Tate Britain en la bonita ciudad de Londres
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Inaugurada en 1897 bajo el patrocinio de Sir Henry Tate, la antiguamente conocida como Tate Gallery es denominada desde el año 2000 como Tate Britain dentro de un grupo de galerías de arte pertenecientes a la red Tate y que incluyen otros museos como el Tate Modern, el Tate Liverpool y el Tate St. Ives. Algunos de los fondos de la Colección Tate se distribuyen periódicamente por cada una de las cuatro galerías de la red, por lo que ciertas obras no pueden considerarse en exclusiva como permanentes en la Tate Britain.
Para los amantes de la pintura inglesa, la Tate Britain es posiblemente el mayor templo existente en el mundo y en cuyo interior se alberga una de las más completas colecciones de obras de Turner. Una visita a dicha galería se complementa, casi de forma obligatoria, con otra posterior a la Tate Modern mediante el ferry que conecta ambos museos a través del Támesis y cuyo embarcadero se localiza enfrente de la Tate Britain. Con esta entrada ya atesoramos 170 obras de los mejores museos del mundo… Y las que nos quedan.
Así, hasta ahora, hemos visitado El Prado, El Louvre, La Galería de los Uffizi, La National Gallery londinense, El Rijksmuseum de Amsterdam, El museo Orsay parisino, el Metropolitan de Nueva York, la Alte Pinakothek de Munich , el Museo Thyssen-Bornemisza, el Kunsthistorisches de Viena , el Hermitage de San Petersburgo , el Reina Sofía, la Pinacoteca di Brera en Milán, el MOMA neoyorquino, el Chicago Art Institute, y el Museum of Fine Arts de Boston. Como siempre, esta selección de obras pictóricas está dedicada a la madrina de este blog, Amalia, de quien recibimos en su día la bendición para dar paso a esta aventura. A ver qué os parece mi selección. Espero que sea de vuestro agrado.
1- EL CAPITÁN THOMAS LEE de Marcus Gheeraerts el Joven
Gheeraerts fue uno de los principales retratistas de la alta sociedad inglesa a caballo entre los siglos XVI y XVII. La pintura es realmente curiosa: El capitán Lee — que acabó siendo ejecutado por deslealtad siete años después de la realización de este retrato — aparece como un soldado de infantería con las piernas desnudas.
Con este aspecto tan estrafalario, unido a la ostentosa armadura y a cierto amaneramiento en la mano izquierda, Gheeraerts parece intuir el poco futuro del capitán Thomas Lee, quien ya en ese momento estaba siendo cuestionado por sus actuaciones en el ejército colonial inglés. Este retrato es una de las grandes rarezas de la historia del género. Formidable en su factura y en el prodigioso contraste entre las desnudas piernas del retratado con un fondo de claros matices pastorales.
2- LA FAMILIA STRODE de William Hogarth
Hogarth fue uno de los pintores ingleses dotados con mayor talento y perspicacia a la hora de abordar sus retratos sobre grupos familiares ingleses. La escena representa a los miembros de una familia reunidos en el salón principal de la casa en actitud de tomar el té.
La atmósfera que transmite la pintura es de especial serenidad, apoyada en las dos figuras de los perros que escoltan la composición y que sirven para resaltar el aspecto de fidelidad. El tono general de la obra es deliciosamente suave y se contrasta con las tonalidades brillantes del vestido de la joven y de la casaca del individuo que permanece a su lado.
En ningún momento el artista pretende valorar el fondo, muy difuminado con una serie de cuadros, con lo que se aparta de la característica suntuosidad de este tipo de lienzos en otros pintores. El denominador común de todos los personajes es la fuerza que les comunica Hogarth a través de un magnífico dibujo.
3- HOMERO RECITANDO SUS POEMAS de Thomas Lawrence
Lawrence fue un prodigio de facultades pictóricas hasta el punto de que llegó a ser ferozmente criticado en su época por comprometerse a realizar los cientos de encargos que anualmente recibía y no disponer de tiempo suficiente para emplearse a fondo en muchos de ellos. A pesar de su enorme fama como retratista, Lawrence intentó abordar, con menor éxito, la pintura de género.
Esta pintura que aquí mostramos es obra de juventud y fue pintada para el famoso marchante inglés Richard Payne Knight. El cuadro es todo un cántico al estilo clásico tanto en técnica como en temática y no dejan de apercibirse ciertas concomitancias con la obra de Poussin. Sin embargo, el tono es más melancólico, más teatral si cabe por una iluminación completamente artificiosa, y muestra al poeta Homero recitando sus obras ante una admirada audiencia entre la que destaca la joven figura de un muchacho desnudo que no es sino un retrato de un célebre luchador de la época conocido como Jackson. Es de las pinturas menos conocidas de Lawrence.
