. Sargent fue un director de acompañamiento muy apreciado por los solistas y de hecho tuvo la oportunidad de colaborar con las más grandes figuras de la interpretación de su época. Fue posiblemente el director británico más querido por su público, por encima incluso del excéntrico Sir Thomas Beecham (Beecham declaró en una ocasión que Sargent era el mejor director inglés… A excepción mía, claro está). Su repertorio abarcó desde Bach hasta la Segunda Escuela de Viena, aunque la música inglesa de principios del siglo XX ocupó un lugar privilegiado en el mismo y compositores como Vaughan Williams, Elgar, Delius, Tippett o Britten estarán siempre en deuda con él. Ataviado siempre con una chaqueta roja o blanca y exhibiendo una rosa en el ojal de la misma, Sargent fue un tipo muy vanidoso a la manera inglesa que, pese a protagonizar algún que otro extraño episodio en su vida privada por el que alguna vez fue llamado grosero, supo ganarse el aprecio de todo el mundo. En una ocasión, el coche en el que viajaba por Palestina fue alcanzado por el fuego árabe aunque por fortuna Sargent salió ileso del incidente. Enterado Beecham del suceso no tardó en soltar la perla: –«¡No sabía yo que estos árabes supieran tanto de música!»– Y es que Beecham, que sabía toneladas de música, supo ver en Sargent a un rival, pero también a un amigo entrañable. Con la muerte de Sir Malcolm Sargent en 1967 se cerró una de las páginas musicales más inolvidables de todo el siglo XX en Inglaterra.
De entre la producción discográfica debida a Sir Malcolm Sargent podemos mencionar las siguientes grabaciones. (Advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Sinfonía nº5 de Beethoven dirigiendo la Orquesta Sinfónica Nacional (BEULAH 3PD13); Conciertos para piano nº3 y 4 de Beethoven, junto a Artur Schnabel y dirigiendo la Filarmónica de Londres (HMV referencia desconocida ); Triple Concierto de Beethoven, junto a Oborin, Oistrakh y Knushevitzki, y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 69331); Guía de orquesta para jóvenes de Britten dirigiendo la Royal Philharmonic of Liverpool (PEARL 2); Concierto para violoncelo de Delius, junto con Jacqueline du Pré y dirigiendo la Royal Philharmonic (EMI 67341); Concierto para piano de Delius, junto a Benno Moiseiwitsch y dirigiendo la Sinfónica de la BBC (GUILD 2326); Concierto para violoncelo y orquesta de Elgar, junto a Paul Tortelier y dirigiendo la Sinfónica de la BBC (TESTAMENT 2025); Concierto para violín de Elgar, junto con Jascha Heifetz y dirigiendo la Sinfónica de Londres (RCA 7966); El sueño de Gerontius de Elgar, junto a Nash, Ripley y Noble, y dirigiendo la Royal Philharmonic of Liverpool (TESTAMENT 2025); Pompa y circunstancia de Elgar dirigiendo la Sinfónica de Londres (DECCA 425662); Variaciones Enigma de Elgar dirigiendo la Sinfónica de Londres (OCTAVE 23326); Suites de Peer Gynt de Grieg dirigiendo la Orquesta Sinfónica Nacional (BEULAH 3PD13); El Mesías de Haendel, junto a Milligan, Morison, Thomas y Lewis, y dirigiendo la Royal Philharmonic of Liverpool (CLASSICS FOR PLEASURE 75776); Los planetas de Holst dirigiendo la Sinfónica de Londres (BEULAH referencia desconocida); Elías de Mendelssohn, junto a Thomas, Morison, Lewis y Cameron, y dirigiendo la Royal Philharmonic of Liverpool (CLASSICS FOR PLEASURE 75975); Concierto para violín nº4 de Mozart, junto a Jascha Heifetz y dirigiendo la Royal Philharmonic Orchestra (IDI 6515); Concierto para piano nº21 de Mozart, junto a Artur Schnabel y dirigiendo la Sinfónica de Londres (MUSIC & ARTS 1193); Sinfonía nº9 de Shostakovich dirigiendo la Sinfónica de Londres (CLASSICS RECORDS 2018); Mikado de Gilbert y Sullivan, junto a Brannigan, Lewis, Evans y Wallace, y dirigiendo la Pro Arte Orchestra (EMI 64403); Concierto para violín nº5 de Vieuxtemps, junto a Jascha Heifetz y dirigiendo la New Symphony Orchestra (RCA 71622); y, finalmente, Concierto para violoncelo y orquesta de Walton, junto a Gregor Piatigorski y dirigiendo la Sinfónica de la BBC (EMI 92841). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.
