Nicanor Zabaleta

 Nicanor Zabaleta nació en San Sebastián el 7 de enero de 1907 y empezó a tocar el arpa a los siete años gracias a que su padre, el pintor Pedro Zabaleta, le regaló un pequeño ejemplar con motivo de su cumpleaños. Con sólo nueve años ofrece su primer recital en público y con trece aprueba todos los cursos de arpa del Conservatorio de Madrid examinándose por libre. Tras graduarse en Comercio en el navarro Colegio de Lecaroz, viaja a París con la intención de profundizar en sus estudios musicales, recibiendo clases de arpa del profesor Marcel Tournier y de contrapunto y fuga por medio de Marcel Rousseau. En 1925 debuta como concertista en París y a la vuelta a España aspira a ser profesor de arpa en el Conservatorio de Madrid debido a la jubilación de la por entonces su titular, doña Vicenta Tormo de Calvo. Como en aquellos años no existía el precedente de un concertista de arpa en toda Europa, Zabaleta parte para los EEUU en busca de reconocimiento internacional. Allí contacta con el pianista valenciano José Iturbi, quien se encontraba en el momento más álgido de su carrera, y éste le arregla una serie de conciertos en Nueva York al aire libre y ante diez mil personas… Pero sin cobrar un céntimo. Lo mismo ocurrió en Filadelfia. Sin embargo, aquellos conciertos supusieron un gran estímulo para el artista donostiarra quien, en 1933, emprende una gira de conciertos (Por fin remunerados) por EEUU y América del Sur. Zabaleta pasó muchos años en el continente americano y en Puerto Rico conoció a Graziela Torres,  una bella mujer con la que terminaría casándose. Luego de enseñar en el Conservatorio de Caracas durante la Segunda Guerra Mundial, Zabaleta regresó a España a mediados de los años cincuenta, realizando giras por toda Europa. De 1956 a 1962 impartió clases de perfeccionamiento en la prestigiosa Accademia Chigiana de Siena y muchos compositores de la época le dedican obras pensadas para el arpa. De entre todos los trabajos sobresalió el Concierto Serenata de Joaquín Rodrigo, la obra más divulgada y vendida de toda la extensa discografía del solista vasco. En 1966 recibió la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y al año siguiente la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. En 1981 fue galardonado con la Medalla de Oro de Bellas Artes y en 1983 se le concede el Premio Nacional de Música. Zabaleta actuó con asiduidad hasta sobrepasados los ochenta años. El 16 de junio de 1992 actúa junto a la Orquesta de Cámara Española en el Auditorio Nacional de Madrid y, tras finalizar el concierto, anuncia emocionado que se retira de los escenarios para siempre. Falleció el 1 de abril de 1993 en San Juan de Puerto Rico víctima de un cáncer de páncreas. A día de hoy, Nicanor Zabaleta es considerado el más grande intérprete de arpa de todos los tiempos.

 Nicanor Zabaleta dedicó toda su vida al arpa y gracias a ella se convirtió en un mito viviente, en un músico aclamado en todos los rincones del planeta. Sus magistrales y brillantes interpretaciones al arpa elevaron este instrumento al mismo grado de interés que el que ostentan otros instrumentos tradicionales de la orquesta. Nunca le gustó que le llamasen virtuoso, un término que detestaba. Se consideraba, ante todo, un «juglar del arpa», una persona que intentaba la expresión, la profundidad y la fluidez del lenguaje musical. Según su criterio, Debussy y Ravel fueron los compositores que mejor entendieron la capacidad colorista y expresiva del arpa, y siempre fue contrario a la manida tesis de que a Mozart no le gustaba dicho instrumento. Su legado discográfico contiene grabaciones que pertenecen al capítulo de lo memorable, obteniendo galardones tales como el Grand Prix National du Disque Français, el Gran Premio Edison de Holanda y el Harriet Cohen International Music Prize. Sus versiones de Haendel, Albrechtsberger y Von Dittersdorf son insuperables, así como sus adaptaciones de obras de Bach y Mozart. Entre lo más selecto de su discografía cabe destacar el Concierto para flauta y arpa de Mozart, acompañado por la Filarmónica de Viena dirigida por Karl Böhm, en el sello Deutsche Grammophon; el Concierto-Serenata y la adaptación del Concierto de Aranjuez del maestro Rodrigo acompañado por la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín dirigida por Märzendorfer, en el sello PHILIPS; y los recitales El arte de Nicanor Zabaleta editados por SAGA. En 1977, la firma Deutsche Grammophon anunció que las ventas discográficas de Nicanor Zabaleta realizadas para este sello superaron el millón de ejemplares vendidos, toda una proeza para un intérprete de arpa. Pero además, en el cómputo del maestro Zabaleta figura el haber actuado con más de 300 orquestas sinfónicas de todo el mundo y de haber ofrecido, desde su debut en Nueva York en 1934, más de 6.000 actuaciones entre recitales y conciertos.

 Zabaleta poseía tres arpas de ocho pedales que Obermayer — un destacado luthier bávaro — le construyó en madera de caoba siguiendo fielmente las instrucciones del artista español. Pero, además, tenía otras dos arpas Érard, de tipo antiguo, que según el maestro Zabaleta producían un bellísimo sonido. Solía viajar siempre con una de sus arpas, facturándola bien en una caja, bien mediante una protección especial en cuero. El maestro solía cambiar con frecuencia las cuerdas de la misma, no ya por su fragilidad (Las cuerdas, generalmente construidas en tripa, absorben fácilmente la humedad al ser muy porosas y acaban por romperse) sino porque con el uso pierden calidad de sonido. Por otra parte, Nicanor Zabaleta fue un gran aficionado a la numismática, a la pintura, a la arquitectura y, especialmente, a la poesía. (De hecho, fue íntimo amigo de Juan Ramón Jiménez). Jorge Guillén y Rafael Alberti eran sus poetas predilectos. Apasionado de la naturaleza, gozaba tanto con las puestas de sol de la meseta castellana como de las idílicas playas caribeñas. Su matrimonio con Graziela Torres constituyó una feliz circunstancia, toda vez que la pareja supo sobreponerse a las prolongadas ausencias del artista con motivo de sus actuaciones, unas 100 al año. Fruto de ese feliz matrimonio fueron sus hijos Pedro y Estela. Quien esto escribe, tuvo la oportunidad de conversar momentáneamente con el maestro Zabaleta en Madrid a mediados de los años ochenta. Descubrió no sólo a un excepcional músico, sino también a una excelente y educada persona. Sirva este humilde homenaje en su recuerdo.