4- EL CASTILLO DE HADLEIGH de John Constable
Este castillo, cuya construcción data del año 1230 por orden del rey Enrique III y del que a día de hoy apenas se conservan dos torres, es uno de los mejores exponentes de la arquitectura civil medieval de Inglaterra.
Lugar considerado mítico por algunos historiadores por el gran protagonismo que la región tuvo durante algunos siglos de la historia inglesa, el entorno fue visitado por Constable en 1814 y en consecuencia el artista realizó hasta diez bocetos previos al óleo antes de concluir la obra definitiva quince años después.
En esta pintura mostramos uno de esos bocetos, un magistral trabajo que muestra una inconfundible imagen de soledad y decadencia equiparable al estado anímico del pintor en aquellos días, desolado por el fallecimiento de su esposa. La pintura presenta un fortísimo acento expresivo que se ve reforzado por las amenazantes nubes del fondo. Obra maestra sin posible discusión.
5- TORMENTA DE NIEVE de Joseph M. W. Turner
A partir de 1840 Turner se convirtió cada vez más en un pintor incomprendido por sus radicales experimentaciones y ello tuvo mucho que ver con este portentoso lienzo de la Colección Tate presentado en 1842. Los espectadores se quedaron absortos por la composición en remolino utilizada por Turner y por unas líneas compositivas que provocan vértigo, desorientación y caos.
La fusión enloquecida de masas de aire y luz en una paleta muy limitada evocan un estado cercano a lo meramente onírico. Pese a todo, Turner controla en todo momento los movimientos y simboliza la pequeñez humana frente a las poderosas fuerzas de la naturaleza colocando el barco en el epicentro del remolino. La leyenda cuenta que Turner se había atado a la cubierta de un barco en medio de una tempestad para sentir la naturaleza de cerca. Obra maestra que me llevo a mi casa.
6- OFELIA de John Everett Millais
Uno de los más famosos óleos de la pintura prerrafaelita que coincide con la etapa de máximo fervor juvenil del grupo. El cuadro representa la famosa escena de Hamlet en la que Ofelia, tras perder a su padre de manos de su enamorado, se arroja al río y se ahoga.
Siguiendo la argumentación de Shakespeare, Millais pintó flores con botánica exactitud e incorporó muestras del lenguaje floral victoriano. El detallismo de la obra es obsesivamente meticuloso y se dice que Millais pasó unos cuatro meses cerca del río Hogsmill, en el condado de Surrey, para trabajar el fondo del cuadro. La mujer que hizo de modelo, Lizzie Sidall — futura esposa de Rossetti — tuvo que posar durante varias semanas en una bañera llena de agua que era calentada por debajo mediante hornillos. Obra cumbre del simbolismo poético propio del prerrafaelismo.
7- EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA de William H. Hunt
Miembro también de la Hermandad de los Prerrafaelitas, William Holman Hunt fue el que mostró mayor fidelidad a los planteamientos del grupo a lo largo de toda su carrera.
Este lienzo fue considerado como escandaloso por representar sin ambages una auténtica relación extramatrimonial. Se observa como una joven — repleta de anillos aunque ninguno de ellos es una alianza — se levanta bruscamente mirando hacia arriba como reacción a algo visto u oído en la estancia.
El cuadro es un compendio de simbología (reloj dentro de una campana de cristal, pájaro cazado por un gato, partitura enrollada por el suelo…) que alude al cautiverio de una joven que mira hacia el exterior, hacia un mundo de libertad que se refleja en el espejo del fondo. El cuadro, pese a presentar un ineludible componente religioso plasmando una emoción espiritual, fue rechazado por la ultramontana iglesia anglicana de la época.
8- BEATA BEATRIX de Dante Gabriel Rossetti
Otro de los miembros de la Hermandad Prerrafaelita, Rossetti realizó muchas versiones de esta imagen inspirada en el texto Vita Nuova de Dante en el que la amada del escritor, Beatriz, moría en plena juventud y pasaba a la beatitud eterna. Rossetti concluyó el cuadro en 1863, un año después de que su mujer Lizzie Sidall falleciera.
El bellísimo rostro de la mujer aparece con un inconfundible gesto de éxtasis en su tránsito desde la Tierra al Cielo. Un pájaro sagrado le entrega la amapola símbolo del eterno descanso y la propia figura de Dante se adivina tras el reloj de arena que señala las nueve, hora simbólica de la muerte.
Al fondo del todo y en posición central se acierta a intuir un paisaje florentino con el río Arno entre los arcos del Ponte Vecchio. Este cuadro está ya en los umbrales del Simbolismo y se aparta del todo del naturalismo objetivo postulado por el prerrafaelismo. Otra obra que con vuestro permiso me llevo directamente a mi casa.