Los franceses hemos tenido en solo un siglo dos guerras mundiales en las cuales nuestro enemigo nº 1 ha sido Alemania. Sin embargo el foso cultural que nos separa de los ingleses es mucho, pero mucho más profundo , hay algo en medio, como un hueco, de dimensiones abismales. Centrándome en la música, creo firmemente que la esencia de la cultura músical alemana, o sea la actitud profunda frente a la forma músical, tratándo ésta como una gnosis repleta de códigos sagrados, esta actitud se queda totalmente ajena al corpus cultural británico, salvo poquisimas excepciones. Y no hay manera, se quedan fuera. Los franceses pueden abordar el repertorio bajo un aspecto analítico y con más o menos éxito, pero no existe este foso abismal. Hay que escuchar este inicio del concerto nº 3 dirigido por Sargent como si de una anécdota musical se tratara, y a mi esto me suena a sacrilegio, no puede ser, en todo caso no lo soporto. Quizás sea el recuerdo traumático que tuve en Paris cuando estudiaba, hubo una serie de representaciones del Rapto dirigidas por el Dr. Böhm y pude colocarme varias veces detrás de él, estudiando todos sus gestos, hasta que un día lleguó Mackerras y empezó a dirigir de forma anecdótica, lo cual me causó un auténtico trauma. Y bueno, son los padres y los artifices de la gran destrucción.Los franceses como Plasson, como mediocres que son, se quedaron medio escondidos en sus ciudades como Toulouse o Burdeos. Los ingleses no, llegaron con armas pesadas a torpedearlo todo, lanzando bombas como en Dresden, pero esta vez sobre la filarmónica de Berlín. Uno tras otro, hasta los de hoy, destruyendo tradiciones y torpedeando siglos de construcción cultural. La cultura no se improvisa, se contruye y se transmite. Pero si no se tiene más sentido gnóstico que el de un pueblo que por razones de cama de su Rey se permite construir una iglesia a su medida…Estos mismos acaban creando una realidad anti-cultural, anti-tradicional. Ya lo he dicho antes, no soporto esto, me lo paso muy bien en Inglaterra paseando por el campo y tomando té, o leyendo sus maravillosos autores, pero musicalmente hablando me provocan hasta repugnancia…Perdonar mi intolerancia, amigos míos, sé que esto no es nada bueno, pero, al menos por el momento, no lo puedo remediar.
¡Ja, ja,ja! ¡No hay que disculparse por nada, amigo mío! En eso consiste esto: en que cada cual exprese su opinión personal, si es posible, con argumentos. Y eso es lo que usted ha hecho… ¡Y vaya que si lo ha hecho! Queda claro que la escuela británica de dirección no es muy de su gusto… No pasa nada, Jean François. Pero no podía compilar una larga lista de directores de orquesta excluyendo a Sargent. Bueno, le diré que puede estar usted tranquilo hasta principios de febrero. Hasta esas fechas, ningún director británico ocupará lugar en esta sección… ¡Ja, ja!
Mi admirado abrazo, amigo y maestro Mounielou.
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Hace 20-30 años tenía cierto respeto hacía Sir Colin Davis por sus trabajos con Berlioz pero hay que ir a la primera de Brahms con Dresden en Japón (youtube) para ver la más asoluta decadencia de una seudo escuela de dirección, es un masacre total y asoluto, una verguenza: dirigir el finale de la primera de Brahms con un pulso a 2, como si de una una melodía de Elgar se tratara, olvidandose totalmente de la estructura de 4 tiempos.. Vergoña, ignoranti tutti…, y Dresden que sigue esto tocando fatal, pero fatal…que horror!
Veamos los ejemplos pero sirviéndonos del arranque de dicha sinfonía.
http://www.youtube.com/watch?v=2Jh6v3bFssI
Pulso a dos encubierto (muy perceptible a partir aprox del minuto 1.50 del vídeo). En ese difícil pasaje de ascenso cromático en cuerda e inicial inversión de vientos Davis se pierde al marcar en dos tiempos (o no precisar los cuatro del compás con claridad ** error mío. debí haber dicho los tres del compás y no los cuatro. Ya lo he aclarado en mi siguiente comentario ** que ni yo lo tengo muy claro al ver el vídeo). Por eso mismo, el golpe de 2.08 aparece como descompensado ya que el crescendo no ha tenido la suficiente amplitud que hubiera requerido una clara marcación en tres tiempos. No sé si lo podéis apreciar.
y ahora
http://www.youtube.com/watch?v=m7ODj2C6KcI
Equilibrado y preciso, sin retardos artificiales ni nada por el estilo. Fijaos, como antes, en el pasaje que empieza en 1.32. Todo va mucho más espaciado acorde con la marcación precisa. El crescendo surge por si solo y no hay que empujarlo. Gran lujo del doctor Böhm. Por favor, si en algo me equivoco corríjame, Jean François. Estas cuestiones de marcación son bastante complicadas de expresar en un comentario. Pero, desde luego, a mí me ha parecido que existe una gran diferencia de concepto entre el arranque de Sir Colin Davis y el del doctor Böhm en la aplicación rítmica.
Por cierto, esta versión de Böhm con la Berliner de la Primera de Brahms, muy denostada por algunos, siempre ha estado entre mis predilectas.
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Todo esto me lleva tan sólo a recordar que existe un Olimpo de directores orquestales, cuyos nombres están muy bien definidos. Lo demás va en descenso. Se pueden escuchar algunas buenas versiones de la obras maestras dirigidas por los simples mortales, pero jamás alcanzan a ser escritas en notas de oro. No creo que Plasson (y nadie como Jean François para explicarlo y confirmarlo) sea capaz de empunãr la batuta como lo hacía el Dr. Böhm.
Y así mismo Sargent no lo hacía como Beecham. Ni Beecham era Knappertsbusch, Karajan o Böhm. Observad que ya me fui hacia tierra germánica. Hay una TRADICIÓN que fluye por las venas, alcanzando la última fibra del Ser y pasando de ahí a los dominios del espíritu. Cualquier cosa que no se ajuste a esto, a mí me luce como los bombardeos a Dresden.
Pero cuidado: no estoy desconociendo a Beecham ni a inglés ninguno. Sólo pongo las cosas en el orden jerárquico que a mí me parece correcto, un poco en consonancia con Jean François.
Leiter, hoy cae una tempestad de esas que te encantan.
Salud, mis admirados contertulios.
Claro que sí, amigo Iván, pero el problema es que no todos los directores están dispuestos a seguir esa TRADICIÓN en aras de sabe Dios qué pretendida modernidad. De esta manera, cuando uno escucha a los Furtwängler, Böhm, Karajan, Knappertsbusch… Pues como que no le quedan ganas de escuchar a Jansons, Rattle y cia. Y que conste que digo esto con el máximo respeto a estos modernos directores… O, por lo menos, que parezca que así sea mi intención.