9- NOCTURNO: AZUL Y PLATA (CHELSEA) de James McNeill Whistler
Americano de nacimiento, la biografía de Whistler serviría como argumento para una serie de televisión o una producción cinematográfica. De niño estuvo en Rusia y luego se matriculó en la academia militar norteamericana West Point, abandonando dicha institución a causa de un monumental enfado que agarró porque le suspendieron un examen de química. Bisexual sin complejos, fue amante de Oscar Wilde, compartió mujer con Courbet y dicen que mantuvo una relación más que íntima con Jack el Destripador…
Este magistral óleo es el primero de una serie de pinturas que representan distintas vistas nocturnas del Támesis. Whistler reduce la escena a un puñado de elementos básicos, aunque dicha supuesta economía de medios resalta su maestría y sensibilidad para captar el dominio de la luz de una forma nostálgica y absolutamente personal. La tabla fue objeto de severas críticas y se acusó al autor de dejarla inacabada, reparos que también recibieron pintores como Turner o Cézanne.
El efecto que provoca contemplar este óleo es similar al que produce la sonoridad de la forma musical denominada de igual manera. Grandioso cuadro del museo Tate Britain.
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10- ENA Y BETTY de John Singer Sargent
Para muchos, el ítalo-norteamericano John Singer Sargent es un retratista tan genial que sólo puede ser comparado con Velázquez; para otros, Sargent fue un pintor desconectado de su época que producía cuadros atendiendo al exclusivo interés monetario.
Para mí, Sargent es un genio, anacrónico sí, pero un genio de la pintura. La contemplación en directo de su pintura por primera vez puede causar desmayos, lo advierto. A decir verdad, este cuadro es una maravilla en todos los aspectos: Las increíbles texturas de los vestidos, contrastando la seda blanca de Ena — por quien el pintor se sentía sentimentalmente atraído — con el lujoso terciopelo rojo de Betty, hacen que la pintura adquiera un ficticio aspecto tridimensional. El jarrón de porcelana es un cántico a la velazqueña perspectiva aérea, al igual que los juegos de luz y sombra que contornean el fondo.
Obra maestra absoluta de un artista por cuyos cuadros en la actualidad se pagan verdaderas fortunas en las subastas. Otro motivo más para llevármelo a mi casa.
Excelente crónica, mi querido amigo. Normalmente pienso que lo mejor de la Isla, para el arte, ha sido su literatura y su pintura, porque no siempre su música ha logrado una personalidad original. No siempre, insisto, o sea que a veces sí. Con la música popular esto se revirtió radicalmente, porque ahí sí que dio un golpe de cátedra. ¿Cómo tienes muro para tanto cuadro, Leiter? Concuerdo plenamente con tus adquisiciones, sobre todo si se trata de Turner. Un gran abrazo!
Qué maravillas aquí reunidas! tengo que reconocer que no conocía el de Hunt!
Si tuvieras que elegir solo uno con cuál te quedarías? Yo dudo entre dos bien diferentes: Turner y Milais porque esa Ofelia es una maravilla, verdad? Aunque siempre me ha gustado mucho la personalidad tan característica del atormentado Constable…
Difícil, querido Leiter.
Besiños
Es la enésima vez que vuelvo a esta recopilación. Son inolvidables, en efecto.
Jamás un cuadro me ha provocado tanta melancolía como el de Turner que representa al Temeraire siendo arrastrado al desguace.
Aquí está: http://www.nationalgallery.org.uk/paintings/joseph-mallord-william-turner-the-fighting-temeraire
De honrosa historia, atoado en el crepúsculo por el insignificante barquito vencedor, el de vapor… él fin de una época, y no precisamente naval.
Gracias por descubrirme tanta maravilla, gracias especiales por acercarme a John Constable, y gracias por recordarme a Whistler.
Aquí te dejo el enlace del análisis que hicimos de esa pintura de Turner en otra sección de este bar:
http://leiter.wordpress.com/2009/06/23/el-temerario-remolcado-a-su-ultimo-destino-turner/
Gracias a ti por pasar a tomarte unos vinos en este bar virtual, Ivaneck
LEITER
Pues la verdad, querido Joaquín, es que voy a tener que mudarme a otra casa más espaciosa para albergar todos esos cuadros «que me llevo directamente» con permiso de los lectores.
El problema de los ingleses, en relación al arte musical, es que no han sabido vender bien a verdaderos maestros como Tallis, Byrd o Purcell. Se centraron en el asimilado Haendel y hasta Britten no tuvieron un compositor de reconocido prestigio.
Por cierto, Joaquín, felicitarte por el trabajo sobre Górecki. De absoluta referencia.
Querida Amalia: Me quedaría con el de Turner y con el de Sargent, pese a todo. A mí un tío que pinta como Velázquez me pone, por muy anacrónico que sea.