Mi abrazo, amigo y hermano Iván
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Muy apreciado amigo Leiter, no lo ha puesto facil de entender ya que eligiendo la introducción se trata de la «reducción» de un pulso de tres tiempos en un pulso a 1 tiempo marcado en forma de dos…un asunto asolutamente criminal, yo lo que haría sería enviar a la policía pero esto no se puede hacer, queda muy mal,aunque estén haciendo estas cosas destrozando conjuntos como Dresden..
Yo había elegido el tema principal del finale el cual según la tradición es una estructura de 4 pero que los «ignoranti» de hoy se permiten dirigir en dos, el resultado es que la melodía suena a algo totalmente anecdótico. Pero en los del tres que vd ha elegido es áun MUCHO PEOR, es un crimen anti natural y anti tradicional de dimensiones indescriptibles. Y esto es bueno mostrarlo, porque se trata de una piedra angular, un punto muy concreto en el cual la decadencia de la seudo escuela inglesa ha conseguido «vencer» a la tradición auténtica. Un director de orquesta tradicional «piensa» con anticipación. Y en su mente una cosa debe quedarse perfectamente clara. Es que, arquitectonicamente hablando, o sea como él «piensa» la estructura rítimica y melódica, el «apoyo» del pulso a tres está en el tercer tiempo y el «apoyo» del pulso a 4 está en el cuarto tiempo. NO, NUNCA EN EL PRIMERO !!! Apoyandose en el primero,bloquea la respiración, impide que la estructura verdadera salga se por si ( tal como aqui lo hace Böhm), y consigue una cosa única en la historia del arte humano: que una frase melódica cuya codificación «gnóstica» resume miles de años de auténtica cultura suene como un ataque de risa de Boris Izaguirre o como las lágrimas de Karina. Y esto, amigo mío, lo han hecho los ingleses, y lo han expandido.ellos, son ellos que lo han hecho. Es que…es mucho más facil, claro !! Un día ví una entrevista de Celibidache y de repente habló de «los de hoy» y con una mímica de desprecio soltó: «Y además, haaaaaa…lo apoyan todo en el primer tiempo». Me gustaría una cosa: pedrirles a estos de hoy en día trabajar un menuet distinguiendo los momentos en que la marcación gestual debe estar en el primer tiempo y los otros momentos marcando en ver de 1.2.3 un 3-2-1, sabrían hacerlo?? Ni uno !! Se caerían del podio !! Yo he visto al Dr Böhm trabajar un movimiento entero así, el inmenso menuet que solía poner como tercer movimiento del la sinfonía nº 34, y esto no se olvida nunca. Por cierto, las grabaciones del Dr Böhm con Berlín en los 50 y principios de los 60, entre las cuales está esta primera de Brahms, son realmente magistrales. Hay también, de Beethven, una soberbia tercera, una magistral quinta que es verdaderamente LA quinta que dejó el Dr Bohm y una bellísima septima.
Un furete abrazo
Jean François
¡Horror! Cometí una terrible equivocación. Hablé de reducción binaria en cuaternario cuando en realidad me quería referir a un pulso marcado en tiempo ternario pero con un extraño dibujo de a dos (y eso es precisamente lo que se ve en el vídeo de Davis en minutaje referido). Tenía el tema coral del cuarto movimiento en mente y me traicionó el subconsciente hablando de un compás de cuatro tiempos. En todo lo que me referí en mi anterior comentario hay que entenderlo bajo esta nueva premisa. Tal vez, maestro Mounielou, ahora se entienda mejor lo que quería yo decir aunque usted lo ha aclarado perfectamente. Lamento el error y pido disculpas.