Muchos besos y abrazos, Maestro Fonográfico Joaquín y Reina Amalia.
LEITER
Por razones de nostalgia ya que una reproducción de Ofelia estuvo colgada mucho tiempo en casa en mi época prerrafaelista, por eso me quedo con ella. Me gustaba y me gusta la languidez, la lividez y toda la vida alrededor de Ofelia, solo ella está muerta.
Sin embargo mi ojito se va más arriba al tempestuoso Turner, ese lo colgaba ahora mismo en casa para verlo a todas horas sin discusión alguna.
Leiter, una selección mágnifica de la Tate, quizás algún día vaya por allí, Londres no me mola demasiado salvo por estos pequeños detalles ;-).
Ciertamente el cuadro de Ofelia de Millais rebosa sensualidad pese a que, como bien has dicho, no deja de ser la imagen de una fallecida. Me ha encantado como has contrapuesto los términos vida-muerte en tu comentario. ¡Bravissimo!
Turner es uno de los más grandes, sin duda. Pero, como ya le contesté a Amalia, también me llevaría a casa el de Sargent.
Londres… Hace 18 años que no pongo el pie por allí. A mí es una ciudad que me encanta y, de hecho, si yo ahora viviese solo seguramente que me habría marchado allí a pasar largas temporadas. Muchas y buenas orquestas, magníficas librerías, excelentes museos, grandes exposiciones… Lo malo el clima, claro.
Un beso, Zarza
LEITER
Sigue siendo absolutamente estupenda la «Sección de Diez Pinturas inolvidables del Museo…» y ciertamente creo, contigo caro amigo, que la calificación estética mayor la sigue determinando el «me lo llevo a casa…» o con mayor ahínco aún el «directamente a mi casa»… Celebro el nivel cognoscitivo-fruitivo que se tiene al nominar de este modo, jajajaja…
Pero qué de maravillas has deparado para nosotros en esta ocasión, admirado amigo. Espléndida antología…
En mi opinión el más grande enunciado pictórico inglés (País de pintores grandes) lo conforma el cuerpo pictórico -hasta el día de hoy completamente insólito y referencial- es el de William Turner… Qué cromofonía (invento un términos ¿invento?) y qué pedazo de Ser es el lienzo, oh, Leiter!
Dejando por un lado a este enunciado magnífico del arte hipertrofiado que es la pintura de Turner, existe una Escuela Retratística tan bien afincada en Londres que no me extraña nada que Lucian Freud desarrolle actualmente su corpus pictórico (acaso uno de los más densos e importantes que hay en la actualidad) en la patria de William Shakespeare.
Pero hay algo muy interesante: sus grandes Maestros son migrantes. Obsérvese el caso de la pintura: no existe una Escuela pictórica verdaderamente inglesa sino hasta la llegada, importantísima, de uno de los más grandes miméticos de Occidente: Hans Holbein, que dejó una escuela retratística de gran relieve cuando tuvo que salir de las ciudades alemanas que abrazaban con fervor la fe del protestantismo luterano y con ella, su oleada de iconoclasia. Recibido en la Corte de Enrique VIII, Holbein retrata para el monarca donjuanesco a todas sus mujeres incluyendo un excelso dibujito de la malhadada Ana Bolena.
Tiempo más tarde, las cortes de Francia donde Poussin era Rey de Pintores (y no iba a permitir por ningún motivo otro fenómeno semejante al de el Jean Baptiste Lully, un italiano que se hace con todas las majestades artísticas) no acepta en sus filas a uno de los más egregios pintores que jamás haya poblado esta tierra: Anthony Van Dyck, quién también se ve en la necesidad de presentar cartas ante la Corte inglesa de Carlos I: y ve rodar, por cierto, esa cabeza a instancias de Cromwell… La impronta de Van Dyck creará una de las Academias de Arte más cimeras: la Royal Academy en la que desfilarán los colosos de la Escuela Inglesa: el grande Reynolds, Gainsborough, Hogarth, tantos más.
Otro migrante llegará tres siglos más tarde para afincar la grandeza de la Escuela Inglesa. De padres vieneses que arriban a Londres entre guerras: se trata de Lucian Freud, nieto del gran psicólogo-mitopoético, Sigmund.
Grandes retratistas todos estos migrantes, Holbein, Van Dyck, Freud: los primeros vieron caer todo un entablado político ¿sucederá lo mismo con Freud?
Un enorme abrazo, mi grande amigo
Excelente repaso el que has dado de la pintura inglesa, maestro Otto, y que tiene incluso la virtud de conectar con el comentario que hoy nos ha dejado Theniger en su sección de los jueves. Desconocía del todo la historia que cuentas sobre el rechazo de Van Dyck por parte de la Corte Francesa… ¡Pues ellos se lo perdieron!
Un abrazo, Otto
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