Un abrazo
LEITER
Para comparar mejor
http://www.youtube.com/watch?v=QVkj3V5yHQM
Leiter, ni disculpas ni nada, no estaba tan mal dicho aunque hace falta conocimiento musical para entenderlo. El pulso a 3, cuando no es correctamente ejecutado y asentado en el tercer tiempo, se transforma en un pulso a 1. Y esta gente lo que hacen es marcar dos pulsos a 1 en forma de un dos, es horrible, anti natural y anti tradicional como digo, pero lo hacen, apoyandose además en el primer pulso de este «extraño dos». Para directores tradicionales es un verdadero crimen. Y lo peor es hacer esto con Dreden, siento verdadera verguenza viendo esto.Hay que ver como hace el Dr Böhm, marca los pulsos uno a uno pero cuando hace falta marcar la estructura alarga el brazo hacia la derecha marcando el tercer pulso, con un gesto de amplia respiración,y a partir de ahí la orquesta sigue correctamente.
http://www.youtube.com/watch?v=fhHb-62BfpI
También vemos a este imbécil destrozar un finale de Brahms. Le ha dicho a la orquesta en el ensayo que es un 4. Pero no lo marca. Intenta hacer pensar que escucha a la orquesta, pero es incapaz de anticipar.La «levantá» del tema está muy mal asentada y no está anticipando, asi que lo que sale es un 4 pero que se tambalea, se tambalea, como la duquesa de Alba intentando bailar. Y poco a poco, mientras el desarrollo del tema se va haciendo más complejo, el seudo director que se cree en una asamblea del 15M va perdiendo control no sobre la ejecución técnica sino más bien sobre la estructura…y llega el ataque de los metales 2:35, y es un desastre, en ver de contruir el edificio lo que han hecho es derrumbar la torre. Que verguenza !!
Si supieran ustedes mis queridos camaradas, lo que estoy disfrutando mientras leo vuestros argumentos dotados de amplio conocimiento de la dirección orquestal, seguro que no os detendríais!
Seguid así que tomo atenta nota!
Abrazos.
Y yo me quedo aquí, acodado en mi rincón, asistiendo fascinado a este intercambio de argumentos viscerales (porque eso son: razones vivas).
Existe un prurito demagógico en el ambiente musical por donde manifestar opiniones claras se considera petulancia, exceso, cerrazón, insensibilidad frente la originalidad… Nada de eso. Menciono esto porque la misma impresión me asalta frente a ciertos directores, o cierta discografía: pretenden novedad y originalidad, pero carecen de personalidad, como no sea una imagen de fachada, cosmética, en fin, un mero producto publicitario. Popularidad, nada más.
Padezco una instintiva reticencia hacia los directores venidos de Inglaterra, algo que no me ocurre frente a sus orquestas o a sus coros o a sus conjuntos de música “de época”, normalmente muy apreciables (al menos en mi opinión). Por lo mismo, las distinciones de Jean François han concitado mi adhesión entera. Y los ejemplos de “cómo destruir la Primera de Brahms en cinco minutos…” me desmoralizan… ¿a dónde vamos a parar con estas «lumbreras»?
En el ejemplo del Concierto nº 3 de Beethoven, es tremenda la diferencia de «sentido arquitectónico» entre la concepción de Sargent y la de Schnabel. El mundo interior que cobija la forma en Beethoven es tratado por uno como una serie de declaraciones bien expuestas, y por el otro como la recitación de una fórmula sagrada. O dicho de otro modo, suena como dos lectores: uno de bella voz que no entiende lo que lee, y otro que a su estupenda voz le suma la comprensión del texto.
Afectuosos saludos a los contertulios!
Lo primero de todo agradecer vuestras aportaciones a tan interesante y constructivo debate.
Resumiendo todo lo expuesto y analizando el vídeo que nuestro amigo Jean François nos ha dejado, quedan claras algunas cuestiones. Y una premisa fundamental es que si no anticipas no existe respiración. Y si no se respira correctamente la estructura orgánica se desmorona. Ahora se dirige por secuencias, a saltos, buscando el efecto inmediato y con un extraño sentido de ballet sobre el podio. Me da a mí que muchos directores actuales, como Rattle, ensayan sus movimientos plásticos en el cuarto de estar de su casa de una manera, digamos para entenderlo, un tanto discotequera. Es lo mismo que hemos hecho nosotros en más de una ocasión pero con una simple pero sustancial diferencia: Nosotros no somos directores profesionales ni, mucho menos, somos titulares de la Berliner. Una cosa es dirigir y hacer que la música sea la única protagonista (Böhm) y otra es bailar sobre el podio buscando la postura más correcta para llamar más la atención. Claro, alguno me dirá: ¿Y Carlos Kleiber? Pues la diferencia radica en que Kleiber lo dejaba todo tan musicalmente cerrado en los ensayos que su elegante gesticulación respondía a un mero apoyo al discurso. Por contra, muchos directores actuales, sabedores de que están frente a conjuntos sinfónicos de indudable calidad técnica, se dejan ir y dirigen para ellos mismos, bailando al son de la música. Pero eso es lo que buena parte del público actual pide, sugestionado por una industria mediática que se encarga de alabar cualquier lanzamiento mediático de los mismos en vista de un perseguido éxito de ventas.
Lo que yo no acabo de entender es como a Rattle se le ha renovado con la Berliner hasta 2018. Bueno, sí que puedo entenderlo pero me abstengo de dar una opinión. Todas las personas que logran subir sobre un podio para dirigir me merecen el mayor de mis respetos aunque a veces se haga difícil para mí mantener la esta diplomacia.
Un abrazo a todos, queridos amigos
LEITER
Entre los gestos escénicos de Rattle y los de Carlos Kleiber existe tal diferencia, como la que separa la más pura elegancia de la más obtusa chabacanería. Kleiber hacía de su gestualidad un espectáculo, sí, pero íntimamente vinculado a la expresión de la obra que ofrecía, omitiendo todo mal gusto, guiando a los profesores de la orquesta y deleitando al público. Tome estos requisitos, gírelos en sentido negativo, y obtendrá un Rattle.
Me disculpo por el exabrupto, pero es que Carlos Kleiber no admite comparación con el actual titular de la antaño maravillosa Filarmónica de Berlín.
Abrazo a todos!
Lo que aprecio aquí, especialmente en las críticas a Rattle, es que al no anticipar sencillamente ahoga la partitura, produciendo una interpretación plana y desdibujada en su expresividad, en su contenido. Por otro lado hace que la música se subordine a él, que las líneas melódicas le sigan al él y no a la inversa, en el sentido de producir música. Rattle se sirve de la obras para hacerse notorio ante le público, condicionado sin duda por lo que dice Leiter: la industria mediática.
Y entre Kleiber y Rattle, pues en pocas palabras gesticulaban lo mismo pero en sentido diferente; porque Kleiber construía, mientras Rattle destruye…Y seguirá destruyendo, valiéndose de la Filarmónica de Berlín que ha perdido su espíritu.
Todo tiempo pasado, fue mejor.
Abrazos admirados amigos, Gracias por estos debates tan edificantes.
Pues a mi juicio no lo has podido resumir mejor, amigo Iván
LEITER
Definitivamente, leiter, si tú mismo no le hubieras llamado BAR VIRTUAL a este rincón, el apodo le habría venido solo; tan bien ganado se lo tiene!
Sobre lo de Kleiber tengo ciertas reservas. El talento de karlos Kleiber no de puede questionar, tampoco su elegancia y su sentido de la cosntrucción. Lo que pasó fue otra cosa: Kleiber no destrozó los finales de Brahms, pero se destruyó a si mismo. El último karlos Kleiber me da mucha pena…había acumulado tantas cosas en sus registros síquicos que esto desembocó en un tipo de anarquía mental que ya controlaba muy mal. Y las interpretaciones se quebraron, en mucho más de una ocasión. La grabación televisiva de la sinfonía nº 36 «linz» de Mozart es una verdadera pesadilla, por lo menos para mi lo es. Voy a decir algo que puede parecer muy vanidoso: Cuando yo tenía 20 años todos los que me rodeaban estaban de acuerdo diciéndo que los dioses me habían dado un talento fuera de lo común. Tenía 20 años y vivía con la mente de hombres de 80, en el sentido de la percepción, de la sabiduría interna. Y, claro está, solo pensaba en dirigir. Pero también sé porqué no llegué a dirigir. Entre otras cosas porque este desequilibrio entre juventud y madurez estaba acompañado por grandes desequilibrios emocionales, y hasta con adicciones. Pues si— Así que el mundo musical me hubiera totalmente destrozado, no cabe ninguna duda, no tenía ni la estructura ni la fuerza interna que hacen falta para entrar de verdad en una carrera de director. Kleiber entró, pero para él fué un calvario, y lo entiendo perfectamente.Pero llegó a un punto en que su relación con la partitura también se quebró, no sabía que hacer, si bailar, si saltar… quería marcharse, irse a otra realidad. Seguro que ahora ya no para, en el olimpo de los músicos.
No dejo de entenderlo, maestro Monielou, y esa percepción dolorosa sobre el «calvario interior» de Carlos Kleiber —un gran talento apoyado en una psicología insegura y frágil— creo que es compartida por muchos; es una sombra que afloraba tras su sonrisa. También un músico acuciado por la talla artística de su padre. Pero en lo particular, su talento me seduce, sobre todo por esa posición «entre Furtwängler y Toscanini», como alguien lo definió.
Ahora que lo pienso, esta percepción me permita entender por qué Kleiber hijo fue tan acertado interpretando a Brahms, un artista tan perfeccionista como plagado de dudas e incertidumbres, disfrazadas, claro está, ante el público.
A pesar de su sonrisa insegura y enigmática, de su ciclotímica personalidad, de su reducido repertorio y de su fragilidad interior, don Carlos Kleiber siempre estará en mi particular Olimpo de la batuta. Como a todos los grandes genios de la batuta, genios en el sentido de poseer una alta dosis de embrujo, con don Carlos Kleiber había que superar dos aspectos clave a la hora de juzgar sus actuaciones: 1- que tuviese el día inspirado y 2- que se decidiera a ejecutar el concierto programado y no cancelarlo. Yo por eso nunca llegué a verlo en vida pese a que mis ilusionadas manos sostenían entradas para un concierto que fue cancelado a última hora. Y esta contrariedad se repitió, a modo de trágico destino, en un par de ocasiones. Estoy totalmente de acuerdo con lo expresado por Joaquín. A lo largo de esta temporada, don Carlos Kleiber tendrá su espacio reservado en esta sección.
Yo lo tuve mucho más fácil, amigo Jean François: todos mis compañeros me decían que era malísimo para la música y aún así me empeñé en ser director. Una tarde plomiza en Viena, sentado frente al Kunsthistorisches Museum, desistí de aquella pretensión. La música perdió al que posiblemente hubiera sido el director de orquesta más horroroso de la historia pero se ganó a uno de sus mayores amantes. Aquella tarde acabé borracho del todo en una solitaria habitación escuchando música de Mozart y dirigiendo con un bolígrafo a modo de batuta. Creo que aún me duran los efectos de aquella resaca. Y ya ve, ahora aquí, de camarero en un humilde bar virtual de copas musicales… ¡Las vueltas que da la vida!
Mi cariñoso y entrañable abrazo, mis buenos amigos Jean François y Joaquín.
LEITER
jajaja…que buen sentido del humor, Leiter ! Y seguro que de malísimo para la música no tenía gran cosa.Bueno yo lo pasé horrores, más que todo con la culpa por no haber sido capaz de fructificar este talento. Todavía me cuesta pararme y pensar. Me salvó lo espiritual, mis estudios en el tema de las relgiones y del misticismo, y acabé entendiendo que lo más grande no es el misterio de Diós sino más bien el misterio del alma. Como el alma es eterna, existiendo desde oenes de años, el cumplir en una vida con un determinado propósito artistico no es para ella un asunto de imperiosa necesidad,no hay nada lineal. En fin, es lo que creo…
Un abrazo
Pues ya somos dos, amigo Jean François, los que creemos en eso…
Mi abrazo
LEITER
Pero qué festín, admirado amigo y hermano. Insistiré en el punto: tus entradas son ABSOLUTAMENTE referenciales. Blues es Océano adónde han de confluir todos los ríos musicales.
Siempre lo he pensado pero nunca lo he dicho: tu capacidad de escribir sobre música es aún mayor que mi capacidad para escucharla. Es por ello que tengo ya un considerable retraso. Trato, en la medida de mis posibilidades, de atender a los enlaces propuestos sumando a estos la constelación de vídeos contigüos, con sus consiguientes comparaciones, tesis y antítesis. Uff! En una palabra: el Océano hermosamente inabarcable, hermosamente musical. Se necesita se run Argos para oír/ver música de manera tan profusa.
La constelación de Sir Malcolm Sargent me ha parecido particularmente ubérrima. Sus versiones me han parecido impecables en reciprocidad con su «fina estampa». Verdaderamente, este Gentleman es inmaculado y la danza con la que dirige a sus formaciones orquestales lo es en consecuencia. Me has transformado en un devoto de Sir Malcolm Sargent, amigo mío…
Grandioso el humor de Sir Thomas Beecham, por otra parte. Rápido y audaz como nadie (sólo comparable, opino, a Bernard Shaw).”¡No sabía yo que estos árabes supieran tanto de música!” debería ser considerado un Epígrafe digno de ser compendiado en cualquier antología de las Mejores Humoradas de la Humanidad…
Tuyo afectísimo
Bueno, con todo lo que le ha caído al pobre Sargent en los comentarios y resulta que tú te declaras incondicional suyo. Pues me parece estupendo. En eso consiste esto: en cada uno exprese su opinión.
Las anécdotas de Beecham son un perfecto antídoto contra el mal humor. Quien no sabe tomarse las cosas con humor no sabe vivir la vida en plenitud.
Mi admirado abrazo, maestro Otto
LEITER
Menuda discusión se han traído. Una delicia.
Se supone que tendría que estar estudiando, alemán por más señas, y aquí me tienen embobada del todo. Cuando me pille mi profe me dará una colleja por su culpa jajajajaja.
Ciertamente disto mucho de la técnica que ustedes tienen pero por lo que se ve Dios me ha dado orejas y las uso. No aguanto a Rattle ni de vista. Me saca de mis casillas, sonreír tanto siempre me ha parecido sospechoso. Puede parecer un argumento banal, puede que lo sea, el caso es que le veo frívolo y falto por completo de hondura, superficial como una vedette y ni Brahms, ni Bruckner, ni otros tantos son para un teatro de variedades.
Siempre recordaré la primera vez que escuché la novena de Beethoven tan solo hace poco más de un año, padecí un ataque severo de síndrome de Stendhal sonoro. Furtwängler a la batuta. Las veces anteriores no cuentan, ni una sola, todas quedaron borradas. Me di cuenta que no todo estaba escrito en una notas sobre el papel, la música solo existe cuando suena y esa lectura de la partitura es vital.
Gracias por estos ratos deliciosos, por descubrirme un mundo mágico y por lo que veo en vías de extinción ya solo accesible por las grabaciones.
Por lo menos, y aunque podamos estar equivocados, tratamos de argumentar nuestras opiniones. A muy pocos nos gusta Rattle pero a los filarmónicos de Berlín les debe encantar, ya que han prorrogado su contrato hasta 2018. Es un hecho incontrovertible. En fin…
Mi beso, Walkiria
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